LISBOA - DIA 2. Sintra

28 de Marzo de 2013.

Hoy, dado que era el día que más fresco y menos cansado iba a estar, decidí pegarme el mayor madrugón con diferencia con respecto al resto de días. Y es que a las 6.40 de la mañana sonaba el chirriante sonido del despertador, para que luego digan que la vida del turista no es dura.

Conseguí ponerme en pie rápido, cosa rara, porque se me suelen pegar las sábanas, pero también es cierto que quería hacer muchas  cosas en la jornada que comenzaba, por lo que si empezaba ya a perder el tiempo, entonces seguro que no iba a conseguir los objetivos que tenía marcados. Así que me arreglé rápido, bajé a desayunar el buffet del hotel que lo tenía incluido, muy bueno por cierto, y anduve los ni siquiera cinco minutos que había hasta la estación de Oriente, uno de los lugares desde donde salen los trenes hacia Sintra.

Como contaba ayer, no saqué billete de transporte para uno de los días, que justamente era hoy, pues en este caso salvo que tengas la Lisboa Card, hay que pagarlo a parte al salir de la capital. La ida y la vuelta me salió por 4,80 euros. Los trenes vienen rápido y hay un montón, por lo que a las 08.07 minutos me encontraba ya subiendo en uno con rumbo a la pequeña, pero matona, localidad de Sintra.

Tras alrededor de una hora, llegaba a la estación de tren, la cual está bastante céntrica, como a diez minutos de pleno centro, lo que te permite moverte andando por toda la ciudad.

Sintra se encuentra en la sierra del mismo nombre y ha servido de inspiración para grandes escritores como Lord Byron, ha sido un lugar de tranquilidad y retiro para las órdenes religiosas y un oasis para venir a descansar y relajarse en verano a los reyes portugueses. De todo ello se deduce el porqué de todo el patrimonio histórico que se distribuye por tan poco espacio, relativamente. Son por todas esas razones que la UNESCO la declarase patrimonio de la Humanidad en 1995 y otra razón más para venir a visitarla.

Tras bajar una pequeña calle, me encontraría, de primeras, con el bello edificio de la Cámara Municipal o Ayuntamiento, donde empecé ya a desenfundar la cámara y sacar las primeras fotillos y tras andar  unos cuantos minutos más, por un paseo que te lleva al centro histórico y desde el que ya puedes ver la primera imagen de la localidad y las inconfundibles chimeneas blancas del Palacio Nacional, por las que se caracteriza, se empezó a asentar en mi cabeza cierta idea.

Ayuntamiento de Sintra



Sintra desde las cercanías del Ayuntamiento

Dado que era pronto, sólo las 9.15, y todavía no había nada abierto y como no sé estarme quieto y ya se podía distinguir en lo más alto de una de las colinas de la ciudad, el castillo de los Moros, pues me dije: -¿Y por qué no? Y ni corto ni perezoso me puse a la faena de llegar andando hasta la cima y así de paso bajaba el desayuno. Se trata de un paseo en continua subida de unos 45 minutos, por lo que se puede hacer un poco duro sino tienes una buena forma física, pero vamos tampoco es nada del otro mundo. No obstante, sino te apetece pegarte el palizón, siempre puedes tomar el bus 434 que te lleva hasta este y su vecino, el palacio da Pena.

Yo comencé la subida internándome por un parquecillo, llamado de la Liberdade, que había allí mismo con un montón de esculturas de animales, pero realizadas un poco de forma estrambótica, para una vez atravesado este seguir por unas escaleras y después internarme por los senderos de la sierra de Sintra, hasta conseguir llegar a donde se encuentran las taquillas para sacar en ellas una entrada conjunta para el Castillo de los Moros y el Palacio de Pena con la que te ahorras unos eurichis en vez de si sacas cada una por separado. Me costó 17 euros. Con la Lisboa Card te hacen un descuento de dos euros en uno y tres en el otro, por lo tanto 5 euros que se sumaban a mi margen, más los del transporte hasta aquí de esta mañana.

Parque da Liberdade

Con las entradas ya en mi poder, decidiría empezar por el Palacio da Pena. Serían como otros diez minutos andando hasta la entrada principal, pero aquí también hay, para los menos deportistas, como un pequeño trenecito que te sube hasta la puerta, por lo que no hay ningún problema si sólo quieres dar los pasos justos. Es importante llegar pronto porque sino a veces las filas que se montan son monumentales. Yo a las diez en punto estaba entrando por la puerta.

Palacio da Pena

Efectivamente, allí me encontraba, sobre una colina a 500 metros de altura y a unos 4 km de Sintra y rodeado de un entorno natural inmejorable. El palacio es una mezcla de estilos, especialmente el romántico portugués, y es realmente peculiar y bonito. Esta joya fue la realización del sueño de Fernando de Sajonia, un príncipe alemán que contrajo matrimonio con la reina María II, convirtiéndose así en el rey consorte de Portugal. Este hombre era un entusiasta tanto de las artes como de la naturaleza y al ver por primera vez la sierra de Sintra, se enamoró del paisaje y decidió adquirir aquí un terreno y construir este increíble palacio a imitación de los de Baviera.

Palacio da Pena

Una vez atravesada su exuberante puerta, ya sólo me quedaba comenzar a disfrutar del interior. Una de las primeras cosas que me sorprendió fue el Arco del Tritón, una extraña criatura, medio hombre medio pez, que te vigila amenazador, pero este no era más que un pequeño detalle, ya que al mismo le seguirían lugares como el patio dos Arcos con increíbles vistas de la sierra, los claustros del antiguo monasterio restaurado, la capilla, etc.

Y todo ello bajo la influencia del llamativo estilo manuelino con elementos medievales y árabes, azulejos, figuras mitológicas, galerías de arcos y la utilización del rosa y el amarillo como los colores elegidos para crear al final un palacio de cuento de hadas.

Palacio da Pena

Palacio da Pena

Palacio da Pena

Además las habitaciones interiores tampoco le van a la zaga al exterior, pues te encuentras con estancias como el salón árabe, el dormitorio de Manuel II, el salón de baile con vidrieras traídas de Alemania, jarrones de porcelana china, figuras orientales que sostienen candelabros, etc. Vamos que como se ve no tiene desperdicio se mire por donde se mire.

Interior Palacio da Pena

Interior Palacio da Pena

Era el momento de dejar esta joyita en bruto, que por cierto estaba ya intransitable de la gente que había. No se podía dar ni un paso sin tener que esquivar a alguien o sin chocar directamente. De hecho, cuando salí por la gran verja que lo protege, la fila era ya impresionante, me dieron escalofríos y todo, sólo de verla.

Seguí caminando hasta, de nuevo, la taquilla y desde esta, otro pequeño paseo de diez minutos me llevaría hasta la entrada del Castillo de los Moros, un espacio muchísimo más amplio y donde no había problemas de masas. Si hay algo que destaca aquí por encima de cualquier otra cosa son, sin duda, sus impresionantes vistas desde prácticamente cualquier lugar en el que te sitúes. Nada más atravesar el control de acceso, me pondría a trotar cual cabra y empezaría a subir por la senda pegada a la muralla que se adapta perfectamente al relieve de la colina. Así me iría encontrando con una torre de vigilancia tras otra, hasta llegar al objetivo final: la torre Real, desde donde las vistas son espectaculares, divisando el palacio da Pena, justo en frente, todas las murallas y torres del propio castillo de los Moros y gran parte de la sierra de Sintra. Además desde las distintas torres que vas dejando en el camino tienes unas vistas de lo más chulas de la propia Sintra.

Sintra desde el Castillo de los Moros

Castillo de los Moros

Castillo de los Moros

Pero no contento con todo esto y después de pasarme un buen rato contemplando el espectáculo, bajé y me fui hacia la dirección contraria del recinto, donde pude ver más torres, murallas defensivas y, de nuevo, tremendas vistas.

Castillo de los Moros

Castillo de los Moros

De esta manera y tras tanto deleite eran ya casi las dos de la tarde. Vamos que se me había pasado la mañana en un suspiro y ni me había enterado. Así que me dispuse a bajar de nuevo todo lo que a primera hora había subido y tras media hora y una vez en el pueblo, crucé este por completo en sentido contrario de donde venía y me dirigí hacia mi siguiente destino: la misteriosa Quinta da Regaleira (6 euros) Con la Lisboa Card te hacen el 20% de descuento. Este lugar fue el sueño hecho realidad de un excéntrico millonario llamado Antonio Carvalho Monteiro, que invirtió una auténtica fortuna en crear este lugar que te produce un sentimiento de curiosidad y asombro desde el mismo momento que entras en su interior.

Palacio de la Regaleira

Como prácticamente estaba al lado de la entrada, decidí comenzar la visita en el palacio da Regaleira, que parece sacado de la mejor película de miedo. De aspecto lúgubre y tétrico y más si cabe con un día nublado como el que hacía, desde luego que no invitaba, en absoluto, a pasar una noche en él. Una vez dentro, la visita la realizas bajo una luz tenue, salas oscuras y poco iluminadas y el crujir de las viejas maderas, según vas pisando y avanzando por su interior. Lo que ofrecen estas estancias no son gran cosa, nada más que planos de su construcción y poca cosa más, pero el sentimiento de estar en una película de miedo te llama ciertamente la atención.

Palacio de la Regaleira

Palacio de la Regaleira

Una vez ya fuera de tan peculiar edificio, comenzaría el viaje al mundo de lo esotérico, la alquimia, los misterios de órdenes religiosas como los templarios y los masones y demás ramas de lo oculto. Y es que sus jardines son una mezcla de todo ello. Con la incertidumbre de no saber lo que descubriría en mi camino, comenzaría a andar, y poco a poco me iría encontrando con auténticas sorpresas, cada vez que doblaba alguna esquina, tales como la Gruta de Leda, una cueva con una escultura y una pequeña cascada en su interior; pequeños torreones y torres a los que podías acceder,  por sus pequeñas escaleras, hasta lo más alto de los mismos, etc. Sería en uno de ellos, acompañado de unas excelentes vistas de la zona, donde haría un alto para comer dos sándwiches que traía del día anterior. El día no daba tregua.

Torre de la Regaleira.Quinta da Regaleira

Sintra desde Quinta da Regaleira

Así seguiría mi camino con la sucesión de lugares impregnados de magia y misterio, hasta llegar a un lugar conocido con el nombre de “Portal de los Guardianes”.

Portal de los Guardianes.Quinta da Regaleira

Me introduje en su interior y un misterioso túnel apenas iluminado y por el que te costaba avanzar al estar casi a oscuras, me llevó al asombroso Pozo Iniciático, una torre invertida que se hunde 27 metros en el interior de la tierra, con acceso a través de una monumental escalinata en espiral. Esta tiene connotaciones herméticas y alquímicas, donde se intensifica la relación entre la tierra y el cielo, de acuerdo con la Divina Comedia de Dante.

Yo al entrar por donde entré había aparecido como a la mitad del pozo, por lo que decidí primero subir al cielo, para después, bajar hasta los infiernos y allí encontrarme, de nuevo, más pasadizos casi a oscuras con grutas laberínticas que me condujeron a lugares como el Pozo Imperfecto, muy curioso y parecido en parte al Iniciático o al Lago de la Cascada con piedras sobre el agua para ir saltando una sobre otra, además de un precioso salto de agua, que se podía ver desde alguno de los pasadizos.

Pozo Iniciático. Quinta da Regaleira

Gruta de Oriente. Quinta da Regaleira

Gruta del Lago de la Cascada.Quinta da Regaleira

Ya con la luz que a duras penas dejaban pasar las nubes, llegaría a un nuevo lugar conocido como la Gruta del Laberinto, donde todo hay que decirlo, las pasé canutas, pues no se veía absolutamente nada. Esta consiste en llegar a una salida distinta de la que has entrado y en esta ocasión ni siquiera, la débil luz de mi antiguo móvil podía ayudarme, por lo que  tuve que ir a tientas y palpando la roca, para conseguir después de unos diez minutos, llegar hasta el extremo del pasadizo. Realmente lo que más miedo me dio aquí fue acabar con una bonita brecha en mi cabeza, pero bueno, gracias a Dios, conseguí librarme.

Poco quedaba ya por hacer después de tantas aventuras, sólo disfrutar del paseo conocido como de los Dioses, con la alineación de estatuas de Divinidades clásicas, y de la visión de otro pequeño lago, para de esta manera concluir esta fabulosa visita que me había llevado al mundo de lo enigmático y lo desconocido.

Eran las 17.30 cuando salí y me encaminé a paso ligero hacia lo que para mí ya sería la guinda del pastel si me daba tiempo a llegar. Hablo, ni más ni menos, que del Palacio Nacional, el cual está en pleno centro de Sintra y en cuya puerta de entrada me había plantado en tan sólo diez minutos. Y… ¡Bingo! No cerraban hasta las 19.00 por lo que la fortuna estaba de mi lado. Pagué los 9 eurazos de la entrada (Gratis con la Lisboa Card) y me encaminé a disfrutar de la visita. Este conjunto está constituido por diversos cuerpos edificados en épocas sucesivas y constituye unos de los mejores ejemplares de arquitectura palaciega de Portugal y la más completa colección de azulejería mudéjar del mundo.

Entre las habitaciones que pude ir viendo, realmente destacables fueron: la Sala de los Cisnes, con un maravilloso artesonado del S.XVII pintado con este animal; la espectacular Sala dos Brasoes con una majestuosa bóveda decorada con los escudos de armas de 72 familias nobiliarias, además de contar su parte baja de estar recubierta en su totalidad de azulejos del siglo XVIII; la curiosa Sala las Pegas, decorada con pinturas de cotorras, por el rey Joao I con la intención de burlarse de las damas de la corte; la capilla con mosaicos en el suelo y artesonado de roble y castaño en el techo; y por supuesto, entre otras muchas salas, la cocina, bajo las enormes chimeneas cónicas y ya en el exterior, unos pequeños jardines. Como se ve no tiene desperdicio.

Palacio Nacional

Como no podía ser de otra manera, apuré al máximo y salí al exterior casi anocheciendo, por lo que daría una vuelta por la pequeña localidad, antes de que se hiciera del todo de noche y paseando me encontraría con una pastelería que aquí es toda una institución por lo buenos que están sus dulces: “Piriquita I y II” Hay dos tiendas. Me compré dos mini tortas con un zumo (3,80 euros), que me supieron a gloria y me hicieron volver a subir al cielo, después de haber estado en los infiernos de Gante hacía ya un rato, y me hicieron poner fin a mi estancia en la maravillosa Sintra.

Sintra desde el Palacio Nacional

Centro Histórico

Sólo me restaba tomar de nuevo el tren hasta mi hotel, al que llegué a eso de las 20.30, y dar por zanjado el intenso día, que no había estado nada mal para empezar el viaje.

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