24 de Julio de 2012.
Entre unas cosas y otras, al
final, ayer no llegaríamos al hotel hasta las 23.30, entre la vuelta de los
jardines, la espera del autobús en el
centro para llegar hasta nuestro alojamiento, el picoteo de algo rápido para
cenar en un Seven Eleven, etc. Y encima hoy
tocaba viaje hasta Seattle y tocaba despertarse antes. Así que,
efectivamente, hoy estaba hecho polvo y encima hoy también terminaba nuestra
aventura canadiense después de 24 días por este país y de haber disfrutado
durante ellos de algunos de los paisajes más sobrecogedores del planeta, lo que
hacía que cierta tristeza se apoderase de mí. Tratando de ser positivo, por lo
menos pensaba que todavía quedaban dos días, bueno, realmente uno y medio, para
disfrutar de Seattle, lo que algo me animaba.
Así que después de desayunar nos
fuimos hacia la terminal de Ferrys de Victoria, en uno de los laterales de
Inner Harbour, muy cerca del Parlamento, para tomar el barco que nos llevaría
hasta allí. Los billetes los habíamos sacado el día anterior en la oficina de
turismo (98 dólares cada uno), por lo que sólo tuvimos que encaminarnos a los
mostradores de facturación y el control de pasaportes y esperar a que llegara
la hora de salida. Tardaríamos como tres horas en llegar al puerto de Seattle,
donde el control es mínimo y supone un simple trámite, ya que donde realmente
te paran algo más y te hacen algunas preguntas es antes de salir de Victoria y
por tanto de Canadá y antes de embarcar en el barco que te lleva a E.E.U.U.
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Seattle desde el Ferry |
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Seattle desde el Ferry |
Como nuestro hotel, el Five
Hotel, estaba a unos quince minutos andando, decidimos irnos para allá de esta
manera, lo que no sería una buena idea porque nos tocó subir unas cuantas
cuestas de pelotas con las maletas, lo que al menos para mí me hizo acabar
hasta las narices, pero en fin es lo que tiene no conocer el sitio.
Una vez que dejamos todo en el
hotel nos iríamos a comer unos sándwiches en un sitio cercano (10 dólares por
persona), donde ya se empezaba a notar la bajada de precios con respecto
Canadá, lo que suponía un alivio considerable. Ya con la tripa llena, nos
fuimos primero a la siempre famosa Space Needle, símbolo de Seattle y que ha aparecido
en un montón de películas y series de TV, por mencionar alguna, Anatomía de
Grey, una de las más famosas. Aquí decidimos sacar la entrada que te permite
acceder las veces que quieras durante 24 horas a la torre (27,60 dólares la
entrada), ya que nos apetecía ver las vistas de la ciudad tanto de día como de
noche. La entrada normal para acceder una sola vez te sale por 19 dólares, por
lo que yo creo que si hay tiempo, merece la pena sacar la primera de ellas.
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Space Needle |
Ya con nuestras entradas
esperaríamos una fila de media hora, pues hacía un día buenísimo y había
bastante gente, y para arriba que nos fuimos. En 40 segundos habíamos subido
los 160 metros que te llevan hasta la plataforma de observación, aunque la
altura real de la torre es de 184 metros. Desde esta pudimos ver todo el centro
de Seattle con sus rascacielos, además de varios kilómetros a la redonda más,
pudiendo localizar los Montes Olímpicos y las Montañas de la cordillera de las
Cascadas, el Monte Rainier, el Monte Baker y alguna que otra isla.
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Seattle desde Space Needle |
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Seattle desde Space Needle |
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Seattle desde Space Needle |
Estaríamos un largo rato, pues
pensábamos tomarnos la tarde con tranquilidad y cuando bajamos y después de
comprar unos regalos para la familia, nos fuimos dando otro paseo hasta el lago
Unión, un lago enorme pegado al centro de la ciudad. Estaba lleno de barcos
navegando y de gente haciendo deporte por sus alrededores, especialmente
jóvenes universitarios, ya que los campus no se encuentran lejos de aquí. Como
nos gustó la tranquilidad que se respiraba, nos sentamos cerca de la orilla a
relajarnos lo que quedaba de la tarde.
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Lake Union |
Media hora después de habernos
apoltronado allí, de repente, dos embarcaciones medianas con bandera de Puerto
Rico arribaban al pequeño embarcadero que teníamos delante de nosotros.
Desembarcaban de ellas dos personas y pronto llegarían como unas cinco o seis
personas más a pie. Sacarían de las neveras de los barcos unas cuantas
cervezas, se pondrían a freír en unas planchas que llevaban unos chorizos,
pusieron su música salsera y se lanzaron a bailar como posesos. Nos
entretuvimos bastante viendo lo bien que se lo montaron, lástima que no nos
invitasen a la fiesta, porque la verdad que me quedé con las ganas, je, je.
A eso de las ocho nos marchamos
al hotel a tirarnos un rato en las camas, antes de salir otra vez, tras una
hora de relax, a subir de nuevo al Space Needle, en esta ocasión para tener la ciudad a
nuestros pies iluminada. Era una pasada, por lo que no paramos de hacer fotos y
de extasiarnos con las vistas.
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Space Needle |
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Seattle Iluminado desde Space Needle |
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Seattle Iluminado desde Space Needle |
Estaríamos hasta pasadas las once por las alturas, por
lo que al bajar lo único que encontramos abierto fue un Seven Eleven, así que
nos compramos algo de fruta y leche para tomárnoslo en la habitación del hotel
y a descansar que ya era hora.
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