Está claro
que las cosas en frío se ven mucho mejor y aunque me levanté triste después de
lo sucedido ayer, tras la charla con mi amiga Isabel, empecé a cambiar mi
actitud y tratar de ver las cosas buenas, que casi siempre se encuentran.
Por un lado
sólo había perdido las fotos de ayer, pues el resto las había ido descargando
en el ordenador de la casa, así que el mal era menor. Si a eso le sumabas que
mis amigos habían hecho fotografías muy similares a las mías en varios de los
lugares en los que había estado como Chinatown, Soho o el puente de Brooklyn,
pues al final las que realmente perdía eran en las que salía yo en aquellos
sitios. Y aún así podía ponerle solución a esto último, repitiendo el destino
más importante de ayer, pues hacia él se iban a dirigir Isabel, Alberto y
Carolina en la jornada que empezaba.
No me lo
pensaría mucho la verdad, pues me negaba a quedarme sin las fotos que me había
hecho en la isla de la Libertad con Miss
Liberty, por lo que aunque esto supusiera renunciar a otros lugares de la Gran
Manzana, tenía claro que esto era algo irrenunciable.
Así que
quien me iba a decir a mí que no contento con una, iban a ser dos las veces que
visitaría la isla en la que se halla la Estatua de la Libertad.
Estatua de la Libertad |
Tras cumplir
con los mismos trámites de ayer y una vez en el muelle de Battery Park las
predicciones que haría Isabel ayer se cumplirían completamente y es que sólo
había una pequeña fila de unos diez minutos, por lo que el que claramente se
equivocaría ayer sería yo, pero uno tampoco es adivino.
Acto seguido
embarcamos y navegamos hasta la famosa isla y allí que estuvimos recreándonos
con un montón de fotografías con la elegante dama, así que ya estaba solucionado parte del daño que me
causó ayer el perder la cámara.
A la vuelta
mis amigos prefirieron no desembarcar en la isla de Ellis, conformándose con
verla desde el barco, así que aquí sí que me quedaría sin recuperar las fotos
que había hecho ayer de este histórico lugar.
De nuevo en
el puerto, debatiríamos acerca de qué actividad hacer de las muchas que nos
quedaban, decidiendo, al final, decantarnos por acercarnos en metro hasta el
Radio City Music Hall, el cual ya habíamos podido ver iluminado por fuera la
primera noche, y hacer la visita guiada por sus instalaciones. (Incluida en la New York Pass).
Radio City Music Hall |
No queríamos
irnos de Nueva York sin ver las entrañas de este mítico teatro, inaugurado en
1932 en presencia de Charlie Chaplin y Clark Gable, y considerado el mayor
teatro cubierto del mundo en esos momentos.
Un guía de
lo más excéntrico nos llevaría por sus recovecos y nos mostraría la obra
maestra de arquitectura art Decó que supone. Ya de primeras la entrada, con el
techo de oro de 24 quilates y las lámparas de araña de dos toneladas, es
espectacular, sin olvidar su decoración en la que se representa una puesta de
sol en el océano.
Hall. Radio City Music Hall |
Los grandes
nombres de la música americana pasan por aquí con regularidad como los Rolling
Stones o Ricky Martin, además de llevarse a cabo, en su gran escenario, la
entrega de los premios Grammy, MTV y Tony. Por unos minutos podríamos
experimentar la sensación de estar sentados en el patio de butacas, al igual que las grandes celebridades cuando
esperan nerviosas si el nombre que contiene el sobre será el suyo.
Escenario. Radio City Music Hall |
También es
aquí donde actúan, asiduamente, Las Rockettes, originalmente un grupo de baile
de Saint Louis que cautivaron al público con sus patadas altas cuando actuaron
en la inauguración del lugar, no dejando de bailar desde entonces. El acto más
famoso se produce en Navidad, aunque también hacen otros espectáculos a lo
largo del año. En sus números se puede ver bailes con una coreografía compleja
de patadas que llegan a la altura de los ojos, ejecutadas con una coordinación
perfecta. Lo que no quiero ni pensar es ya el coste de una entrada decente.
Y cual sería
nuestra sorpresa que una de las preciosas chicas saldría a recibirnos para
hablarnos un poco sobre ellas y su espectáculo, permitiéndonos hacerle alguna
que otra foto.
Rockette. Radio City Music Hall |
Poco después
podríamos ver algunas interesantes fotos de las grandes celebridades de la
música y el cine, expuestas en las paredes.
Fotografía de Época. Radio City Music Hall |
Después de
una hora de visita, volveríamos al exterior para pasear, de nuevo, por la
Quinta Avenida pudiendo ver en esta ocasión la tienda de Tiffany & Co
luciendo espectaculares joyas en sus escaparates.
Salida. Radio City Music Hall |
Tiffany. Quinta Avenida |
Y muy cerca
de allí también nos encontraríamos con el famoso Hotel Plaza, famoso por salir
en la película Solo en casa 2: Perdido en Nueva York.
Hotel Plaza. Quinta Avenida |
Desde aquí
teníamos claro que queríamos volver a Central Park y acabar la tarde paseando
por sus instalaciones y disfrutando del buen día que hacía. Así que eso hicimos
centrándonos en las inmediaciones del estanque conocido como The Pond, una zona
de protección y observación de aves en la que nos sentaríamos en el césped a
relajarnos, mientras observábamos los cercanos rascacielos y alguna que otra
ardilla pasar muy cerca de nosotros. Pero si tuviera que elegir un rincón
especial en esta zona para mí sería el del puente Gapstow, hoy de piedra pero
antaño de madera y donde también se han rodado un buen número de series y
películas.
The Pond y Puente Gapstow. Central Park |
Teh Pond. Central Park |
The Pond y Puente Gapstow. Central Park |
Tanto la
estructura como sus alrededores te permiten apreciar idílicas perspectivas con
las que no puedes evitar recrearte una y otra vez, haciendo que el tiempo pase
mucho más deprisa que lo que uno desearía.
Puente Gapstow. Central Park |
Rascacielos desde The Pond. Central Park |
Pronto se
haría de noche, pero aún así decidimos acercarnos a observar otro de los
edificios más famosos y míticos de Nueva York: el Flatiron Building, con el que
en 1902 se abre la era de los rascacielos neoyorquinos. Su extraño nombre se
debe a su forma, llamada “en plancha” debido al trazo irregular de las calles
de Broadway. Hasta 1909 fue el edificio más alto del mundo con 91 metros.
Flatiron Building |
Tras hacerse
completamente la oscuridad, decidiríamos acabar nuestra última noche en
Manhattan en el conocido Muelle 17, una zona repleta de tiendas y restaurantes,
donde lo primero que haríamos sería caminar por su agradable paseo marítimo,
deleitándonos con las vistas del puente de Brooklyn iluminado y un buen número
de barcos históricos amarrados en sus muelles. Tras esto tomaríamos asiento en
una de las innumerables terrazas al aire
libre que había y allí nos daríamos un último homenaje entre hamburguesas e
inmensas ensaladas, con las que casi podía comer un ejército.
Puente de Brooklyn desde Muelle 17 |
Por cierto
que para llegar a este último lugar utilizaríamos un taxi en el que nos
sucedería una última anécdota que nos dejaría un poco cara de tontos. Y es que
el conductor que nos tocó era un chico indio de no más de veinte años que,
sorprendentemente, no sabía llegar a un lugar tan famoso como Pier 17, dándonos
un sinfín de vueltas inútiles sin conseguir dar con nuestro lugar de destino.
Ante esto Isabel le diría que lo razonable era que o no le pagáramos o, llegado
este caso, sólo una mínima parte de lo que marcaba el taxímetro, poniéndose
hecho un fiera ante tal propuesta y amenazándonos con llamar a la policía, ya
que según lo que entendimos, era nuestra responsabilidad por no saber indicarle
o no haberle dado la dirección exacta. Al final como no queríamos acabar con
problemas la última noche, optamos por tomar otro taxi y pagarle los 12 dólares
que marcaba la máquina sin un mísero céntimo de propina, por lo que también se
ofendió, quedándose jurando en hebreo y acordándose de nosotros durante un
tiempo.
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