Hoy era otro día de carretera y manta, pues por delante
teníamos más de 300 kilómetros hasta Roma, dado que en el camino nos
desviaríamos para deleitarnos, durante unas horas, con otras dos joyas
italianas que, al igual que tantas otras, son imprescindibles de ver en algún
momento de tú vida. Me refiero, como ya se ha podido ver en el título del
capítulo, a Siena y Asís.
A la primera de ella de ellas llegábamos tras unos ochenta
kilómetros y una hora y media, dando nuestros primeros pasos por su centro
histórico sobre las diez de la mañana.
Si Florencia es la ciudad del Renacimiento, Siena es por
excelencia la ciudad del gótico. Sus rivalidades no cesaron durante siglos,
hasta que una terrible epidemia de peste negra y el abandono y entrega de
Carlos V al duque de Florencia, consiguieron que Siena quedara en el olvido.
La visita a la ciudad la abordaríamos sin tapujos, sin
rodeos, de forma directa, pues comenzaríamos por la mismísima plaza del Campo (o
simplemente il Campo, como la llaman los sieneses). Su originalidad reside en su
trazado con ocho franjas de travertino blanco que dividen en nueve sectores de ladrillo rojo el recinto, que
tiene forma de concha o de abanico y una fuerte inclinación, de manera que todo
converge en la zona más estrecha y más baja, dominada por el Palazzo Comunale
(en el que están instaladas las dependencias del Ayuntamiento) y la torre del
Mangia. En el otro extremo del Campo se puede ver como emana el agua de la
fuente Gaia.
Plaza del Campo. Siena |
Palacio Comunale. Plaza del Campo. Siena |
Es en este histórico lugar donde se celebra, quizás, la
fiesta más espectacular de toda Italia, conocida como El Palio. Esta consiste
en una carrera de caballos en la que participan diez de los diecisiete
distritos con los que cuenta la ciudad, elegidos por sorteo. Cada uno está
representado por un determinado motivo, generalmente un animal, y tienen su
propia plaza, su museo y su iglesia, en la que los caballos son bendecidos al
principio de la carrera. Los jinetes, que cabalgan sin montura, vienen de fuera, y durante la prueba se les
permite todo con tal de vencer a los oponentes, excepto agarrar las riendas de
un rival.
El Palio tiene lugar dos veces al año (el 2 de julio y el 16
de agosto) y antes de cada carrera los distritos desfilan con sus banderas y
sus trajes durante unas dos horas.
Después de estas interesantes explicaciones por parte de
nuestro guía, nos perderíamos por el entramado medieval de callejuelas
estrechas y empinadas, con multitud de pasajes, cuestas y escaleras, que nos
llevarían de forma directa hasta el segundo protagonista indiscutible de la
ciudad: El Duomo, con sus célebres franjas de cebra oscuras, dedicado a Santa
María Assunta. Se levantó en la cima de la colina más alta de la ciudad a lo
largo de varios siglos de ampliaciones y reformas. Varias partes del mismo,
como el rosetón, fueron diseñados a
imitación de los de la catedral de Orvieto.
Duomo de Siena |
Duomo de Siena |
El interior de la catedral es francamente impresionante: los
muros están revestidos de listas de mármol blancas y negras de diferente
anchura, cuenta con altísimos pilares que conducen la vista hasta los techos
pintados de azul y sembrados de estrellas doradas, las tres naves están
decoradas con algunas maravillosas obras de arte, etc. Pero por si todo lo
mencionado fuera poco, te aconsejo que tampoco te vayas sin ver la capilla de
la Madonna del Voto. No tiene desperdicio.
Sería con esta soberbia construcción con la que
terminaríamos nuestra visita a Siena, pues no había tiempo para nada más, así
que nos dirigimos al autobús y pusimos rumbo hacia Asís, llamado en italiano
Assisi. Hasta esta ciudad teníamos 130 kilómetros, tardando en llegar algo más
de una hora y media.
Esta pequeña ciudad de la región de Umbría se encuentra
situada sobre una verde colina, desparramándose su enclave amurallado por la
ladera del monte Subasio. Su aspecto apenas ha cambiado desde los siglos XII y
XIII y todo en ella gira alrededor de la enorme basílica construida en honor a
San Francisco. Esta además de importante punto de peregrinación, pues es la
tercera ciudad santa del catolicismo, es una de las pinacotecas más importantes
de Italia. Los frescos que cubren sus paredes suponen la muestra más amplia del
arte prerrenacentista italiano, destacando sin lugar a dudas los frescos
dejados por Giotto.
Basílica de San Francisco. Asís |
Tanto todas estas pinturas como el propio edificio se verían
seriamente dañados tras los terremotos acaecidos en 1997, desprendiéndose un
buen número de frescos. Los trabajos de restauración, con la ayuda de los más
modernos medios incluidos los informáticos, se han resuelto a la perfección y
en un periodo de apenas tres años. Otra de las medidas adoptadas sería la de
consolidar el edificio para evitar daños en un posible futuro terremoto, pues
no olvidemos que desde su construcción ya ha sufrido más de veinte movimientos
sísmicos.
Basílica de San Francisco. Asís |
La tumba donde reposan los restos de San Francisco, en la
misma basílica, así como el Ayuntamiento y la cercana iglesia de Santa Clara,
pondrían el punto culminante a nuestra visita a Asís.
Eran las 18:00 cuando nos poníamos rumbo hacia Roma, nuestro
último punto de operaciones del viaje, tardando en llegar dos horas y media,
así que la hora perfecta para dejar las cosas en la habitación y bajar a cenar
al restaurante de nuestro hotel, donde nos esperaba un buffet libre.
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