19 de Julio de 2008.
La última
mañana en Manhattan volveríamos a separarnos y es que mis amigos querían
dedicar el tiempo a realizar algunas compras, mientras que yo prefería visitar
el MoMA, uno de los museos que me había quedado pendiente, además de volver al
puente de Brooklyn para hacerme alguna que otra foto con él, al haber perdido
en las que salía días antes, como ya conté en su momento.
Sería en la
Zona Cero donde fijaríamos el lugar para volver a quedar a las 13:30, por lo
que tras despedirnos, no tardaría mucho en sumergirme en las profundidades del
metro para dirigirme a mi primer objetivo: el puente de Brooklyn. En principio
no tendría que haber tardado más de diez minutos en llegar, pero debido a un
error garrafal, me demoraría una hora en ello. ¿Qué sucedió entonces? Pues que
cogí uno de los trenes rápidos que no hacen parada en ninguna estación salvo en
la final, algo de lo que no tenía ni idea que existiera, encontrándome, sin
comerlo ni beberlo, en una de las estaciones del barrio de Queens en pocos
instantes.
Desde que me
di cuenta de lo que sucedía mi cara de agobio fue en aumento y es que al hecho
de que ya no me daría tiempo de inmortalizar mi paso por el famoso puente en
fotografías, había que sumarle que las pintas de inmensos negros con tatuajes y
con camisetas de tirantes, que me encontré nada más bajar al andén, eran
similares a las de cualquier película de bandas callejeras. Si a eso se le
añade que más de uno no me quitaba ojo de encima, creo que no faltó mucho para
que me diera un infarto.
Estaba
bastante nervioso y, por qué no decirlo, casi bloqueado y sin saber cómo volver
a mi punto de inicio, temiendo sobre todo ser víctima de un atraco o algo peor,
cuando de repente aparecería mi ángel de la guarda para guiarme. En este caso
estaría encarnado en una señora de color de edad avanzada que, seguramente, al
verme la cara desencajada se apiadó de mí y me preguntó que hacia donde iba. A
decir verdad fue una suposición, ya que no la entendí ni papa de lo que
pronunciaba. Después sólo me ceñí a enseñarla en mi mapa el puente de Brooklyn
y a mirarla con cara de cordero degollado. Me sonreiría, supuse que me dijo que
no me preocupara y esperé con ella allí el paso de dos trenes, hasta que cuando
llegó un tercero me indicó que me montara en él y, efectivamente, volví de
forma directa hasta la estación en la que todo había empezado.
Como ya he
comentado, en toda la aventura anterior se me iría una hora de reloj, así que
ya sólo tenía tiempo para dirigirme al MoMA, al que afortunadamente llegué sin problema.
En este museo pasaría dos horas (la entrada no supuso ningún coste con la New
York Pass) disfrutando de algunas de las mejores obras de arte moderno y
contemporáneo del mundo.
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Museo de Arte Moderno |
El museo
ofrece colecciones de arquitectura y diseño, cine, video y fotografía, además
de las tradicionales de pintura, escultura y dibujo. El fondo del museo
comprende 150000 obras por lo que es imposible poder mostrar todas.
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Los Tres Olivos.Van Gogh. MoMA |
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Esperanza II. Gustav Klimt. MoMA |
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Composición con rojo,amarillo y azul. Mondrian. MoMA |
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MoMA |
Es evidente
que con el poco tiempo que contaba tenía que elegir, centrándome tanto en el
jardín del primer piso donde pude ver esculturas de Pablo Picasso, Gaston
Lachaise o Alberto Giacmetti, como, por otro lado, en las pinturas de la cuarta
y quinta planta, en las que se exponen algunas de las obras pictóricas más
representativas de finales del siglo XIX hasta el presente. Es decir lo mejor
del postimpresionismo, el cubismo y el surrealismo. De esta manera pude
deleitarme con “Joven con Pelota” de Roy Linchtenstein, “La persistencia de la
memoria” de Salvador Dalí, “Chico con un caballo” de Picasso, “El Bañista” de
Paul Cézanne, “La noche estrellada” de Van Gogh, “Tríptico de las Ninfas” de
Claude Monet, “El nacimiento del mundo” de Joan Miró, “Les Demoiselles
d´Avignon” de Picasso, así como otras muchas de los mismo autores o de otros
como Klimt, Mondrian o Kandinski, que según te ibas encontrando te sonaban de
haber estudiado en el colegio o haber visto en algún libro o revista en más de
una ocasión.
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Retrato de Joseph Roulin. Van Gogh. MoMA |
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Las Señoritas de Avignon. Picasso. MoMA |
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Still life with old shoe. Joan Miró. MoMA |
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Hirondelle Amour. Joan Miró. MoMA |
Aunque en
las plantas segunda y tercera se exponen colecciones dedicadas al cine,
videoarte, libros ilustrados, fotografía, dibujo, arquitectura y diseño, el
tiempo no daba ya para más y no tuve oportunidad, si quiera, de pasear un
momento por ellas. De hecho, tendría que salir de allí bastante apurado porque
iba con el tiempo justo.
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MoMA |
Pasados
cinco minutos de las 13:30, llegaba a la puerta del Century 21, donde ya me
esperaban mis amigos. Aquí tendríamos que despedirnos pues Alberto e Isabel
continuaban unos días más recorriendo la costa este de USA hasta llegar a
Boston, mientras que Carolina y yo teníamos que volver hasta la casa de Staten
Islan a recoger las maletas y desde allí, en un taxi, salir directos al
aeropuerto JFK para a media tarde tomar el vuelo que nos llevaría hasta el
aeropuerto de Schiphol en Amsterdam y desde allí otro nuevo vuelo que nos
devolvería a la capital de España, poniendo fin así a mi primer gran viaje al
otro lado del Atlántico.
Después de una semana en la ciudad de los rascacielos
y de llevar a cabo un sinfín de actividades donde nos sentiríamos más
protagonistas que espectadores en ese escenario de película, tantas veces
inmortalizado de mil maneras, tengo que decir que aunque creo que aprovechamos
al máximo cada minuto en la Gran Manzana, nos quedó a todos la sensación de
tener que haber hecho mil cosas más y de haber tenido que ir a multitud de
lugares que al final se nos quedarían pendientes, por lo que cuando, desde la ventanilla del avión, me era
imposible retirar la vista de ese rincón extraordinario del continente americano,
a la vez pensaba que, más tarde o más temprano, volveré.
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