Había oído tantas veces hablar del ambiente nostálgico que se respira por los viejos barrios de la capital lisboeta, leído tantos artículos donde se hablaba de sus calles decadentes donde parecía que el tiempo se había detenido, escuchado lo maravilloso de sus atardeceres y el carácter abierto y amable de sus gentes, que decidí que de esta Semana Santa no pasaba sin ir a conocer a nuestra capital vecina. Y ya de paso la monumental Sintra, que tampoco deja indiferente a nadie.
Casi recién aterrizado de Londres, pues ni siquiera habían
transcurrido diez días, y con todavía presentes en mi cabeza los autobuses
rojos de dos pisos, las inconfundibles y puntuales campanadas del Big Ben, el
tenebroso y amenazador cielo gris y la complicada historia de los reyes e
instituciones británicas, me disponía a hacer una nueva escapada en los jugosos
cuatro días festivos de Semana Santa que venían por delante.
De la misma manera que el año pasado y viendo que la cosa me salió a la perfección
y dado que basta que hagas algo una vez para que se acabe convirtiendo en una
tradición y dado que las tradiciones hay que cumplirlas (excusa barata), pues
este año no iba a ser menos y seis meses antes me volvía a encontrar mirando
vuelos económicos para estas fechas tan señaladas y para este destino en
concreto. Ni que decir tiene que de igual manera que en Flandes, no se apuntó a
sacar el billete con tanta antelación ni Rita, por lo que, de nuevo, afrontaba en
solitario un nuevo viaje, lo que hacía que estuviese especialmente motivado y
es que, últimamente, le estaba cogiendo cada vez más el gusto a esto de
perderme sólo por ahí. Algo que ya no sé si es bueno o malo, porque de alguna
manera te vuelve algo más individualista y luego te cuesta más adaptarte a
viajar con gente.
En mi búsqueda de chollos, como comentaba, me centré
especialmente en la capital de nuestro
querido vecino portugués, ya que no quería dejar pasar ni un año más sin
conocer una ciudad como Lisboa que tan vinculada ha estado muchas veces a
España y a la historia de los descubrimientos y de la navegación y siguiendo,
al igual que nuestro país, en muchos aspectos destinos paralelos. Si además a
esto le añadimos que ya conocía algo del norte y del sur de Portugal, pues era
ya casi una obligación que pasara varios días en esta zona de la Península
Ibérica.
Tras mirar en compañías de bajo coste y después de que no me
convencieran ni los horarios ni los precios, me puse a indagar en diferentes
buscadores hasta que sonó la frase: “Señores, han cantado Bingo” Y es que
efectivamente había encontrado un billete por 80 euros con TAP Portugal,
saliendo el Miércoles por la noche y volviendo el Domingo, también por la
noche, vamos que ni pintado, justo lo que quería y a un precio que me pareció
más que económico.
De esta manera a las 20.15 despegábamos de la terminal dos
de lo más puntuales con la compañía estrella y líder de nuestro vecino. Ya en
vuelo y a mitad del mismo, realmente que me quedaría con la boca abierta, al
ver que las señoritas azafatas empezaban a darnos gratis a todos los pasajeros
un pack de un mini zumo de fresa, un bocata de jamón y queso y lo que quisieras
de beber, más si luego te apetecía, te daban a elegir café o té.
Todo esto con
una hora de vuelo. Vamos que no recordaba algo así desde hacía siglos. Así que
bravo por TAP PORTUGAL, que sigue tratando con tanto esmero a sus clientes.
Ni que decir tiene que con todo esto se me pasó el vuelo
como si fuera un chasquido y como además en Lisboa es una hora menos, pues
vamos que parecía que el tiempo se había detenido pues salimos de Madrid a una
hora y llegábamos a la misma, ¡Tachán! ¡Magia!
Bajé del avión y una vez ya fuera de la zona de seguridad,
lo primero que hice fue dirigirme hacia una oficina de turismo que había en la
terminal. Tenía varias dudas acerca de la Lisboa Card, la típica tarjeta con la
que supuestamente te sale todo más barato y con la que te ahorras una pasta en
comparación de si lo haces por separado y pagando por cada lugar en concreto.
Pero aquí es donde hay que ponerse a echar cuentas y valorar bien las circunstancias de cada
uno, los días que se va a estar y lo que se quiere ver, porque en base a todo
esto a lo mejor puede ser que no sea tan rentable. Con esta tarjeta tienes
derecho a utilizar el transporte público de forma ilimitada durante uno, dos o
tres días, incluyendo los trenes a Sintra y Cascáis, más la entrada a unos 25
lugares turísticos entre museos y
monumentos y descuentos en otros que hay que pagar. Yo venía claramente con la
idea de sacar una para tres días (39 euros), pero me encontré con algunos
detalles que en unos minutos me hicieron replantearme el que hacer.
Desgraciadamente muchas veces te precipitas a la hora de tomar una decisión y
la jugada te sale mal por no pensar bien las cosas. De esta manera me sentía
yo, después de pasadas unas horas y no haberla comprado. El motivo por el que
cambié mi idea inicial sería debido a que me informaron de que el Domingo se
celebraba la Pascua y por tanto todos los lugares turísticos iban a permanecer
cerrados, por lo que el día de gratuidad de los museos y monumentos lo pasaban
al Viernes, con lo cual iba a ser un día que ya no la podías utilizar. Si a
esto se le añade que hay que pagar en determinados sitios y sólo te hacen un
pequeño descuento y la tarjeta de tres días para todo el transporte público me
salía por 18 euros (ya que uno no estaría en la capital), pues tomé la decisión
de optar por esto último. De tal manera que el margen que tenía en los siguientes
días para entrar en los sitios era de 21 euros. Veríamos a ver si no la había
cagado y la cosa me salía cara.
Después de todo este coñazo contable y de mis cábalas
aritméticas, por fin cogí el metro en el mismo aeropuerto con mi tarjeta de
transporte recién adquirida, como he contado, y tan sólo tres paradas después
me estaba bajando en la estación de Oriente.
Estación de Oriente |
Aún así, cuando entraba por la puerta de la habitación eran ya las 21.30, hora lisboeta, por lo que poco más haría por hoy, ya que me esperaban cuatro días de lo más intensos y había que estar descansados para afrontarlos.
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