Como ya decía en el capítulo anterior, el día empezaba bien
temprano, pues a las 05.45 sonaban los despertadores. Disponíamos del tiempo
justo para ducharnos y desayunar algo de las pocas cosas que habían sobrado del
grupo que había pasado antes que nosotros por allí. Porque ni habían repuesto,
ni habían recogido nada. Así que nos hicimos un hueco en un rincón limpio de
una de las mesas y nos echamos lo justo al estómago.
A las 06:30 estábamos ya listos para partir hacia el
aeropuerto de Ezeiza, desde donde partía nuestro vuelo hacia Puerto Iguazú a
las 08:35 con Aerolíneas Argentinas. Salía de la terminal C y tardaríamos muy
poco en facturar y en estar listos para embarcar, por lo que al final nos
sobraría una hora de reloj, que aprovecharíamos para comprar unos bollos y
asentar un poco más el estómago.
El vuelo saldría en hora y el trayecto, con esta nueva compañía
que probaba, sería agradable. Además te sirven snacks y una bebida, aunque la
duración del vuelo sea corta, por lo que quedaría contento con el trato y el
servicio prestado y eso que había oído muchas cosas que no la dejaban muy bien
parada.
Avión de Aerolíneas Argentinas |
Sobrevolando las Inmediaciones de Puerto Iguazú |
A las 10:20 y tras dos horas de vuelo, estábamos
desembarcando en Puerto Iguazú, saliendo también rápido las maletas. El
aeropuerto del centro de la ciudad se encuentra a unos veinte kilómetros. Esta
vez no queríamos perder demasiado tiempo con combis o autobuses, para tratar de
aprovechar al máximo el día, por lo que optamos por lo más rápido, pero también
lo más caro, es decir contar con los servicios del dueño de nuestro
alojamiento, que le pediríamos por mail que viniera a buscarnos en coche.
A la salida de la terminal, allí estaba Nicolás esperándonos
con un cartel con mi nombre, por lo que tras las presentaciones nos pusimos en
marcha hacia el apartamento en Puerto Iguazú que nos acogería durante las
siguientes cuatro noches. El trayecto nos costaría 350 pesos, que aunque caro,
al ser dos al final duele menos.
Nuestro apartamento se llamaba “Casa 24” y lo reservaríamos
vía booking. Sin duda que sería uno de los mejores y con mayor encanto de todo
nuestro viaje. Estaba decorado con muy buen gusto, estaba muy limpio y era muy
amplio, lo que hacía que te encontraras como en una casa particular. Tenía de
todo, hasta los pequeños detalles que siempre echas en falta en otros hoteles o
alojamientos. Nicolás, uno de los dueños, siempre fue amable y dispuesto a
ayudarnos en todo momento, así que sin duda que lo recomiendo al 100%.
Apartamento Casa 24 en Puerto Iguazú |
Apartamento Casa 24 en Puerto Iguazú |
Apartamento Casa 24 en Puerto Iguazú |
Otra característica muy importante a destacar, era la
situación en la que se encontraba, y es que estaba, nada más y nada menos, que
en pleno centro de Puerto Iguazú, al lado de todos los restaurantes, tiendas y
comercios importantes, y lo que es mejor, en frente, de la terminal de
autobuses que te llevan a las cataratas del Iguazú. ¿Se podía pedir más?
Evidentemente, la respuesta es no.
Un cuarto de hora antes de que dieran las doce de la mañana,
ya estábamos en la terminal de ómnibus comprando nuestros pasajes de ida y
vuelta (80 pesos por persona) para llegar hasta la entrada del Parque Nacional
do Iguaçu en el lado brasileño. Sí, efectivamente, habíamos decidido comenzar
por este lado, porque leímos que se tarda menos en recorrer y, dado que ya era
mediodía, consideramos que era lo más práctico.
Sobre las 12.00, estábamos tomando uno de los autobuses que
te llevan hacia allí. Una vez que llegas a la frontera argentina, el conductor
te indica que tienes que bajarte para dirigirte a pasar el control de pasaportes
y que estampen en los mismos la salida del país. El trámite sería rápido, pues
al menos en esta época, apenas había gente y casi que éramos dos personas por cada
agente de aduanas, por lo que no tardamos nada en pasar los controles. Luego
subiríamos, de nuevo al autobús y pasaríamos el puente y la zona de nadie, que
divide ambos países, antes de llegar a la frontera brasileña, donde esta vez
sería el asistente del conductor el que recogería todos los pasaportes de los
viajeros y sería él el encargado de tramitar los sellos de entrada en Brasil en
el pasaporte. Tú le esperas cómodamente sentado y cuando termina, sigues unos
cuantos kilómetros más hasta el centro de recepción de visitantes de Iguazú.
Había leído que no hacía falta pasar el trámite de la
frontera brasileña, pero al final esta empresa sí que lo hacía, así que no sé
muy bien si al final es o no necesario realizarlo. Nosotros por si acaso,
siempre que entramos o salimos de Brasil, pasaríamos por los puestos de control
para evitar disgustos en el futuro, pues si quieres volver a este país y se
encuentran en la aduana que no tienes sello de salida, las multas son
terroríficas y si no las pagas no te dejan entrar.
Nada más bajarnos del autobús, lo normal hubiera sido que
nos hubiéramos dirigido como posesos a comprar nuestras entradas del parque,
pero no sería eso lo que haríamos, todavía le daríamos un poco de emoción al
asunto y esperaríamos algo más para el ansiado momento.
La razón no era otra, que unos cuantos metros atrás,
habíamos visto la entrada al Parque de las Aves, que un buen amigo mío me había
recomendado de la visita que haría él unos meses atrás, así que como no íbamos
mal de tiempo decidiríamos hacerla.
Parque das Aves. Foz do Iguaçu |
La entrada se puede pagar con tarjeta, por lo que no fue
necesario cambiar a reales. (36 reales por persona, es decir unos diez euros).
El Parque de las Aves es un centro de conservación de la
naturaleza y un santuario para la recuperación de la vida silvestre. La mitad
de las aves que se pueden observar durante la visita fueron rescatadas de malos
tratos o del tráfico de animales, por lo que con la entrada se contribuye a
esta importante labor. Al llegar al parque, estos animales son tratados para
recuperarse y cuando es posible son liberados
en su hábitat natural. Si esto no puede ser es cuando ganan un hogar aquí.
Un circuito auto guiado te permite, a través de sendas
perfectamente habilitadas, ir observando un gran número de aves tropicales de
llamativos colores y casi imposibles de ver en ningún otro lugar del mundo.
En el primer sector del circuito encontraríamos especies tan
famosas como flamencos, periquitos o grullas. Poco después tendríamos
oportunidad de ver y casi tocar a los tucanes con sus inmensos y coloridos
picos o los corocoros con su plumaje rojo deslumbrante.
Grulla.Parque das Aves.Foz do Iguaçu |
Flamencos.Parque das Aves.Foz do Iguaçu |
Tucán.Parque das Aves.Foz do Iguaçu |
Corocoros en Vivero Pantanal.Parque das Aves.Foz do Iguaçu |
Pero lo mejor vendría poco tiempo después cuando nos
encontraríamos con enormes viveros a los que se puede acceder e interactuar con
las aves y apreciar de cerca la manera en que estos animales viven. De esta
manera irían apareciendo nuevas especies como pavones, faisanes, ñandús,
zopilotes y otras muchos cuyos nombre fue imposible de asociar en el plano.
Parque das Aves. Foz do Iguaçu |
Parque das Aves. Foz do Iguaçu |
Parque das Aves. Foz do Iguaçu |
Entre los diferentes ecosistemas creados, sin duda que el
referente al pantanal brasileño fue unos de los más destacados, donde pudimos
ver cocodrilos. No serían los únicos reptiles, porque poco tiempo después nos
asombraríamos con boas, iguanas y anacondas.
Cocodrilos en Vivero Pantanal. Parque das Aves.Foz do Iguaçu |
El ambiente de la selva subtropical todavía nos iba a
deparar sorpresas tan interesantes como poder ver al águila arpía o las
lechuzas, muy complicadas de observar en su ambiente natural, o un sinfín de
mariposas de cientos de tamaños y colores.
Pero sin duda uno de los viveros estrella sería el que
alberga a un gran número de loros, papagayos y guacamayos con los que puedes
convivir, hacerte fotos, sentir como te sobrevuelan a unos centímetros de tu
cabeza y darles de comer. Todo un espectáculo que está siempre controlados por
los guardias del parque, lo que te hace sentirte seguro en todo momento.
Papagayos.Parque das Aves. Foz do Iguaçu |
Papagayos.Parque das Aves. Foz do Iguaçu |
Papagayos.Parque das Aves. Foz do Iguaçu |
Tras algo más de una hora en su interior daríamos por
finalizada la visita al Parque das Aves, el cual creo que es un buen
complemento a las cataratas, si no se viene muy ajustado con el tiempo para
disfrutar de ellas. Su horario es de 08:30 a 17:00 y está abierto todos los
días.
Nada más salir del recinto podríamos ver, justo en frente,
el hangar y la plataforma desde donde despegan los helicópteros que realizan
los vuelos panorámicos sobre las cataratas. Sería tentador contratarlo, pero al
final desistimos por dos motivos. El primero está claro que era el precio, pues
suponía 120 dólares por persona por unos veinte minutos, incluidos el despegue
y el aterrizaje. Una auténtica barbaridad. El segundo que si hacíamos esta
actividad no íbamos a tener tiempo para recorrer con tranquilidad los miradores
brasileños.
Así que dejaríamos los helicópteros a nuestra izquierda y
nos encaminaríamos a comprar las entradas en las taquillas del Parque Nacional
do Iguaçu. Estas nos costarían 57,30 reales por persona, unos 15 euros.
Centro de Recepción de Visitantes.Parque Nacional do Iguaçu |
Centro de Recepción de Visitantes.Parque Nacional do Iguaçu |
Una vez dentro del recinto, todo es fácil y sencillo. Lo
primero que te encuentras son las filas para coger los autobuses que te llevan
a los miradores y a los senderos de pago del parque. En el ticket de entrada se
asignan grupos y horas de embarque, pero en nuestro caso no hubo necesidad de
hacer uso de nada de ello, porque había diez personas contadas delante de
nosotros y fue llegar y besar el santo. Los autobuses son de dos pisos, siendo
el superior al aire libre, por lo que no dudamos en subirnos arriba para
disfrutar más del trayecto. Lo que no quiero ni imaginar es como debe ser esto
en temporada alta. Sin duda que la palabra agobiante no hace honor a la
realidad.
Los vehículos circulan por una recta de asfalto de doble
sentido en donde hay diferente paradas, aunque la mayoría son para hacer rutas
de senderismo y alguna otra actividad, todas ellas de pago, por las que
interesan en la mayoría de ocasiones son las dos últimas que son las que te
llevan a los miradores. Nosotros nos bajaríamos en la penúltima de ellas
llamada Trilha das Cataratas.
Selva desde el Autobús hacia las Cataratas de Iguazú |
Desde este punto sólo tardaríamos unos segundos en recorrer
los pocos metros que nos separaban del primer mirador. Allí tenía la primera
visión de las cataratas del Iguazú.
No sé muy bien lo que sentí en ese momento. Era una mezcla
de incredulidad y emoción, de satisfacción y absoluta felicidad. Lo cierto es
que cuando has anhelado, durante mucho tiempo, llegar al lugar sobre el que
tanto has visto reportajes, leído revistas y escuchado cientos de
descripciones, tu carga emotiva es tal que difícilmente te decepciona, al
contrario, el pulso se te acelera y los sentimientos se desbordan.
Cataratas de Iguazú |
El nombre guaraní de las cataratas: I-guazú significa
“Agua grande”. La catarata más ancha del
mundo brinda uno de los espectáculos más sorprendentes de la naturaleza, donde
el río Iguazú se desploma por un precipicio de más de tres kilómetros de
anchura. Sin duda, que no hay nada semejante en otro lugar del planeta.
Cataratas de Iguazú |
Todavía me sigo sorprendiendo, a pesar del paso de los años
y de tantos lugares visitados, lo que me aportan y me hacen sentir determinados
sitios del mundo, lo que por otro lado me produce una gran felicidad porque
creo que eso significa que mientras esa capacidad de sorpresa siga viva, la ilusión
por viajar seguirá igual de fuerte que el primer día.
El Iguazú superior es un río de 700 kilómetros, una longitud
casi pequeña para el tamaño de América. Curiosamente, tiene su origen en las
montañas costeras, apenas a cincuenta kilómetros del océano, pero de forma
caprichosa, elige el camino del oeste por estas tierras del sur de Brasil. Un
poco antes de llegar a las cascadas, parece que se aproxima sin prisas, pausado
y su superficie se asemeja a una balsa de aceite. Es tan sólo un espejismo pues
de repente se ensancha, se separa en dos corrientes y cae al vacío.
Desde los miradores de la parte brasileña se obtiene una
perspectiva global de las cataratas. Siempre se ha dicho que desde Brasil se
consiguen las mejores panorámicas y, sin duda, así es.
Cataratas de Iguazú |
Avanzaríamos, pausadamente, por el sendero que nos
permitiría observar los cientos de saltos de agua que teníamos en frente. Eran
de todos los tamaños y alturas y nos faltaban ojos para poder abarcarlos todos.
Cataratas de Iguazú |
El camino te lleva a continuos miradores sobre los que
admirar este prodigio de la naturaleza, sin que las vistas apenas te den una
tregua entre unos y otros. De hecho estamos hablando de 275 cascadas de agua
enfurecida que se desborda en ochenta metros de caída libre.
Cataratas de Iguazú |
Cataratas de Iguazú |
Seguiríamos avanzando y disfrutando de cada nueva
perspectiva que el entorno nos ofrecía, hasta que llegaríamos al plato fuerte
del día: las pasarelas que te permiten situarte delante de la Garganta del
Diablo, una herradura inmensa donde se concentra toda la furia de la naturaleza. El rugido es
ensordecedor y el conjunto de selva, nubes, múltiples arco iris, bambús,
palmeras, helechos y los gritos de loros y tucanes de plumas brillantes, hacen
que consigas alcanzar el éxtasis y te embriague la emoción.
Garganta del Diablo |
Garganta del Diablo |
Garganta del Diablo |
Este espectáculo mágico viene acompañado además de las
continuas salpicaduras que, en pocos minutos, causarían que acabáramos
completamente empapados, ya que al precipitarse, el agua choca contra el fondo,
se pulveriza y se forma una nube que sube al cielo y cae suavemente sobre ti,
haciendo, aún más, que este momento sea algo único e inolvidable.
Garganta del Diablo |
Garganta del Diablo |
Garganta del Diablo |
Antes de abandonar el lugar, tampoco quisimos perdernos las
vistas que se obtienen desde la torre observatorio que te permite obtener una
visión completa de esta área de las cataratas, aunque aquí apenas pudimos
disfrutar porque el tiempo apremiaba y estábamos a punto de perder los últimos
autobuses que nos llevaran tanto a la salida como a Puerto Iguazú.
Serían dos horas y media maravillosas que se nos hicieron
demasiado cortas, aunque, afortunadamente, todavía nos quedaban dos jornadas
enteraras para seguir deleitándonos con las cataratas desde la parte argentina.
El bus de regreso del interior del parque lo tomaríamos en
Porto Canoas, la última parada, y nos dejaría en la salida a sólo unos pocos
minutos de que partiera el último autobús de regreso a Puerto Iguazú. Y es que
desde Brasil la afluencia de autobuses es menor y acaba antes que en Argentina.
Menos mal que una carrera nos permitiría llegar in extremis hasta este.
Cuando llegamos todavía tendríamos fuerzas de animarnos a
llegar andando hasta el famoso hito de las tres fronteras, que aunque un poco
lejos es factible acercarse hasta él dando un paseo. Desde este mirador se
pueden ver los otros dos países con sus respectivos hitos, es decir Brasil y
Paraguay. También se puede disfrutar de la unión de los ríos Iguazú y Paraná,
por lo que merece la pena acercarse hasta aquí. Nosotros llegaríamos ya cuando
la noche se estaba echando encima, por lo que pudimos ver diferentes contrastes
de colores en el horizonte.
Hito Argentino de las Tres Fronteras |
Río Paraná desde Hito Argentino de las Tres Fronteras |
Con la noche ya cerrada emprenderíamos el camino de regreso
al apartamento, aprovechando para parar en un supermercado y comprar todo tipo
de provisiones para los días posteriores tanto para el desayuno como para la
comida y así ahorrar un poco, pues los precios en los Parques Nacionales son
algo abusivos. Como se ve Puerto Iguazú es de lo más seguro y te puedes mover
sin problema por cualquier zona turística, incluso de noche.
Cuando por fin entramos por la puerta del apartamento lo
primero que haríamos sería tirarnos un rato en el sofá a descansar y abrirnos
unas cervezas fresquitas con algo de picoteo, hasta que llegaría Nicolás para
preguntarnos qué tal el día y con el que estuvimos charlando casi hasta la hora
de salir a cenar.
Para ello optaríamos por la recomendación que nos haría el
propio Nicolás y nos dirigiríamos andando, pues no estaba ni a diez minutos, al
restaurante Aqua, donde nos tomaríamos un lomo alto con mostaza y un bifé de
chorizo que estaban de muerte, acompañados por unas croquetas rellenas de
pescado más cuatro bebidas. Fue un gran homenaje que nos daríamos al sólo haber
picoteado lo justo en la comida. La broma nos saldría por 855 pesos más 100 de propina,
pues esta es del 10 al 15% y en muchos casos te lo comentan hasta los propios
camareros si te ven extranjero.
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