CANADA - DIA 14. Yoho: pura naturaleza salvaje

13 de Julio de 2012.

Desayunamos en la habitación, al igual que en días anteriores, unos donuts y unos cartones de leche con chocolate, bien fría, que habíamos comprado el día anterior. Lo bueno que en Canadá, al igual que en USA, muchas habitaciones tienen microondas y frigorífico, por lo que te apañas bastante bien a la hora de madrugar y planificarte y no tener que buscar un lugar para tomar algo. Ya con la tripa llena afrontaríamos los 105 km que separan Radium Hot Springs de Golden. En este segundo haríamos una pequeña parada para ver el puente de madera sin apoyo más largo de Canadá, llamado Kiching Horse Pedestrian Bridge. Aquí estaríamos un rato, tampoco mucho, para poco después tomar la carretera que nos llevaría al interior del Parque Nacional de Yoho.


Kicking Horse Pedestrian Bridge.Golden


Seguíamos conociendo el maravilloso oeste canadiense, que curiosamente y según los geólogos, fue el último pedazo de tierra en incorporarse al continente y lo hizo chocando repetitivamente contra la placa americana. A cada empujón de la placa del Pacífico, que se iba hundiendo debajo de la americana, antiguos fondos marinos emergían en un proceso que acabó hace unos 65 millones de años, lo que acabó con la verticalidad imponente de las Rocosas, consecuencia de esas colisiones violentas, siendo Yoho otro pequeño trozo de ellas. Éste, que se pronuncia con úes en lugar de oes, era una palabra de admiración de los indios de la raza cree y aunque es el más pequeño de los cuatro parques que conforman las rocosas, sin embargo también es el más bravo, con aguas espumosas, cimas amenazantes y lagos glaciares.

Pronto haríamos el primer alto en el camino para comenzar la ruta de las Wapta Falls, una de las cataratas más grandes, no ya de las Rocosas, sino de todo Canadá. Miden 150 metros de ancho y tienen una caída de 30 metros. La ruta son 5 km, ida y vuelta, y es casi llana en todo su recorrido, salvo al final que salvas un pequeño desnivel. Conviene no quedarse en el primer mirador, ya que si sigues a la derecha por una senda, primero llegas a un repecho y luego hasta la orilla del río, donde las vistas son muchísimo mejores desde ambos puestos, lo que pasa que no están señalizadas.


Senda hacia las Wapta Falls

Wapta Falls

De vuelta al coche, retomaríamos la carretera principal, para unos kilómetros más adelante, volver a desviarnos para realizar la segunda caminata de la mañana, los “hoodoos”. Se supone que son 1,6 kilómetros de ida y vuelta, pero no se tiene en cuenta que hay que sumarles algo más si se añade la última parte de la misma, donde hay una bifurcación hacia los miradores superior e inferior , por lo que si lo haces todo, como nosotros, al final te pones en unos 4 km. Esta sí que es una ruta dura, ya que es en continuo ascenso y salvando un desnivel de 300 metros en tan pequeña distancia, lo que hace que se la pueda calificar de rompe piernas. La recompensa fue algo completamente inusual de lo que llevábamos visto hasta ahora, un montón de rocas equilibradas encima de altos pilares creados por la glaciación. A mí me encantó, a mi amigo no tanto, pero hay que reconocer que curioso y original es y que al menos para mí, sí que mereció la pena el esfuerzo. Desde el mirador inferior se ven un poco lejanas y distantes, por lo que creo que merece más la pena el superior, ya que las acabas teniendo al lado, por lo que aconsejo que si se quiere prescindir de alguno se haga del inferior antes que del otro.


Hoodoos

Hoodoos

Hoodoos

Después de acabar con las piernas algo cargadas de la bajada, conduje hasta el siguiente destino, el Natural Bridge, donde encontramos un mirador desde el que pudimos observar las vistas soberbias y la virulencia erosionadora del río Kiching Horse, cuyas gotas perseverantes convirtieron lo que fue el lecho de una cascada en un puente natural de piedra. Te sobrecogía la fuerza con la que iba el agua.


Natural Bridge

A unos 11 km de aquí, se encontraba el lago Emerald, un fabuloso lago de color turquesa, donde decidiríamos comernos los sándwiches de rigor y, últimamente, ya toda una tradición. Un poco repetitivo, pero desde luego económico y rápido, por lo que supone de ahorro y de más tiempo para disfrutar del entorno. Una vez que nos relajamos con el almuerzo, dimos un breve paseo por la orilla del lago, antes de continuar con los planes. Puedes rodearlo entero por un sendero de 5 km, pero nosotros, como he comentado, sólo haríamos unos dos, en plan tranquilo y con mucha calma. También puedes alquilar canoas en una de las orillas, pero son carísimas, pues te cobran 35 dólares por una hora y 60 por dos horas. Nosotros como ya lo hicimos en el este del país por 25 dólares, cuatro horas, pues como que nos lo perdonamos.


Emerald Lake

Emerald Lake

Ya relajados, nos montamos de nuevo en el coche y nos fuimos por la carretera que te conduce hacia las Takakkaw Falls. Antes de llegar a ellas pararíamos en dos ocasiones. La primera en el mirador Lower Spiral Tunnels, desde donde se puede observar como entran y salen trenes de los túneles cavados en las montañas. Estos fueron realizados en 1909 por la Canadian Pacific Railway. Lo singular de esta complicada obra de ingeniería son las espirales que conforman el túnel dentro de la propia montaña, pero evidentemente no se ve, por lo que se queda en un simple hecho anecdótico y te quedas como estás. La segunda parada es mucho más interesante ya que ves la unión de dos ríos, el Kiching Horse y el Yoho. Es sorprendente ver el volumen de tantísima agua y la fuerza con la que discurren ambos y que en esa unión no se mezclen el color de las aguas. Se distingue perfectamente el color blanco de uno y el color turquesa del otro, incluso después de ser ya uno sólo.

Y ahora sí, después de estas dos paraditas, llegábamos a la, sin igual, cascada: la “Takakkaw” que para los nativos significa “maravilloso”, “magnífico” y no podían haberla definido mejor ya que así es, algo descomunal. Una caída de 254 metros proveniente del glaciar Daly, que forma parte del campo de hielo Waputik y encima con el máximo caudal que se produce entre Junio y Julio. Nos fuimos acercando por la ruta de 1,6 km de ida y otros tantos de vuelta y ante la fuerza del agua pronto me quedaría sólo. Según me iba aproximando y teniéndola más encima, comencé a empaparme y a calarme hasta los huesos, ya que al despeñarse la masa de agua sobre el lecho de rocas que tiene justo debajo genera una nube de vapor de agua inmensa. Pero no me importaba, estaba sobrecogido, atrapado por la fuerza de la naturaleza, muy emocionado ante el panorama que tenía la suerte de estar disfrutando. Era un momento mágico, inolvidable. Además a estos especiales instantes había que sumarle la compañía de dos increíbles arco iris con más luz e intensidad de los que jamás había contemplado, tenía un nudo en la garganta del que me fue difícil deshacerme y es que sin lugar a dudas había sido el momento más emocionante vivido en Canadá hasta este momento.


Takakkaw Falls

Takakkaw Falls

Takakkaw Falls

Después de estos minutos en solitario tan intensos, me volví a unir a Javi y nos fuimos otro rato a contemplarla desde un poco más lejos ya que queríamos empacharnos de ella hasta intentar hartarnos, lo que a pesar de permanecer allí como pasmarotes durante más de hora y media, no conseguimos. Pero eran ya las ocho de la tarde y no había más tiempo para seguir disfrutando de Yoho, este increíble parque que siempre voy a recordar con un cariño especial.


Takakkaw Falls

Pronto llegaríamos a nuestro hospedaje en el pueblo de Lake Louise, el Hi Lake Louise, tipo albergue, pero con habitaciones dobles y los baños y las duchas compartidas. Cenaríamos en una hamburguesería cercana al centro de interpretación del pueblo, que no me acuerdo como se llamaba, muy cerca de un supermercado y regentada por chinos. Estaba todo bastante bueno y nos salió por 20 dólares por persona.

El día llegaba así a su fin con cierta incertidumbre, pues para mañana anunciaban lluvias, por primera vez desde que nos encontrábamos en Canadá, más allá de las típicas tormentas de verano, por lo que ya veríamos que tal lo llevábamos.

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