El tramo de
la Quinta Avenida que flanquea Central park por uno de sus laterales, siendo
más exactos, el que corresponde al adinerado barrio de Upper East Side, posee
una de las concentraciones más densas de museos del mundo entero. En esas 22
manzanas que van de la calle 82 a la 104 y sus alrededores hay tal cantidad de
museos que necesitarías de mucho tiempo para poder verlos todos. No era esa
nuestra idea, ni mucho menos, en el día que comenzábamos, pero sí que teníamos
interés en visitar en este sector uno de los centros de arte más importantes de
la ciudad: el Metropolitan Museum of Art (MET).
The Metropolitan Museum of Art |
The Metropolitan Museum of Art |
Dicho centro
es el más grande del hemisferio norte y uno de los mejores, con una colección
de más de dos millones de obras de todo el planeta que van desde la Edad de
Piedra hasta el siglo XXI. Entre sus puntos fuertes destacan las galerías de
arte griego y romano; las colecciones de arte chino y bizantino; las de cuadros
europeos, con obras de Tiépolo, Cézanne, Monet y Vermeer; la colección de
armaduras y armas; la de arte egipcio, con sus momias, esfinges y el asombroso
templo de Dendur, que data del siglo I antes de Cristo y fue un regalo del
Gobierno de aquel país africano por la ayuda prestada por Estados Unidos en el
traslado de los templos situados en el lago Nasser, que hubieran quedado
sepultados bajo las aguas de no ser por la ayuda de la UNESCO y muchos de sus
países miembros; y las salas dedicadas al arte precolombino y africano que
tampoco te dejan indiferente.
Arte Romano.The Metropolitan Museum of Art |
Adoración de los Pastores. El Greco. The Metropolitan Museum of Art |
Arte Egipcio.The Metropolitan Museum of Art |
Aunque
nosotros nos centramos especialmente en las salas de pintura y de arte egipcio,
también pudimos pasear un rato por las otras áreas, pues estábamos allí casi
nada más abrir y todavía no había mucha gente, lo que agradecimos bastante. Por
cierto que la entrada no nos costaría nada ya que estaba incluida en la New
York Pass.
Tras casi
dos horas en su interior y cuando aquello empezaba a ser un hervidero de grupos
y gente, abandonaríamos las instalaciones para marcharnos a otro museo
fundamental que recomiendo encarecidamente a cualquiera que visite Nueva York,
inclusive para aquellos que odien a muerte pisar uno. Me estoy refiriendo al
Museo de Historia Natural.
Para llegar
hasta él sólo tendríamos que atravesar Central Park, eso sí no hay que
asustarse ya que sería a lo ancho y es algo bastante factible pues no llega ni
a un kilómetro. Nuestro primer contacto con este importante pulmón verde de la
ciudad ya nos gustaría bastante, pero decidimos no profundizar ni detenernos en
ningún punto famoso, pues ya tendríamos tiempo para ello más tarde.
En apenas
quince minutos nos habíamos plantado en su puerta, así que accedimos al
vestíbulo, enseñamos nuestra New York Pass, por lo que no tuvimos que pagar
nada, y comenzamos con la visita, la cual se preveía larga dado todo lo que
ofrecen sus instalaciones.
Museo de Historia Natural |
Museo de Historia Natural |
Estábamos en
el mayor museo de historia natural del mundo con millones de objetos, muestras
y exhibiciones de todo tipo relacionadas con la materia. Esqueletos de
dinosaurios, rocas lunares, inmensas gemas talladas y un sinfín de exposiciones
de minerales, mamíferos, aves y civilizaciones nos iban a acompañar en nuestra
intensa visita.
Lo primero
que nos encontraríamos en su inmensa sala central sería el esqueleto del
barosaurus, dándote la bienvenida, lo que ya te deja con la boca abierta.
Esqueleto de barosaurus.Museo de Historia Natural |
Acto seguido
nos dirigiríamos al primer piso en el que podríamos ver sucesivas maquetas de
gran tamaño que muestran a los diferentes mamíferos de América del Norte y que
tienen tal realismo que parece que en cualquier momento van a romper la
cristalera y van a salir detrás de ti. Bisontes, osos o renos son, entre otros
muchos, los protagonistas de estas.
Maqueta de Osos en el Área de Mamíferos de América del Norte. Museo de Historia Natural |
Otra
descomunal sala nos invitaría a introducirnos en las especies marinas,
destacando en ella una inmensa ballena azul situada en el techo, un buen lugar
para colocarla y así tratar de ahorrar algo de espacio ante tales dimensiones.
Maqueta de Aves en el Mundo Marino. Museo de Historia Natural |
Sin
detenernos en exceso, y todavía en la primera planta, también tendríamos
oportunidad de ver la vida animal de los bosques de Norteamérica, la referente
a los orígenes del hombre, así como las habitaciones especializadas en gemas,
minerales e incluso asombrosos meteoritos.
Había pasado
una hora de reloj sin apenas ser conscientes de ello y sin detenernos en exceso
en ninguna maqueta, lo que nos hizo darnos cuenta que nuestras expectativas en
cuanto al tiempo aquí eran demasiado altas y que no íbamos a poder ver tanto
como queríamos.
En nuestro
breve paseo por la segunda planta hallaríamos ejemplos de pueblos asiáticos,
sudamericanos y de América Central y México, además de nuevas maquetas
dedicadas a las aves del mundo y a mamíferos africanos.
Una planta
más arriba, la tercera, podríamos observar ejemplos de primates, reptiles y
anfibios, además de continuar con las exposiciones de los pueblos del mundo, en
este caso haciendo referencia a los del
Pacífico y a los indígenas que poblaron las praderas y las tierras boscosas del
este.
Para las dos
plantas anteriores dedicaríamos otra hora, es decir una media por cada piso, lo
que a todas luces es insuficiente para apreciar tantos detalles, pero queríamos
intentar disfrutar algo más de la cuarta
y última planta del museo, ya que en ella se concentra una sublime
colección de fósiles y reproducciones a tamaño real de esqueletos de
dinosaurios pertenecientes a diferentes
épocas de su existencia. Uno de los que más sobrecoge es, sin duda, el del
Tiranosaurio, sin desmerecer otros como el del Triceratops o el Stegosaurus.
Una colección fascinante y que es imposible que te deje indiferente.
Esqueleto de Tiranosaurio. Museo de Historia Natural |
Esqueleto de Diplodocus. Museo de Historia Natural |
Tengo que
reconocer que las fotos dejan bastante que desear pero por aquél entonces ni
hacía tantas como hago ahora, ni me esmeraba casi en ellas, por lo que apenas
tengo material decente para acompañar al texto, pero bueno algo es algo.
Después de
algo más de tres horas en sus instalaciones abandonábamos el museo con la
sensación de que nos había sabido a poco
la visita, pero mejor esto que nada, así que si algún día vuelvo a Nueva York,
está claro que tendré que volver a pasar por aquí.
Eran casi
las 15:30 cuando nos encontrábamos otra vez en la calle, tomando la decisión de
demorar la comida un poco más para acercarnos un momento a ver el tristemente
famoso Dakota Building en cuya puerta sería asesinado el 8 de Diciembre de
1980, John Lennon. Por otro lado hay que destacar que se trata del primer
complejo neoyorquino de apartamentos de lujo que ha seducido a estrellas de la
talla de Lauren Bacall o Judy Garland.
Dakota Building |
Desde la
calle 72 empezaríamos a caminar por el lateral oeste de Central Park y al cabo
de unas diez manzanas llegaríamos hasta Columbus Circle, una gran plaza
bautizada con ese nombre para celebrar el 400 aniversario del descubrimiento de
América, erigiéndose una columna de mármol con una estatua de Cristóbal Colón.
Columbus Circle |
Entre otros
rascacielos de la zona uno de los que más destaca es el Time Warner Center, un
imponente edificio cuya base está ocupada por un centro comercial para luego
dividirse en dos espectaculares torres de cristal.
Time Warner Center. Columbus Circle |
En otro de
los extremos de la plaza también destaca la escultura Maine Memorial, realizada
para conmemorar el navío americano
Maine, hundido en 1898 por los españoles en el puerto de La Habana. Este
conflicto desataría el conflicto entre ambos países.
Maine Memorial. Columbus Circle |
Estábamos
casi desfallecidos así que decidimos parar y buscar un sitio para comer, por lo
que entramos en un centro comercial cercano y allí tomaríamos unas
hamburguesas, lo que nos vendría estupendamente para recargar las pilas y
llevar a cabo con éxito la actividad de la tarde.
En una de
las esquinas de este inmenso espacio, podríamos apreciar cómo había un joven
que alquilaba bicicletas, así que nos acercamos hasta él y le preguntamos que
por cuanto nos dejaría el alquiler para unas cuatro horas, más o menos lo que
nos quedaba de luz. En mi opinión nos haría una buena oferta pues nos dejaría
por diez dólares cada una de ellas, lo que me pareció bastante económico.
Ya con ellas
nos dirigimos a la entrada en la que estaba situado el Maine Memorial, del que
acabo de hablar unas líneas atrás, y nos dispusimos a disfrutar del mayor
pulmón verde de la ciudad con diferencia.
Hay lugares
tan míticos como este que parece que llevan así desde siempre, pero muchas
veces no es así y la historia de Central Park da buena muestra de ello, pues es
cuanto menos novelesca. Retrocediendo en el tiempo a mediados del siglo XIX nos
encontramos con que en este mismo lugar tan sólo había una gran extensión de
ciénagas nauseabundas, donde se concentraban las clases sociales más pobres y
marginadas. Sería a raíz de una enérgica campaña, lanzada por un afamado
periodista de la época llamado William Cullen Bryant, por la que se empezaría a
pensar en crear un parque similar a los grandes espacios verdes europeos. Esta
tendría éxito y no se tardaría mucho en comprar el terreno, pero lo más
complicado vendría después.
Serían
necesarios, nada más y nada menos, que veinte años y 20000 obreros para que el
proyecto llegara a buen puerto y es que habría que luchar contra la violenta
oposición de las clases bajas de la zona, traer tres millones de metros cúbicos
de tierra en barcazas desde la otra orilla del Hudson para rellenar el espacio
que quedó libre tras la destrucción de 300000 toneladas de rocas y el
correspondiente a las mencionadas ciénagas y gastarse la friolera del doble de
lo que se pagaría por el estado de Alaska.
Pero gracias
a todo lo anterior hoy podemos disfrutar de un paraíso natural entre las moles
de piedra que pueblan Manhattan, un parque para descansar de la ciudad sin
realmente salir de ella porque, a pesar de su lejanía, la hilera de rascacielos
sigue estando omnipresente.
Durante las
cuatro horas de las que dispusimos nos dedicaríamos a recorrer los lugares más
emblemáticos del mismo. Todo gracias a los caminos asfaltados, habilitados para
las propias bicicletas y de los que no te puedes salir salvo que quieras que te
llamen la atención o incluso ponerte una multa. De todas maneras y si te
interesa algún punto en concreto, siempre se puede dejar la bici aparcada e ir
andando hasta él, aunque nosotros dejaríamos esos paseos para otro día y hoy lo
que más haríamos sería pedalear y quedarnos embelesados durante bastante tiempo
con lugares como “The Great Lawn”, una inmensa explanada donde la gente hace
deporte y se recrea con picnics o toma el sol en días tan espléndidos como el
de hoy. Ha salido también en infinidad de películas y en ella se han llevado a
cabo multitud de conciertos.
The Great Lawn. Central Park |
Pero si hay
un lugar del que te quedas enamorado para siempre ese es el que forma el lago
Jacqueline Kennedy Onassis, en el que se reflejan los rascacielos y donde
sentado en alguno de los bancos que lo rodean puedes disfrutar de una calma y
una quietud maravillosas, mientras ves como la gente corre a su alrededor,
intentando perder alguna que otra caloría.
Jacqueline Kennedy Onassis Reservoir. Central Park |
Gente corriendo en Central Park |
Jacqueline Kennedy Onassis Reservoir. Central Park |
Aunque
parezca mentira no se me da muy bien lo de montar en bicicleta y es que cuando
era niño no aprendí demasiado bien y en espacios pequeños no mantengo muy bien
el equilibro y eso me hace pasarlo un poco mal, pero aquí disfrutaría bastante,
pues las zonas habilitadas para este medio de transporte son bastante amplias,
la mayoría de las veces, por lo que si te pasa como a mí ya sabes que no hay
ningún problema ni nada que temer, pues además los coches brillan por su
ausencia en la mayoría del recorrido.
La tarde
empezaba a languidecer y había que volver a nuestro punto de inicio, por lo que
entre los tupidos bosques que cubren los caminos de Central Park, llegaríamos
otra vez a la entrada de Columbus Circle.
Central Park |
Rascacielos El Dorado desde Central Park |
Allí nos
encontraríamos que ya no había nadie en el punto donde habíamos alquilado las
bicicletas por lo que no nos quedó más remedio que llevar a cabo una llamada al
responsable de los alquileres para que nos dijera donde teníamos que
dirigirnos. Afortunadamente Isabel se maneja bastante bien con el inglés y no
tuvo el mayor problema para enterarse de donde era. Así que otra vez montamos
en las bicis y por las calles de Nueva York nos dirigimos hacia la dirección,
la cual era un pequeño garaje en un antiguo edificio, lo que tenía pinta de que
el negocio no es que fuera muy legal.
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