La tensión y los nervios eran las notas características del comienzo de la jornada y es que aunque nosotros hicimos lo posible por hacer las cosas bien, los factores externos se pondrían en nuestra contra.
Todo comenzaba saliendo a una hora más que prudente
del hotel y tomando un taxi hasta la estación de autobuses de la terminal de
Niágara Falls. Allí desayunaríamos tranquilamente y nos iríamos a la dársena
desde la que salía nuestro autobús hacia Buffalo, desde donde a su vez teníamos
que volar a Boston, el último destino de nuestro viaje. El tiempo iba
transcurriendo y cuando llegó la hora a la que teníamos que partir, allí no
había ningún vehículo. A los cinco minutos saldría un encargado de la empresa
Coach Canadá para decirnos que no nos preocupásemos, que el autobús llegaría en
diez minutos, lo cual sería cierto. Pero tras otros cinco minutos en la fila,
el propio conductor avisaría que al menos tendríamos que esperar otros veinte más,
lo cual significaba que o cambiábamos los planes o perdíamos el avión.
Así que la opción más rápida y clara, aunque nos
supusiera un gasto importante, era tomar un taxi, lo que no tardaríamos mucho
en hacer. Mi hermana le comentaría al conductor nuestras circunstancias y este,
bastante amable, nos respondería que haría todo lo que pudiese.
Al límite de la velocidad permitida e incluso, en
algunos momentos, superándola, iríamos esquivando un vehículo tras otro, casi
como en las películas, con la suerte de no encontrarnos con ninguna patrulla.
Aún así perderíamos otros quince minutos como consecuencia de las retenciones,
ya que estábamos en hora punta.
Cuando llegamos a la frontera pensábamos que todo
sería fácil y sencillo como a la ida, pero tendríamos la mala suerte de que nos
tocaría un agente de aduanas, desagradable y pijotero, que nos pondría las
cosas complicadas y nos haría perder, de nuevo, unos minutos de oro. El taxista
le explicaría la situación, de donde éramos y que íbamos bastante apurados,
pero aún así se referiría a nosotros y empezó a preguntarnos las típicas
preguntas de control de pasajeros. Cuando comprobó que tanto mi padre como yo,
no entendíamos casi nada de lo que nos decía, se cabrearía todavía más de lo
que ya estaba y con bastantes malos modos, comenzaría a preguntar a mi hermana,
haciéndola casi un test de examen. Afortunadamente lo solventaría sin la mayor
complicación, gracias a su buen nivel de inglés, y por fin nos daba permiso
para atravesar la dichosa aduana.
Ahora sí que íbamos contrarreloj, así que el amable
taxista le pisaría a fondo y nos dejaría en el aeropuerto de Buffalo con apenas
diez minutos para llegar a la puerta de embarque.
Es evidente que no dudaríamos en darle una buena
propina, hecho lo cual comenzaríamos una carrera de campeonato hasta el
mostrador de facturación, en primer lugar, y después hasta la puerta de
embarque. En los controles de seguridad, todas las personas que estaban por
delante nos dejarían pasar sin problema y con gran amabilidad, incluso alguno
que otro con la guasa de animarnos como si estuviéramos en un maratón.
Casi fundidos conseguiríamos llegar, siendo los
últimos que entrábamos en la nave y cerrándose las puertas en cuanto nosotros
accedíamos a su interior.
Ni que decir tiene que tras tantas emociones
dormiríamos como benditos en la apenas hora y media que tendríamos de vuelo. A
las doce de la mañana aterrizábamos en el aeropuerto internacional Logan, desde
el que nos dirigiríamos al centro en el Logan Express, un servicio rápido de
autobús que no realiza paradas y con el que sólo tardaríamos veinte minutos en
llegar a Copley Square, una de las plazas más céntricas de la ciudad.
También se puede llegar en metro, barco y taxi, no
siendo nada caros estos dos últimos si son compartidos, al encontrarse el
aeropuerto a menos de diez kilómetros del corazón de Boston.
Tan sólo estábamos a dos manzanas de nuestro hotel,
por lo que no dudamos en llegar caminando. El elegido para pasar las dos
próximas noches sería el Back Bay Hotel, hoy conocido como Loews Boston Hotel,
antigua sede del departamento de policía de Boston en una de las épocas claves
de la ciudad. Está perfectamente restaurado y como ya se ha visto, se encuentra
en pleno centro, no teniendo que tomar ningún transporte público para llegar a
todos los lugares importantes para visitar. Además en la zona hay multitud de
tiendas y restaurantes para cenar y en la misma esquina hay un pub donde hay un
gran ambiente por las noches. Las habitaciones son espaciosas y las camas muy
confortables. Los baños parecían nuevos. Todo muy limpio y cuidado. El personal
es también amable y servicial, por lo que no dudaría en volver aquí si
regresara a Boston.
The Back Bay Hotel |
Una vez que hicimos el check in, subiríamos a nuestro
cuarto y nos tomaríamos la licencia de descansar media horita, antes de empezar
la visita turística y es que estábamos fundidos del tute que llevábamos.
Este breve descanso, unido a las hamburguesas que nos
tomaríamos en una cadena de comida rápida cercana, conseguirían que
repusiéramos fuerzas y volviéramos a tener las pilas cargadas para
afrontar con éxito la tarde.
Esta decidiríamos empezarla volviendo a la plaza en la
que nos había dejado el autobús del aeropuerto y en la que apenas nos habíamos
fijado al estar recién llegados y con las maletas.
La inmensa Copley Square está considerada como uno de
los lugares más dinámicos de Boston pues en ella se celebran constantemente
todo tipo de eventos, desde protestas y manifestaciones hasta mercados especializados
en diferentes materias, pasando por el importante maratón de la ciudad,
conciertos e incluso bailes folclóricos.
Copley Square and Trinity Church |
Pero además de desarrollarse en ella ese buen número
de actividades, también destaca por estar rodeada por algunos de los edificios
más singulares de la ciudad. De esta manera decidiríamos encaminarnos hacia uno
de los más importantes: la Trinity Church, una hermosa iglesia de estructura
románica que data de 1877 y que se encuentra entre los diez edificios más
sobresalientes de Estados Unidos.
Trinity Church en Copley Square |
Su exterior, en el que destaca su pórtico principal,
nos recordaría mucho, salvando las distancias, al parlamento de Ontario en
Toronto, que pudimos visitar días atrás, mientras que en su interior pudimos
apreciar hermosas vidrieras y ventanas ojivales, bajorrelieves de oro o un
hermoso púlpito esculpido con escenas de la vida de Cristo y retratos de
predicadores de distintas épocas.
Trinity Church |
Trinity Church |
Justo en frente de la anterior podríamos visitar la
Public Library, fundada en 1848 y considerada como la primera biblioteca
pública del país. Su arquitectura imita a la de un palacio italiano y en su
sala de lectura impresionan los altos techos de bóveda de cañón. También
destacan las puertas de bronce de la entrada, su patio interior porticado o algunas
esculturas distribuidas por sus instalaciones.
Public Library |
Public Library |
Public Library |
De nuevo en el exterior, no quisimos perder la
oportunidad de acercarnos un momento a la New Old South Church, una iglesia de
estilo gótico italiano y situada en la esquina de las calles Dartmouth y
Boylston. Por cierto que esta última calle está repleta de comercios, grandes
almacenes y cafés donde es habitual ver pasear a las clases sociales pudientes
de Boston.
New Old South Church |
New Old South Church |
Flanqueando otro de los lados del inmenso cuadrilátero
que supone Copley Square es complicado no fijarse en el enorme rascacielos
acristalado llamado John Hancock Tower, que supone el contrapunto perfecto al
resto de edificios y estilos que se dan a su alrededor. En sus brillantes
cristales se pueden ver reflejados el paisaje urbano y el cielo, lo que supone
una bonita y diferente perspectiva.
John Hancock Tower |
Era el momento de dejar el centro de Boston por hoy,
para dirigirnos a una de las universidades más prestigiosas del mundo, nada más
y nada menos que Harvard, localizada a sólo quince minutos en metro de donde
estábamos. Para llegar sólo tendríamos que tomar la línea roja y bajarnos en la
estación del mismo nombre que la institución.
Harvard se encuentra situada en Cambridge, que más que
un barrio se puede considerar una ciudad, aunque se encuentra dentro del área
metropolitana de Boston. Cambridge es una urbe universitaria donde todo gira y
se desarrolla en torno a la famosa universidad y a varias escuelas técnicas.
Nada más salir del metro, en el exterior nos daríamos
de bruces con Harvard Square, una agradable plaza adoquinada repleta de
universitarios, de algún músico callejero y de librerías, tiendas de moda,
comercios y cafés. El ambiente era tremendo y daba muy buenas vibraciones.
Harvard Square. Cambride Town |
Apenas andados unos pasos podríamos ver la anglicana
Christ Churh con su campanario cuadrangular y su arquitectura austera, para
poco después llegar al epicentro de Harvard llamado Harvard Yard.
Esta célebre universidad está considerada como la más
antigua del país (1638) y su nivel está considerado el más alto del mundo. De
ella han salido más de cuarenta premios Nobel y ocho presidentes de Estados
Unidos se han sentado en sus bancos, entre ellos George W. Bush y Barack Obama.
En sus instalaciones se acoge todos los años a cerca
de 23000 estudiantes y, espero que estéis sentados, su presupuesto anual es de
4000 millones de dólares, con el cual contrata profesores de todo el mundo y
algunas personalidades internacionales. También te deja los pelos de punta el
saber que cuesta 40000 dólares al año de media estudiar en ella, aunque los
estudiantes valiosos y sin medios son subvencionados casi enteramente por la
universidad.
Harvard University |
En nuestro paseo por la ya mencionada Harvard Yard
podríamos ver, entre un bosque de frondosos árboles, importantes edificios, con
su característico ladrillo rojizo, como: la Widener Library considerada la
tercera en importancia en Estados Unidos y la cuarta del mundo, con más de tres
millones de libros repartidos en su interior. Una pena que no se admita el
acceso a quienes no tienen la suerte de ser estudiantes aquí, pues entre sus tesoros
se hallan una de las 22 biblias de Gutenberg que quedan en el mundo o la
primera edición de las obras completas de Shakespeare; casi al lado está la
University Hall y la famosa estatua de John Harvard en su fachada principal, el
más importante benefactor de la universidad y a la que se la conoce como la
Escultura de las tres mentiras, pues este destacado personaje no fundaría el
centro de enseñanza, la fecha que aparece dicen que es falsa y el modelo
utilizado para ella no corresponde a J.Harvard sino a un desconocido; importante
también es la Memorial Church, una iglesia construida en recuerdo de los
diplomáticos de la universidad muertos durante la Primera y la Segunda Guerra
Mundial; igualmente hay que destacar el emblemático Sever Hall en el que salta
a la vista su hermoso diseño y en cuyo arco de entrada se da una curiosidad,
pues si susurras en uno de sus lados se puede escuchar lo que se dice en el
lado contrario.
University Hall. Harvard University |
University Hall y John Harvard monument. Harvard University |
Memorial Church. Harvard University |
Widener Library. Harvard University |
Sever Hall.Harvard University |
Dejando atrás las verjas de hierro que rodean el
famoso recinto, pero en frente del mismo y sin tener que cruzar la calle, ya
que la perspectiva era peor, podríamos admirar el llamado Memorial Hall, donde
a primera vista uno comprueba que se trata de un gran castillo neogótico,
aunque pueda parecer una iglesia de ladrillo. Con él se quiere rendir homenaje
a los unionistas que murieron en la guerra de Secesión. En los escalones
exteriores es donde tiene lugar la famosa imagen de las graduaciones que muchas
veces se ven en las películas americanas.
Memorial Hall. Harvard University |
No quedaba ya mucho tiempo de luz, por lo que
decidiríamos volver al metro y dirigirnos a dar el último paseo por el área de
Beacon Hill, uno de los barrios más exclusivos y elegantes de la ciudad,
construido sobre una colina y repleto de grandes casas de estilo victoriano. Se
notaba que es una zona residencial pues sus calles estaban impecables y muy
limpias. Por cierto, dicen que John Kerry vive por aquí.
Beacon Hill |
Y aunque nos encantó el relajado paseo, tengo que
reconocer que el principal motivo de llegar hasta aquí, no era otro que conocer
y tomarnos unas cuentas cervezas en el archifamoso pub - restaurante Cheers,
donde se ambientó la famosa serie de televisión de los años ochenta
protagonizada por Ted Danson, Kirstie Alley y Woody Harrelson. En sus paredes
pudimos ver un montón de fotografías de los personajes y, por supuesto, que no
pudimos evitar comprar unos cuantos vasos y jarras con el conocido logo.
Cheers |
Cheers |
Cheers |
Como es evidente y dadas las horas que eran, el
hambre haría acto de presencia por lo que no pudimos evitar pedirnos también
algo de cenar, para terminar así otro gran día en Estados Unidos.
No hay comentarios :
Publicar un comentario