LAS HURDES - DIA 01. La Horcajada, Martilandrán, El Gasco, La Meancera, La Fragosa, Nuñomoral, Aceitunilla, Casares y Riomalo de Arriba

17 de Enero de 2015.

Al norte de la provincia de Cáceres, lindando con las sierras de Francia y Gata, y limítrofe con las Batuecas salmantinas, se encuentra la bella comarca de las Hurdes, poblada por personas de fuerte carácter y tradiciones centenarias. Olvidada ya su “Leyenda Negra”, este territorio se muestra como uno de los más sorprendentes y atractivos de Extremadura. Su geografía quebrada y de pizarra negra, serpenteando entre valles, ríos y arroyos, con espectaculares meandros y chorros de agua, está jalonada de numerosos pueblos y alquerías que aún mantienen su arquitectura serrana de maderas y pizarras.

Las Hurdes

Unamuno, Buñuel, Gregorio Marañón e incluso el mismísimo rey Alfonso XIII visitaron un día esta zona extremeña, pero sería el genial cineasta quien con su dramática obra Las Hurdes: Tierra sin pan, rodada en el verano de 1932, mejor definió y sintetizó la situación que allí se vivía. Buñuel haría honor al dicho de que más vale una imagen que mil palabras, ya que sus escenas protagonizadas por niños famélicos, ancianos palúdicos y poblados infectos, sin luz, agua ni cualquier adelanto civilizado, dieron la vuelta al mundo en cuestión de días. En España, el propio Gobierno de la República las censuró por considerar aquello una ofensa para el buen nombre de la nación. Pese a las autoridades, aquello no era una película de ficción, sino algo muy real que se vivía a menos de 400 kilómetros al oeste de la capital del Estado. Demasiado fuerte para admitir las correspondientes culpas, por lo que con semejante impacto internacional se comenzaron a llevar a cabo programas de ayudas para aquella zona olvidada y abandonada de España.

Arquitectura Tradicional. Aldehuela

Pero las Hurdes también están llenas de misterios, magia y superstición, debido a fenómenos inexplicables que desde tiempos remotos se han dado en estos valles como en ningunos otros de nuestro país, por lo que si no eran suficientes las motivaciones, este era el complemento perfecto para lanzarme a conocer esta región repleta de secretos y lugares interesantes. ¿Me acompañas en esta interesante ruta de dos días?

Después de haber llegado el viernes por la noche a Vegas de Coria, un pueblo ubicado a tiro de piedra de todos los lugares interesantes que hay que ver en las Hurdes, y tras un viaje de tres horas y media, nada está lejos ya, me alojaría en el hotel rural “Los Ángeles”, un alojamiento donde me dispensaron un trato agradable y servicial y cuyas instalaciones eran limpias, cómodas y con buena calefacción, la cual se agradece en estos fríos días de invierno.

Había amanecido un día con un cielo radiante, algo raro por estos parajes donde la niebla suele ser la protagonista muchas mañanas, aunque la temperatura era baja. En cualquier caso nada que un buen abrigo no pudiera solucionar, por lo que con los primeros rayos de luz me puse en marcha, pues había que aprovechar todo lo que se pudieran las escasas horas diurnas que brinda el mes de enero.

Decidiría dejar la visita de Vegas de Coria, el pueblo que me acogía, para mañana y comenzar desplazándome, en primer lugar, hasta el Despoblado de La Horcajada, una alquería prácticamente abandonada y semiderruida, en el valle del río Hurdano, pero que mejor conserva la arquitectura negra, que aún se observa en las majadas y alquerías más remotas, así como en los techados dedicados a guardar  los rebaños.

Despoblado de La Horcajada

Despoblado de La Horcajada

No muy lejos de allí encontraría los meandros del río Malvellido que recorren de forma sinuosa la complicada orografía hurdana, generando estos retorcidos y complicados cauces a los que acompaña un conjunto de bancales y terrazas situados en lugares imposibles.

Meandro de Martilandrán o del Río Malvellido

No es esta zona muy transitada y se puede ir encontrando algún que otro recodo donde estacionar en la carretera, pero para una visión más completa el mejor lugar es el mirador de El Gasco, el cual dispone de unas fabulosas vistas panorámicas donde se concentra de una sola vez la esencia misma de las Hurdes: arquitectura popular, bancales, meandros y huertos.

Mirador de El Gasco

Y tras la visión de esos bellos paisajes la carretera me conduciría hasta la plaza Mayor de El Gasco, recién mencionado en el párrafo anterior, donde termina el asfalto y no se puede continuar. Tras descender del vehículo pronto me daría cuenta que sería objeto de las miradas de los pocos vecinos que había por allí y es que debe seguir siendo un sitio no demasiado frecuentado por turistas y menos en invierno.

Esta alquería es otro buen ejemplo de arquitectura tradicional, donde a cada paso se pueden ver viviendas típicas realizadas con la superposición de unas piedras sobre otras, enormes postigos de madera en su interior para fijar la construcción y ventanas sin cristales o ni siquiera la presencia de estas.

El Gasco

Pero este pequeño caserío guarda muy cerca otra interesante sorpresa, en este caso, natural. Me estoy refiriendo a la cascada de la Miancera, también llamado chorro de la Miacera. Para llegar hasta ella sólo tendría que descender por una de las calles del pueblo hasta el cauce del Río Malvellido y continuar por su vereda durante tres kilómetros. No hay posibilidad de perderse pues la ruta se encuentra continuamente indicada por marcas  blancas. Algo que es destacable en el camino son las diferentes huertas que se pueden ir observando y es que destacan por encontrarse enclavadas en las laderas gracias al ingenio hurdano. Algo similar, aunque en mucha menor escala, a los bancales incas.

Ruta Chorro La Meancera

Ruta Chorro La Meancera

Pronto se dejan atrás un merendero y una pedrera y sin mucho tardar se llega hasta una empinada subida  en la que te ves obligado a ir cruzando el arroyo que se desprende por ella en sucesivas ocasiones hasta darte de bruces, tras un giro a la izquierda, con el sorprendente salto de agua cristalina, de casi cien metros de desnivel, despeñándose entre las pizarras hasta remansarse en la piscina que se forma a sus pies.

Chorro La Meancera

Hora y media sería el tiempo empleado para realizar el recorrido, incluyendo paradas y fotografías, por lo que de nuevo en el coche me dirigiría a dos nuevas alquerías conocidas como La Fragosa  y Martilandrán las cuales vuelven a mostrarme la más pura esencia de Las Hurdes, encajonadas en valles profundos de difícil acceso, rodeadas de bancales y meandros y con esa arquitectura negra tan tradicional y tan suya.

La Fragosa

La Fragosa

Martilandrán

De mayor tamaño que las aldeas visitadas hasta ahora era Nuñomoral, en pleno corazón del macizo montañoso de Las Hurdes y del que dependen un total de once alquerías. La plaza del Ayuntamiento está llena de tipismo, y su iglesia de la Asunción, hecha de mampostería, es uno de los templos más antiguos de la comarca. En las cercanías también se puede ver un puente, así como piscinas naturales que seguro hacen las delicias de más de uno en la temporada de verano.

Plaza Mayor. Nuñomoral

Parroquia Nuestra Señora de la Asunción. Nuñomoral

Continuando con mi ruta, en sólo cuatro kilómetros, accedería hasta Aceitunilla, un pueblo que me sorprendería sobremanera, pues me pareció que tenía incluso mayor encanto que muchos de los que ya había visitado. Nuevamente su arquitectura es la nota predominante, aunque también es interesante saber que los habitantes de esta alquería son muy duchos en la danza. Una de las mejores perspectivas del pueblo es la que se obtiene desde su plaza mayor, por lo que no hay que perdérsela.

Aceitunilla

Aceitunilla

Aceitunilla

El recorrido me llevaría ahora hasta Casares de las Hurdes, sobre una atalaya en plena sierra, conocida comúnmente  como “el balcón de las Hurdes”, por los extraordinarios paisajes que desde ella se avistan, especialmente desde el mirador conocido como de Las Estrellas, al lado del calvario de la población, y que es especialmente recomendable para la observación del cielo, gracias a la ausencia de contaminación lumínica. El principal atractivo de la aldea, además, es el antiguo campanario construido en piedra y separado del cuerpo de la iglesia, que representa un magnífico ejemplo de la arquitectura tradicional de la zona. Antiguamente era utilizado para llamar a sus habitantes a reuniones. La casa de cultura y la venta de castañuelas y mimbres artesanales son también importantes en este lugar.

Campanario. Casares de las Hurdes

Casares de las Hurdes

Mirador de las Estrellas

Eran ya las 17:00 y apenas me quedaba una hora de luz, pero la aprovecharía al máximo para visitar otros dos miradores. El primero de ellos se conoce como Maja – Robledo y para llegar hasta él conduciría por una pista forestal, tal y como me había indicado un vecino de Casares. De esta manera ahorraría un tiempo de oro para poder afrontar la siguiente panorámica. Las vistas obtenidas desde aquí son brutales, consiguiendo divisar uno de los valles más bonitos de Las Hurdes.

Mirador de Majá Robledo

El próximo mirador que se cruzarían en mi camino sería el de Las Carrascas, desde donde se divisa, por su lado norte, todo el valle del río Ladrillar, y por su lado sur, la sierra de la Corredera con sus alquerías agrupadas. Sin duda una grata experiencia.

Mirador de las Carrascas

Aunque Riomalo de Arriba sólo estaba a menos de seis kilómetros y sólo diez minutos en coche del anterior mirador, no conseguiría llegar apenas con tiempo antes de que se hiciera de noche. Tenía interés en observar una de las alquerías más profundas de esta zona, donde para llegar hasta ella, Alfonso XIII, en 1922, tendría que utilizar sendas que no podían ni llamarse caminos. Tras dejar el coche en el primer espacio que tuve a mano, sólo conseguiría obtener una perspectiva general y adentrarme unos pocos pasos por una de las calles de la aldea, hasta que unos fuertes y aterradores ladridos que sonaban bastante cerca, me harían poner pies en polvorosa y regresar al vehículo, no fuese que en el último momento se me fastidiara el excelente día que llevaba.

Riomalo de Arriba

Algo más de media hora me supondría regresar a Vegas de Coria, a 26 kilómetros, donde ya en mi alojamiento decidiría darme un homenaje con productos típicos de la región.

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