El tercer día
en la ciudad del pecado íbamos a separarnos, dado que Sergio y Cristina habían
contratado durante más de la mitad de la jornada un tour que les llevaría al
Gran Cañón. Ellos se levantarían bien temprano por esa razón, mientras que
nosotros nos lo tomaríamos con mucha calma y no bajaríamos a desayunar hasta
las 09.30. Tras disfrutar de unos donuts y un buen batido comprados en una tienda del hotel, nos dedicaríamos a
pasar la mañana paseando por “The Strip”, para volver a recrearnos con los
hoteles, sus casinos y su ambiente.
Al final se
pasaría el tiempo volando y sin darnos cuenta nos íbamos a plantar en la hora
de comer donde optaríamos por unas hamburguesas. Y como hoy sería, seguramente,
la jornada más calurosa que estábamos viviendo desde que llegamos aquí y no
teníamos ganas de seguir caminando, nos marcharíamos a nuestro hotel a
disfrutar de su piscina, lo que restaba de tarde, hasta que llegaran Sergio y
Cristina.
Sería esta
una gran decisión porque nos permitió reponer fuerzas a tope y descansar
bastante, tumbados en las hamacas. La piscina, para ser sinceros, no era gran
cosa pues el agua no te llegaba ni a la cintura y estaba bastante calentorra,
pero bueno, el caso era refrescarse de alguna manera y sobre todo descansar, lo
cual conseguiríamos con creces.
Cuando
llegaron nuestros amigos eran alrededor de las 18.30, por lo que subiríamos a
cambiarnos para estar a las 19.30 otra vez abajo y dirigirnos a la montaña rusa
de nuestro hotel. No podíamos quedarnos sin probarla, teniéndola tan cerca. La
atracción no tiene nada que envidiar a la de cualquier parque de atracciones de
prestigio e incluye un giro de 180 grados espectacular. Al ser huéspedes del
hotel el precio nos saldría bastante más económico de lo que suele ser normal,
por lo que no es significativo.
Tengo que
decir, también, que yo bajé un poco con mal cuerpo y es que en uno de los
tirones que da la montaña rusa en uno de sus giros me hice daño en las
cervicales y eso me originó un poco de malestar general, pero afortunadamente
en cuarenta minutos se me pasaría. Debe ser la edad y que uno ya no aguanta
como antes, je, je.
La siguiente
actividad a la que íbamos a dirigirnos sería un show que califican como el
mejor que se puede ver en la actualidad en Las Vegas. Me habían hablado de él
los amigos que habían estado antes por aquí y me insistieron hasta la saciedad
de que no podíamos perdérnoslo bajo ningún concepto. Si además nunca antes
habíamos visto el Circo del Sol, con mayor razón porque nos íbamos a quedar en
el sitio con lo que presenciaríamos.
Me estoy
refiriendo al espectáculo que tiene lugar en el teatro del hotel Wynn llamado
Le Reve. Las entradas las sacaríamos por internet unos meses antes y nos
costarían 141,90 dólares cada una. La hora elegida sería las 21.30 de la noche.
Cuarto de
hora antes ya estábamos en nuestras butacas y ante nosotros teníamos una
piscina circular en el centro del teatro con el techo cubierto de flores
gigantes de diferentes colores. Después de esperar unos minutos más las luces
se apagarían y comenzaría la actuación.
Le Reve.The Wynn Hotel. Las Vegas |
Aparecería
una mujer que en breves instantes se quedaría profundamente dormida, momento en
el que empiezan a fluir de su mente un conjunto de sueños y pensamientos de
todo tipo representados por seres mágicos y misteriosos que te van llevando de
fantasías alegres a tristes, de momentos felices a trágicos y todo ello
utilizando las acrobacias aéreas y la natación sincronizada para narrarlo. Pero
por si esto fuera poco, en algunas de las proezas que realizan están
acompañados por efectos especiales utilizando para ello fuego y humo, lo que lo
hace, si cabe, más sorprendente.
El
espectáculo duraría una hora y media, pero tuve la sensación que duró unos
minutos. No he visto algo tan increíble de este tipo en mi vida. No hay
palabras para describir lo que se siente y sólo se puede decir que hay que
verlo con tus propios ojos.
Cuando
salimos del teatro nos entretendríamos un rato fijándonos en el lujo interior
del Wynn y al final no saldríamos al exterior hasta las doce de la noche. En el
paseo hacia nuestro hotel no podríamos evitar quedarnos de nuevo a contemplar
el show de las fuentes del Bellagio y es que es otra de las cosas de las que me
enamoré en Las Vegas. Yo creo que lo hubiera podido ver veinte veces seguidas y
no cansarme.
Fuentes del Hotel Bellagio. Las Vegas |
Fuentes del Hotel Bellagio. Las Vegas |
Casi a punto de meternos en nuestro hotel, Sergio lanzaría un dardo envenenado proponiendo que si terminábamos las últimas horas en la ciudad tomándonos unas buenas cervezas. Sólo tardaríamos unos segundos en decirle que sí, salvo Cristina que se subiría a la habitación por estar agotada. El lugar elegido sería un pub del MGM Hotel que estaba en frente del nuestro y donde disfrutaríamos de varias Budweiser hasta casi las tres de la madrugada. ¿Se puede terminar mejor la estancia en Las Vegas?
The Strip. Las Vegas |
Hotel Paris. Las Vegas |
Hotel Caesar Palace. Las Vegas |
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