Una de las notas más características de la selva misionera,
que es donde están emplazadas las cataratas del Iguazú, es su gran pluviosidad
a lo largo de todo el año, por lo que las lluvias te pueden sorprender en
cualquier momento, independientemente de cuando vayas a visitar las famosas
cascadas.
Antes de emprender este viaje, tuve curiosidad por ver si
Septiembre era un buen mes para visitar la zona y me alegraría bastante al
observar que era uno de los mejores meses, pues sólo daban un promedio de nueve
días lluviosos en comparación con otros meses que daban hasta la mitad.
Pero esta vez los dioses y la suerte no iban a estar de
nuestro lado y muy pronto se nos acabarían las buenas noticias y es que hoy al
levantarnos nos encontraríamos un día de lo más desapacible. Aunque no llovía,
los nubarrones negros que cubrían el cielo, nos avisaban de que no tardaría
mucho en hacerlo. También era mala suerte, el segundo día por aquí y en tan
pocas horas se sustituían los cielos casi despejados de ayer y la agradables
temperaturas que nos permitieron estar en manga corta, por justo lo contrario,
porque, efectivamente, la entrada del frente también venía acompañada por la
bajada de las temperaturas hasta en diez grados, por lo que estábamos a 17
grados. Verlo para creerlo, en Iguazú y nos iba a tocar ir con sudadera y
chubasquero.
Al igual que ayer, cruzábamos la calle y nos plantábamos en
la terminal de ómnibus para tomar el autobús de las nueve de la mañana, pero
esta vez con dirección al Parque Nacional Iguazú en territorio argentino. Por
fin íbamos a pasar un día entero en este país, al que hasta ahora sólo habíamos
utilizado como tránsito para ir a otros países cercanos. A diferencia del
transporte para el lado brasileño de las cataratas, en el lado argentino hay el
doble de horarios, por lo que apenas tienes que esperar para dirigirte hasta
allí. El billete nos costaría 130 pesos, ida y vuelta, y en sólo veinte minutos
ya estábamos en la puerta del Parque.
En las taquillas apenas había gente, lo cual tampoco era muy
extraño con el tiempo que hacía, por lo que no tendríamos que esperar para
comprar las entradas. Estas nos costarían 330 pesos cada una al no pertenecer a
ninguno de los países que forman Mercosur, ya que para los ciudadanos de estos
son más baratas.
Nada más entrar nos detendríamos, estos primeros instantes,
en alguna que otra tienda para echar un vistazo de que nos podríamos llevar de
recuerdo, pero fue una visión rápida y fugaz porque nos podían más los nervios
por dirigirnos a ver la famosa masa de agua.
Tras pasar todo el complejo de tiendas y puntos de
información, nos encontraríamos a la derecha el inicio del sendero verde de tan
sólo 600 metros, el cual no dudaríamos en tomar para así tener el primer
contacto con la naturaleza y su flora y fauna característica. Tendríamos suerte
y ya en este primer paseo podríamos ver un mono maicero o caí subido a un árbol
y degustando algún fruto o planta de la que pronto se cansaría, para esfumarse
poco después entre la vegetación.
Sendero Verde |
Sendero Verde |
Mono Caí en el Sendero Verde |
Esta senda finaliza en la Estación Cataratas, desde donde se
toma el trenecito a la garganta del Diablo. Es un trayecto de unos tres
kilómetros que aunque puede hacerse andando, ya sea por el bochorno en época de
calor o por las lluvias en otros momentos, es mejor hacerlo en el cómodo tren.
Estación Cataratas |
Tren hacia la Estación Garganta del Diablo |
Tren hacia la Estación Garganta del Diablo |
Por cierto, que si no te apetece hacer el sendero verde, también tienes la
posibilidad de coger el tren en la estación central que está de frente nada más
pasar las taquillas.
Una de las cosas que menos me gustaron de Iguazú es el
tiempo de espera de cada tren y es que tuvimos que esperar entre 20 y 30
minutos cada vez que lo cogimos. No sé si en temporada alta será igual pero si
es así, me parece que se pierde demasiado tiempo y deberían ponerlos con más
frecuencia.
Según nos subimos al tren empezaría a llover, lo que haría
que las caras de muchos de los allí presentes fueran un poema, la mía también,
por supuesto, pues no llevo nada bien el mal tiempo en lo viajes, como me
imagino le pasará a mucha gente.
El tren nos dejaría, tras diez minutos de recorrido, en la
estación Garganta del Diablo, donde comenzamos a andar por una pasarela
metálica de 1100 metros que discurre sobre el río Iguazú, pudiendo ver la
inmensidad y la aparente tranquilidad de este.
Pasarela sobre el Río iguazú Superior |
Río iguazú Superior desde la Pasarela |
Río iguazú Superior desde la Pasarela |
Esta termina en los miradores que están justo encima de la
espectacular Garganta del Diablo. La fuerza del agua era brutal y un guardia
del Parque que andaba por allí comentaba a un grupo que era probablemente el
máximo caudal con el que podían contar las cataratas, de hecho llevaba tiempo
sin verlas así.
La lluvia cada vez apretaba con más fuerza y tras cuarenta
minutos disfrutando del espectáculo y tan sólo unas pocas fotografías, pues era
imposible sacar la cámara, acabaríamos calados hasta los huesos y muertos de
frío entre el aire y la humedad. Así que volveríamos por donde habíamos venido.
Garganta del Diablo |
Garganta del Diablo |
Garganta del Diablo |
Sería una buena decisión pues nada más llegar a la estación
Cataratas comenzaba a llover con más fuerza todavía, lo que nos obligó a todos
los que estábamos por allí a refugiarnos debajo de los toldos que cubrían un
área para comidas.
Todavía no he hecho referencia a uno de los animales más
característicos del Parque, los coatíes. Su apariencia inofensiva y de animal
entrañable al que podrías abrazar cual peluche no tiene nada que ver con la
realidad. Su único objetivo es el de conseguir comida, ya sea por las buenas,
aprovechándose del incumplimiento por muchos turistas de las normas que
prohíben dar de comer a los animales, o bien por las malas, abalanzándose sobre
las mochilas semi abiertas o directamente sobre los bocadillos o snacks de
aquellos que esté comiendo en el exterior. No se cortan un pelo y prueba de
ello fue ver como a un señor que estaba comiéndose un sándwich, le arañaron
toda la mano al intentar quitárselo. Por lo que hay que tener cuidado ya que
son agresivos cuando hay comida de por medio.
Coatí en la Estación Cataratas |
Tras dos horas sin parar de llover y sin que el tiempo nos
diese un respiro, lo que aprovecharíamos para meternos en la cafetería que allí se encontraba y hacer un
brunch improvisado con lo que habíamos traído de las compras de ayer por la
tarde, el tiempo por fin daba una tregua, lo que nos haría tomar la decisión de
volver otra vez a la Garganta del Diablo para tratar de tomar alguna fotografía
más decente y disfrutar mejor de las vistas de antes. Esta decisión vendría
motivada a que como todavía teníamos todo el día de mañana, preferimos esperar
a ver si teníamos más suerte y probar a hacer los circuitos inferior y superior
y alguna que otra actividad sin acabar calados.
Garganta del Diablo |
Garganta del Diablo |
Garganta del Diablo |
En esta segunda oportunidad, tendríamos algo más de fortuna,
ya que la lluvia caía débilmente y esto nos permitiría estar allí algo más de
una hora.
La visión que te proporciona la Garganta del Diablo es tal y
te deja tan absorto que cuesta apartar la mirada de las estruendosas cortinas
de agua que se precipitan estrepitosamente en este sector de selva subtropical
que divide o, según se mire une Argentina y Brasil.
Garganta del Diablo |
Garganta del Diablo |
Sería aquí donde, tras dos días en este paraíso, yo también
pasaría a formar parte del gran número de personas que piensa que las cataratas
del Niágara son una piscina al lado de estas. Y es que es cierto que Iguazú al
ser cuatro veces más anchas que aquellas, hacen que no tenga competidora posible, por lo que es preferible, a poder
ser, visitar primero los saltos de agua norteamericanos antes que los argentino
brasileños, pues así evitas quedar decepcionado con los primeros.
Mientras el chirimiri seguía cayendo, nosotros seguíamos
allí petrificados y perplejos asistiendo al bellísimo espectáculo que ofrece la
Garganta del Diablo, la cascada de mayor caudal. Es este el lugar perfecto para
reflexionar sobre una de las leyendas del Parque Nacional Iguazú: “Cuando se
haya envenenado el último río, cortado el último árbol y matado el último pez,
el hombre se dará cuenta de que no puede comerse el dinero”.
Garganta del Diablo |
Garganta del Diablo |
La lluvia volvía a caer con fuerza, por lo que era el
momento de despedirnos de esta área de las cascadas y volver hacia la estación
“cataratas”, a la que llegamos como la primera vez: chorreando.
Diluviaba, estábamos empapados, con frío y cansados del tiempo,
tanto psicológicamente como físicamente, por lo que tomaríamos la decisión,
tras pasar un rato mirando algunas tiendas, de no seguir en el Parque y volver
a Puerto Iguazú en el bus de las 17:15, donde pasaríamos descansando el resto
de la desapacible tarde. Visto lo visto a ver si había suerte y por lo menos
mañana, aunque estuviera nublado, no llovía.
A las 21:00 nos animaríamos a salir a cenar. Para cambiar un
poco esta vez elegiríamos una pizzería llamada “Color” donde nos tomaríamos dos
buenas pizzas más la bebida (900 pesos), costándonos terminarlas. Son
contundentes y muy jugosas y creo que con la mediana es suficiente para una
persona.
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