Llevaba tiempo queriendo visitar uno de esos lugares que,
pese a no gozar del renombre de otras ruinas clásicas, está considerado por
muchos expertos como un hallazgo excepcional dentro del patrimonio arqueológico
de España. Hablo de la Villa Romana de La Olmeda, descubierta por casualidad a
finales de los años sesenta en plena Tierra de Campos, y hoy convertida en uno
de los yacimientos más significativos de la Hispania romana. Así que, sin darle
más vueltas, decidí organizar un viaje de fin de semana para conocer de cerca
este vestigio de la Antigüedad y, ya que estaba en la zona, aprovechar para
visitar también la cercana localidad de Saldaña.
VILLA ROMANA DE LA OLMEDA
La Olmeda no apareció tras años de campañas arqueológicas, sino como tantas veces sucede, por azar. En 1968, Javier Cortes, propietario de las tierras, advirtió durante unos trabajos agrícolas la existencia de estructuras subterráneas de piedra. Pronto se confirmaron las sospechas: bajo el suelo palentino descansaba una villa tardorromana de gran riqueza, tanto por su extensión como por el contenido artístico que albergaba. En lugar de entregar el hallazgo al abandono, Cortes financió excavaciones sistemáticas durante décadas, sentando las bases de lo que hoy se considera uno de los enclaves rurales romanos más importantes de toda Europa Occidental.
Villa Romana de La Olmeda |
Villa Romana de La Olmeda |
La villa, datada entre los siglos IV y V d.C., representa un modelo de explotación agraria señorial del Bajo Imperio, un sistema en el que el poder político, económico y simbólico se concentraba en manos del dominus, propietario de extensos latifundios que combinaban producción agrícola y prestigio social. La Olmeda muestra ese doble carácter con claridad: por un lado, su organización funcional y doméstica; por otro, la ostentación cultural de su decoración interior, que revela un dominio perfectamente integrado en la élite romana.
Villa Romana de La Olmeda |
Villa Romana de La Olmeda |
El edificio principal, de planta casi cuadrada, abarca más de 4.000 metros cuadrados. En torno a un amplio peristilo central se distribuyen más de treinta estancias, entre las que se incluyen dormitorios, salas de recepción, termas privadas, espacios de servicio y un gran triclinium o comedor ceremonial. La distribución no responde al azar: cada estancia tenía una función específica dentro del orden social y doméstico romano. El conjunto está construido con gran regularidad, utilizando materiales locales y técnicas propias del Bajo Imperio, y presenta una notable articulación en torno a los ejes del poder doméstico y del confort térmico, como demuestra la compleja red de hipocaustos, canales y hornos de calefacción subterránea.
Sin embargo, lo que convierte a La Olmeda en una joya singular es el conjunto decorativo de mosaicos que alberga. Se conservan más de mil metros cuadrados revestidos con motivos geométricos y figurativos, entre los que sobresale el gran conjunto del salón de recepciones: una escena mitológica en la que Ulises, atado al mástil de su nave, resiste los cantos de las sirenas mientras sus compañeros reman con los oídos tapados. A su alrededor se despliegan retratos, figuras legendarias, escenas de caza y una rica iconografía animal, compuesta con una maestría que asombra por su vitalidad y perfección técnica. No se trata de un simple pavimento: es una declaración de identidad cultural, un espejo del mundo clásico y una muestra del refinamiento estético de su propietario.
Mosaicos de la Villa Romana de La Olmeda |
Mosaicos de la Villa Romana de La Olmeda |
El resto de las estancias no desmerecen en absoluto: hay escenas de caza, paneles de medallones, figuras en movimiento y juegos de simetrías que recorren habitaciones y corredores. El estado de conservación es extraordinario, y la musealización —moderna, respetuosa, bien ejecutada— permite recorrer el conjunto desde pasarelas elevadas sin interferir en los restos arqueológicos. La estructura que lo cubre, de acero y vidrio, protege la villa y ofrece luz natural, creando una experiencia de visita didáctica y contemplativa a la vez.
Villa Romana de La Olmeda |
Mosaicos de la Villa Romana de La Olmeda |
Además del edificio principal, el yacimiento incluye otros elementos: una necrópolis, varias dependencias agrarias y los restos de una aldea tardoantigua en las inmediaciones, lo que confirma la pervivencia de la explotación más allá del abandono de la villa. La Olmeda, por tanto, no es un simple ejemplo aislado de arquitectura rural, sino una auténtica unidad territorial articulada en torno a un centro de poder privado.
Mosaicos de la Villa Romana de La Olmeda |
Mosaico de la Villa Romana de La Olmeda |
La visita culmina en el museo monográfico ubicado en Saldaña, donde se conservan los objetos hallados en las excavaciones: ánforas, lucernas, fíbulas, utensilios domésticos, joyas, monedas y restos arquitectónicos. Las vitrinas ayudan a reconstruir los hábitos de vida en la villa, mientras que los paneles explicativos contextualizan La Olmeda dentro del proceso de romanización de la meseta norte y del declive del mundo clásico en Hispania.
SALDAÑA
A escasos kilómetros de La Olmeda se encuentra Saldaña, una
villa con pasado noble y carácter propio, que fue en su día cabecera del
condado que lleva su nombre y uno de los núcleos más relevantes del norte
palentino. Saldaña no impresiona por la grandiosidad de sus monumentos, pero sí
por la densidad histórica que se respira en su casco urbano, donde se mezclan
épocas y estilos con una naturalidad que solo concede el paso del tiempo.
El trazado urbano es irregular, medieval en su concepción, con calles estrechas que desembocan en pequeñas plazas porticadas, donde aún se conservan casas de arquitectura tradicional, algunas de ellas con entramados de madera y aleros generosos que protegen del sol y la lluvia. El corazón del pueblo es la Plaza Vieja, rodeada de soportales y comercios, que sigue albergando el mercado semanal como en tiempos pasados.
Plaza Vieja. Saldaña |
Plaza Vieja.Saldaña |
Plaza Vieja. Saldaña |
Pero si hay un rincón que capta de inmediato la atención del visitante, ese es la conocida como Casa Torcida, una de las construcciones más singulares de la villa. Su nombre no es casual: el edificio parece desafiar la lógica arquitectónica, con su estructura de madera inclinada, como si los siglos y el paso del tiempo la hubiesen vencido poco a poco, sin llegar nunca a derribarla. Es un ejemplo extraordinario de arquitectura tradicional en entramado de madera, con voladizos que sobresalen de manera llamativa y una silueta que ha resistido generaciones enteras. No se trata solo de un capricho visual: encarna la adaptación de la arquitectura popular a los materiales disponibles, al clima y a la vida doméstica de la época.
Casa Torcida. Saldaña |
Uno de los edificios más relevantes de la localidad es la iglesia de San Pedro, de origen románico, aunque muy transformada, que hoy acoge el Centro de Interpretación de la Villa Romana de La Olmeda. El templo, de nave única, conserva algunos restos medievales y ha sido adaptado para ofrecer un recorrido por la historia del yacimiento y por la evolución de la ocupación humana en la comarca desde época prerromana hasta la Edad Media.
Iglesia de San Pedro.Saldaña |
Merecen mención también los restos del convento de San Francisco, de fundación medieval, del que se conservan algunas partes del claustro y estructuras góticas dispersas; la iglesia de San Juan, de factura más tardía, que combina elementos góticos y barrocos; y varias casonas nobiliarias que se alinean en la calle Mayor, testimonio del poder económico de las familias que controlaron la villa durante siglos.
A todo esto se suma el entorno natural del río Carrión, que fluye a las afueras y proporciona un fondo verde al núcleo urbano, recordando que Saldaña no fue solo un enclave defensivo y señorial, sino también un centro vinculado a las rutas ganaderas y a la vida agrícola de la comarca.
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