26 de Agosto de 2016.
No es ningún secreto que el continente americano me
apasiona, que cada vez que tengo oportunidad de pisarlo despierta en mí
sentimientos especiales y diferentes que los que me transmiten otros lugares
del mundo. Sí, es cierto que he visitado muy pocos países asiáticos y africanos
y Oceanía apenas la he tocado y que tampoco tengo demasiadas referencias para
poder hacer comparaciones, pero hoy por hoy es mi continente preferido.
Aunque es verdad que mis experiencias fuera de América han
sido fascinantes y he vuelto de ellas asombrado y maravillado de lo diferentes
que pueden ser otras culturas y que estas últimas aventuras son las que mayores
satisfacciones me han dado en lo que se refiere a superación personal y a
vencer miedos muchas veces infundados, aun así América tiene algo que me hace
volver a ella una y otra vez, que me contagia una fuerza y un entusiasmo que no
lo hacen, en la misma medida, otros destinos.
No sabría decir cuál es la razón en concreto, tal vez sean
las raíces comunes que mantenemos con muchos países hermanos o su naturaleza
desbordante e indómita, pero lo cierto es que, al igual que los asuntos del
corazón, muchas veces no hay una razón racional para ello.
Sin duda que este año la suerte estaba de mi lado, pues
también en el gran viaje iba a poder contar con la compañía de mi buen amigo
Raúl. Dado que él no iba a poder coincidir con su chica en todo el periodo
vacacional y le sobraban quince días, decidiría gastarlos conmigo.
Raúl tenía claro que este año, si podía ser, quería estrenarse
con América del sur, por lo que fue la primera zona del mundo que me puso sobre
la mesa. Por supuesto, que me encantaría la propuesta, pero sólo puse una
condición, como es evidente, y es que no fuesen ni Perú ni Chile que ya conocía
de años anteriores, a lo que no hubo ningún problema por su parte.
Después de esto, no tuvimos que pensar demasiado, pues ambos
teníamos muy claro que queríamos ir a Argentina. Un país de contrastes que
cuenta desde una de las cataratas más espectaculares del planeta como es
Iguazú, en el norte, hasta enormes glaciares en el sur como Perito Moreno,
pasando por los lagos entre montañas de Bariloche, los inmensos desiertos del
noroeste, la cima más alta de América como es el Aconcagua, interesantes
poblaciones como Mendoza, Córdoba, Salta y Tucumán, o la posibilidad de avistar
ballenas en Península Valdés en la costa atlántica, entre otros muchos
atractivos. Sin olvidarnos de su capital, Buenos Aires, que es un mundo aparte.
Parque Nacional Nahuel Huapi desde Cerro Llao Llao |
Es evidente que ante un país que es casi un continente y que
se extiende desde el trópico hasta el ártico, no podíamos abarcarlo todo y
menos con dos semanas con las que contaba Raúl y tres con las que contaba yo,
porque, efectivamente, en mi caso decidiría
continuar sólo una semana más para así aprovechar un viaje tan largo.
Había que elegir, lo que no fue nada fácil. Haríamos, sobre
el papel, mil rutas, valoraríamos muchísimas opciones y al final optaríamos por
el planning que menos hubiéramos pensado hacer en un principio. ¿ Por qué en
vez de abarcar todas las zonas posibles del mismo país, no nos centrábamos sólo
en dos o tres y, por otro lado, de rebote, visitábamos algo de otros países
vecinos y nos llevábamos una pequeña idea de cómo son otras nacionalidades?
Dicho y hecho, Nos ceñiríamos, únicamente, a la capital
porteña y al área de las cataratas del Iguazú y, en mi caso, viajaría también
hacia el sur para conocer Bariloche y la región de los lagos argentinos. Esto
en cuanto a Argentina se refiere y, por otro lado, navegaríamos el río de la
Plata para llegar hasta Uruguay y pasar cinco días en el país hermano,
recorriendo algunos de los lugares más importantes de su costa.
Bandera Uruguaya en Punta del Este |
Esta segunda idea se fraguaría a raíz, por un lado, de la
ilusión que tenía, por mi parte, en conocer la ciudad colonial de Colonia de
Sacramento, y por parte de mi amigo en las ganas de poder llegar a Punta del
Este, pues de siempre le había atraído este lugar de Sudamérica.
Éramos conscientes que se nos quedaban muchas cosas en el
tintero de Argentina, entre ellas el glaciar Perito Moreno, pero una vez más
prefería renunciar a bajar a esas latitudes, tan al sur de la Patagonia, y
dejar esta zona para, si algún día ocurre el milagro y en mi empresa me dejan viajar
de Noviembre a Marzo, poder así conocer ambas Patagonias, chilena y argentina,
juntas.
Y tras tantos prolegómenos veamos algunos datos prácticos.
A TENER EN CUENTA:
DOCUMENTACIÓN:
Tanto en Argentina como en Uruguay tan sólo se requiere tener el pasaporte
en regla con validez mínima de seis meses.
CLIMA: Argentina
está en el hemisferio sur. Por ello nuestro verano coincide con su invierno. En
el norte, el clima es tropical y caluroso o templado en cualquier época del
año. La capital oscila entre un calor bochornoso en lo más alto del verano a un
frío moderado en invierno. En Península Valdés se superan en verano los treinta
grados y en invierno raramente se alcanzan los cero grados. Más al sur, en las
regiones próximas a Tierra de Fuego, o a los glaciares, la temperatura puede
ser bastante rigurosa en invierno.
Respecto a Uruguay su clima suele ser muy variado pero con
una clara diferenciación de las estaciones, por lo que conviene llevar lo
apropiado según la época del año en que se viaje a este país.
QUÉ LLEVAR: Teniendo
en cuenta lo dicho en el párrafo anterior, la maleta debe contener ropa para
todo tipo de clima si se deciden visitar varias zonas del país. Aún sólo
visitando una parte, se recomienda llevar alguna prenda de abrigo y
chubasquero.
MONEDA: El
Peso argentino. Durante décadas había funcionado en Argentina un cambio
paralelo al oficial por el que se podían obtener bastantes más pesos de los que
te daban en bancos y lugares oficiales de cambio. Eran los llamados arbolitos,
donde si te salía bien la cosa podías sacarte un extra importante para el
viaje. Sin embargo, desde la llegada al poder de Macri, esta posibilidad ha
desaparecido, al igualarse el cambio oficial al del mercado negro.
En Uruguay es el Peso uruguayo, aunque también aceptan
dólares y euros, pero al darte el cambio en pesos es mejor cambiar para evitar
perder dinero.
PROPINAS: En
ambos países se suele dejar un 10% de propina si se está contento con el
servicio que te han prestado.
ELECTRICIDAD: Tanto
en Argentina como en Uruguay el voltaje común es 220 V. por lo que para los
europeos no nos hace falta comprar ningún tipo de adaptador, ya que nuestro
aparatos eléctricos son compatibles con los de estos países.
VACUNAS: Para
las zonas que visitamos no nos haría falta ninguna vacuna en ninguno de los dos
países. En la zona de Iguazú es cierto que te recomiendan la de la fiebre
amarilla, pero al ir nosotros en su invierno y no superar los 25 grados,
tampoco nos haría falta.
SEGURO DE VIAJE: Como
cada año lo contrataría con MAPFRE. Este año no incluiría la cobertura por
desastres naturales al no ser Argentina un país de riesgo como lo podían ser
Japón o Chile. Tampoco los costes sanitarios son tan elevados como USA o Canadá
por lo que al final por 65 euros conseguiría una cobertura sanitaria de 40.000
euros, lo que creo que no está nada mal.
SEGURIDAD: Aunque
tuvimos que escuchar todo tipo de cuentos chinos antes de viajar a los dos
países, lo cierto es que no tuvimos ningún problema en ninguno. Tan sólo
recomendar tomar las mismas precauciones que se tomarían en cualquier capital
europea. Tal vez hay que tener algo más de cuidado en la zona del barrio de La
Boca en Buenos Aires y en el área de la Fortaleza del Cerro en Montevideo,
especialmente en este última zona, donde es mejor ir con un taxi de confianza y
volver con él, pues es un barrio más complejo.
TRANSPORTE:
La compañía elegida para volar en esta ocasión sería IBERIA, pues además de ser
el vuelo directo, el precio que conseguiríamos no podía ser mejor: 660 euros
por billete de ida y vuelta. También es cierto que utilizaríamos 1500 puntos
cada uno de la tarjeta Travel Club, lo que nos permitió bajar considerablemente
el coste del trayecto, ya que si no nos hubiera supuesto el doble y es muy
probable que no hubiéramos acabado viajando a Argentina.
Los vuelos internos de Iguazú y Bariloche los sacaríamos con
Aerolíneas Argentinas y aquí sí que nos meterían un sablazo considerable, pero
al habernos ahorrado bastante dinero con el vuelo principal, lo aceptaríamos
dado que con tan poco tiempo con el que contábamos era una locura intentar
hacer cualquiera de esos trayectos por carretera. El de Iguazú nos saldría por
234 euros y el de Bariloche por 283 euros. Mirando poco tiempo después pude ver
que me podía haber ahorrado unos 30 euros en cada uno, pero aun así no conseguí
verlos más baratos.
Por último, queda por mencionar los transportes utilizados
para llegar a Uruguay, que serían el barco y el autobús. El primero para
atravesar el Río de la Plata y el segundo para enlazar las diferentes
localidades uruguayas. Como se verá unos párrafos más adelante, de las
diferentes compañías que atraviesan el renombrado río, nosotros optaríamos por
Colonia Express, saliéndonos el combinado de barco más autobús para llegar a
Montevideo por 35 euros cada uno. Lo que no me parece caro si se compara con
los precios de la compañía estrella Buquebus con la que suponía pagar justo el
doble por el mismo billete y el mismo tiempo de viaje. La vuelta desde Colonia
del Sacramento a Buenos Aires nos saldría por 32, 5 euros cada billete. Pasando
exactamente lo mismo si lo comparabas con los precios de la otra compañía. Eso
sí, es importante estar pendiente de las diferentes ofertas y comprar los
billetes vía telefónica si la página web no acepta las tarjetas españolas.
Dichas ofertas pueden variar de un día para otro, por lo que es bueno mirar en
varias ocasiones.
Nuestro vuelo no salía hasta las 00.05 por lo que no
llegaríamos al aeropuerto hasta las 21.30. Apenas tendríamos que esperar para
facturar las maletas, pues como ya llevábamos los billetes sacados y las cintas
identificadoras del destino, te las proporciona también una máquina, pues sólo
tendríamos que esperar a que comprobasen que nuestro equipaje no excedía de los
23 kg permitidos y nada más.
Aeropuerto de Madrid - Barajas |
Luego pasaríamos los controles de rigor y nos desplazaríamos
hasta la terminal satélite de la T4, donde nos tomaríamos algo hasta que empezó
el embarque. El vuelo saldría en hora, lo que era una excelente noticia, pues
eso nos iba a permitir ir con toda la tranquilidad del mundo una vez que llegáramos
a Buenos Aires.
Panel del Vuelo a Buenos Aires en el aeropuerto de Barajas |
Las doce horas de vuelo no se me harían pesadas, pues entre
la cena (pasta o pollo para variar), las pantallas individuales con películas,
música y demás entretenimientos (sí, por fin han llegado a IBERIA, lo cual es
de agradecer) y las 7 horas de confortable sueño (las cuales le deben mucho a
los asientos de la salida de emergencia que pude facturar casi con cinco meses de
antelación y sin pagar, no sé la razón, pero el sistema me permitió hacerlo), harían
un viaje de lo más agradable y que se me pasaría mucho más rápido que otros de
las mismas o menos horas a otros destinos.
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