Eran las 08:00 cuando nos poníamos, de nuevo, en pié con la
intención de dejar durante unas horas el centro de la ciudad y dirigirnos a las
afueras con el objetivo de realizar una visita algo diferente de las realizadas
hasta entonces y que desde que había leído sobre ella, me había llamado la
atención.
Tenía curiosidad por conocer el llamado Memento Park, un
parque situado a las afueras de Budapest, donde se muestran las esculturas
olvidadas de la guerra fría. Se trata de obras gigantescas hechas según diseño
soviético que serían retiradas de sus lugares originales y traídas hasta este
lugar, ya que en la etapa democrática de Hungría no querían recordar el triste periodo
comunista que les tocó vivir.
Llegar hasta allí supondría una excursión de una hora de
duración, pues tendríamos que tomar la línea 2 del metro hasta la estación de
Keleti palyudvar y en esta hacer transbordo a la línea 4 hasta la última
estación, Kelenföld vasútállomás, donde nada más salir y casi al lado están las
taquillas para comprar los billetes de bus. Ojo que sino los compras los conductores
no te aceptan el dinero.
Compraríamos un billete de ida y vuelta (500 florines). Las
líneas que te llevan hasta la puerta son la 710 y la 720 y sólo tardamos diez
minutos en llegar desde allí. Para bajarte en la parada correcta lo mejor es
preguntar al conductor porque si no es probable que te la pases, pues está en
una carretera de doble sentido que no tiene ninguna indicación apreciable.
Antes de llegar a las taquillas nos daríamos de bruces con
una portada de ladrillo naranja, donde fuimos recibidos por las imponente
esculturas de Lenin y de Karl Marx y Frederick Engels.
Memento Park |
Karl Marx y Frederick Engels. Memento Park |
Lenin. Memento Park |
Tras pagar la entrada de 1500 florines, accederíamos, por un
lateral, a un inmenso patio donde seguiríamos un circuito circular donde pudimos ir viendo nuevos
símbolos de la opresión soviética y de los que fueron ídolos del comunismo.
Estas fueron algunas de las que más nos llamaron la
atención:
Monumento a Bela Kun, el político y líder comunista húngaro
que moriría fusilado a manos del régimen de Stalin:
Memento Park |
Monumento a los mártires de la contrarrevolución de 1956:
Memento Park |
Monumento a los capitanes Steinmetz y Ostapenko:
Memento Park |
Monumento a la República de Consejos:
Memento Park |
Pero de entre todas ellas habría una que nos resultaría
especialmente curiosa. La referente a las Brigadas Internacionales húngaras que
participaron en nuestra Guerra Civil en el bando republicano. En la escultura
se puede ver un muro en el que se encuentran grabados los nombres de las
ciudades españolas donde lucharon estos voluntarios:
Memento Park |
La visita la terminaríamos con nuevas esculturas como la del
Soldado Soviético Liberador o la dedicada a la amistad húngaro – soviética, e
incluso un pequeño vehículo de aquellos tiempos.
Memento Park |
Memento Park |
Tengo que reconocer que aunque me pareció interesante, la
verdad, es que me esperaba un recinto más grande y con más esculturas
imponentes de las que me encontré, por lo que me quedé algo decepcionado, sobre
todo por el tiempo que se pierde hasta llegar hasta aquí.
Para volver sólo tuvimos que deshacer el camino realizado a
primera hora de la mañana y una vez en la línea roja de metro, decidiríamos
llegar hasta la estación Batthyány Ter, donde una nueva conexión, en este caso
a la línea 5, nos llevaría hasta Szentlélek Tér, donde bajaríamos para conocer
el lugar en el que tiene su origen Budapest.
Por lógica, y así lo hacen los más meticulosos, habría que
empezar a conocer esta ciudad por el lugar en el que ahora nos encontrábamos:
Óbuda, la vieja Aquincum romana, campamento legionario en la orilla oeste del Danubio y germen de la
actual Budapest.
Aquincum tuvo 40000 habitantes en su época de esplendor,
durante los siglos II y III, y el emperador Trajano la declaró capital de la
Panonia Inferior.
Nosotros es cierto que la habíamos dejado casi para el
final, sin cumplir el orden establecido por los historiadores, pero por lo
menos habíamos venido.
Nuestro paseo se ciñó a la plaza del Ayuntamiento o Fö Tér y
sus aledaños, que se puede decir que es lo que de verdad merece la pena de esta
área.
Fö Tér.Obuda |
Fö Tér.Obuda |
Fö Tér.Obuda |
Es un lugar tranquilo que invita a pasear por sus calles,
silenciosas y empedradas, y a desconectar del bullicio y del constante trasiego
de personas que dominan en otras partes de la capital. Tiene ese aire un tanto
pueblerino que permite disfrutar de la serenidad y sosiego del entorno.
Tras fijarnos en el conjunto de casas tradicionales que
flanquean el irregular cuadrilátero no tardaríamos mucho en encontrar las
famosas esculturas de mujeres con paraguas llamadas en su conjunto “A la
espera” de Imre Varga, uno de los más grandes escultores húngaros. Con ellas
rinde homenaje a las prostitutas de París que bajo la lluvia esperan clientes.
Algo que le impactaría en su visita a esa ciudad.
Esculturas de Varga Imre. Obuda |
Esculturas de Varga Imre. Obuda |
Tras estar un rato fotografiándolas, y mientras deshacíamos
nuestros pasos, por casualidad encontraríamos un nuevo conjunto escultórico. En
esta caso sería la de un hombre sentado a la mesa y bebiendo sifón.
Desde aquí trataríamos de llegar andando hasta la isla
Margarita, pero tras un primer intento, donde atravesaríamos la mitad del
puente Árpad, nos daríamos la vuelta pensando que no había acceso desde aquí.
Error porque sí que era esta una de las entradas, al igual que la que se tiene
desde el puente Margit.
Era ya tarde y no queríamos quedarnos sin hacer la última
actividad antes de marcharnos de la ciudad, por lo que desistimos de poder
pasear por el interior de la isla Margarita y nos tuvimos que conformar con
verla desde en frente de uno de sus laterales.
Isla Margarita desde las cercanías de Obuda |
A diferencia de lo ocurrido en otras grandes ciudades con
islas parecidas, en esta no se ha edificado. No hay tráfico rodado ni calles,
lo que la convierte en un inmenso parque en el corazón mismo de la capital.
Debe su nombre a la hija del rey Bela IV, luego santa.
Hechas las fotos de rigor, volveríamos por donde habíamos
venido y llegaríamos, otra vez en metro,
al centro de Budapest, bueno más concretamente al de Pest. En pocos
minutos nos habíamos plantado en las cercanías del Puente de las Cadenas, donde
no tardaríamos mucho en encontrar una caseta de información turística que
ofrecía los típicos cruceros por el Danubio, la guinda perfecta con la que
cerrar nuestra estancia en la capital de Hungría.
La travesía sería de una hora y media e incluiría dos
consumiciones, una al inicio (eliges entre zumo de naranja o champagne) y otra
a la mitad, optando por lo que te apetezca. Nos costaría 4200 florines cada
uno.
Copa de Bienvenida en el Barco |
A las 14.00 zarpábamos, dispuestos a disfrutar de la
navegación por el segundo río más grande de Europa, con permiso del salvaje
Volga. Todos los datos de este río impresionan. Desde que atraviesa diez países
europeos y su cuenca se extiende por otros nueve, hasta sus casi 3000
kilómetros de longitud.
Tenía especial ilusión en realizar este recorrido, que no
sería el primero, por este poderoso y épico cauce de agua. Tal vez por eso
mismo estaba más ilusionado que la primera vez, porque me permitía recordar
aquellos momentos en que pude navegarlo en las cercanías de Viena junto a mi
querida abuela que me acompañaba en aquel viaje.
Además de esos emotivos recuerdos, la travesía también nos
servía para rememorar los momentos vividos durante la estancia en Budapest.
Lentamente iríamos pasando muy cerca de
todos aquellos monumentos que habíamos podido visitar días atrás. Así se
sucederían el Parlamento, la Iglesia de Matías, el Bastión de los Pescadores,
el Palacio Real, el puente de las Cadenas, el puente de Elisabeth y otros
muchos lugares de los que habíamos disfrutado y todos ellos desde la
perspectiva diferente que da el verlos desde las aguas del grandioso río.
Buda desde Paseo Fluvial por el Danubio |
Buda desde Paseo Fluvial por el Danubio |
Buda desde Paseo Fluvial por el Danubio |
Parlamento desde Paseo Fluvial por el Danubio |
Tampoco faltarían el Monte y los baños Gellért, la
Universidad Corvinus, el puente Rákóczi y nuevos y modernistas edificios
construidos en los últimos años, que combinados con las clásicas y
tradicionales viviendas de las orillas, creaban la armonía perfecta entre unos
y otros.
Baños Gellért desde Paseo Fluvial por el Danubio |
Baños y Monte Gellért desde Paseo Fluvial por el Danubio |
Puente de Rakoczi desde Paseo Fluvial por el Danubio |
El desembarco sería a las 15.30, cumpliendo escrupulosamente
lo acordado. Por supuesto que no dudaríamos en dirigirnos directamente a la
calle Váci, donde optaríamos por comer en el Burguer King, pues no queríamos
andarnos con rodeos.
Al terminar nos acercaríamos a la pastelería Gerbeaud, en la
plaza Vörösmarty, una de las mejores y más tradicionales de la ciudad. Tenía antojo
de algún dulce de calidad, pero cuando entramos en el refinado interior,
decorado con paneles de madera y candelabros, y vimos los precios, desistimos y
nos quedaríamos sin postre.
Interior Café Gerbeaud |
No podíamos apurar ya más el tiempo en Budapest, por lo que
volvimos al apartamento a recoger las maletas y el amable Leslie, dueño de la
vivienda, nos ofrecería llevarnos al aeropuerto por 20 euros. Bastante
razonable, teniendo en cuenta que sin tráfico la carrera podía estar en torno a
los 25 euros, por lo que no dudamos muchos segundos en decirle que sí. Además
de la confianza de una persona que ya conocíamos.
El motivo por el que íbamos al aeropuerto no era el de tomar
ningún vuelo, sino el de recoger el coche de alquiler que teníamos contratado
con la compañía Thrifly a través de Rentalcars. Alguien se preguntará el por qué
no lo cogimos directamente en el centro de la ciudad, pero nos parecía más
cómodo entregarlo a la vuelta en el aeropuerto y ya estar allí para tomar el
vuelo y no agobiarnos, que al revés. Ya que el cogerlo en un sitio y entregarlo
en otro se encarecía bastante.
Esta compañía no tiene oficinas en el mismo aeropuerto, por
lo que tuvimos que hacer una llamada para que vinieran a recogernos y llevarnos
hasta los locales donde tienen la central. Allí realizaríamos el papeleo
oportuno y nos entregarían un Citroën automático y con GPS incorporado. Vamos
una gozada, porque no habíamos pedido ninguna de las dos cosas y nos las dieron
por la cara.
Nuestro Citroën de alquiler |
Por los cuatro días que íbamos a disponer de él con
kilometraje ilimitado y seguro a todo riesgo nos cobrarían 160 euros.
También pagaríamos aquí, para ir despreocupados, la llamada Vignette,
una pegatina electrónica que, al igual que en Austria, te da derecho a circular
por las autovías húngaras. Se puede comprar en las gasolineras y otras tiendas
habilitadas, además de por internet y vía SMS con el teléfono móvil. Si no la
llevas las cámaras lo captan y te multan. Las hay de una semana de duración
(10,91 euros), un mes (17,53 euros) y un año (157,59 euros), pero creo que a la
mayoría de turistas nos servirá con la de una semana.
Y nuestro primer destino fuera de Budapest en Hungría iba a
ser Pécs, ciudad localizada al sur del país, muy cerca de la frontera con
Croacia y considerada por muchos como la más bella de las localidades húngaras.
Cuando preparaba la ruta por el país, dudé en varias
ocasiones de si merecería la pena hacer tantos kilómetros para ver sólo esta
ciudad en esta área y ahora puedo decir que sería, sin duda, una decisión de lo
más acertada.
Al partir del aeropuerto, teníamos por delante 270
kilómetros que haríamos en dos horas y media, haciendo una breve parada para
echar gasolina. La velocidad máxima en autovía es de 130 kilómetros, con tramos
que se reduce a 110.
A las 21.30 estábamos aparcando delante de la casa que
habíamos reservado a través de Booking (Vendégház a Három Szivarhoz). Nos saldría
por 45 euros los tres por una noche. Disponía de salón con sofá cama, una habitación
con cama de matrimonio, un baño y una pequeña cocina. Y todo bastante limpio y
bien cuidado.
Apartamento Vendégház.Pécs |
Apartamento Vendégház.Pécs |
Cuando llegamos allí no había un alma, por lo que tuvimos
que llamar a la dueña por teléfono, la cual aparecería con su marido en diez
minutos. Nos explicarían las características de la casa, nos darías las llaves
y mapas del centro histórico de Pecs, nos mostrarían que era lo más importante
para visitar al día siguiente y nos advertirían de que para aparcar dentro del
recinto amurallado, como era nuestro caso, o bien ponías unos tickets de la
hora o bien aparcabas fuera del centro histórico, en parkings habilitados al
efecto. Optaríamos por la primera opción ya que la señora disponía de los vales
suficientes para el día siguiente. Lo que ya no sé es donde se compran. Es
obligatorio ponerlos desde las 07.00 de la mañana y hay que poner uno por hora
de forma consecutiva y que sean visibles. No es necesario cambiar el vehículo
de sitio casa cierto tiempo.
Tras despedirse de nosotros, decidiríamos salir a cenar a la
calle más famosa y con más marcha y restaurantes de Pécs. Se llamaba Király.
Aquí optaríamos por un italiano llamado Replay Café donde pediríamos fajitas,
ensalada César, pizza y bebidas. (6920 florines los tres).
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