Sólo me
quedaban dos días antes de decir adiós a este pequeño trozo de África con el
que había comenzado mi bautismo en este nuevo continente, por lo que tenía
claro que quería aprovecharlos al máximo. A Tony también le pasaría lo mismo,
pero sin embargo tampoco madrugaríamos mucho, pues nuestra primera parada hoy
sería en el museo de antigüedades egipcio, siendo su horario de 09:00 a 19:00,
por lo que no tenía sentido madrugar más de lo necesario. Además el Museo
estaba a no más de diez minutos andando desde el hotel, por lo que la situación
no podía ser mejor.
Museo Egipcio |
En estos
primeros momentos de la mañana casi no había nadie por los alrededores del museo, por lo que es recomendable venir a
estas horas para así evitar la increíble aglomeración de turistas que se pueden
dar en otros momentos de la jornada.
Una vez
que compramos nuestras entradas accederíamos al jardín del museo donde ya se
siente el poder y la magia de la antigua civilización. Ante nosotros teníamos
un gran edificio rosa de dos plantas de altura, en cuyo interior se puede ver
la mayor colección de objetos egipcios del mundo: 150.000 piezas, con otras
30.000 en depósito.
Museo Egipcio |
Una vez
dentro dos de los guardias que estaban vigilando se acercarían a mí para
decirme, antes de que desenfundara la cámara que llevaba en la mano, que si
hacía alguna foto me borrarían la tarjeta entera o incluso me la confiscarían,
independientemente de que pudiera haber en ella otras fotografías, por lo que
no se me ocurriría, tras semejante amenaza, hacer ninguna tontería, pues no era
plan de quedarme sin la mitad de las fotos que llevaba del viaje.
Museo Egipcio |
Lo
siguiente que vendría sería el encontrarnos un inmenso espacio donde
sarcófagos, joyas, colosos, mosaicos y todo tipo de tesoros de miles de años de
antigüedad se amontonan, sin orden ni concierto, en este maravilloso cajón desastre.
Si se
pudiesen observar durante un minuto cada uno de los enseres faraónicos aquí
expuestos llevaría nueve meses verlos todos, por lo que es más que evidente que
uno ha de detenerse en aquello que más le llame la atención y llevarse una
visión general de todo lo aquí expuesto.
A lo
largo de las instalaciones del museo sus objetos nos contarían la historia de
5000 años de civilización antigua, desde los tiempos predinásticos hasta la
época de los constructores de pirámides, el Reino Medio, la edad de oro del
imperio egipcio, Akhenaton, Tutankamon, Ramsés II, la esplendorosa Baja Época
de Tanis y los fabulosos retratos del periodo grecorromano.
Museo Egipcio |
Si hubiese que destacar o elegir algunas piezas, obras o
esculturas creo que entre las imprescindibles estarían: la paleta de Narmer,
las tres tríadas de Menkaure, la estatua de Khafre, la estatua de un escriba,
la doble estatua de Amenemhet III, la gran estatua de Amenhotep II protegida
por la diosa – vaca Hathor, el busto de Montuemhat, la estatua de la diosa
Taweret, etc.
Pero tal vez lo más espectacular de todo corresponda a los
5000 objetos de oro de Tutankamon y a la colección de momias del inmenso museo,
dos tesoros incomparables que atrapan para siempre, con su magia y misterio, el
alma y la imaginación de quienes lo visitamos.
La sensación que uno tiene cuando accede a la sala donde se
exhiben los tesoros de Tutankamon no debe estar muy alejada de la que tendría
Howard Carter cuando el 17 de febrero de 1923 demolió la puerta de ladrillo de
la cámara funeraria del faraón en el Valle de los Reyes y comprobó que esta se
encontraba casi intacta y en el mismo estado que cuando se habilitó para
enterrar al gran líder.
Bajo unas medidas de seguridad extremas podríamos ver el
sarcófago donde fue enterrado Tutankamon, su célebre máscara funeraria con
incrustaciones de varias piedras preciosas, recipientes para ungüentos de oro y
plata, un cuerno, varios abanicos de madera dorada, dagas, puñales, etc.
Todo se encuentra en perfecto estado e impresiona
sobremanera.
Por otro lado, la sala de las momias hace, por momentos, que
te entren escalofríos cuando te encuentras delante de los cuerpos momificados y
en perfecto estado de algunos importantes faraones tales como Amenhotep I,
Thutmosis II, Thutmosis IV, Seti I, etc.
Pero tal vez la que más ilusión hace ver, después de haber
conocido tantos aspectos de su vida y su reinado y muchas de sus construcciones,
es la de Ramsés II. La momia del más glorioso faraón de la historia egipcia
tenía aspecto delgado y altanero, nariz aguileña y mentón desafiante. Vestía un
sencillo manto de lino y sus brazos se cruzaban sobre su pecho. La verdad que
aún como momia infundía bastante respeto y más al pensar que fue el más
poderoso soberano de las treinta dinastías que se sucedieron en el país a lo
largo de casi tres milenios.
En este punto habían transcurrido unas cuatro horas desde
que accedimos al museo, por lo que el cansancio y la saturación empezaban a
hacer acto de presencia, así que decidimos cambiar completamente de aires
marchándonos al famoso Jan El – Jalili, considerado el mercadillo más grande de
África.
Ruidoso, maravilloso, caótico y revuelto con los aromas de
especias, incienso y cuero, Jan El – Jalili es uno de los bazares más grandes
del mundo, una ciudad dentro de otra ciudad desorganizada y engañosa por la que
te puedes perder sin rumbo durante horas. Así que eso haríamos visitando no
sólo su zona más turística sino otras donde los extranjeros brillan por su
ausencia.
Bazar Jan el - Jalili |
Todo el mundo aquí busca tu tiempo, tu dinero, tu atención y
siempre con una sonrisa como acompañante. Aunque no se compre absolutamente
nada, simplemente por ver el ambiente, por adentrarte por las callejuelas
traseras, donde los habitantes de El Cairo todavía compran sus ajuares y pipas
de agua, por meterte por recovecos que parecen no tener salida, por todo ello
ya merece la pena la visita.
Bazar Jan el - Jalili |
Bazar Jan el - Jalili |
Pero como no podía ser de otra manera también pusimos en
práctica nuestras dotes de regateo, aprendidas a lo largo del viaje,
llevándonos varios cojines típicos y alguna que otra curiosidad. Y, por
supuesto, que no dejamos de admirar los cientos de objetos que se ofrecen tales
como alfombras, telas, perfumes, cosméticos y joyas en un entorno casi
medieval.
Bazar Jan el - Jalili |
Tanto nos gustaría este lugar que se nos haría casi de noche
aquí y es que el tiempo pasa volando cuando tienes la sensación de encontrarte
en uno de los cuentos tradicionales de Las mil y una noches.
Bazar Jan el - Jalili |
Cerraríamos el día con dos mezquitas: la de Al – Azhar,
famosa por ser, además de centro religioso, la universidad más antigua del
mundo (aunque le disputa el título la de Fez, en Marruecos), convirtiéndose en
el lugar de aprendizaje más famoso del orbe musulmán.
Mezquita de Al - Azhar |
Mezquita de Al - Azhar |
Y justo en frente podríamos ver la admirada mezquita de
Sayidna al – Husein. El nieto del profeta, Husein, fue asesinado en 680 y,
según la leyenda, su cabeza cortada fue llevada a El Cairo en 1153, y allí fue
enterrada para salvaguardarla de los cruzados cristianos. La mezquita fue
construida en ese mismo lugar y millones de peregrinos la visitan cada año.
Mezquita Sayidna al -Husein |
Para volver al hotel esta vez decidiríamos coger un taxi pues ya
estábamos bastante cansados. Nos tocaría un auténtico conductor de rallies que
en algún momento nos haría temer por nuestra integridad física, pero
afortunadamente llegaríamos sanos y salvos al hotel, donde cenaríamos en un
centro comercial cercano unas buenas hamburguesas, pues no todo iba a ser probar comida árabe tradicional.
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