14 de Septiembre de 2015.
El desayuno de hoy lo compartiría con una chica malaya que
hablaba un poquito de castellano, así que aprovecharíamos para contarnos
nuestros respectivos viajes. Algo de lo que se sorprenden muchas nacionalidades
es de la gran cantidad de vacaciones que tenemos los europeos en comparación
con los trabajadores de otras partes del mundo. E ironías de la vida, a mi me
resultan poquísimos días para hacer todos los planes que me gustaría hacer.
Pero bueno esto sirve para considerarte afortunado al ver que el asunto podría
ser peor.
Mi recorrido turístico comenzaría bajándome en la estación
de Nampo, para lo que volvería a comprar el pase diario de metro por 4500
wones. Desde aquí tomaría la calle comercial típica del centro de Busán llamada
Gwangbokro Shopping street. En ella se concentran gran cantidad de tiendas de
moda y tendencias, enfocándose muchas de ellas hacia adolescentes. También hay
infinidad de cafés, restaurantes y varios locales donde venden cosméticos,
artículos de lujo y artesanía popular. Además hay varias esculturas doradas que
invitan a hacer un rato el chorra con ellas y eso hice pues era temprano y
todavía no había casi gente por la zona.
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Barrio de Nampodong |
Perpendicular a esta calle, parte otra en la que se
encuentran unas escaleras mecánicas que me llevarían, cómodamente, hasta lo más
alto del parque Yongdusan donde se halla la escultura del General Yi Sun Sin y
en el que está situada la Busán Tower, a la que no podría dejar de subir (5000
wones). Esta mide 120 metros de altura y desde su plataforma de observación
podría deleitarme con unas vistas de la ciudad de 360 grados y de sus
alrededores montañosos. El tiempo me estaba sonriendo desde que desembarqué en
Corea y estaba pletórico. Decidí para celebrarlo comprarme unos bollitos
rellenos de castaña junto con una coca
cola y disfrutar de la panorámica mientras me tomaba el improvisado aperitivo.
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Busan Tower |
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Dragón de Busán Tower |
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Vistas desde Busan Tower |
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Vistas desde Busan Tower |
A lo largo de todo el mirador también había fotografías con
algunas de las torres más simbólicas y famosas del mundo, que también estuve
mirando.
A la bajada tomaría unas escaleras laterales que me
llevarían hasta la puerta del templo Daegaksa, donde encontraría un montón de
farolillos, adornando su entrada, y un buda dorado recostado.
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Templo Daegaksa |
Inmediatamente después me perdería por el entresijo de
calles que rodeaban aquel y que estaban repletas de infinidad de comercios de
todo tipo. De esta manera llegaría hasta uno de los mercados más
representativos y tradicionales de Busan llamado Gukje. Sus calles estaban de
lo más concurridas y en sus tiendas se pueden encontrar objetos de cualquier
tipo desde herramientas de bricolaje hasta utensilios de cocina pasando por
ropa, zapatos, piezas electrónicas, etc. Pero sin duda lo que más me llamaría la
atención serían sus puestos de comida donde podría ver guisos de lo más
extraños que no invitaban para nada a probarlos, especies de lo más raras y que
no había visto en mi vida, ostras gigantescas y algunas salsas gelatinosas que
hacían que se te revolviese el estómago. También me llamaría la atención la
gran cantidad de puestos que tenían pequeñas banquetas para sentarte, en plena
calle, a degustar sus especialidades y que según iba avanzando la mañana iban
quedando menos libres.
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Mercado de Gukje |
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Mercado de Gukje |
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Mercado de Gukje |
No muy lejos de aquí y después de perderme un buen rato por
la zona anterior, llegaría hasta la popular plaza PIFF y sus aledaños, repletos
de salas de cine y teatros, y famosa por el festival de cine que tiene lugar
aquí cada año y que se ha posicionado como uno de los eventos cinematográficos
más importantes en Asia. No podía faltar, como toda ciudad vinculada al séptimo
arte que se precie, su pequeña avenida de las estrellas y en la que se
encuentran las huellas de las manos de grandes celebridades. Entre otras pude
ver las de Jeremy Irons, Enrio Morricone, Oliver Stone, Carlos Saura, Jeanne
Moreau, etc. Y, por supuesto, que no podría evitar inmortalizar este momento
fotografiándome con una de las manos, eligiendo para ello las de Juliette
Binoche, una de mis actrices preferidas.
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Plaza BIFF |
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Paseo de las Manos.Plaza BIFF |
Todo lo anterior se combina con un gran número de nuevos
puestos callejeros donde puedes degustar calamares fritos u otras rarezas que
se te antojen.
Y para no dejar lo gastronómico a un lado, en poco metros
llegaría al también famoso mercado Jagalchi, cuya estructura superior recuerda
el vuelo de una gaviota y su interior contribuye a mostrar, a todo aquel que se
acerca hasta aquí, la gran variedad de productos marinos de Corea, siendo una
de las principales atracciones turísticas de Busán. La imagen de los vendedores
tratando, preparando y vendiendo sus productos es única, por no hablar de la
cantidad de especies que era la primera vez que veían mis ojos. Sin duda lo que
más me llamaría la atención serían los enormes gusanos rosados que venden en
muchos de los puestos y que son realmente repugnantes. Algo que también me
sorprendería sería que casi toda la mercancía que se ofrece al cliente está
viva y en peceras lo que hace que los productos sean de una calidad
inmejorable.
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Mercado de Jagalchi |
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Mercado de Jagalchi |
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Mercado de Jagalchi |
El edificio es realmente grande y cuenta con hasta siete
plantas por lo que decidiría a echar un vistazo a alguna más, encontrándome
puestos de comida en la segunda y un increíble mirador exterior, en la última
de ellas, desde el que poder disfrutar de una bonita vista del conjunto del
puerto.
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Puerto de Busán desde Mercado de Jagalchi |
Tengo que reconocer que mis expectativas con este mercado
eran muy pobres tras haber visto el de Tsukiji de Tokyo pero, que tal vez por
eso, saldría gratamente sorprendido de él.
Pero si el edificio de la lonja llama la atención, más te
sorprenden aún los puestos callejeros que se distribuyen por las calles
adyacentes y la variedad de quioscos que te ofrecen moluscos y pescados para
ser degustados en pequeñas banquetas o incluso en el suelo. Esta área es mucho
más auténtica que la que se puede apreciar en el gran mercado y donde se
aprecia realmente la rutina diaria de la gente.
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Puesto Callejero en las cercanías del Mercado de Jagalchi |
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Puesto Callejero en las cercanías del Mercado de Jagalchi |
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Puesto Callejero en las cercanías del Mercado de Jagalchi |
La mañana se había pasado volando y eran ya la una de la
tarde y tenía claro que no quería despedirme de la ciudad sin conocer una de
las playas más importantes de Busán y de Corea: Haeundae, uno de los destinos
vacacionales más populares del país.
Para llegar hasta ella cogería la línea 1 de metro en
Jagalchi y tras un trasbordo en Seomyeon, tomaría la línea 2 hasta la estación
con el mismo nombre de la playa. Saldría al exterior por la salida número
cinco, encontrándome una gran avenida repleta de restaurantes, cafeterías,
bares y tiendas, la cual seguiría hasta llegar al inmenso paseo marítimo
flanqueado por lujosos hoteles. Atravesaría este, me descalzaría y en unos pasos
sentiría el agradable tacto de la arena blanca que me rodeaba y sobre la que,
unos metros más adelante, cerca de la orilla, me desplomaría durante las más de
dos horas siguientes. No haría nada más que descansar y perder mi mirada en el
horizonte, mientras veía como las gaviotas iban de un lado para otro.
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Playa de Haeundae |
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Playa de Haeundae |
Mi estancia en esta ciudad acabaría dando un breve paseo por
la orilla del mar y disfrutando de una buena comida en la terraza de uno de los
restaurantes a los que antes hacía referencia. Sería en Burguer & Pasta y
me tomaría una pizza gigante con una cerveza. (25000 wones). Sería el broche
perfecto antes de abandonar mi primera ciudad surcoreana.
Tras deshacer el camino en metro, pasaría al hotel a por las
maletas y en la misma línea 1 llegaría hasta la última estación llamada Nopo. Desde
aquí salen los autobuses interurbanos a casi todas las ciudades importantes de
Corea. Yo sacaría un billete hacia Gyeongju, mi siguiente destino, por 4800
wones y me iría a esperar a la dársena correspondiente a que apareciera el
bus.
Cada media hora salen autocares hacia esa ciudad, por lo que
como se ve no hay ningún problema en la frecuencia de estos.
En sólo cincuenta minutos me había plantado en Gyeongju, por
lo que llegaría a las 19.20. Aunque iba cargado de equipaje al final me
animaría a llegar andando hasta mi alojamiento que se encontraba sólo a diez
minutos. Esta vez elegiría un la habitación individual de un hotel llamado N
Motel que estaba sólo a 600 metros de la terminal de buses, por lo que pregunté
cómo llegar y, rápidamente, me dirían cómo.
Tengo que reconocer que la amabilidad y disposición de los
coreanos me estaba sorprendiendo. No esperaba que fuese gente tan dispuesta a
ayudarte y siempre de buen grado y con una sonrisa. Sin la dulzura y los
formalismos japoneses, podemos decir que no les van a la zaga en hacerte sentir
mejor en casa.
La habitación para dos noches me saldría por 66.000 wones.
Era amplia y espaciosa con una cama grande, un sofá, una mesa y televisión.
Algo que me gustaría especialmente sería la gran cantidad de pequeños detalles
que tenía y que siempre son útiles como nevera, caja fuerte, albornoz, secador
y cafetera. Su ubicación como ya he comentado es excelente pues además de estar
cerca de la terminal de autocares, también lo está del parque de los Túmulos y de
los lugares turísticos más importantes, pudiendo ir paseando hasta muchos de
ellos. Además la parada del autobús que te lleva hasta el templo Bulguksa y
otros destinos importantes se encuentra a cinco minutos caminando.
El único pero sería que las habitaciones no disponen de wifi
y hay que bajarse a la planta baja para poder utilizar la conexión a internet
y, sin duda, la parsimonia y pocas ganas de trabajar de la persona que te
atiende en recepción, que sin ser desagradable sí que se caracteriza por un
pasotismo inusitado, llegándote incluso a ponerte nervioso con su actitud.
Una vez que organicé el equipaje y descansé un rato en
la habitación, saldría a la calle para cenar en una cafetería de París Baguette
que estaba a la vuelta de la esquina (5000 wones) y ya con la tripa llena
volvería al hotel para dar así por finalizada la jornada.
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