24 de Junio de 2016.
Parece mentira pero, casi sin darme cuenta, habían pasado ya
tres años desde la última vez que realicé un viaje acompañado fuera de mi país.
Efectivamente, el último sería allá por el mes de septiembre de 2013, donde
podría compartir la primera escapada al continente asiático, más exactamente,
Indonesia, con mi amigo Raúl. Después todos los viajes sucesivos tanto europeos
como en otros continentes los afrontaría sólo. Y aunque bien es cierto que esa
soledad me hace sentirme libre y me aporta infinidad de sensaciones, que es
complicado expresar con palabras, no lo es menos que lo poco gusta y lo mucho
cansa y este año me apetecía muchísimo compartir alguna escapada fuera de casa
con buenos amigos.
Tendría suerte y, dicho y hecho, no sería muy complicado
encontrar a las personas idóneas para ello: Raúl y Belén. El primero, uno de
mis mejores amigos y un asiduo a un sinfín de viajes a unas cuantas partes del
mundo durante años atrás. La segunda, la persona con la que decidiría compartir
su vida mi amigo y que con el paso del tiempo y de algún que otro viaje por
territorio nacional, se ha acabado convirtiendo en otra gran amiga.
De esta manera y casi al comenzar el año en el que ahora nos
encontramos, empezaríamos a forjar la idea de realizar una escapada de algo más
de una semana a algún destino europeo que nos llamase la atención a los tres y
que no conociéramos ninguno. En no más de veinte minutos la idea de Hungría se
impuso con fuerza a otros países apetecibles, ya que su capital Budapest es una
de las joyas de centro Europa y que, por unas cosas y por otras, todos la
teníamos pendiente todavía.
Bandera de Hungría en el Parlamento |
Por otro lado el oeste del país con el lago Balatón a la
cabeza, se presentaba como el complemento perfecto para el resto de los días,
pues durante décadas y todavía hoy en la actualidad se ha posicionado como un
destino vacacional de primer orden entre la aristocracia del siglo pasado y la
clase media húngara en la actualidad, además de para los ciudadanos de otros
países cercanos.
Bandera de Hungría en el Lago Balatón |
Para mí, además, suponía un buen contraste a culturas tan
diferente como las que había tenido oportunidad de conocer en los últimos
meses. Después del refinamiento, educación
y orden japonés, la estrambótica y curiosa forma de vida coreana y la
locura, el desenfreno y explosión de olores, sabores y sonidos de Marruecos,
volvía a la vieja Europa a conocer las costumbres de un país que ha pasado por
todo tipo de sinsabores y cuya historia ha sido de todo menos fácil y que, aún
así, siempre se ha repuesto y ha continuado mirando hacia adelante.
Pero bueno dejo ya de enrollarme, que empiezo y no acabo, y vayámonos
a la tarde del viernes, cuando casi recién salidos de los trabajos, nos
marchábamos, como siempre, al aeropuerto de Barajas, a tomar el vuelo directo
de tres horas hasta Budapest.
La cosa no empezaba bien con la compañía elegida: la húngara
Wizz Air, pues en el mostrador de facturación nos comunicaban que de primeras
íbamos a salir ya con una hora de retraso, la cual se convertiría luego en algo
más de hora y media, lo que nos iba suponer llegar a nuestro destino sobre las
02.00 de la madrugada, en vez de las 00.00 como estaba previsto. Así que es
evidente que no puedo empezar hablando bien de esta compañía, porque además de
los retrasos frecuentes que sufre, también es importante tener en cuenta el
tema del equipaje para no llevarse disgustos. De primeras las ofertas de los
vuelos parecen más que competitivas con respecto a otras compañías tanto normales
como de bajo coste, pero como decía el truco está a la hora de incluir o no el
equipaje. Si decides no incluir nada, una vez en el aeropuerto te encontrarás
que las dimensiones de la maleta que puedes llevar arriba no es la misma que
las de Easyet o Ryanair, sino que es casi la mitad. Vamos que es el tamaño de
una mochila y poco más. Si quieres llevar la típica trolley ya te toca pagar
veinte euros y si quieres llevar una grande pués ya es cuando te meten el
sablazo.
Gracias a la multitud de foros de internet pudimos
enterarnos de todo esto antes de comprar
el vuelo y que fuera demasiado tarde, por lo que decidimos facturar una maleta
grande de 23 kg entre los tres y luego llevar una mochila cada uno arriba, saliéndonos
al final cada billete por 160 euros. Tampoco me parece un chollo, pero es que
en las fechas que íbamos, con el resto de compañías la cosa se encarecía
todavía más.
Casi a las 02.00 aterrizábamos en el aeropuerto de Budapest
donde el desembarco de la nave sería rápido. A la salida decidiríamos tomar un
taxi entre los tres. Para ello sólo tendríamos que seguir la línea negra
pintada en el suelo que te lleva hasta una caseta en el exterior de la
terminal. Allí les indicas la dirección a la que quieres ir, te dan un ticket
con el precio que has de pagar al taxista en base al sector de la ciudad en el
que está tú alojamiento (si el taxímetro marca más, pagas lo establecido en el
ticket) y luego sólo has de esperar el número del coche que marca el vale. Nos
saldría por 6810 florines que al cambio son 24 euros.
El dueño del apartamento, Leslie, nos había ofrecido en un
correo electrónico venir a recogernos por el mismo precio, pero creyendo que
era excesivo lo rechazamos. Así que al final hubiera sido más cómodo si le hubiéramos
dicho que sí, pero vamos tampoco fue nada complicado hacer nosotros las
gestiones.
Tras 25 minutos el taxi nos dejaba en la puerta del edificio
en el que se encontraba el apartamento que habíamos reservado por Booking.
Nuestra idea inicial era elegir un hotel con una habitación triple, pero cuando
vimos la gran cantidad de apartamentos que se ofertan en Budapest a precios
económicos y con una gran calidad y confort, no dudaríamos en elegir uno de
estos en pleno centro de Budapest desde donde poder ir andando a casi todos los
lugares de interés.
Elegiríamos Basílica Friends Apartment, un conjunto de
apartamentos de los cuales nos correspondería el situado en la calle Rumbach
Sebestyén, 22, en pleno barrio judío y a sólo 10 minutos andando del puente de
las Cadenas. Aunque el exterior y las zonas comunes del edificio son algo
antiguas, el interior estaba impoluto y parecía nuevo. Serían algo más de 60
metros cuadrados con salón y sofá cama, barra de cocina, una habitación y una
pequeña terraza. Nos saldría por 380 euros los cuatro días que nos íbamos a
alojar aquí.
Basílica Friends Apartment |
Basílica Friends Apartment |
Basílica Friends Apartment |
Leslie, el encargado, nos recibiría con gran amabilidad y
nos explicaría todo con toda la paciencia del mundo y eso a pesar de las horas
intempestivas que eran.
Por cierto, que se me ha olvidado comentar que en Hungría,
de momento todavía no está en circulación el euro, sino los florines húngaros,
por lo que no dudaría en recurrir a mi amigo Nacho, que trabaja en la banca,
para que me consiguiera un cambio de lo más faborable de un euro por 325
florines. En condiciones normales en estos momentos estaba en 315 florines.
Otra de las cosas que también me sorprenderían bastante es,
que siendo las horas que eran, la marcha que todavía había en nuestra zona era
considerable. Gran cantidad de locales de comidas, supermercados y pubs seguían
abiertos y el ajetreo constante de jóvenes de un lugar a otro era constante.
Las primeras impresiones no podían ser mejores y por delante
todavía nos quedaba un mundo por descubrir en Hungría.
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