27 de Agosto de 2014.
Rapa Nui no me recibió de la mejor manera, pero después de
aquel gran temporal, el tiempo se estaba portando bastante bien conmigo y
quitando momentos puntuales de algún día y alguna que otra tormenta
nocturna de lo más intensa, la verdad,
que no podía quejarme. Hoy amanecía, después de tres días bastaste buenos,
chispeando y con el cielo muy nuboso, pero fue sólo una falsa alarma porque
pronto aparecería el sol y ya se pasaría todo el día jugando al escondite entre
unas nubes y otras.
En la jornada que comenzaba
quería empezar por conocer un Ahu que me llevaría un rato encontrarlo,
pues se encontraba algo escondido. Hablo del Ahu Uri A Urenga, el cual es algo
especial debido a que se encuentra situado frente al sol de levante, lo que
hace suponer que tuvo una función importante en el calendario astronómico polinesio.
Casi al lado también existe una piscina redonda, donde parece ser se reflectaba
el astro y daba información de bastante valor a los expertos de la época. Su
único moai vigila solitario el entorno y es un lugar un tanto místico. No hay
ninguna indicación para llegar hasta él, por lo que tienes que seguir la
carretera que se encuentra paralela al aeropuerto y tras pasar este, como si
fueras hacia Anakena, hay un desvío a la izquierda. Una vez que tomas este y
unos 200 o 300 metros más adelante, se encuentra este Ahu a la izquierda.
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Ahu Uri A Urenga |
Había podido disfrutar durante dos tardes de la puesta de
sol en el complejo Tahai, siendo la segunda bastante mejor que la primera al no
haber nubes, pero lo que no había podido hacer era fijar mi mirada en los ojos
enigmáticos de estas esculturas como consecuencia de los rayos cegadores del
astro rey, por lo aprovecharía que, de momento, el día ya estaba despejado para
hacer esto y ver como Dios manda los moái. Por tanto hay que acordarse de que
por las mañanas es el mejor momento para admirar las estatuas y hacer
fotografías de las mismas, al tener el sol a tú espalda.
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Ahu Vai Uri y Ahu Tahai |
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Ahu Ko te Riku |
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Ahu Vai Uri |
Tras esto me dirigiría a conocer una nueva zona de la isla,
el sector oeste, el cual ya no abandonaría en todo el día y es que es otra zona
que tampoco tiene desperdicio. La primera parada sería en lugar llamado Puna
Pau. En este pequeño cráter de escoria roja es donde se tallaron los pukao,
conocidos también como los “sombreros” de los moai. Aquí podría ver hasta 20
pukao de grandes dimensiones que quedaron dispersos en este sector, listos para
su transporte. Además varios de estos tienen petroglifos con representación de
canoas y signos tribales.
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Puna Pau |
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Puna Pau |
Y es aquí donde surge otra de las muchas incógnitas de la
isla de Pascua. Desde este lugar se trasladaron pukao de más de diez toneladas
hasta sitios tan alejados como Ahu Tongariki y Ahu Te Pito Kura y aunque la
forma cilíndrica de estas moles de piedra rojiza podría hacer pensar que los
movieron haciéndolos rodar, esto no ha sido comprobado. Dos hipótesis son las
que se barajan. Una propone que los pukao se levantaron a través de rampas de
piedra y la otra sostiene que cada moai era levantado en su ahu con el pukao ya
amarrado mediante cuerdas y troncos. Pero a ciencia cierta no se sabe. Así que otro
misterio más por resolver.
El mismo recorrido que te muestra los moños también te lleva
hasta un bonito mirador desde donde pude contemplar todo Hanga Roa a mis pies y
donde tomaría el primer snack del día, acompañado en esta ocasión por un grupo
de valencianos y catalanes con los que coincidí. Todos teníamos ganas de charla
y yo más que ninguno, ja, ja, por lo que con la tontería se nos fueron casi
cuarenta minutos hablando de mil historias.
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Hanga Roa desde Puna Pau |
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Hanga Roa desde Puna Pau |
Después de despedirme de todos ellos, volvería a conducir el
Toyota para volvera a parar en otro de los lugares imperdibles, el Ahu Akivi,
uno de los pocos que se encuentran en el interior de la isla y donde se puede
observar siete estatuas que miran hacia la dirección de la puesta de sol. La
leyenda dice que estos moai corresponden a las siete primeras personas que
llegaron a Rapa Nui en la primera expedición que mandó el rey Hotu Matu´a desde
la Polinesia. Es por ello que miran hacia el mar, pues de allí provenían.
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Ahu a Kivi |
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Ahu a Kivi |
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Moáis de Ahu a Kivi |
Y muy cerca de este lugar se encuentra el inicio de la ruta
a la cima del Maunga Terevaka, el punto más alto de la isla con 514 metros de
altura y como no, no me podía ir de aquí sin conquistarlo y más si tenemos en
cuenta que con ella culminaba los 4 ases de la baraja de Rapa Nui. Eran las
11.45 cuando comenzaba la aventura y la empecé equivocándome de sendero, pues
me fui hacia la izquierda, haciendo caso a unos carteles en los que viene el
nombre del volcán. Pues no, estos te llevan hacia una finca privada por la que
no puedes pasar y hay que darse la vuelta. Afortunadamente, esto tampoco me
supuso mucha demora y sólo perdí quince
minutos. La senda correcta es la que está a la derecha de esos carteles y que
sale recta hacia arriba. Es un camino de tierra que sube en no demasiada
pendiente y que va atravesando prados y prados donde hay caballos y vacas
pastando. A mitad del camino me encontraría con una chica neoyorquina, que chapurreaba
algo de castellano y entre esto y mi chapurreo del inglés, pues nos hicimos
amiguetes y ya fuimos todo el trayecto juntos, lo que supondría que la ruta
fuera bastante más amena que las otras realizadas.
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Ruta Volcán Maunga Terevaka |
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Ruta Volcán Maunga Terevaka |
El gran problema del Terevaka, fuera de cualquier dificultad
técnica, pues se trata de andar y andar y ya está, no es otro que, cuando estás
llegando a lo más alto, te encuentras con un montón de pequeñas colinas que te
confunden bastante. Nosotros llegaríamos a dos cráteres, uno cubierto de
vegetación y arboleda y otro con un manto verde de césped. Sería aquí donde en
cuestión de cinco minutos, las nubes bajarían y una gran niebla se echaría
sobre nosotros. Las increíbles vistas que nos habían estado acompañando de la
península Poike y el resto de la isla se estropeaban en unos segundos y también
el llegar realmente a la cima como tal, pero nos conformábamos con las
panorámicas que habíamos estado teniendo. Además con esa niebla era hacer el
tonto y no queríamos jugárnosla, por lo que decidimos empezar la bajada. Lo que
en principio era una tontería al final se nos complicó algo más de la cuenta,
pues tomamos un sendero, diferente del de la subida y bastante más largo, que
nos sacaría más allá de la zona de Puna Pau, los Pukao de los moái, lo que hizo
que nos desanimáramos bastante, ya que el camino hasta Ahu Akivi suponía un
nuevo palizón.
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Uno de los cráteres del Volcán Maunga Terevaka |
Afortunadamente la suerte iba a estar de nuestro lado, pues
justo cuando llegábamos a la carretera y en una casa cercana a esta, estaba
montando en su vehículo un joven al que le contamos lo que nos había sucedido y
le preguntamos que como podíamos volver hasta donde teníamos nuestros coches.
Este chico era un escocés afincado en la isla desde hacía ya unos años y que,
sin pensarlo dos veces, nos diría que mejor que darnos las indicaciones, nos
acercaba hasta Ahu Akivi. Nos quedaríamos con la boca abierta de su amabilidad
y les dimos mil gracias cuando llegamos. Nos había ahorrado una caminata de más
de ocho kilómetros.
La conclusión es que para este volcán puede ser buena idea
contratar los servicios de un guía ya sea para subir a pie o a caballo, que es
la otra opción posible. No se admite ninguna otra más, pues es una zona
especial de protección.
Tras esta intensa aventura, me despediría de mi amiga
estadounidense y me pondría a comerme los ya tradicionales sándwiches para
reponer fuerzas y descansar un rato.
La tarde la iba a dedicar a conocer varios lugares
interesantes, también de esta zona, que suponían nuevas y emocionantes
vivencias. Se trataba de internarme en tres cuevas y visitar un nuevo complejo
arqueológico, casi nada.
El camino que te lleva a todas esas atracciones es un camino
que parte desde un poco más allá del Ahu Akivi, el cual está en pésimas
condiciones incluso para vehículos todo terreno. Cuando firmé el contrato de
alquiler del Toyota, los que me arrendaban el auto, me repitieron una y mil
veces que bajo ningún concepto lo metiese por esa zona, salvo que quisiera
romperlo y pagar yo los daños ocasionados. Hay que recordar que no hay seguro.
Me dijeron que muchos había sido los turistas e incluso locales, que se habían
quedado allí tirados y que aún así la gente no aprendía. Evidentemente les
haría caso y dejaría estacionado mi coche en un pequeño prado que existe antes de la
puerta abierta que se interna por el nefasto camino que te lleva a las cavernas
y al Ahu que quería visitar. Nada más comenzar la caminata pude darme cuenta de
que no mentían y de que el camino estaba intransitable.
Tras quince primeros minutos de paseo llegaría al llamado
sector Ana Te Pahu, un largo túnel de lava donde la población podía refugiarse
durante las redadas esclavistas que casi mermaron a la población en el S.XIX.
Su acceso no tiene la mayor complicación y con una linterna o un frontal puedes
guiarte por su interior. De esta manera llegas hasta dos aperturas naturales en
el techo. Mientras que el paseo a la primera se podría realizar incluso
siguiendo la luz natural que entra por el hueco superior, en la segunda ya sí
que necesitas obligatoriamente luz artificial si no quieres abrirte la cabeza.
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Galería de Cuevas Ana Te Pahu |
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Galería de Cuevas Ana Te Pahu |
Cuando volví al exterior y mis ojos se adaptaron, de nuevo,
a la luz del sol, anduve otro rato para llegar hasta el Ahu Te Peu, un lugar en
el que yacen los restos de un antiguo pueblo
con interesantes peculiaridades como son lo cimientos de casas elípticas
y las paredes de varias casas redondas, además de los restos de varios moáis
caídos por los alrededores. Desde aquí pude presenciar los agrestes acantilados
que son característicos de la desconocida zona norte de Rapa Nui y, la verdad,
que sorprendían bastante.
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Ahu Tepeu |
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Cabeza de moai en Ahu Tepeu |
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Acantilados desde Ahu Tepeu |
Una nueva caminata de otros diez minutos más me acercarían a
la llamada Ana Te Pora, un tubo de lava caracterizado por una bóveda de
superficie muy lisa, que en tiempos antiguos sirvió como refugio y espacio
ceremonial. La estrecha apertura del techo se bifurca hacia dos caminos según
entras. Si vas hacia la izquierda encuentras un túnel que parece no tener fin y
que me aseguraron los entendidos del lugar que llega hasta Hanga Roa y por el
que te puedes perder, necesitando de varios días para conseguir llegar al
pueblo. A la derecha y con la ayuda de luz artificial, sales por una zona diferente
en pocos minutos.
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Acceso a Caverna Ana Te Pora |
Y ahora sí que tras los últimos metros de andar, llegaba
hasta la cueva más famosa de todas, la ineludible caverna de las dos ventanas
frente a los Motu Tautara. El acceso se realiza por una estrecha apertura en la
roca, por donde tienes que tener bastante cuidado y hacer algo de
contorsionismo, para luego ya, con ayuda de linterna o frontal, abrirte camino
por las profundidades de la cavidad, siempre con mucho cuidado de no golpearte
la cabeza, hasta llegar a dos salidas en medio del acantilado.
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Acceso Ana Kakenga o Cueva de las Dos Ventanas |
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Ana Kakenga o Cueva de las Dos Ventanas |
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Ana Kakenga o Cueva de las Dos Ventanas |
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Ana Kakenga o Cueva de las Dos Ventanas |
Las vistas son
espectaculares y la sensación de asomarte, lo imprescindible, al vacío te pone
los pelos de punta. Aquí me entretendría un largo rato y es que entre el
espectáculo y que me puse a conversar, en este inhóspito lugar, con una familia
chilena, pues nos dieron las tantas.
Cuando salimos me ofrecerían llevarme
hasta el mismo coche ya que ellos sí que se habían metido hasta bastante
adentro del camino, jugándosela en toda regla. Me lo pasaría en grande con
ellos pues más allá de ir con miedo por lo que pudiera pasarle al vehículo,
iban poniéndolo a prueba constantemente, cogiendo cualquier bache, socavón o
charco que estuviese en nuestro camino, por lo que los botes hacían que
tuviéramos que protegernos la cabeza en todo momento. Si a esto le sumamos
cantos, olas como las que se hacen en los estadios al animar al equipo
correspondiente y gritos exagerados, no es de extrañar que llegara hasta donde
tenía el coche, muerto de la risa y casi sin lágrimas en los ojos de las
carcajadas que solté. Les daría mil gracias a Christian y su familia por el
trato recibido y esos momentos inolvidables y me dirigí hacia Hanga Roa.
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Acantilados desde Ana Kakenga o Cueva de las Dos Ventanas |
A mi llegada, sobre las 18.40, haría unas cuantas
averiguaciones y reservas para los dos próximos días y me marché a mi humilde
morada a relajarme y recobrar fuerzas para el día siguiente.
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