23 de Agosto de 2014.
A las 05.00 de la mañana sonaba el despertador, lo que maldecí mil veces, ya que hacía mucho que no dormía tan bien y tan a gusto. Media hora de preparativos y a las 05.30 estaba preparado para salir hacia al aeropuerto, al que me llevaría Rafa. Otro detalle más para el que no tengo palabras. A las 06.00 me encontraba ya facturando la mochila y diez minutos después estaba tranquilamente sentado y desayunando.
A las 05.00 de la mañana sonaba el despertador, lo que maldecí mil veces, ya que hacía mucho que no dormía tan bien y tan a gusto. Media hora de preparativos y a las 05.30 estaba preparado para salir hacia al aeropuerto, al que me llevaría Rafa. Otro detalle más para el que no tengo palabras. A las 06.00 me encontraba ya facturando la mochila y diez minutos después estaba tranquilamente sentado y desayunando.
Decir que sólo facturé la mochila, mientras que la bolsa de
comida y bebida la llevé conmigo, ya que te permiten hacerlo, pues no rige la
normativa europea en Chile y puedes pasar por los controles todo ello. Así que
fenomenal porque así evitaba que se me rompiera alguna lata o se espachurrara
alguna bolsa. Eso sí, siempre que sea comida comprada en Chile, no procedente
de otros países.
El coste del vuelo me saldría por 431 euros aprovechando una
oferta de LAN de un 20 % de descuento para todos los destinos interiores en
América del Sur, lo que aproveché de inmediato. Ello lo hice como casi seis
meses antes de este gran día.
Los vuelos a la isla de Pascua se consideran de carácter
internacional, aunque sea territorio chileno, por lo que recomiendan estar tres
horas antes en el aeropuerto. Así que es cierto que luego te sobra muchísimo
tiempo, pero más vale prevenir que curar. Mi vuelo no salía hasta las nueve por
lo que estuve entretenido poniendo un poco al día el diario y las fotografías.
El embarqué comenzó en hora y a las 09.20 nos encontrábamos
despegando. Después, como siempre, el comandante de la nave saludaría a los
pasajeros e informó que la duración del vuelo sería de unas cinco horas y
veinte minutos. Sería aquí donde una gran emoción me embargaría. Ahora sí que
me dirigía hacía uno de los lugares que más había anhelado conocer de siempre:
la Isla de Pascua.
Volando con LAN hacia la Isla de Pascua |
Son tantos sus misterios y tantos los lugares por descubrir,
a pesar de sus minúsculas dimensiones (sólo mide 16 x 17 x 24), que puedes
pasarte en ella toda una semana y más, sin aburrirte, y fue por ello que decidí
pasar seis días enteros en ella para de esta forma tratar de aprender algo
sobre quienes eran esas figuras gigantescas llamada moáis, cómo se construían,
como eran transportadas, porqué desapareció esta cultura fascinante, en qué
consistía la ceremonia del Hombre Pájaro, etc. Muchas preguntas y muchas sin
una respuesta segura.
El vuelo duró 5 horas y 20 minutos, aterrizando en el
aeropuerto de Mataveri a las 12.40 minutos, hora insular, y por tanto dos horas
menos que en Chile y ya 8 menos que en España. La bajada del avión se hizo por las
dos puertas y el entusiasmo de la gente era increíble, me incluyo, que si fotos
por aquí, fotos por allá, gente emocionada, abrazos, saltos, etc. Fue genial.
Lo mejor de todo que el personal de seguridad de la pista no decía
absolutamente nada y te dejaba todo el tiempo del mundo para recrearte y es que
no se llega todos los días al ombligo del mundo.
Isla de Pascua o Rapa Nui desde el Avión |
Aeropuerto Internacional Mataveri |
Aeropuerto Internacional Mataveri |
El siguiente trámite que puedes realizar, voluntariamente,
antes de entrar al edificio de la terminal es comprar el boleto para acceder a
dos de los lugares más importantes del Parque Nacional, pues gran parte de la
Isla está considerada como tal. Sin este podrías entrar al resto de lugares
pero te perderías los más significativos. El precio son 30000 pesos por ticket.
También existe la posibilidad de adquirirlos en las oficinas de CONAF situadas
en el acceso al volcán Rano Kau y Rano Raraku, por lo que si le viene mejor a
uno puede esperar a hacerlo allí.
Tras recoger mi equipaje, salí al exterior y allí se
encontraba la chica encargada del alojamiento donde iba a pasar las próximas
seis noches. Me dio un beso, no dos como hacemos en España, y punto. Digo esto
porque no hubo collar de flores para mí y tengo que reconocer que me quedé con
las ganas al ver como se lo ponían a muchos otros pasajeros, pero está claro
que como cualquier turistada depende del nivel económico y como yo iba a un
sitio bastante normalito, tirando a cutrecillo, pues era lo que había.
Después del recibimiento montamos en un coche que en menos
de diez minutos nos dejaba en mi nueva estancia para los próximos días: Ana
Rapu. Unas cabañas al lado de la costa, bastante antiguas y con olor a humedad.
Nuevamente un lugar que no era para tirar cohetes pero que por lo menos, en
esta ocasión, se trataba de una habitación con baño, para mí sólo, por lo que
era bastante de agradecer. El precio me saldría por 125 euros los seis días, ya
que conseguí un descuento por quedar entre los cinco mejores diarios del mes en
la web www.viajeros.com. Así que lo aproveché
y me ahorré 75 euros. Hay que tener en cuenta que, al igual que Atacama, todo
es mega caro, por lo que el precio está bastante asequible si lo comparas con
muchos otros alojamientos de la isla.
Una vez que me hube asentado y deshice el equipaje, me dispuse
a dar el primer paseo por Hanga Roa, el único núcleo de población de toda la
isla y donde se concentran todos los comercios, restaurantes, bancos y
cualquier servicio que necesites encontrar. Nada más salir de la habitación me
encontré con que el día más o menos agradable que nos había recibido en el
aeropuerto se había tornado en negros nubarrones y un aire de lo más
desagradable. Esto no iba a ser Atacama y más vale que me fuera mentalizando.
Empecé a dar un paseo por la costa viendo como las olas golpeaban con fuerza
las rocas y pronto llegaría hasta un cartel informativo donde se indicaba que
en ese punto exacto se hundiría un barco italiano cuyo lastre sería usado para
la reconstrucción del Ahu Akivi.
Costa de Rapa Nui desde Hanga Roa |
Lugar del Hundimiento del Barco Italiano.Hanga Roa |
Antes de continuar conviene saber que el Ahu es el altar
ceremonial donde se sitúan los moáís y que estos son la representación del
espíritu de un antepasado que se erigía para proteger a los miembros de su
clan. Este, supuestamente, tendría poder sobrenatural para ello y casi siempre
se colocaban dando la espalda al mar y de cara al interior de la isla.
Seguiría paseando y el tiempo cada vez era peor pero aún así
llegaría hasta la pequeña caleta central de Hanga Roa, muy cerca de la plaza
Hotumatua. Allí estaba expectante y misterioso el primer moai que tenía delante
de mí. Me senté en un banco que había delante suya y me tiré muchos minutos
mirándolo fijamente, atónito, como si no fuese cierto que pudiera tenerlo tan
cerca. Su nombre era Ahu Hotake.
Ya llevaba hechas unas cuantas fotos de este moai cuando de
repente empezó a soplar con más fuerza el viento, unos goterones inmensamente
grandes comenzaron a caer del cielo y para colmo de todos mis males, parecía
que la cámara de fotos estaba dando sus últimas señales de vida. El zoom se
había atrancado y no permitía apagarla. No podía ser verdad, en el lugar más
recóndito del planeta y la cámara se me estropeaba. Pregunté a algunos
lugareños un lugar para comprar otra, pero los tres sitios que me dijeron o
estaban cerrados o no tenían, por lo que al final tendría que recurrir al plan
B, que no era otro que sacar la cámara de repuesto que siempre llevo para estos
casos en los viajes tan largos.
De todas manera el disgusto fue importante dado
que la calidad de esta segunda cámara nada tiene que ver con la que me llevaba
acompañando tres años y todavía me quedaban tres semanas por Chile. Si a esto
le sumamos que el tiempo era cada vez más desapacible y se avecinaba una
tormenta de campeonato, la verdad, que me vine un poco abajo. Era la primera
vez que me desanimaba en mi aventura, por lo que me dirigí a mi alojamiento
hasta ver si amainaba la lluvia que empezaba a caer. Serían las 16.30 cuando
entraba por la puerta y, desgraciadamente, ya no pararía en toda la tarde un increíble
temporal de viento y lluvia torrencial. Así era imposible hacer nada, por lo
que me quedaría en la habitación lo que restaba de día, un poco depre. Menudo
recibimiento de uno de los lugares que tanto ansiaba conocer.
Sobre las 20.00 decidí tomarme una de las ensaladas de pasta que había comprado en Santiago, para acto seguido irme a la cama oyendo, mientras trataba de dormirme, como la lluvia seguía cayendo sin parar.
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