15 de Julio de 2013.
Después del día tan increíble de ayer hoy parecía difícil no
ya superarlo sino, al menos igualarlo. De todas maneras tampoco era esa mi intención,
lo único que quería era seguir disfrutando de mi estancia en Suiza y saborear
cada momento al máximo, independientemente de comparaciones entre unos días y
otros.
La jornada de hoy comenzaría a la misma hora y de la misma
manera que ayer, desayunando el estupendo desayuno del albergue y dirigiéndome
hacia la estación de tren de Interlaken Ost donde tomaría otra vez el tren que
me llevaría hasta Grindelwald.
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Iglesia de Interlaken |
Mientras esperaba el tren con todos los bártulos, pues había
decidido llevarlo ya todo encima para no tener que volver hasta el hostal a la
vuelta, de repente vi unas enormes taquillas en frente mía, por lo que se me
encendió la bombilla y dije: ¿qué necesidad tengo de ir con la mochila si luego
voy a volver aquí? – Pues ninguna, así que crucé la vía y por 5 francos dejé el
petate dentro. Tienes también otras taquillas más pequeñas por las que te piden
3 francos, así que puede ser una buena opción para no tener que estar cargando
con la mochila.
Con la puntualidad suiza que tanto les caracteriza, de nuevo
hoy el tren llegaba a las 08.05 y poco antes de las nueve me estaba bajando en
la estación de este pueblo de montaña.
Hoy era lunes y aunque es cierto que
había algo menos de gente, también estaba la cosa hasta arriba para dirigirse
hacia el Jungfrau, pero bueno esta vez yo tiraría por otros derroteros. Salí
fuera de la estación y del meollo y comencé a dar una vuelta por la calle
principal de Grindelwald. Este es el típico pueblo turístico lleno de tiendas
de deportes de montaña que te ofrecen todo tipo de material para actividades de
invierno, además de hoteles y restaurantes por doquier, pero todos dentro de
hermosas casas de madera que sumadas a las que se encuentran desperdigadas por
las laderas de las montañas, le dan un aire encantador. Si encima eso va unido
a la situación privilegiada de encontrarse localizado a los pies de la cara
norte del Eiger y en el valle del mismo nombre que la villa, pues ya tenemos
otro de esos lugares con mucho encanto.
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Grindelwald |
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Grindelwald |
Una vez que llegué hasta casi el final del pueblo desde la
estación, por fin localicé lo que estaba buscando, el telecabina que te lleva
hasta la estación de First un mirador natural situado a 2167 metros y desde
donde comienzan interesantes rutas de senderismo. Creo que el viaje de ida y
vuelta estaba en 58 francos, pero en mi caso tampoco tuve que pagarlos porque
también estaba incluido en el pase del Oberland Bernés, así que fenomenal.
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Telecabina a First |
El ascenso en el teleférico duró casi 20 minutos ya que se
salva un desnivel de 1100 metros de altura y en el camino pasas por dos
estaciones la de Bort y la de Schreckfeld, desde donde también puedes hacer un
montón de rutas. En las cabinas caben hasta seis personas pero no sé porqué no
había ni dios e hice todo el viaje más sólo que la una, vamos que ni siquiera
se veía gente en las cabinas que bajaban. Así que nada estuve a mis anchas
moviéndome por todo el cubículo para tratar de disfrutar de todas las
perspectivas posibles, ya que es espectacular.
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Vistas desde el Telecabina a First |
Cuando por fin llegué arriba lo que me encontré fue una
panorámica espectacular de un paisaje glacial, en donde no sólo se podían ver
glaciares sino también varios picos de alturas superiores a los 4000 m de
altura, como el Finsteraarhorn, Schreckhorn, Lauteraarhorn y el Fiescherhorn.
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Los Alpes desde First |
Una vez que me recreé con el paisaje lo suficiente
comenzaría una ruta de senderismo que me llevaría en primer lugar hasta el lago
Bachalp. Era evidente que no podía marcharme de Suiza sin hacer una rutilla
aunque fuera cortita, independientemente de la del refugio del Mönch, y como había
leído muy buenas referencias de esta
pues aquí que estábamos. El camino hasta este lago se hace completamente por
una pista de tierra con alguna que otra subida, pero vamos nada exigente y muy
sencilla, llegando al objetivo en tan sólo 50 minutos. Por el camino lo que más
me encontré fueron montañas, flores, prados y japoneses, que parecen que forman
parten del paisaje suizo.
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Ruta hacia el Lago Bachsee |
Una vez que llegué, de nuevo, una increíble imagen de postal
que no me defraudaría: un lago de aguas azules transparentes, rodeado de
montañas con resquicios de las nieves invernales que se reflejaban en la
superficie cristalina de la masa de agua. Un remanso de paz y de tranquilidad
que me tomé el gusto de disfrutarlo durante casi una hora de reloj.
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Lago Bachsee |
Desde aquí se puede subir a la cumbre del Faulhorn por otra
ruta algo más exigente pero sin demasiadas dificultades, pero no quería
machacarme y luego estar renqueando todo el día, por lo que al final fui un
poco coherente y decidí disfrutar del paisaje alpino continuando con otra más
sencilla que me llevaría por praderías de montaña hasta la estación de Bort. En
esta pasas por el pequeño poblado, con cuatro casas, de Waldspitz que se
encuentra flanqueado, por sus dos lados, por dos pequeñas pero bonitas cascadas.
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Ruta Lago Bachsee - Waldspitz |
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Cascada y pequeño pueblo de Waldspitz |
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Cascada de Waldspitz |
Tras hora y media de bajada, por fin, llegaba hasta la
estación de Bort con las piernas un poco cansadas ya que el desnivel acumulado
es un poco fuerte. Desde aquí a Grindelwald, por si alguien se quiere animar,
sólo habría que bajar como otra hora y pico más, pero yo desistí porque tenía
en mi cabeza otros planes, así que volví a coger el telecabina y en unos diez
minutos, desde aquí, volvía a encontrarme en el pueblo. Había sido otra gran
experiencia repleta de vistas increíbles y nuevos paisajes de cuento para no
olvidar, por lo que recomiendo sin dudarlo a cualquiera que le guste un poco la
naturaleza.
Pronto me encontraría otra vez en la estación para tomar el
tren de regreso a Interlaken Ost, lugar al que llegaría sobre la una de la
tarde. Caminé, entonces, menos de diez minutos desde esta y atravesando un
puente sobre el río Aar me encontré con otro de los mejores miradores de la
zona, el que está situado en el monte Harder de 1322 metros de altura. Sólo que
para llegar hasta él tuve que tomar, no podía ser de otra manera, otro funicular
rojo que en unos diez minutos consigue superar una inclinación de un 60%, vamos
que es casi una pared. El coste del mismo no lo sé porque en el pase del
Oberland Bernés también se encontraba incluida la subida hasta esta montaña.
Poco a poco el funicular fue deslizándose sobre los empinados rieles, atravesó
un bosque y algún que otro puente y así sin darme cuenta estaba en la llamada
estación del Harder Kulm, un restaurante con una torrecilla y techo de tejas
rojas declarado patrimonio suizo
por su arquitectura. A este llegas tras un paseo de cinco minutos desde donde
te deja el funicular.
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Funicular hacia Harder Kulm |
Tan sólo restaba caminar unos metros más allá del
restaurante para así poder poner mis pies sobre la espectacular plataforma
colgada en el vacío que te permite ver de una sola vez todo Interlaken, los
Alpes berneses con la famosa triada formada por la picos Jungfrau, Eiger y
Monch, además de los lagos Thun y Brienz. Una panorámica de lujo y de la que me
di el gusto de disfrutar durante media hora.
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Plataforma-Mirador Harder Kulm |
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Lago Brienz desde Harder Kulm |
Cuando acabé de ansiarme, volvería a bajar de nuevo a tierra
firme y deshice los pocos metros que me separaban de la estación para tomar
aquí otro tren que me llevaría al otro lado de la ciudad en sólo 3 minutos, es
decir a la estación de Interlaken West. Una vez en esta sólo tuve que bajar
unas escaleras hacia el lado del río, no hacia la salida de la ciudad donde se
encuentra un centro comercial, y esperar tan sólo un cuarto de hora para que
llegara el barco que tenía que coger para lo que iba a ser mi entretenimiento
de esta tarde: la navegación por el lago Thun, pues quería despedirme de esta
espectacular región de Suiza de forma relajada y de la misma forma que empecé,
haciendo un mini crucero que me dejara, aún más si cabe, un recuerdo
imborrable. (El precio de este paseo también estaría incluido en el pase del
Oberland Bernés).
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Puerto de Thun |
A las 15.00 en punto se oían las sirenas que indicaban que
el barco partía hacia la ciudad de Thun, iba a rebosar de gente y no cabía un
alma, de hecho más de una persona que entró de los últimos se quedó sin sitio
en los bancos de la cubierta para poder disfrutar del trayecto. Hacía un día
inmejorable, tanto que muchos llevábamos un buen rato empapados en sudor al
habernos tocado en la zona donde te pegaba todo el sol, pero bueno en cuanto el
barco se puso en marcha y empezamos a recibir la suave brisa que hacía, todo
cambió a estar de lo más a gusto. Me recosté sobre la barandilla que tenía
delante de mí, mirando a las montañas y al agua azul turquesa del lago y fui
observando cómo se quedaba en la lejanía la silueta de Interlaken y sus
increíbles montañas, me parecía mentira que hubiera podido disfrutar de todo
ello hacía tan sólo unas horas.
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Navegando por el Lago Thun |
Pronto iríamos llegando a pequeños e idílicos pueblecitos
repartidos por las orillas del lago, donde en muchos de ellos la gente
disfrutaba de agradables baños y tomaba el sol en cómodas tumbonas. Hacíamos
breves paradas para que bajaran y subieran pasajeros y continuábamos la marcha
de forma pausada, sin prisas, así hasta que en mi caso y tras hora y media de
recorrido decidí bajarme en la localidad de Spiez. El siguiente barco volvería
a pasar en una hora, por lo que al dejarte al lado de su casco histórico, era
tiempo más que suficiente para darme una pequeña vuelta por este, especialmente
por los exteriores de su castillo y sus jardines que era lo que más me apetecía
ver. Esta fortaleza medieval está retratada en los óleos de influyentes
familias suizas y la verdad que le da un aire más romántico si cabe a esta
parte del lago. La entrada cuesta 10 francos, pero tengo que reconocer que el
paseo en barco me había dejado tan relajado que no tenía ganas de entrar, pues
lo único que me apetecía era pasear por los bien conservados jardines y
disfrutar de las fabulosas vistas del lago Thun que se obtienen desde aquí. Lo
que si hice, ya que estaba abierta, fue pasar al interior de la iglesia
románica que está justo en frente de la fortaleza y que para mi gusto merece la
pena.
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Merligen desde el Lago Thun |
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Castillo de Spiez |
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Iglesia de Spiez |
Sin darme cuenta había transcurrido la hora como si fueran
minutos así que volví al pequeño puerto para volver a tomar el barco y
dirigirme, ahora sí, hasta el último destino al que va este, el pueblo de Thun
al que llegué tras otros 50 minutos de navegación. Por lo tanto el trayecto
desde Interlaken a Thun dura 2 horas y 20 minutos en total, si no te bajas en
ninguna parte.
Un poco antes de llegar a este último puerto también tendría
oportunidad de contemplar desde el barco el famoso castillo romántico de
Oberhofen con su impresionante torre medieval y su pintoresca torreta.
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Castillo de Oberhofen desde el Lago Thun |
Por cierto, ojo con bajarte en las localidades más pequeñas,
porque hay en muchas que el barco pasa cada 2 y 3 horas y te puedes encontrar
con que te quedes en tierra si es un poco tarde, aunque siempre está la opción
del tren y los autobuses, es lo bueno de este país, que siempre tienes todo
tipo de posibilidades para llegar a cualquier parte.
El casco histórico de Thun pilla muy cerquita tanto del
puerto como de la estación de trenes que están pegados el uno a la otra y en
tan sólo 10 minutos andando puedes estar disfrutando de este encantador lugar.
Así que para allá que me fui, no sin antes comprarme un bocata, un fanta de
naranja y un bollo (14 francos) para hacer una comida – merienda – cena, ya que
con el entusiasmo me había mantenido a base de líquidos desde el desayuno hasta
este momento.
Lo primero que me encontraría sería el río Aar atravesado
por un bonito puente de madera cubierto de flores rosas y violetas donde unos
chavales agarrados a un cuerda y provistos de una tabla de surf estaban
practicando este deporte aprovechando la fuerte corriente del río.
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Untere Schleusenbrücke.Thun |
Allí me detuve un rato para ver cómo se las arreglaban y
fijarme en esta peculiar construcción que me encantó. Atravesé este por su
interior, ya que es cubierto, y en unos minutos y tras pasear por la ribera del
río, llegaría a la calle principal del centro histórico, la llamada Hauptgasse
adornada con banderas y repleta de tiendas y tabernas. Esta me llevaría en poco
tiempo hasta la plaza del ayuntamiento, la Rathausplatz, que tiene un encanto
especial pues está formada por edificios con soportales y está toda adoquinada
con una pequeña fuente en medio, además de la elegante casa gremial de los
carniceros, por lo que me entretuve otro ratillo haciendo fotos antes de
afrontar las escaleras de madera que parten desde esta hacia el castillo de
finales del siglo XII, construido por Bertoldo V de Zäringen, una fortaleza de
fantasía que vigila toda la ciudad de Thun y a la que me quedaría sin poder
entrar porque cerraba a las 17.00.
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Rathausplatz o Plaza del Ayuntamiento.Thun |
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Castillo de Thun |
Así que nada, me perdí de nuevo por las desiertas calles, ya
que no había un alma, hasta que sin querer me encontraría con la Iglesia, donde
lo que más destaca es su torre construida hacia 1330. Desde aquí hay una buena
panorámica de la ciudad, con la que decidiría poner punto y final a esta
maravillosa región de Suiza.
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Iglesia de Thun |
Comencé, por tanto, a bajar por el entramado de callejuelas
y escalinatas y en unos minutos estaba de nuevo en la parte baja de esta zona
de la villa, para desde esta encaminarme hacia la estación de trenes. Aquí
tomaría el último medio de transporte, sin tener que sacar la cartera, al que
me daba derecho el pase del Oberland, pues pronto saldría de la zona de validez
de este: sería un tren con destino hacia Berna, donde tendría que bajarme para
comprar un billete con destino Basilea (39 francos), de la misma manera que
hice en el viaje de ida. En los trenes salvo casos muy puntuales, según me
comentaron, los revisores no te venden billetes. Lo bueno que como el tren en
el que viajaba hacía una parada de 10 minutos, me dio tiempo a salir, sacar el
billete de una máquina y volver a montarme, así que mejor imposible.
A las 21.30 de la noche, llegaba a la estación de trenes de
Basilea, donde tras salir a la calle y situarme un poco, podría tomar el
tranvía número 16 que tras dos paradas me dejaría en la llamada Tellplatz, a
una manzana caminando de mi siguiente alojamiento: el Basel Backpack, donde
pasaría mi última noche en Suiza (32 francos, sin desayuno incluido). Tenías
derecho a las sábanas y a la taquilla y también me dieron una tarjeta con la
que me podía mover de forma gratuita por la ciudad durante todo el día
siguiente. Era el más barato de los tres en los que había estado, pero también
el que más viejo se veía, pero no se puede decir que estuviera mal, era
aceptable. También la habitación era la más amplia y con más camas de todos los
hostales en los que me había alojado, tendría unas 10 camas.
Me tocaría
compartir cuarto con un grupo de Búlgaros que venían a hacer negocios al día
siguiente y con los que estuve cruzando alguna que otra palabra en inglés como
pude.
También tuvimos que sufrir todos a un tipo indio que no paró de roncar en
toda la noche y que parecía que se había tragado un altavoz, pues sus ronquidos
retumbaban por toda la habitación. Y esto sin habernos ido realmente a dormir,
ya que el llevaba ya en el cuarto un buen rato y se había quedado frito. La
noche parecía que iba a ser toledana.
Una vez que acabé de preparar todo para el día
siguiente y después de picarme una bolsa de patatas y unas chocolatinas que saqué de una máquina que había por allí,
me dispuse a afrontar la temible noche que se presagiaba.
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