Por fin éramos libres del todo, pues si queríamos no
tendríamos que volver a coincidir con el guía y con la totalidad del grupo
durante el tiempo que nos quedaba en Italia. Eso suponía olvidarnos de las
prisas y los agobios y poder ir a nuestro ritmo, eligiendo nosotros las visitas
a realizar y los planes que más nos atrajesen. Así que de momento iríamos por
libre los dos primeros días y luego ya veríamos si nos apuntábamos a alguna
excursión extra que nos pudiera interesar.
Para empezar, optaríamos por dejar la Ciudad Eterna para más
adelante y dirigir nuestro pasos al
estado más pequeño del planeta, que como todo el mundo ya sabe es El Vaticano y
se encuentra enclavado dentro de la misma Roma.
La ciudad – estado cuenta con su propia oficina de correos,
sistema judicial, farmacia, gasolinera, estación de ferrocarril, comisaría,
canal de televisión y policía. También publica un periódico diario, el
influyente Osservatore Romano, y emite programas de radio en más de una docena
de idiomas.
Antaño, el Papa gobernaba gran parte de Italia, pero los
Estados Pontificios fueron conquistados por las tropas piamontesas entre 1860 y
1870. Como resultado, el Papa no salió del Vaticano en los cincuenta años
siguientes, pero en 1929 se acordó la
paz con Italia. Los papas habían vivido en el Vaticano desde el siglo XIV,
cuando regresaron de su exilio en Aviñón y abandonaron el Palazzo Lateranense,
que estaba en ruinas.
Basílica de San Pedro. Ciudad del Vaticano |
Gran parte del Vaticano está ocupado en la actualidad por
los Museos Vaticanos que, junto con la Capilla Sixtina y las Salas de Rafael,
incluyen el Museo Pio – Clementino, la
Pinacoteca, y los museos Gregoriano, Egipto y Etrusco.
Sería por ellos por donde comenzaríamos nuestra primera
visita. La entrada se halla en la parte posterior de la Ciudad del Vaticano –
más allá de la Piazza del Risorgimento – al girar por Viale Vaticano. No
tardaríamos mucho en entrar, sólo poco
más de una hora, lo que puedo garantizar que es un tiempo prudencial para las
esperas que hay que soportar en otras ocasiones. Además hay que tener en cuenta
que por aquellos tiempos las entradas no podían comprarse por internet, así que
estábamos de suerte.
Es complicado pensar en museos más importantes que los del
Vaticano. Otros pueden abarcar también un gran periodo de tiempo y contener
piezas de diferentes procedencias, pero ninguno incluye salas enteras pintadas
por Rafael y los frescos del techo de la Capilla Sixtina.
Los Museos son inmensos, y no se puede esperar verlo todo en
una visita. Es necesario seleccionar lo que más nos interese y concentrarse en
eso, ya que si se intenta retener, captar o leer todo es probable que se acabe
agotado en poco espacio de tiempo. Además hay que recordar que el camino es
largo (medio kilómetro desde la entrada a la Capilla Sixtina). Es importante
recordar que a partir de las 16:00 ya no se permitirá el acceso.
Una vez superada la entrada, subiríamos la escalera y
torceríamos a la derecha donde podríamos deleitarnos con la Pinacoteca con
obras de Fra Angélico, Bellini y Tiziano, por nombrar sólo algunos.
Tras esa primera toma de contacto volveríamos a salir al
punto inicial y nos marcharíamos hacia la izquierda, es decir hacia el vestíbulo
de las Cuatro Puertas, donde nos detendríamos en un gran patio donde resalta
una gran piña de bronce. Luego giraríamos a la izquierda, otra vez, y
subiríamos unas escaleras hasta el primer rellano, donde estaba la sala de la
Cruz Griega con dos estupendos sarcófagos.
Instantes después subiríamos a un segundo piso y nos
encontraríamos un largo e impactante pasillo donde podríamos observar
candelabros, tapices y mapas pintados al fresco que muestran las posesiones de
la Iglesia en la década de 1580.
No fue poco el tiempo que estuvimos admirando todo lo
anterior, pero al terminar, una nueva sala nos llevaría de forma directa a las
estancias de Rafael, de las cuales hay cuatro, siendo encargadas por Julio II
en 1508, supuestamente porque el apartamento papal existente le recordaba
demasiado a su odiado predecesor, Alejandro VI.
La Stanza della Segnatura es la sala más famosa porque,
entre otras, contiene dos de las pinturas más conocidas de Rafael: “La
Discusión sobre el Sacramento” Y “La Escuela de Atenas”, pintadas entre 1508 y
1511, y que son alegorías que representan los ideales humanistas de teología,
filosofía, poesía y justicia. Sería emocionante, en la segunda de ellas, poder
observar con detalle la escena en la que Platón y Aristóteles conversan animadamente
en el interior de un enorme edificio de estilo clásico. Está claro que a Rafael
le gustaba pintar a sus contemporáneos en escenas históricas, muy abundantes en
este cuadro. El mismo Rafael es el segundo empezando por la derecha entre el
grupo de caballeros con sombrero. Enfrente, está Bramante, disfrazado de
Euclides, que se inclina, con la vara en la mano, para explicar un problema a
sus estudiantes.
La Stanza di Eliodoro es también muy interesante por el
sorprendente uso que hace del color en la Guardia Suiza en la esquina inferior
derecha, así como por la iluminación de “La Liberación de San Pedro”.
Las dos siguiente salas, la dell´ Incendio y la di
Constantino están ya pintadas por los alumnos de Rafael y él, probablemente,
sólo hizo algunos bocetos preliminares, pero también son dignas de detenerse en
ellas y admirarlas con tranquilidad.
Después de las salas anteriores y antes de llegar a la
estrella de la visita, podríamos visitar los aposentos Borgia, con maravillosos
frescos de Pinturicchio y sus discípulos.
Y ahora sí y sin más preámbulos llegábamos hasta la
inigualable Capilla Sixtina, construida durante el papado de Sixto IV
(1471-1484), de forma rectangular y privilegiado testigo de muchos episodios históricos. Fue la
capilla privada de los pontífices y durante siglos ha sido la sala donde se
celebraban los cónclaves o elecciones papales.
Para entrar deberíamos esperar unos veinte minutos, pues el
número de visitantes en su interior no podía pasar de un número determinado de
personas, al menos en aquellos momentos (no sé si ahora será igual). Eso sí,
una vez dentro te dejaban permanecer allí todo el tiempo que quieras sin haber
límite de tiempo.
Aunque el suelo y los tabiques destacan, la sala es tan
conocida por los maravillosos frescos de las paredes y el techo, que llegan a
atraer hasta a 20.000 visitantes al día
y muchos consideran el ejemplo supremo del Renacimiento o incluso del arte
universal.
Los fabulosos trabajos de las paredes realizados por
artistas de la talla de Botticelli, Doménico Ghirlandaio, Rosselli o Perugino,
se ven a menudo eclipsados por los frescos de Miguel Ángel en la bóveda y la
pared del altar, posiblemente el mayor logro artístico de Occidente y sin duda la mayor obra pictórica jamás proyectada y llevada a
cabo por un hombre. Julio II encargó la decoración en 1508, y Miguel Ángel la
completó en 1512, con escenas narrativas, efectos arquitectónicos y figuras
esculturales de gran belleza. Los paneles centrales representan la Creación y
la historia de Noé.
Años más tarde, en 1535, Miguel Ángel fue de nuevo citado a
la capilla, esta vez por Paulo III, para pintar al fresco la pared del altar
con escenas de Juicio Final, un inmenso trabajo que lo mantuvo ocupado hasta
1541. Esta obra es esencialmente una celebración del cuerpo humano, rebosante
de potencia y movimiento. Incluso antes de que lo terminara, el gran número de
cuerpos desnudos ya habían ofendido a
muchos, especialmente a los maestros de ceremonias del Papa. Pío IV reprobó la
desnudez de las figuras hasta tal punto que mandó llamar a Daniele da Volterra
para que cubriera los genitales, lo que le hizo ganarse el sobrenombre de “il
Braghettone”. Afortunadamente, esta sobrepintura se eliminó en el curso de una extensa restauración de la
bóveda y El Juicio Final durante las décadas de 1980 y 1990.
Saldríamos de los Museos Vaticanos exhaustos después de unas
cuatro horas en su interior, así que buscaríamos un rincón para descansar e
hidratarnos un rato antes de, sin todavía haber asimilado todo lo visto,
dirigirnos a la inmensa plaza de San Pedro y su basílica.
La entrada a este gran recinto es impactante y desde el
primer segundo entiendes porque ha sido mundialmente aclamado como una obra
maestra de la arquitectura. La culpa de ello la tendría su creador: el gran
Lorenzo Bernini quien la realizaría por encargo del Papa Alejandro VI. Su forma
elíptica y las dos columnatas semicirculares la hacen única e insustituible. En
medio de la plaza se alzan un obelisco egipcio situado allí antes de la
creación de la columnata, y dos fuentes, una también de Bernini y otra de
Maderno. A medio camino entre el obelisco y cada una de las fuentes hay un
disco de piedra donde se lee “Centro de Colonnato”. Si te sitúas encima de uno,
verás como las cuatro hileras de columnas del hemiciclo correspondiente se
alinean milagrosamente en una sola fila.
Tres tramos de escaleras, flanqueadas por las estatuas de
San Pedro y San Pablo, nos conducirían a la entrada de la soberbia basílica de
San Pedro.
Nadie sabe exactamente en qué año llegó San Pedro a Roma,
pero seguro que fue después del 50. Tampoco se conoce la fecha exacta de su
martirio, sólo que fue crucificado en un circo imperial cerca del Vaticano
durante las persecuciones del emperador Nerón, por lo tanto, entre los años 64
y 67. Lo que sabemos es que su tumba muy pronto adquirió especial importancia
para los cristianos.
Sería Constantino quién mandaría construir la primera
iglesia de San Pedro, pero cuando los papas regresaron de Aviñón, se
encontraron con que la vieja iglesia se había deteriorado y amenazaba con
derrumbarse. Tendrían que pasar varios siglos hasta que se completara la enorme
construcción que hoy conocemos, edificada sobre la tumba de San Pedro y
conocida mundialmente.
Dicen que la perfección no existe, pero creo que este lugar
es una clara excepción. Todo en ella te sobrecoge: sus dimensiones; la fachada
de travertino de color blanco y ocre; el pórtico de techo estucado; la cúpula
diseñada por Miguel Ángel; la escultura de La Piedad, nada más entrar en la
capilla de la derecha; el baldaquino de Bernini, sobre la cripta donde yace San
Pedro; el gran círculo de pórfido donde Carlomagno y otro muchos se
arrodillaron para ser coronados emperadores; las miles de obras de arte del
renacimiento y del barroco italiano; y mil y un detalles más. Todos ello hace
que este portento arquitectónico más parezca que fuese realizado por dioses que
por seres humanos.
La Piedad de Miguel Angel. Basílica de San Pedro. Ciudad del Vaticano |
La cúpula sobre la basílica de San Pedro ofrece una vista
maravillosa de la ciudad, pero en aquellos momentos no se encontraba abierta al
público y tendríamos que quedarnos sin poder acceder a ella. Tampoco podríamos
visitar, por falta de tiempo o previsión debido a las largas filas, las Tumbas
Papales y la Necrópolis de San Pedro,
pero recomiendo encarecidamente que si se tiene oportunidad se haga, pues no te
defraudará en absoluto. Como siempre se dice, será esta una buena excusa para
volver en otra ocasión.
Terminaba aquí nuestra visita al pequeño Estado en cuanto a
tamaño, pero no así en grandeza, queriendo aprovechar lo que restaba de tarde
en tener un primer contacto con algunos de los monumentos que conforman Roma y
que no estaban muy lejos de donde nos hallábamos.
Empezaríamos por las vistas del castillo de San´t Angelo,
construido como un mausoleo por el emperador Adriano, pero cumpliendo a lo
largo de su historia, funciones de fortaleza, prisión, un refugio papal, un
cuartel y un palacio de reposo.
Tendríamos que conformarnos con llegar hasta su puente
levadizo que hasta 1822 todavía se usaba para proteger el castillo de invasores
indeseables. Como curiosidad decir que el puente cruza la cámara funeraria
donde se conservan los restos de Adriano.
A las 18:00 cerraban nuestra próxima visita a cuyo interior
sí queríamos entrar. Hablo del Panteón, así que a paso ligero nos plantaríamos
en diez minutos en la entrada. Después de atravesar su frontón, sostenido por
altas columnas de granito y las imperiales puertas de bronce, podríamos
deleitarnos ante su cúpula perfecta de cuarenta metros de diámetro, una hazaña
arquitectónica y de ingeniería tan importante que se ha convertido en un modelo
en gran parte del mundo. Se fijó vertiendo cemento sobre un marco provisional
de madera y es más ancha que la de San Pedro.
Panteón de Roma |
Dicen que el Panteón es el monumento antiguo mejor conservado
de Roma, en gran parte gracias a su transformación en una iglesia cristiana.
Dentro están enterrados un buen número de reyes italianos, pero sobre todo
destaca la tumba del pintor Rafael, fallecido en el año 1520.
A la salida y dado que no se encontraba muy lejos
decidiríamos terminar el día con la inmensa columna de Trajano, perfectamente
conservada. Su altura es de cuarenta metros y está construida con mármol de
carrara. El emperador que da nombre a la columna conseguiría hacerse con la
mayor extensión de territorio para el Imperio Romano de la historia,
relatándose en los relieves de la misma una de sus campañas: la correspondiente
a la conquista de Dacia, en las actuales Moldavia y Rumanía. Por cierto que las
cenizas de Trajano se encuentran enterradas debajo de la columna.
Columna de Trajano. Roma |
Columna de Trajano. Roma |
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