Se puede
calificar de auténtico infierno el despertar del día de hoy, después de haber
dormido tan sólo cuatro horas, pero no nos quedaba otra al tener que afrontar
la etapa más dura y larga de carretera de todo el viaje, pues teníamos unas
siete u ocho horas hasta nuestro alojamiento en Bishop, atravesando y
conociendo los puntos de interés del Death Valley.
A decir
verdad, no estaríamos muy inteligentes quedándonos hasta horas tan
intempestivas pero lo estábamos pasando tan bien que creo que eso era lo
importante, no pensando en cómo nos íbamos a levantar.
Éramos
zombis, almas en pena vagando por el hall del hotel con las maletas a cuestas
hasta alcanzar el coche que ya nos tenían preparado los encargados del parking.
En este momento, Sergio me diría muy efusivamente que si no me importaba que
condujera él, pues le hacía mucha ilusión al no haberlo probado todavía. La
verdad que accedí encantado a la bendita propuesta, pues estaba muerto y no
tenía ninguna gana de conducir. Así que todos contentos. En cuanto nos metimos
en el vehículo, Sergio se vendría arriba de la emoción de conducir en USA y el
resto nos quedaríamos fritos durante las algo menos de dos horas y los casi 150
kilómetros hasta la pequeña localidad de Shoshone, punto de acceso al Valle de
la Muerte y donde llenaríamos hasta más no poder el depósito de gasolina, pues
a partir de aquí es complicado encontrar alguna gasolinera en muchos kilómetros
a la redonda.
Entraríamos
por la carretera 178, que se encuentra a muy pocos kilómetros del pueblo de
Shoshone, girando a la izquierda. Ojo con continuar recto, por la 127, ya que
por esta no verías la mayor parte de los puntos de interés de este Parque
Nacional.
Pronto
atravesaríamos el cartel que nos daba la bienvenida al Death Valley y en unos
cuantos kilómetros más podríamos hacer la primera parada en el llamado Ashford
Mill Ruins, las ruinas de un viejo molino, construido para procesar el oro de
la mina de Ashford y con el que irían haciendo negocio sus diferentes
propietarios en la venta del mismo de unos a otros.
La bofetada
de calor sería importante al pasar del frescor del interior del coche al calor
seco exterior. Se avecinaba el día más duro de todos los que llevábamos en
cuanto a calor se refiere y es que el Parque Nacional del Valle de la Muerte,
ubicado en el desierto de Mojave, tiene el dudoso honor de ser el lugar más
profundo, seco y cálido de América del Norte. En el infernal verano la
temperatura puede alcanzar los 49 grados, de hecho, en 1913 llegó hasta los 57
grados. Nosotros, gracias a Dios, no estábamos en esos niveles pero los 41
grados, sí que podía hacer perfectamente.
Mormon Point
sería nuestra siguiente y breve parada para divisar la cordillera negra formada
por camas de ceniza. Su nombre viene, seguramente, de los exploradores mormones
que pasaron por este punto, pero no se sabe a ciencia cierta.
Nuestro
camino seguía avanzando por parajes desolados y estériles, sin rastro de alguna
forma de vida, hasta llegar al lugar más bajo de América del Norte, el
Badwater, encontrándose a 85 metros por debajo del nivel del mar. Pensaba que
el paisaje desértico no me diría nada, pero estaba totalmente equivocado, pues
la deslumbrante gama de colores lo convierten en un escenario de una belleza
sobrecogedora. Las brillantes placas salinas que ocupan la superficie de un
antiguo lago, nos acompañarían en el pequeño paseo que se puede dar por esta
zona. Eso sí, la temperatura era ya de unos 47 grados y se hacía ciertamente
insoportable permanecer aquí, por lo que tras las fotos de rigor nos
marcharíamos rápidamente a la protección del aire acondicionado del coche.
Badwater Basin. Death Valley Badwater Basin. Death Valley
Dos nuevos puntos de interés seguirían en nuestro recorrido:
- Artists Palette: en el que los depósitos minerales han creado franjas rojas, verdes, anaranjadas, moradas, rosas, etc. que colorean las colinas.
- Zabriskie Point: con unas bonitas vistas sobre las colinas arrugadas y 35 kilómetros cuadrados de dunas de arenas perfectamente esculpidas.
Si a esas
vistas excepcionales le sumas que corría una ligera brisa fresca, pues haría
que no nos moviéramos de aquí en más de media hora.
Es verdad
que este mirador se encuentra al final de una carretera sin salida y pilla un
poco a desmano de todo lo demás, pero merece muchísimo la pena y es una buena
idea reservar tiempo para visitarlo.
Death Valley desde Dantes View
Tras volver a la carretera 190, seguiríamos por el interior del Death Valley sin apenas hacer ya paradas, para llegar casi a las nueve de la noche a nuestro alojamiento en la localidad de Bishop.
El hotel que
teníamos reservado se llamaba Ramada Limited Bishop (79,74 dólares la
habitación). Era muy céntrico y desde él podías ir paseando a cualquier restaurante
del centro. Sin tener grandes lujos estaba limpio y correcto por lo que no se
podía pedir más.
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