RIAS BAIXAS - DIA 07. Cambados - Isla de Arousa - Villanueva y Villagarcía de Arousa

7 de Septiembre de 2007.


Las Rías Baixas tienen innumerables lugares para visitar, pero para ser nuestra primera incursión por ellas estábamos más que satisfechos con lo que habíamos podido conocer, quedándonos todavía la jornada de hoy completa para ampliar estos algo más. Es por ello que habíamos optado por varios de esos pueblos y paisajes naturales que no faltan nunca cuando se hace referencia a esta zona del litoral gallego.

Comenzaríamos dirigiéndonos hacia el norte, a algo más de cincuenta kilómetros, hasta llegar a Cambados, una antigua parroquia marinera, en pleno corazón de las Rías Baixas, merecedora, sin duda, de su actual denominación de conjunto histórico – monumental. Un casco antiguo donde los pazos, las iglesias, las torres, las más bellas casonas señoriales y las capillas salpican un entorno sin igual.

No hay lugar más espectacular en Cambados que la plaza de Fefiñáns, sobria y monumental, es un lugar de referencia con su torre almenada y su fotogénico balcón volado. En ella destaca el pazo del mismo nombre que fue de los Figueroa, de finales del XVI, con dos brazos en forma de L.

Pazo de Fefiñáns. Cambados

Pazo de Fefiñáns. Cambados

Pazo de Fefiñáns. Cambados

Otro de esos edificios que no pasan desapercibidos es el pazo de Montesacro, un fastuoso palacio de robustos muros y garitas esquinadas que debe su construcción al primer marqués de la saga. La hermosa capilla está dedicada a la Virgen de Valvanera. Su último dueño, otro marqués, dispuso en testamento que el edificio fuese lo que es hoy: una residencia de ancianos. Tampoco hay que dejar de mencionar el pazo de Ulloa, el cual sufrió importantes reformas y ampliaciones durante toda la  Edad Moderna.

Pazo de Montesacro. Cambados

Pazo de Ulloa. Cambados

Merecen mucho la pena también varias de sus iglesias como la de San Benito con sus campanarios churriguerescos, así como los escudos y el reloj de sol de su fachada; la de San Francisco, otra maravilla escondida con un bonito cruceiro lateral; o la de Santa Mariña que no hay que confundirla con las ruinas de casi el mismo nombre.

Iglesia de San Benito. Cambados

Iglesia de Santa Mariña. Cambados

Pero creo que uno de los rincones con mayor encanto de la población es el barrio pesquero de Santo Tomé con sus viejas casas marineras y situado sobre las mismas rocas de la costa.

Además casi al lado de este se encuentra la torre vigía medieval de San Sadurniño desde donde se disfruta de una vista excepcional. Es todo lo que queda en pie de la pequeña fortaleza que formaba parte del sistema defensivo de la costa gallega y protegió a las poblaciones costeras de los ataques de piratas y normandos.

Torre de San Sadorniño. Cambados

Buena impresión causan también las ruinas de Santa Mariña Dozo, del siglo XV y conquistada desde su abandono en el XIX por las tumbas del camposanto de la villa, donde literalmente ya no cabe un alma. Sus arcos al descubierto que aguantan el aire y sobrevuelan las tumbas impregnan un aire misterioso al lugar.

Ruinas de Santa Mariña Dozo. Cambados

Antes de abandonar la localidad no nos faltaría una buena cerveza en su Parador de Turismo, uno de los pazos más espléndidos y monumentales, con un reposado patio interior, muebles de época, lámparas de forja y textiles artesanales, además de estar situado frente a la ría de Arousa.

Con las fuerzas renovadas y para cambiar un poco de aires nos desplazaríamos hacia un lugar menos monumental y más paisajístico. Hablo de la isla de Arousa, a la que llegaríamos gracias a su puente curvo, uno de los más largos de Europa. También hay servicio de barco y de autobús desde Villagarcía.

Puente Isla de Arousa

Hay que decir que este enclave natural está un tanto alejado del turismo masivo pero lleno de peculiares contrastes. Sus dos joyas principales están una en cada extremo, alejadas del centro urbano. En el norte, la playa, el faro y el mirador Area de Secada; y en el sur, la punta Carreirón. Imprescindibles.

Isla de Arousa

La zona urbana destaca por su pequeño pero agradable paseo marítimo, así como su puerto pesquero donde se puede ver faenar a los pescadores.

Puerto Isla de Arousa

Sólo siete kilómetros nos separaban de Villanueva de Arousa, de la que nadie sabe qué sería de ella sin el mar. Y es que esta villa vive por y para sus limpias aguas. De hecho, el mejillón de la ría de Arousa, que se exporta a todos los confines, se cultiva en las innumerables bateas. Las nuevas técnicas pesqueras y marisqueras han propiciado la creación de fábricas de salazón como principal fuente de riqueza de la comarca.

Pero su centro histórico  tampoco es manco, no. Habría que comenzar por el pazo do Cuadrante, la que fuese la casa natal de Valle – Inclán y en la que se puede leer, al lado del blasón, que “aquí vino al mundo, en 1866, el padre del esperpento”. Toda ella se conserva como oro en paño.

Otra casa interesante es la Julio Camba (tres euros la entrada). Con pintorescas escalerillas y hoy usada como biblioteca y casa museo. Este Camba fue corresponsal en las más importantes ciudades europeas y uno de sus libros más leídos se titula “Aventuras de una peseta”. Vivió durante mucho tiempo en una habitación del Palace de Madrid. Unos dicen que pagaba el ABC, otros que era un favor que le hacía Juan March.

Respecto a los monumentos religiosos habría que mencionar la iglesia de San Cipriano de Calogo, bastante moderna, encontrándose justo al lado la capilla de San Amaro, románica. No hay que olvidarse tampoco de la iglesia de la Pastoriza, donde fue bautizado Valle – Inclán.

La Pastoriza. Villanueva de Arousa

Por último un paseo por su puerto pesquero y una parada en el monumento dedicado al famoso escritor, serían la manera perfecta de abandonar la población.

A Valle-Inclán. Villanueva de Arousa

Nuestra última parada de hoy sería en la población hermana de la anterior y casi del mismo nombre: Villagarcía de Arousa, situada a siete kilómetros. Es la tercera en importancia de Pontevedra y declarada conjunto histórico – artístico.

La riqueza monumental de esta localidad abarca desde los vestigios prehistóricos en forma de petroglifos hasta el elegante neoclásico del desgastado barrio de la Prosperidad. Pero, sin duda, la majestuosidad de la villa y del municipio son sus fascinantes pazos, antiguos escenarios del poder rural cuya arrogancia militar ha dado paso hoy a deslumbrantes casonas, en muchos casos rehabilitadas con gran gusto.

Su casco urbano se encuentra salpicado de iglesias, ermitas, cruceiros, casas señoriales y pazos como el de Vista Alegre, construido en el siglo XVI por el abad de Teverga. En su fachada luce el escudo del primer marqués de Villagarcía. El pazo comunica con el convento del mismo nombre por un pasadizo en forma de arco.

Pazo de Vistalegre. Villagarcía de Arousa

Pazo de Vistalegre. Villagarcía de Arousa

Pazo de Vistalegre. Villagarcía de Arousa

La iglesia barroca de Santa Eulalia y su puerto, serían el contrapunto perfecto a la visita.

Santa Eulalia. Villagarcía de Arousa.

Así terminaríamos la visita a las maravillosas Rías Baixas de las que tanto habíamos disfrutado durante toda la semana, con un tiempo excepcional, una gastronomía de lujo y un patrimonio cultural y natural difícil de igualar. No me cabe la menor duda que volveremos.

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