28 de Agosto de 2009.
Amanecía cansado del tute de los días anteriores, pero
también es cierto que el cambio de aires que afrontábamos, en la jornada que
empezaba, me hacía estar ilusionado y es que hoy dejábamos el interior y las
zonas de montaña y veríamos por primera vez el mar en este viaje.
Efectivamente, en cuanto desayunáramos tendríamos delante la
maravillosa Costa Brava, después de toda una vida esperando para llegar a esta
zona del litoral español, que tanto se me había resistido.
A pesar del paso del tiempo esta zona costera todavía se
puede permitir el privilegio de seguir haciendo honor a su nombre. Es aquí
donde se juntan las montañas del Pirineo con el mar Mediterráneo, heredando del
primero su perfil montañoso con alturas que superan los 600 metros sobre el
nivel del mar, y del segundo sus diferentes tipos de viento que en ocasiones
causan estragos en las poblaciones cercanas.
Serían muchas las sorpresas que nos depararían tanto la
jornada actual como otra posterior, encontrándonos en nuestro camino
pueblecitos que no han perdido un ápice de su encanto, calas de aguas
cristalinas, monasterios aislados o parajes salvajes que todavía siguen
intactos y donde la huella del hombre sigue sin hacerse notar.
Y lo que son las cosas, el montaje idóneo de la ruta nos
hacía seguir sin dejar del todo el paisaje montañoso, pues el monasterio de
Sant Pere de Rodes, donde nos dirigíamos a primera hora de la mañana, se
encuentra encaramado en la montaña de la Verdera.
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Sant Pere de Rodes |
El origen de esta impresionante abadía, emplazada en un lugar espectacular del territorio del
Parque Natural del Cabo de Creus, parece situarse en un templo romano.
Documentos que datan del siglo IX confirman la existencia aquí de un primitivo
habitáculo de eremitas y, ya en el siglo X, de un monasterio benedictino que
llegó, con el tiempo, a acumular grandes territorios e importantes riquezas
artísticas.
Antes de entrar a conocer sus entresijos, bien merece la
pena detenerse en el exterior y sus alrededores para disfrutar de sus
espectaculares panorámicas y es que el monasterio se encuentra colgado del mar,
permitiendo obtener una amplia visión del Cabo de Creus, consiguiendo en días
claros abarcar hasta el golfo de León. Además se encuentra rodeado de rocas,
pinos y otra vegetación, que le aporta el complemento perfecto al entorno. Para
los que se animen, desde el lugar donde se encuentra, la ladera abrupta baja
hasta el mar a través de senderos.
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Costa Brava desde Sant Pere de Rodes |
Respecto al monasterio, su parte más destacable es la iglesia
abacial, románica de formas muy puras, su fachada está dominada por una
espléndida torre - campanario de cuatro
alturas y una torre cuadrada ciega, de carácter defensivo. Bajo el ábside se
abre la cripta en la que se albergan las supuestas reliquias de San Pedro
portadas desde Roma. El claustro ha perdido la mayor parte de sus capiteles
originales, pero conserva el aire recio que caracteriza a todo el conjunto
monástico. Hacia él convergían las principales dependencias del monasterio: el
refectorio, la sala capitular y la biblioteca, entre otras.
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Sant Pere de Rodes |
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Sant Pere de Rodes |
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Sant Pere de Rodes |
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Sant Pere de Rodes |
La entrada cuesta 5,50 euros y el horario es de 10:00 a
19:30.
Tras la visita, ahora sí, que llegaba el momento de
dirigirnos hacia plena Costa Brava, empezando a descubrirla por uno de sus
parajes más salvajes y mejor protegidos. Hablo del Cabo de Creus formado por
tierras de color oscuro, erosionadas por el viento de la tramontana, bajo un
cielo azul intenso que se pierde en la lejanía del horizonte.
Hace unos cincuenta millones de años, una convulsión geológica
de inmensa potencia hizo surgir de las aguas marinas la cordillera de los
Pirineos. El cabo de Creus, la estribación más oriental de esta formación
montañosa y de la Península, refleja la historia: los minerales más blandos de
este trozo de la corteza han cedido erosionados por el agua y el viento, y los
más duros adoptan formas de agujas y crestas afiladas. En la línea del mar, los
Pirineos han dibujado en el entorno del cabo algunas maravillosas calas en las
que resuena el bramido del mar, como las llamadas Bona, Jugadora y Fredosa.
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Cabo de Creus |
La carretera que avanza sobre el cabo es sinuosa y bordea
precipicios, pero merece la pena recorrerla pues como recompensa se accede a un
promontorio rocoso que se proyecta hacia el Mediterráneo. La imagen es de una
sobrecogedora belleza que bien parece la superficie lunar, por lo que no es
extraño que este lugar haya atraído a artistas y compositores.
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Cabo de Creus |
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Cabo de Creus |
En el punto más alto de la península se encuentra el faro,
situado en retaguardia, siendo el principal guía para los barcos que transitan
por esta zona del Mediterráneo. Es un lugar ideal para los amantes de las
grandes panorámicas, pudiendo descender hasta la punta caminando y con las
debidas precauciones.
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Cabo y Faro de Creus |
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Faro de Creus |
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Cabo de Creus |
Aunque nosotros no lo haríamos, otra excelente manera de
disfrutar de la salvaje belleza del cabo de Creus es bordearlo en barco, pues
desde el mar, y según nos explicaba un paisano de la zona, se ponen de relieve
los feroces acantilados, los entrantes y la imagen del faro vigilante.
Tan sólo son diez los kilómetros que separan el anterior
lugar de Cadaqués, nuestro siguiente destino, pero la enrevesada carretera y el
tráfico hacen necesario al menos media hora para llegar.
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Cadaqués |
Las calles de Cadaqués sobresalen por su arte y buen gusto.
Su caserío blanco y armónico, baja hasta el borde mismo del agua amparado al
fondo de una profunda bahía. Sobre él, como un imponente bastión defensivo se
levanta la iglesia de Santa María, imagen inseparable de la población. Aunque
el exterior de esta no hace concesiones a la ornamentación, en su interior
alberga una obra maestra del barroco catalán. Se trata del retablo principal,
un conjunto de esculturas, columnas salomónicas y molduras dorado y
policromado.
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Cadaqués |
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Cadaqués |
En cuanto a la arquitectura civil, destacan la casa Rahola y
la casa Serinyana, entre otras.
Pero Cadaqués más allá de ser una pequeña población
marinera, permanecerá siempre unida a la vanguardia artística por haberse
convertido en centro de reunión de numerosas figuras del siglo XX que han
buscado en ella su luminosidad y su paisaje. De entre todas ellas destaca la de
Salvador Dalí, pero Cadaqués ya había sido descubierta antes. Picasso había
estado allí en 1910, inventando el cubismo. Una década más tarde llegaron los
Pichot, los Dalí – Salvador y su hermana Ana María – y algunos excéntrico
amigos, como García Lorca o Buñuel.
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Cadaqués |
Cadaqués estaba predestinada a ser un pueblo de artistas;
tal vez en su origen fuera sólo una aldea olvidada de pescadores, pero era un
lugar mágico, privilegiado, que con el paso del tiempo sería más fácil
encontrar una galería de arte que una pescadería.
Si tuviera que poner un único pero a la población sería el
que sus playas son de piedras, lo que no sería óbice para tumbarnos en una de
ellas a descansar una parte de la tarde, lo que haría que no visitáramos un imprescindible
en la localidad para muchos, pero el cansancio podría más. Hablo del Museo
Perrot – Moore, ubicado en el viejo cine del pueblo, en pleno centro. Allí
pueden observarse picassos, matisses y otras obras modernas excepcionales, amén
de algunos rubens, grecos y otros cuadros magníficos. Para los adictos a Dalí,
en el semisótano se haya expuesta una colección de dibujos eróticos del pintor,
que lo sitúa entre los grandes genios del dibujo de todos los tiempos.
Para terminar el día habíamos elegido otro de los lugares
dalinianos por excelencia, sino el que más: Portlligat, una antigua barraca de
pescadores en la que Salvador Dalí compró en 1939 una casa popular a la vuelta
de una larga estancia fuera de España.
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Portlligat |
Con el tiempo iría ampliándola y sería el lugar donde
instalarían su residencia el artista y su mujer, Gala, en 1948. El
emplazamiento está lleno de encanto: una casa encalada de inmaculado blanco que
se refleja en el agua cae en zigzag sobre una pequeña playa de piedras,
arropada por los pinos y con un abrupto paisaje de lomas rocosas en el entorno.
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Casa Museo Salvador Dalí.Portlligat |
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Casa Museo Salvador Dalí.Portlligat |
Este sería el único lugar donde Salvador Dalí permaneció de
manera estable, donde viviría y trabajaría de forma continuada hasta el año
1982, fecha en que se produjo el fallecimiento de su esposa Gala, trasladándose
y fijando su nueva residencia en el castillo de Púbol, hasta su muerte.
Nada más entrar en la casa te recibe un oso que Dalí
utilizaba como paragüero. El interior es laberíntico y lleno de detalles estrambóticos
y objetos peculiares como un rinoceronte con alas y otros animales disecados.
Pero es su estudio el que destaca por encima de cualquier otra habitación,
donde parece que se ha detenido el tiempo con sus pinceles, utensilios,
acuarelas e incluso algún cuadro inacabado. En esta casa también llaman la
atención las enormes ventanas por las que se cuelan las vistas de Portlligat
que tanto influyeron en su obra. Otra estancia importante es la famosa
habitación ovalada con una acústica especial, aunque tampoco desmerecen la
atención el dormitorio con una decoración propia de un palacio o la peculiar
sala de los pájaros donde dicen que Dalí tenía hasta grillos.
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Recibidor. Casa Museo Salvador Dalí. Portlligat |
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Biblioteca. Casa Museo Salvador Dalí. Portlligat |
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Estudio. Casa Museo Salvador Dalí. Portlligat |
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Dormitorio. Casa Museo Salvador Dalí. Portlligat |
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Habitación Ovalada. Casa Museo Salvador Dalí. Portlligat |
Los exteriores tampoco le van a la zaga al interior y en
ellos se puede disfrutar de unas vistas excepcionales del mar y la Costa Brava,
así como los famosos huevos, una piscina inspirada en los jardines de la
Alhambra o el llamado Cristo de las Basuras, realizado con todo tipo de
materiales de diversa índole, tales como tuberías, tejas e incluso una barca de
pescadores.
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Costa Brava desde Casa Museo Salvador Dalí. Portlligat |
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Huevo del Jardín. Casa Museo Salvador Dalí. Portlligat |
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Cristo de las Basuras. Jardín Casa Museo Salvador Dalí. Portlligat |
Para poder realizar la visita al interior de la Casa – Museo
de Dalí en Portlligat es imprescindible contar con reserva previa, porque sin
ella no podrás acceder. Las entradas se pueden conseguir en la página www.salvador-dali.org/es/servicios/entradas/
, pudiéndose elegir el día y la hora que mejor te convenga. Su precio es de 12
euros la general y 8 euros la reducida.
La noche había caído cuando salíamos de la vivienda
del genio, por lo que decidiríamos cenar algo en Cadaqués, antes de dar por
finalizada la jornada.
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