Por
delante de nosotros se presentaba uno de los días más importantes en nuestra
visita a Egipto, pues hoy conoceríamos los impresionantes templos de Abu
Simbel, los mismos que hace más de 3500 años, en el trigésimo cuarto
aniversario de este reino, el engreído faraón Ramsés II ordenó esculpir en
piedra al borde de un barranco.
Pero
antes de poder disfrutar de los mismos no nos quedaba otra que llegar hasta
ellos y la manera seleccionada por la agencia iba a ser en autobús. La verdad
que no me importaba porque así podía ir observando el paisaje desértico que
siempre me ha gustado tanto y, por otro lado, servía para echarme alguna que
otra cabezada en la primera mañana relativamente tranquila desde que habíamos
llegado al país.
El hecho
de ir por tierra, ya que también se puede llegar en avión, significaba el tener
que acatar la norma establecida de que tanto las agencias como los particulares
deberán ir en un convoy acompañado en su parte delantera y trasera por
militares, debiendo en los autobuses grandes ir también montado uno de ellos.
Así que a
las 11:00 estábamos todos los implicados al lado del obelisco inacabado listos
para partir hacia el sur. Nosotros íbamos en una vehículo intermedio pues
éramos unos quince y, por tanto, no tendríamos que llevar a nadie armado con
nosotros.
A decir verdad
pienso que todo esto es un poco teatro y está algo magnificado, pues si
realmente los radicales quieren cometer un atentado al final lo acaban
haciendo, como ya sucedería en el templo de Hatshepsut años atrás.
Los
colores, la inmensidad y la magia del desierto no me defraudarían, una vez más,
quedándome atónito en muchos momentos del trayecto, confundiendo en multitud de
ocasiones inmensos espejismos con grandes lagos, que bien pensado era algo
absurdo en un paisaje tan desolador, seco e inerte de vida.
Vistas del desierto hacia Abu Simbel |
Sobre las
14:30 llegábamos a las inmediaciones de Abu Simbel, después de unas tres horas
y media de viaje. Efectivamente no nos dirigíamos de forma directa hacia el
monumento, sino que antes nos llevaban hasta el barco que nos acogería durante
los próximos tres días ya que habíamos decidido realizar el crucero por el lago
Nasser en vez de otras opciones tipo el Mar Rojo o los oasis interiores del
país.
El nuevo
barco llamado Nubian Sea era mucho más grande que el Amarante, con el que
recorreríamos el Nilo, y en nada tenía que envidiar a muchos de los cruceros
que se realizan por el Mediterráneo. Sus salones eran amplios y modernos, sus
cubiertas espaciosas y el personal de lo más amable y servicial.
Nubian Sea antes de la Visita a Abu Simbel |
Lago Nasser desde crucero Nubian Sea |
Tras
ubicarnos en nuestros respectivos camarotes, nos dejarían unos veinte minutos
para dejar el equipaje y asearnos un poco, justo el tiempo necesario para que
el barco se desplazase y volviera a ser amarrado en las cercanías del famoso
templo.
Ya sólo
nos separaba del esperado encuentro unos cinco minutos caminando, por lo que
llegaríamos a las taquillas sin apenas darnos cuenta.
En esta
segunda parte del viaje Ali seguía con nosotros y aunque habíamos tenidos
nuestros más y nuestros menos en algún que otro momento, el trato seguía siendo
cordial. Nos acompañaría a sacar nuestras entradas, pues no estaban incluidas y
nos daría algunas explicaciones del lugar, para después invitarnos a pasar
solos ya que los guías no pueden acceder al interior del recinto de los
templos. También nos diría que cuando nos hubiéramos cansado podíamos volver al
barco por nuestra cuenta, por lo que no me podía creer que iba a tener toda la
tarde para ansiarme con este increíble tesoro del Antiguo Egipto.
Entrada a Abu Simbel |
Atravesadas
las taquillas, todavía tendríamos que avanzar unos cuantos metros antes de
poder torcer a la izquierda, y ahora sí, encontrarnos frente a frente ante la
colosal construcción de piedra realizada para glorificar a Ramsés II.
Entrada a Abu Simbel |
Este fue
uno de los faraones más poderosos de todo el Antiguo Egipto y se piensa que
reinó durante un periodo de sesenta y seis años, entre 1279 y 1213 a.n.e. Al
morir dejó tras de sí más de cien hijos y otras tantas mujeres y concubinas.
Se
conservan más estatuas de Ramsés II que de cualquier otro faraón; además, creó,
amplió y embelleció numerosos templos, lo que permite hacerse una idea de lo
ególatra que podía llegar a ser. Se dice incluso, por varios historiadores, que
era capaz de trucar la historia, borrar las firmas de otros emperadores y
sustituirlas por la suya e incluso hacerse representar adorándose a sí mismo.
Abu Simbel |
El
poderoso mandatario ordenaría su construcción para conmemorar la victoria ante
los nubios e incorporar los territorios de estos a su reino, además de ser una
advertencia de su poder para los viajeros que llegaban desde el lejano reino de
Punt, cargados con oro, marfil, esclavos y plumas de avestruz.
No
tardaría mucho en encontrar el lugar perfecto para poder admirar con
tranquilidad las cuatro figuras colosales de veinte metros del faraón con
corona y sentado en el trono, y con diminutas estatuas de sus familiares a los
pies.
Abu Simbel |
Abu Simbel |
-¿Y
pensar que estuvo a punto de desaparecer? Me decía a mí mismo. Y es que tanto
él como otros 22 templos hubieran terminado sumergidos para siempre bajo las
aguas del lago Nasser al construirse la presa de Asuán si, a principios de los
años sesenta, no se hubiera llevado a cabo por la Unesco la campaña
internacional que conseguiría salvarlos.
Un
sacrificio de cuarenta millones de dólares permitió mover y reconstruir el
templo en un paraje más alto, incluyendo el traslado de dos montañas enteras.
Los arquitectos incluso alinearon el templo que habían recolocado para
reproducir un fenómeno semestral que tiene lugar el 22 de febrero y el 22 de
octubre, fechas que se pensaba coincidían con el nacimiento Ramsés y su
coronación: cuando los primeros rayos del sol que penetran 55 metros en el
santuario del templo iluminan los murales del faraón divinizado y sus deidades.
Abu Simbel |
En
agradecimiento por todo el esfuerzo que conllevó todo ello, Egipto regalaría a
los países que participaron varios de sus templos. Así España recibiría el de
Debod o Estados Unidos el de Dendur.
Abu Simbel |
Otro
detalle que tampoco me pasaría desapercibido sería el que en la reconstrucción
dejaran caído sobre el suelo uno de los colosos ya que en su momento este se
vendría abajo a consecuencia de un terremoto. En el traslado, por tanto, lo
dejaron tal y como había permanecido durante siglos.
Después
de pasarme casi una hora apreciando mucho de sus detalles exteriores decidiría
visitar su interior, en el que encontraría una avenida donde se levantan ocho
estatuas de más de nueve metros de alto que representan a Osiris, el dios de
los muertos, y que me llevaría hasta lo más profundo del santuario, donde
Ramsés II, sentado, está flanqueado por una tríada de dioses.
A la
salida me dirigiría, cruzando la llanura desde el Gran Templo, hasta el
santuario realizado en honor a la diosa Hathor para su mujer favorita,
Nefertari, “la razón por la que el mismo sol brilla”. Pero ni siquiera aquí
podría dejar de lado su inmodestia, pues fijándose bien en las seis estatuas de
diez metros de alto que se alinean en la fachada, cuatro de ellas corresponden
al faraón. Realmente sorprendente.
Abu Simbel |
Abu Simbel |
Abu Simbel |
Llevaba
ya un buen rato casi sólo por el recinto, haciendo y deshaciendo a mi antojo,
tomando todas las fotografías que quería sin gente y disfrutando de ver una
obra de tales características sin apenas nadie. Me sentía un privilegiado. El
motivo no era otro que la mayoría de grupos organizados se habían esfumado a
primera hora de la tarde y los pocos que quedaban, al rato de llegar, se habían
retirado a sus respectivos cruceros hasta la hora que tenía lugar el espectáculo
de luces y sonidos. Yo le preguntaría a Alí si podía quedarme allí hasta ese
momento y, por primera vez, no puso ninguna objeción y le pareció bien, así que
eso fue lo que hice.
Atardeciendo en Abu Simbel |
Atardeciendo en Abu Simbel |
Atardeciendo en Abu Simbel |
Lago Nasser desde Abu Simbel |
Fue un
momento especial y único que podría vivir durante casi dos horas, hasta
que comenzaría a llegar el público que
venía a presenciar el evento nocturno que comentaba en el párrafo anterior.
También aparecerían Tony y el resto del grupo y juntos nos sentaríamos en uno de los bancos de madera situados en
frente del hermoso santuario, delante de tanta grandiosidad, con las luces del
recinto apagadas y esperando que se desarrollaran los acontecimientos.
De repente, la música empezaría a sonar para dar paso a una voz que
representaba al viento, el cual haría de narrador de una preciosa historia,
acompañada de luces que se encendían y apagaban en las portadas de los dos
templos, permitiéndonos apreciar mil y una tonalidades de éstos en la oscuridad
de la noche y bajo un cielo estrellado que hacía de complemento perfecto a
este, trasportándonos a ese Egipto mágico y esotérico, a los misterios
indescifrables de un país único y apasionante que te acaba seduciendo
disimuladamente y que cuando quieres darte cuente de ello, ya es demasiado tarde
para escapar de su embrujo.Luces y Sonido en Abu Simbel |
Luces y Sonido en Abu Simbel |
No hay comentarios :
Publicar un comentario