BAVIERA - DIA 2. Munich: donde la cerveza es religión

17 de Abril de 2014.

Probablemente, lo primero que le viene a la cabeza a mucha gente cuando se hace referencia a Munich es sin duda la famosísima Fiesta de la Cerveza u Oktoberfest, evento que tiene lugar en el mes de Octubre y que congrega a miles de personas. Es cierto que es una de sus más importantes señas de identidad, pero aparte del famoso líquido dorado y todo lo que este lleva consigo, esta ciudad posee otros muchos alicientes, rincones y monumentos magníficos que, en mi caso, estaba dispuesto a intentar descubrir, dentro de lo que una jornada me permitiera, dejando el famoso festival de la bebida para mejor ocasión.

Dado que el desayuno se encontraba incluido en el precio de la habitación, aproveché la oportunidad para echarme algo al estómago, aunque es verdad, que tampoco gran cosa, pues extrañamente no tenía demasiada hambre, por lo que sin tardar demasiado hice el check out y conduje hasta uno de los aparcamientos públicos que están distribuidos por el centro de la ciudad. Fui a parar a uno situado en una plaza llamada Salvator – Platz, donde dejaría descansando el coche el resto del día. Una vez en la superficie me daría de bruces con una iglesia que, curiosamente, se llamaba igual que la plaza pero con el San delante, así que después de mirar mis mapas y ver que me encontraba ya en uno de los puntos importantes a visitar, pues por aquí que empecé. Lo más característico de esta es la combinación de ladrillo, piedra y terracota en su construcción unido a su altísima torre.

Siendo sincero, y aunque ya tenía un punto de referencia para empezar el paseo, estaba un poco desubicado y con las ideas poco claras de por dónde comenzar la visita a esta gran urbe, hoy reconocida como la tercera más grande de Alemania, con más de un millón de habitantes y, antes de la caída del muro de Berlín, considerada como la capital no oficial. Al final opté por empezar a dar los primeros pasos sin saber a ciencia cierta hacia donde me dirigía y, tras recorrer unas primeras manzanas y unas pocas calles de forma desordenada, aparecería ante una inmensa fuente dominada por dos grandes figuras, por un lado un joven lanzador de piedras a lomos de un caballo y, por otro, una dama sujetando una copa y encima de un toro. Tras investigar un poco, durante unos minutos, pude saber que la fuente llevaba como nombre: Wittelsbacher Brunnen, que está considerada como la más bonita de Múnich y que la inmensa plaza que tenía delante de mis narices era la Lenbach-platz, una plaza irregular rodeada por edificios como la Bolsa y el Palacio de Justicia.

Wittelsbacher Brunnen en Lenbachplatz

Aunque ni yo me lo creía, empecé, otra vez, a dar palos de ciego y tras un nuevo paseo acabaría delante de una inmensa escultura de un personaje importante a lomos de un caballo. Lo que parecía indicar que me encontraba ante otra plaza de grandes proporciones que tenía casi todas las papeletas de ser la Wittels-bacherplatz. Por fin, ahora sí que todo parecía indicar que sabía dónde me encontraba y que, sin más preámbulos, comenzaba a coger la sartén por el mango, dirigiéndome, ya que los tenía a dos pasos, a dos importantes edificios, uno situado al lado del otro. Hablo de la iglesia de San Cayetano (Theatinerkirche St. Cajetan) y de la Casa de los Mariscales de Campo (Feldherrnhalle). La primera, una impresionante construcción al más puro estilo barroco romano y que me quedaría sin poder ver su interior al encontrarse cerrada y el segundo, un monumento en honor a los héroes de Baviera inspirado en la famosa Loggia del Lanzi de la ciudad de Florencia con dos inmensas estatuas de leones flanqueando la escalera.

Casa de los Mariscales de Campo o Feldherrnhalle

Una vez que me hube recreado lo suficiente con las fotos, sólo tuve que andar unos metros más para llegar a uno de mis objetivos primordiales en Munich, nada más y nada menos que la conocida como La Residenz, el mayor palacio de toda Alemania y que fue durante más de 400 años la sede de la soberanía bávara y es todavía hoy, con sus colecciones de arte, un excelente testimonio de la cultura palaciega en Europa.  Aquí residieron, principalmente, los duques, príncipes electores y reyes de la Casa Wittelsbach y en su interior existen una mezcla de estilo renacentista, barroco, rococó y clasicista, por lo que para poder ver todo lo que ofrece con tranquilidad podrías tirarte tranquilamente un día y, aun así quedarte corto. Como eso es un privilegio reservado sólo para unos pocos, yo me conformaría, tras sacar mi entrada (7 euros con audio guía incluida en tú idioma), con recorrer, sin prisa pero sin pausa, durante una hora y media sus innumerables salas y habitaciones tales como: el Antiquarium, la galería de los Antepasados, el Grottenhof, las estancias de Maximiliano III José y su mujer, el aposento de los ensayos, la sala de los Caballeros, el gabinete de los Espejos, etc. Porque es cierto que la lista sigue y sigue hasta casi no tener fin. Al final casi que tuve que ir a paso ligero porque parecía que a cada minuto que pasaba volvían a añadir una sala nueva.

Residenz de la Dinastía Wittelsbach

Residenz de la Dinastía Wittelsbach

Pero no, al final conseguí llegar a la salida y una vez en el exterior ir a parar a una nueva plaza, la de Max-Joseph-Platz con la estatua de Maximiliano I José en el centro de la misma. Aquí me daría el lujo de descansar cinco minutos para reponer algo de fuerzas tras tantísimo bombardeo de datos por todas partes.

Max-Joseph-Platz y Teatro Nacional

Mi caminata continuaría fijándome en detalles del exterior de nuevos e interesantes edificios como la galería porticada del Palais Torring – Jettenbach o  en la Torre del Mono en el Alter Hof o Residencia Antigua. Esta última, no es otra cosa que una curiosa ventana salediza, que tiene tras de sí una leyenda según la cual a Luis IV, siendo un bebé, un mono de la corte se lo llevaría hasta lo alto de dicha torre y hasta transcurridas unas horas no lo devolvió. Qué tendrán los monos que siempre están haciendo de las suyas.

Llegado este momento decidiría ser algo más ordenado que lo que llevaba siendo toda la mañana y afrontar la calle más importante de toda la ciudad con un estricto orden, por lo encaminé mis pasos por pequeñas callejuelas hasta llegar así hasta la fachada principal del Palacio de Justicia, el cual lo había podido ver por la fachada menos notoria, a primeras horas de la mañana y tras unas fotos y cruzar una ancha calle, desembocaría en la famosa y concurrida plaza de Karlsplatz donde, igualmente famosa, podría toparme con la Puerta de Carlos o Karlstor, donde comienza la importante zona peatonal que te lleva a los monumentos y espacios más renombrados de Múnich.

Puerta de Carlos o Karlstor

Aunque es cierto que podía haber empezado directamente por aquí, como hace la mayoría de la gente, quería darle a la cosa un poco de emoción y mantener un poco los nervios que te crea el todavía no haber descubierto esos sitios tan significativos. De tal forma, la ancha calle atestada de gente y con un ambiente como no había visto hasta ahora, me permitiría ir fijándome en edificios tan insignes como: Bürgersaal, una iglesia de estilo rococó; la Augustinerbräu, considerada como la cervecería más antigua de la ciudad; Michaelskirche o Iglesia de San Miguel, una iglesia renacentista realmente bonita y que si es posible no hay que perderse; el edificio que alberga el museo de caza y pesca; Frauenkirche, la iglesia gótica más grande al sur de Alemania y catedral de Múnich, la cual me encontraría cerrada al estar restaurando una de las torres, lo que la afeaba bastante con tanto andamio. Ello me supuso quedarme con las ganas de poder ver en su interior la famosísima huella del diablo, pero no se puede luchar contra este tipo de impedimentos.

Basílica de San Agustín. Museo de Caza y Pesca

Y así de monumento en monumento hacía la entrada triunfal en la gran Marien-platz, la famosísima y monumental plaza. La Virgen María es la Santa Patrona de Baviera y la Plaza de Santa María, con su sobresaliente Columna de María es la plaza más antigua y céntrica del núcleo de la ciudad, centro a su vez de la zona peatonal, escenario de grandes eventos y, supuestamente, desde donde muchos recomiendan se debe empezar a explorar la urbe. Efectivamente me encontraba en esta soberbia plaza y tengo que reconocer que me tiré como veinte minutos observando todo lo que me rodeaba, hasta que empecé a reaccionar.

Ayuntamiento Nuevo o Neues Rathaus. Marienplatz

Fuente del Pez. Marienplatz

Estructuré un poco en mi cabeza como me iba a organizar y al final lo primero que decidí fue subir a la descomunal torre del Ayuntamiento Nuevo de estilo neogótico, o como lo llaman aquí, Neues Rathaus. La entrada cuesta 2,5 euros y lo mejor es que no subes ni un peldaño, pues dos ascensores te suben hasta el mirador con rejas y al aire libre, desde donde se contemplan unas vistas sublimes de Múnich desde los cuatro puntos cardinales. Hacía un día totalmente despejado y ello invitaba a recrearte con lo que tenías delante durante un buen rato. Tampoco me pasaría porque todavía me quedaba mucho por hacer, por lo que volví a bajar y pasé al interior del Ayuntamiento para echar un vistazo a la bovéda de cañón con la que cuenta una de sus salas y darme algún que otro paseo fijándome en los pequeños detalles.

Peterskirche desde Torre del Neues Rathaus

Entre subidas y bajadas a la torre, entradas y salidas a edificios e idas y venidas por la monumental plaza, también tendría la oportunidad de ver el espectáculo de las figuras mecánicas de la torre del reloj. Evidentemente no iba a ser el único y una gran masa nos mantuvimos expectantes viendo el curioso ritual de la danza de los toneleros y la justa entre caballeros.

Aunque las tripas empezaban a sonar con fuerza, había todavía varias cosas que me faltaban por hacer antes de pegarme un buen homenaje en uno de los lugares más famosos y de más renombre de Múnich.

Aunque es cierto que no hacía ni cuarenta minutos que había tenido una gran perspectiva aérea de la capital, había leído en infinidad de lugares que había una que era todavía mejor y superaba lo que acababa de ver. Era la que se obtenía desde lo más alto de la iglesia de San Pedro o Peterskirche y es que desde aquí se tiene la posibilidad de observar la inigualable perspectiva de la Marien-platz por sus cuatro costados, conjuntamente con la Frauenkirche. Vamos una de las postales que más aparece en cualquier guía referida a Múnich. El coste de la subida a la torre es de dos euros y el pequeño inconveniente, a diferencia de la torre del Ayuntamiento, es que aquí sí que toca hacerlo a pie, siendo además el mismo camino de subida y bajada, lo que ocasiona los inconvenientes de siempre debido a la estrechez.

Frauenkirche y Neues Rathaus desde Torre de Peterskirche

Ya con los pies en el suelo, continué avanzando por esta famosa arteria y tras pasar nuevos edificios como la iglesia del Espíritu Santo y el también bello, aunque menos imponente, Ayuntamiento Viejo o Altes Rathaus, llegaba por fin a la Isartor, otra de las puertas medievales que se conservan y que suponía el acceso sureste, además de ser el único vestigio de las antiguas murallas.

Ayuntamiento Viejo o Altes Rathaus. Marienplatz

Puerta Isar o Isartor

Eran las tres pasadas y, ahora sí, que estaba a punto de desfallecer por lo que me dirigí a la famosa Hofbräuhaus, el palacio de la cerveza conocido en medio mundo. Mi primer objetivo una vez dentro era conseguir un sitio para sentarme y es que aunque era tarde para la hora que comen los europeos, estaba claro que no era así para beber y beber litros del líquido dorado, por lo que aunque tardé un poco, al final al fondo del todo y junto a una pareja pude ocupar el lugar que buscaba.

Hofbräuhaus

En menos de cinco minutos una chica de gran envergadura me estaba preguntando con el fuerte acento germánico que qué deseaba, a lo que tan sólo tuve que responder señalando, en la mesa de al lado, el plato consistente en un inmenso filete empanado con patatas cocidas y salsa de arándanos, por supuesto que acompañado de la típica jarra de cerveza muniquesa de un litro. Mientras esperaba a que me sirvieran el plato me sentí acogido por la tradición y la atmósfera bávara, entre los camareros vestidos con sus trajes típicos que iban y venían con hasta diez jarras de cervezas en las manos, llevándolas como si de plumas se tratasen y la música que sonaba en directo, tocada por cuatro músicos también vestidos tradicionalmente y que hacían que fuese imposible que el magnífico ambiente decayese.

Hofbräuhaus

En no más de cuarto de hora estaba saboreando lo que había solicitado y relamiéndome con cada pedazo que me llevaba a la boca y cada sorbo que pegaba a la jarra, mientras no dejaba de pensar en cómo era posible que pesando lo que pesaba la dichosa jarra de cristal, los camareros pudieran con tantas a la vez, curiosas divagaciones cuando uno anda sólo.

Hofbräuhaus

Tras beber lo que me había quedado en el recipiente, después de la comida, y pagar ( 25,90 euros), me volví a poner en marcha para afrontar los objetivos de la tarde. Así tras dar unas vueltas por las calles que rodean a la cervecería, me encaminé hacia el que consideran el paraíso de los gourmets: el mercado Viktualienmarkt, que ofrece exclusivos y variados productos de todo tipo. Me dediqué a pasear de un puesto a otro mientras me iba fijando en las especias, el pescado, las flores y plantas, las frutas exóticas y mucho más. Un placer para los sentidos. Además aquí se encuentra la cervecería al aire libre más céntrica de la ciudad y estaba a rebosar de todo tipo de público, vamos que no cabía ni un alma.

Mercado de Alimentación o Viktualienmarkt

Anduve unas manzanas más y llegué hasta la Gärtner-platz, una florida plaza con un teatro en uno de sus extremos donde se representan obras menores. Y así y después de un nuevo y breve paseo me encontraba con el río Isar, que atraviesa la capital bávara. Era el momento de cambiar la cultura y los monumentales edificios e iglesias atestados de gente, por la tranquilidad y la paz de las zonas donde más aire puro se respira. Era el momento de ir viendo a las familias muniquesas pasear con parsimonia y relax, a la gente hacer footing y montar en bicicleta, a los niños correr sin peligros de ningún tipo.

Río Isar

Lo que me restaba de tarde lo dedicaría, en primer lugar, a recorrer la ribera de este río, especialmente la más atractiva que es la comprendida entre los puentes Corneliusbrücke y Luitpoldbrüke, encontrándome en mi camino: islas con playas artificiales; grandes edificios como el Deutsches Museum o Museo de la Ciencia o el Maximilianeum, sede del Parlamento bávaro y más puentes monumentales como el Maximiliansbrüke y el Ludwigsbrüke.

Ludwigsbrücke

En segundo lugar, seguiría paseando por el espacio verde por excelencia de la ciudad, el Englischer Garten, pero no sin antes realizar dos pequeñas paradas, que me pillaban de camino: en el Angel de la Paz o Friedensengel, un monumento que conmemora la victoria alemana en la guerra franco-prusiana de 1870-1871 y en los exteriores del Bayerisches Nationalmuseum o Museo Nacional Bávaro, un edificio histórico destacable.

Angel de la Paz o Friedensengel

Y así, como he dicho, llegaría hasta uno de los mayores parques urbanos del mundo, con multitud de caminos para pasear e ir en bicicleta, idílicos riachuelos y varias Biergarten o típicas cervecerías donde ellos te ponen la bebida y tú puedes traer la comida, algo extendido desde hace siglos en la ciudad. En este oasis de bienestar me interesaría por tres de sus atracciones principales: por un lado la Torre China con su cervecería al aire libre, por otro, un templete al que llaman Monopteros y desde el que se obtiene una buena panorámica de Múnich. Y para finalizar el riachuelo Eisbach, donde quería admirar la destreza de los jóvenes haciendo surf en el pequeño salto de agua que forman sus aguas.

Monopteros. Englischer Garten

Surf en Río Eisbach. Englischer Garten

Tras ir dejando atrás las verdes praderas de este tranquilo rincón de paz, acabaría por llegar hasta la Odeonsplatz con la gran escultura equestre de Luis I, presidiendo la misma, y al fondo, de nuevo, el comienzo de la ciudad vieja, que tantas sensaciones me había transmitido a lo largo de este intenso día. Estaba muy contento pues creo que el día me había cundido muchísimo, a pesar de los titubeantes comienzos con los que empecé mi andadura, aun así soy consciente de que muchas cosas se me quedaron en el tintero, pero es evidente que una ciudad que ofrece tantísimo necesita de mucho más tiempo que lo que una jornada da de sí.

Sólo restaba ya encaminarme hacia el Parking, pues eran ya casi las 19.30, y tras pagar los 20 euros de este, por todo el día, tomar rumbo hacia el sur, hacia las montañas blancas de los Alpes que me esperaban con los brazos abiertos para mostrarme, en los días sucesivos, muchos de los tesoros que salvaguardan desde hace mucho tiempo.

Cien fueron los kilómetros que tuve que recorrer, pudiendo sentir, ahora sí, la sensación de velocidad y de no haber límite en mucho de los tramos de esta autovía. No superé los 160 km/h, pero muchos de los coches que me adelantaron irían a casi 200 km/h, lo cual imponía bastante. La mayor parte del camino es por autopista, pero el último tramo ya es carretera de doble sentido, pero sin un solo bache y con un trazado envidiable, una muestra más de cómo son los alemanes.

A las 21.00, dado que tuve que soportar retenciones a la salida de Múnich, llegaba al que iba a ser mi cuartel general en los próximos días, el bonito pueblo de Oberammergau.  En él me alojaría en una casa rural llamada Friedenshöhe, en la parte alta de la villa. Aquí tengo que volver a dar las gracias a viajeros.com por haber seleccionado uno de mis diarios entre los cinco mejores, porque gracias a ellos me pude permitir este nuevo capricho y huir de las habitaciones compartidas. El precio total que pagué sería de 133 euros por tres noches con desayuno y cena incluido. Una auténtica ganga para lo que es Baviera. Aún sin el descuento de los 73 euros que obtuve, creo que también sigue siendo económico, pues las cenas son sustanciosas y riquísimas y los dueños son sencillamente maravillosos, con una calidad humana digna de destacar y que desempeñan su trabajo con entusiasmo e ilusión.

Me recibiría a mi llegada el Sr. Schmid, quien me informaría de los horarios de los desayunos y cenas, me daría unos planos de la zona y me comentaría que al ser la cena de 18.00 a 20.00, la cocina ya estaba cerrada, por lo que no pude objetar nada y me conformaría con unos bollos que llevaba en la mochila que me zamparía ya tranquilamente en mi habitación, la cual estaba fenomenal y con baño incluido, por lo que me encontraba de lo más feliz. De todas maneras, el cansancio llevaba apoderándose de mí desde hacía ya una buen rato y a las 22.30 me encontraba apagando la luz.

A TENER EN CUENTA:

Si tú intención es subir únicamente a un lugar con buenas vistas, te recomiendo la Iglesia de San Pedro o Peterskirche, mejor que la torre del Ayuntamiento, para mi gusto son mucho mejores.

Si vas con el tiempo justo para visitar el increíble palacio de La Residenz, hay una ruta corta que te permite ver lo principal, ahorrando tiempo.

En las carreteras sin límite de velocidad te recomiendo ir siempre por tu derecha y sólo ponerte en el carril de la izquierda para adelantar, ya que hay vehículos que superan los 200 km/h y podrías causar un accidente. También mantienen una distancia de seguridad de hasta cuatro coches, por lo que es recomendable hacer lo mismo.

Opiniones:

Friedenshöhe: Una casa rural de las de cuento y realmente acogedora con unos dueños maravillosos que se desviven por que te encuentres como en casa. Muy recomendable también su restaurante con comidas recién hechas y de gran abundancia. Buenísimas.


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