VALLE DE AOSTA - DIA 03. Rozando el cielo en los Alpes: De Punta Helbronner a Chamonix

6 de Septiembre de 2023.

El valle de Aosta se abre paso entre grandes montañas, ocupando el extremo noroeste de Italia, de la que es la región más pequeña y también la menos poblada. En un entorno tan unitario y con tantos parajes naturales, la historia, el paisaje y la naturaleza están indisolublemente unidos entre sí: monumentos romanos y medievales, castillos de defensa y residencia y arquitectura rústica se encuentran a su vez flanqueados por las soberbias montañas alpinas, bosques y una preciada flora y fauna. Una simbiosis perfecta para aquellos que disfrutamos por igual tanto de una cosa como de la otra.

Las cimas más  famosas de los Alpes tienen en común sobrepasar los cuatro mil metros y estar ubicadas en este valle único rodeado por hasta tres países: Francia, Suiza e Italia. Entre ese círculo de crestas y grandes montañas suenan nombre tan emblemáticos como: el Mont Blanc o Monte Bianco, el Cervino o Matterhorn, el Monte Rosa y las Grandes Jorasses, por citar sólo algunos.

Estaba claro que siendo amantes de la montaña, del senderismo y de los grandes espacios naturales, una prioridad absoluta en este viaje iba a ser intentar contemplar desde lo más cerca posible montañas tan míticas. Y digo intentar porque para conseguir ese objetivo era clave que tuviéramos buen tiempo.

Afortunadamente, los dioses estarían de nuestra parte y no sólo este primer día en el valle de Aosta, sino todos los demás, el tiempo iba a ser inmejorable, con cielos completamente despejados y unas temperaturas ideales. Vamos que podemos decir que nos había tocado la lotería.

Y siguiendo el refrán “No dejes para mañana, lo que puedas hacer hoy”, no dudaríamos en encaminarnos, este primer día, hacia la actividad que más importante era para nosotros en nuestra estancia en el valle de Aosta. Esta no era otra que pasar un día entero entre las cumbres más altas e importantes de Europa.

SKYWAY MONTE BIANCO

Para ello nos dirigiríamos a Entréves, situado a tres kilómetros a las afueras de Courmayeur, a pocos metros de la entrada del túnel del Mont Blanc, que conecta Italia con Francia.

Nada más llegar se puede ver ya el teleférico y los grandes aparcamientos que se sitúan a sus pies. La mayoría son de pago, pero si se llega temprano existe la posibilidad de aparcar de manera gratuita durante todo el día, siempre que se utilice alguna de las plazas de la Piazzale Funiure Val Veny. Poniéndola en el GPS, este te llevará directo a esta zona.

Acto seguido, nos encaminaríamos hasta la entrada del teleférico Skyway Monte Bianco, donde empezarían a fraguarse nuestros planes para casi tocar el cielo.

Skyway Monte Bianco

El ticket de ida y vuelta a Punta Hellbronner cuesta 55 euros por persona y te da derecho a estar en la cumbre una hora y media, pasada la cual es obligatorio el descenso de acuerdo con la hora establecida. Nosotros descartaríamos esta opción.

Nuestra elección sería la de comprar únicamente el ticket de ida que nos costaría 44 euros por persona, de esta manera no hay tiempo límite de estancia en la cumbre, pudiendo permanecer en ella todo el tiempo que uno quiera. Claro está que nuestros planes justificaban esta decisión.

El skyway Monte Bianco está compuesto por enormes cabinas giratorias, con capacidad para ochenta personas, y totalmente acristaladas que te permiten tener una visión de 360 grados de todo el entorno que te rodea, con hasta dos rotaciones completas, mientras se produce la ascensión de Entréves (1300 metros) a Punta Hellbronner (3466 metros).

Skyway Monte Bianco

Dicha ascensión se realiza en dos etapas y con dos teleféricos diferentes, debiendo bajar en una estación intermedia para ello. Esta se conoce como Pavillon du Mont – Fréty y se encuentra situada a 2123 metros de altura. Dependiendo de los planes de cada uno y si se desea permanecer un rato en esta, lo ideal sería parar aquí en primer lugar si el billete es sólo de ida, ya que luego no se regresará por esta zona. Mientras que si el billete es de ida y vuelta, lo mejor es subir directamente a Punta Hellbronner y luego a la bajada hacer la parada respectiva en esta zona, ya que el tiempo de estancia en la cima comienza a contar desde el mismo momento que tomas el primer teleférico y estarías perdiendo un tiempo de oro en la cumbre. En esta estación luego ya no hay tiempo límite de estancia.

Estación Pavillon du Mont Frety

De acuerdo con todo lo descrito, nosotros realizaríamos la primera parada en esta estación de Pavillon du Mont – Fréty, donde podríamos disfrutar de las vistas hacia los valles de Val Ferret, Val Veny y el propio valle de Aosta.

Val Ferret desde Estación Pavillon du Mont Frety

Val Veny desde Estación Pavillon du Mont Frety

También se pueden observar las especies de flores nativas de la región en el jardín botánico más alto de Europa, algunas de ellas de especial interés científico.

Casi al lado, se encuentra un pequeño lago artificial con una plataforma donde los niños pueden arrastrarse de un lado a otro a través de un cable que atraviesa la masa de agua.

Estación Pavillon du Mont Frety

Incluso, aprovechando el día soleado que hacía, optaríamos por relajarnos un rato en las tumbonas de la terraza, donde tendríamos la sensación de estar en el paraíso.

Si alguien se anima, incluso podría volver caminando hasta Courmayeur, aprovechando la red de senderos que parten desde esta estación central y que se encuentran perfectamente señalizados, tardando unas dos horas en completar la bajada.

En nuestro caso, esperaríamos a que llegase un nuevo teleférico y seguiríamos ascendiendo hasta la mítica Punta Hellbronner situada a 3466 metros de altitud. Aunque parezca mentira, os aseguro que tendríamos que quitarnos los forros polares y quedarnos sólo con unas camisetas de manga larga. El sol era implacable y apenas soplaba viento, ¿qué más podíamos pedir?

Aunque nada es comparable a vivirlo en persona y las palabras no consiguen describir la espectacularidad y belleza del lugar, hay que decir que el paisaje es alucinante, permitiendo cada una de las terrazas por las que se puede transitar una perspectiva y visión distintas.

Allí estaban ante nosotros, casi pudiéndolas tocar con los dedos, las grandes cumbres de los Alpes europeos: el mítico Mont Blanc o Monte Bianco, el Monte Rosa, el Gran Paradiso, las Grandes Jorasses, Mont Maudit, Les Dames Anglaises o incluso a lo lejos el Gran Paradiso o la maravillosa pirámide perfecta del Matterhorn.

Vistas desde Punta Hellbronner

Vistas desde Punta Hellbronner

Un mar de picos, cimas desafiantes y glaciares inmensos; un paisaje peligroso y desafiante; un mundo de granito y hielo; un entorno vasto, salvaje e indómito de terreno alpino, donde los sentidos se agudizan ante la magia del lugar.

Vistas desde Punta Hellbronner

Vistas desde Punta Hellbronner

Vistas desde Punta Hellbronner

El tiempo parecía detenido y creo que perdimos la noción de este y cuanto pasamos recorriendo cada centímetro de pasarelas, y aunque costaba continuar, también es cierto que esto, aunque pueda parecer mentira, no había hecho más que empezar.

A continuación nos dirigiríamos hacia el refugio Torino, donde no puede ser más sencillo llegar, en contra de lo que se pueda pensar. Y es que desde las instalaciones de la propia punta Hellbronner sólo hay que tomar un ascensor que desciende hasta las profundidades de la tierra y al salir avanzar por un gélido túnel que te lleva a darte de bruces con dicho refugio. Así de sencillo y casi sin gastar energías.

Túnel hacia Refugio Torino

A pocos metros de este se encuentra una de las salidas directas hacia la nieve de los Alpes, sobre la que avanzaríamos unos pocos metros, como si de grandes montañeros se tratase, hasta que dos palos clavados en cruz nos invitarían a darnos la vuelta, pero la sensación fue realmente emocionante.

Refugio Torino desde Punta Hellbronner

Vistas desde Refugio Torino

Finalmente, tras regresar a las instalaciones principales y antes de abandonar el lugar, pasaríamos un rato observando la exposición de minerales cristalizados extraídos de los Alpes.

TELECABINA PANORAMIC MONTBLANC

Era el momento de pasar a la siguiente fase, de subir un peldaño más en emociones y experiencias únicas e inolvidables y es que lo que venía a continuación iba a ser sublime.

Se trataba de pasar de Italia a Francia por el aire y no iba a ser en avión, sino en un teleférico colgado del vacío, una de las mejores actividades que realizar en los Alpes e incluso en toda Europa.

Panoramic Mont Blanc Cable Car

Y es que el telecabina Panoramic Montblanc conecta la estación superior de Punta Hellbronner, en Italia, con la estación superior de Aiguille du Midi, en Francia, mediante un impresionante trayecto de casi cinco kilómetros sobre el Glaciar du Géant y el valle Blanche en el que cada segundo que pasa quedas maravillado con el terreno helado que te rodea, obteniendo vistas aéreas de infarto, a más de 300 metros sobre el glaciar, y observando enormes grietas, seracs de hielo y expediciones de montañeros con apariencia de hormigas encordados caminando sobre el hielo, y todo durante cuarenta minutos mágicos.

Vistas desde Panoramic Mont Blanc Cable Car

Vistas desde Panoramic Mont Blanc Cable Car

Las perspectivas van cambiando cada pocos metros, produciéndose además varias paradas cortas en el trayecto, como consecuencia de la llegada de las cabinas a los extremos (van unidas de tres en tres), que te permiten disfrutar aún más de las vistas privilegiadas e incluso, a través de las pequeñas ventanas de las cabinas, sacar la cámara y hacer alguna fotografía, siempre que el tiempo lo permita.

Vistas desde Panoramic Mont Blanc Cable Car

Vistas desde Panoramic Mont Blanc Cable Car

Vistas desde Panoramic Mont Blanc Cable Car

A mitad del camino, los teleféricos atraviesan un espacio excavado en una roca conocida como estación Gros Rognon, donde es interesante fijarse al contener los contrapesos de los cables fijos y los carriles que doblan la dirección horizontal de los cables hacia la derecha. Una auténtica obra de ingeniería en la que también hay que destacar que no se utilizaron helicópteros y todos los trabajadores fueron elegidos entre guías alpinos y lugareños, siendo necesarios cuatro años de construcción antes de que comenzara el servicio en 1958.

Vistas desde Panoramic Mont Blanc Cable Car

Vistas desde Panoramic Mont Blanc Cable Car

Tras los mencionados cuarenta minutos, llegábamos a la estación superior de Aiguille du midi, ya en territorio francés, donde íbamos a seguir disfrutando de los paisajes de montaña, recuerdos únicos que quedarán para la posterioridad.

El  precio del Panoramic Montblanc mezclado con los teleféricos de la Aiguille du midi sería de 92 euros por persona comprados en la estación superior de Punta Hellbronner. Lo que unido al precio de este último por 44 euros, como ya se vio, haría que toda la circular nos saliese por 136 euros por persona. Sé que es caro, pero hay experiencias que son únicas en la vida y esta es una de ellas.

Vistas desde Panoramic Mont Blanc Cable Car

Vistas desde Panoramic Mont Blanc Cable Car

Vistas desde Panoramic Mont Blanc Cable Car

Además es un privilegio realizar el viaje, si se tiene oportunidad, porque su funcionamiento depende mucho del clima y muchas veces se encuentra cerrado, incluso en temporada, debido a los fuertes vientos y a otras inclemencias meteorológicas. Además sólo está abierto en verano. Incluso en días perfectos como el que nos tocó a nosotros tampoco es muy utilizado, no sólo por el precio sino porque mucha gente desconoce de la existencia de este teleférico, por lo que irás sólo en las cabinas.

AIGUILLE DU MIDI

Y ya estábamos en la cima de la Aiguille du midi, dispuestos a disfrutar de la admirable panorámica que se despliega desde esta otra cumbre mítica. Entre el cielo y la tierra, hasta donde alcanza la vista, se entremezclan rocas de granito, azul y hielo. Allí, en 360 grados, se volvían a suceder ante nuestros ojos, pero con perspectivas diferentes con respecto a la parte italiana, las cimas legendarias: Mont Blanc, Grandes Jorasses, Aiguille Verte, Dent du Géant o la arista Midi – Plan, una delicia para los alpinistas con cordada.

Aiguille du Midi

Son muchas las posibilidades que ofrece este lugar, por lo que tras la primera toma de contacto con el entorno, nos animaríamos a tomar un ascensor adicional situado en el pico central que nos llevaría a la altitud máxima que se puede alcanzar en la Aiguille du midi: una terraza en la cumbre situada a, nada más y nada menos, que 3842 metros. ¡Lo más cerca que se puede estar del Mont Blanc por un sistema de ascensor! Tendríamos mucha suerte y sólo tendríamos que esperar quince minutos para subir. He leído que en ocasiones los tiempos de espera pueden ser superiores a la hora, por lo que no podíamos pedir más.

Mont Blanc desde Aiguille du Midi

Vistas desde Aiguille du Midi

Aquí volveríamos a deleitarnos con las impresionantes vistas de nuestro alrededor y esa sensación de libertad que habíamos tenido en muchos momentos del día; una sensación de inmensidad ante el horizonte infinito que se abría ante nuestros ojos, con todos los picos circundantes, la nieve y el glaciar.

Vistas desde Aiguille du Midi

Vistas desde Aiguille du Midi

Pero había otra experiencia única que no nos queríamos perder, el conocido como “Paso al Vacío”, es decir, una pequeña cámara hecha de vidrio con suelo y techo de cristal que ofrece una vista panorámica en todas direcciones, incluidos los mil metros de vacío situados bajo tus pies, por lo que no es aconsejable para los que sufran vértigo, ya que la adrenalina está asegurada incluso para los que no tenemos miedo a las alturas. No hay nada que temer ya que la cámara puede soportar hasta 1500 kg. Para inmortalizar el momento lo tienen muy bien montado, ya que un miembro del personal de las instalaciones te toma un sinfín de fotografías con tú cámara y móvil en pocos segundos y es que se saben de memoria cuales son las mejores perspectivas. El único pero es la fila que es necesario esperar, aunque a nosotros sólo nos llevaría media hora el que llegara nuestro turno.

Paso al Vacío. Aiguille du Midi

Tras todas estas experiencias, esperaríamos nuestro turno para descender de la parte más alta y acto seguido nos dirigiríamos al conocido como “El Tubo”, construido en 2016 para celebrar el sesenta aniversario de la inauguración del complejo Aiguille du Midi. Se trata de un tubo de acero y vidrio de 32 metros de largo que completa el recorrido de 360 grados alrededor de la cima y ofrece vistas únicas en todas direcciones a través de sus cinco ventanas.

El Tubo. Aiguille du Midi

El Tubo. Aiguille du Midi

Luego llegaría la conocida como “Terraza Cosmiques”, que cuenta con cómodos bancos y ventanas más grandes para sentarte y relajarte mientras se admiran las impresionantes vistas de Vallée Blanche y Cosmiques Ridge. Además, hay una exposición llamada “Nivel de Hipoxia” que explica los efectos de la reducción de oxígeno en grandes altitudes en el cuerpo humano.

Vistas desde Aiguille du Midi

Vistas desde Aiguille du Midi

El resto del tiempo lo dedicamos a transitar de una terraza panorámica a otra, y es que hay numerosos puntos de observación que merece la pena explorar, con nuevas y maravillosas vistas del valle y picos circundantes. Hay varias terrazas justo encima de la estación del teleférico y un puente da acceso a las situadas en la otra parte del complejo. Aunque en principio no impresiona demasiado, si se consigue desde una perspectiva concreta, el puente revela un vacío vertiginoso debajo. También hay un “Área de Historia”, que ofrece una mirada en profundidad a la construcción de esta maravilla de la ingeniería, pudiendo ver, a través de una ventana de cristal, cómo funciona el sistema de elevación, así como un video relacionado con todo el entorno que nos rodeaba.

Vistas desde Aiguille du Midi

Vistas desde Aiguille du Midi

Vistas desde Aiguille du Midi

Eran ya las 15:30, por lo que, aún sin apetecernos, tuvimos que aceptar que teníamos que dejar el mundo mágico de las montañas y descender de la Aiguille du Midi, tomando para ello el moderno teleférico que, en dos tramos, nos llevaría hasta el pueblo francés de Chamonix.

Chamonix desde Aiguille du Midi

En su momento, sería el teleférico más alto del mundo, construyéndose en sólo cinco años, entre 1951 y 1955. Como comentaba, el descenso se realiza en dos tramos, siendo el de la parte superior único, ya que se construyó sin pilares de soporte, lo que lo convirtió en una hazaña arquitectónica impresionante para su época. En ese momento, también era el teleférico más largo del mundo con tres kilómetros sin torre.

Sólo son necesarios, si no hay que esperar colas, veinte minutos para realizar todo el trayecto. Aunque nosotros optaríamos por pasar un rato también en la estación intermedia, conocida como Plan de L´Aiguille, situada a 2317 metros, desde donde se tiene una perspectiva fantástica de la propia Aiguille du midi, justo encima de ti, además de los valles alpinos que te rodean y nuevas y soberbias perspectivas de esta zona de los Alpes.

Aiguille du Midi desde Estación Plan L´Aiguille

Y ahora sí, y tras esperar la fila para coger el último teleférico del día, llegaríamos hasta Chamonix, un destino de renombre mundial con una rica historia y una impresionante belleza natural.

CHAMONIX

La historia de Chamonix se remonta al siglo XI, cuando formaba parte del dominio feudal de la Casa de Saboya. Sin embargo, debido a su duro clima y aislamiento, la ciudad no adquirió mucha importancia histórica hasta el siglo XVIII. Fue en ese siglo cuando dos ingleses visitaron el valle en 1741 y publicaron un artículo sobre su impresionante entorno paisajístico. Esto provocó una oleada de visitantes ansiosos por explorar el pintoresco pueblo, y Chamonix comenzó a ganar importancia como destino turístico.

Con el tiempo, la industria del turismo siguió creciendo, comenzando con los guías de montaña alpinos que guiaban a los visitantes en expediciones de aventuras. Posteriormente, se desarrollaron hoteles y una estación de esquí para atender el creciente número de turistas. En 1924, Chamonix tuvo el honor de albergar los primeros Juegos Olímpicos de Invierno, lo que no sólo impulsó su fama internacional sino que también ayudó a establecerla como una estación de esquí elegante y de estilo antiguo que conocemos hoy.

Chamonix

Chamonix

El centro histórico de Chamonix quedó destruido en gran parte por un incendio a mediados del siglo XIX, por lo que quedan poco edificios antiguos que admirar. A principios del siglo XX, grandes familias hoteleras erigieron suntuosos palacios para recibir una clientela acaudalada, especialmente anglosajona. Dichos establecimientos no resistieron la crisis de 1930, pero aún se ven hermosos edificios de la Belle Époque en torno a la plaza Jacques – Balmat. El guía que dio su nombre a esta plaza fue el primero en completar el ascenso al Mont Blanc junto con el doctor Michel Paccard, en 1786. En el centro de la plaza una estatua lo recuerda, señalando la cima del Mont Blanc al naturalista Horace Benédict de Saussure, quien estudió la región y participó en el segundo ascenso a la gran montaña en 1787. En la Rue du Docteur Paccard hay que ver el inmenso fresco consagrado a los grandes pioneros chamonienses del alpinismo.

Plaza Jacques Balmat. Chamonix

En el pueblo también destaca la iglesia de Saint Michel, dominada por un campanario de cúpula bulbosa que data de principios del siglo SXVIII. A entrada hay dos vidrieras dedicadas a los deportes de invierno, la otra religión de la localidad.

Iglesia de Saint Michel. Chamonix

También es interesante admirar, por su carácter histórico, el edificio de la Compañía de guías de Chamonix – Mont Blanc, la primera que se creó a nivel mundial.

Compañia Guías de Montaña. Chamonix

Y por supuesto, lo mejor es disfrutar paseando por la población, admirando sus calles preciosamente decoradas, flanqueadas por todo tipo de restaurantes, cafés y chocolaterías, además de un número ingente de tiendas de ropa de montaña sólo actas para los bolsillos más pudientes, sin olvidarnos de cruzar  los puentes sobre el río Arve, repletos de flores y detalles, y todo ello siempre acompañados de la maravillosa silueta del Mont Blanc y la Aiguille du Midi de fondo.

Río Arve a su paso por Chamonix

No desaprovecharíamos la oportunidad de tomar unas cervezas bien fresquitas en una terraza en el centro de la población, disfrutando así de la sensación de encontrarnos en el reino de las montañas y de estar rodeados de los picos más altos de Europa Occidental.

AUTOBÚS CHAMONIX - COURMAYEUR

Desgraciadamente, todo llega a su fin y deberíamos abandonar este maravilloso lugar, encaminándonos hacia la estación de autobuses de Chamonix, donde a las 18:15 partiría la línea que nos llevaría a nuestro punto de partida, donde todo empezó a primera hora de la mañana. La línea es la Chamonix – Courmayeur, pero existe una parada justo enfrente del teleférico que se llama Funivia Sky Way, que es donde hay que bajarse si se aparcó allí el coche. El precio por billete es de 15 euros y la página donde comprarlos es https://estore.arriva.it/ Conviene sacarlos con antelación ya que se agotan con facilidad, especialmente en temporada alta y fechas señaladas. Una semana después de nuestra estancia nos enteraríamos que iban a cerrar el túnel del Mont Blanc por obras por lo que es importante tener esto en cuenta a la hora de intentar realizar nuestra misma ruta, para evitar quedarse tirado sin poder volver al punto de inicio.

Después de que el conductor comprobase que todos los nombres de los que subíamos al autobús estaban en el correspondiente listado, esta arrancaría a la hora en punto y se encaminaría al cercano túnel del Mont Blanc.

Lo que en principio tenían que haber sido sólo 45 minutos, se convertiría en casi dos horas, debido a un atasco monumental para acceder al mítico túnel del Mont Blanc, parece ser motivado por el estricto control que estaban estableciendo para que los camiones, autobuses y vehículos pesados respetasen la distancia de seguridad establecida entre unos vehículos y otros. Esto haría que no llegáramos al parking del Sky Way Monte Bianco hasta las 20:15.

En cualquier caso, la ilusión de atravesar este túnel no nos la quitarían ya. Una obra colosal de 11,6 km de longitud, realizada a 2000 metros de la cima de la montaña, que tardó ocho años en contruirse, utilizando una cantidad ingente de personas, energía y materiales, pero permitiendo así atravesar la gran barrera natural que suponía el macizo del Mont Blanc.

Una vez en nuestro vehículo, conduciría hasta Aosta y allí buscaríamos un nuevo sitio para cenar, encontrando un restaurante que nos encantaría y que sería ya el lugar al que recurriríamos de manera constante en los días sucesivos al finalizar la jornada. Se llamaba Hostaria del Calvino y nos estrenaríamos con pizza de cuatro quesos y tagliatelle, ambos platos realmente espectaculares.

De esta manera nos iríamos a descansar, siendo conscientes de que este había sido uno de esos días únicos en cuanto a viajes se refiere y sintiéndonos realmente afortunados por ello.


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