11 de Septiembre de 2014.
Tras algo más de diez horas de viaje y habiendo dormido como un bebé la mayor parte de ellas, llegaba a Santiago para pasar mis últimos tres días en la capital de Chile y en compañía de mis amigos españoles Cristina y Rafa.
Tras algo más de diez horas de viaje y habiendo dormido como un bebé la mayor parte de ellas, llegaba a Santiago para pasar mis últimos tres días en la capital de Chile y en compañía de mis amigos españoles Cristina y Rafa.
Tras tomarme mi tiempo para desayunar y no aparecer en su casa
a horas intempestivas, a las 10.00 tomaría un taxi hasta su vivienda, donde
tras la bienvenida y los abrazos iniciales, me acomodaría y les contaría
algunas de mis aventuras del viaje. Ahora los momentos de apuro y desagradables
se veían de otra manera y quedaban ya como anécdotas incluso divertidas, aunque
es cierto que algunas más que otras.
Tras todo ello me preguntarían que si me apetecía hacer algo
en especial, a lo que respondí que, simplemente, estar con ellos y que
cualquier cosa me parecería bien. Así que lo primero que hicimos fue tomar un
taxi hasta el barrio de Bellavista, el barrio de marcha por excelencia en
Santiago, pero que de día es de lo más tranquilo. Una vez aquí tomaríamos el
funicular en la plaza Caupolicán hasta el cerro de San Cristóbal, donde está el
frondoso Parque Metropolitano desde donde se puede disfrutar de una de las
mejores vistas de todo Santiago.
Me impactó muchísimo porque la capital se encuentra encajada en un llano y rodeada totalmente de montañas mires a donde mires. Había ciertas nubes de polución pero no entorpecían para nada la espectacular vista. Tras disfrutar un buen rato de la panorámica, tendría oportunidad de subir por una escalinata, que parte desde allí mismo, hasta la misma base de la Virgen de la Inmaculada Concepción, un hito religioso y urbano que preside el cerro. En su construcción las piezas serían subidas a la cumbre con carretas y bueyes y es una copia de la obra presente en plaza de España en Roma. La imagen es de hierro fundido, pesa unos 37000 kilos y mide 14 metros. Se creó con motivo de la conmemoración del cincuenta centenario de la Declaración del Dogma de la Inmaculada Concepción de María Santísima en 1903 y es una de las imágenes más reconocidas de Santiago. La verdad que asombra mucho por su inmenso tamaño.
Entrada del Funicular de Pío Nono.Cerro San Cristobal |
Santiago desde Cerro San Cristobal |
Me impactó muchísimo porque la capital se encuentra encajada en un llano y rodeada totalmente de montañas mires a donde mires. Había ciertas nubes de polución pero no entorpecían para nada la espectacular vista. Tras disfrutar un buen rato de la panorámica, tendría oportunidad de subir por una escalinata, que parte desde allí mismo, hasta la misma base de la Virgen de la Inmaculada Concepción, un hito religioso y urbano que preside el cerro. En su construcción las piezas serían subidas a la cumbre con carretas y bueyes y es una copia de la obra presente en plaza de España en Roma. La imagen es de hierro fundido, pesa unos 37000 kilos y mide 14 metros. Se creó con motivo de la conmemoración del cincuenta centenario de la Declaración del Dogma de la Inmaculada Concepción de María Santísima en 1903 y es una de las imágenes más reconocidas de Santiago. La verdad que asombra mucho por su inmenso tamaño.
Santiago desde Cerro San Cristobal |
Ermita de la Virgen.Cerro San Cristobal |
Virgen de la Inmaculada.Cerro San Cristobal |
Tras pasear otro rato por este cerro, volvimos a tomar el funicular y, de nuevo, en
Bellavista llegó el momento de comer, pues ya eran las 16.00 de la tarde, en un
restaurante de la zona. No me acuerdo del nombre pero tendría oportunidad de
probar el plato que llaman Filete a lo pobre, consistente en un enorme filete
de solomillo, dos huevos fritos, patatas fritas y cebolla.
Tras ello nos dedicaríamos a bajar la comida paseando por
las calles coloridas y plazas adoquinadas de este barrio bohemio y encantador,
antes de que me dieran la siguiente sorpresa y es que sin esperarme
absolutamente nada me encontré, de repente, en la puerta de la casa de Pablo
Neruda llamada “La Chascona”. (5000 pesos por entrada). Este nombre es como
llamaba cariñosamente Neruda a Matilde Urrutia, su amor secreto de entonces,
con motivo de su abundante y desordenada cabellera rojiza. En Febrero de 1955,
el Poeta se separa de su esposa Delia del Carril y se traslada a vivir con ella
a este lugar.
Tras la muerte de Neruda en 1973 y a pesar de los daños causados
por la Dictadura Militar, su ahora ya viuda, la rehabilitaría y viviría aquí
hasta 1985, año de su muerte.
En ellas pudimos ver como estaba decorada por obras de
artistas extranjeros de todos los tiempos, por tallas africanas en madera, por
muebles del diseñador italiano Fornasetti, Etc. Todo ello además de ver la
vajilla original que utilizaba en el día a día. Pero si algo me haría especial
ilusión sería observar la medalla del premio Nobel que otorgaron al poeta,
además de la de la Paz y la máxima condecoración francesa. Todo acompañado de
fotos con muchos de sus amigos artistas y literatos de la época y de las
instantáneas de su velatorio. Realmente emotivo todo ello.
Sería una visita de lo más interesante y que no desmerece en
nada a la de Valparaíso, sino que es un aporte extra de todo lo que allí pude
ver. La verdad, que me encantó.
A la salida daríamos otra vuelta por Bellavista y paseando
llegaríamos a la inmensa avenida que por aquí llaman “La Alameda” y atravesando
el río Mapocho daríamos con Plaza Italia, donde hay una inmensa escultura
donada por la comunidad alemana aquí asentada. Muy cerca y, cómo no, caminando
nos encontraríamos con otra de las zonas tradicionales de Santiago, el conocido
como barrio Lastarria, un oasis en medio del ajetreado centro capitalino. Este
barrio homenajea al afamado escritor chileno del siglo XIX, José Victorino
Lastarria y está lleno de restaurantes de moda, cafés, edificios elegantes y centros
culturales, por lo que aunque pequeño, no tiene desperdicio.
Sería aquí donde
terminaríamos las visitas del día, pues eran ya las 19.00 y hoy era un día algo
complicado para andar por la calle, una vez que se hiciera de noche, pues en
esta fecha, 11 de Septiembre, se conmemora por muchos grupos el golpe militar
dado por Pinochet. Aunque pueda parecer mentira y después de 41 años, la cosa
sigue estando calentita entre detractores y nostálgicos del régimen, por lo que
suele haber bastantes incidentes. Así que lo mejor era marcharnos para casa, lo
que hicimos en metro y así también lo probaba.
En la noche mis amigos me sorprenderían, al igual que lo
hicieron en la anterior y breve estancia, con una increíble corvina con patatas
a lo pobre que estaba buenísima acompañada de una buena charla.
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