DIA 02. SAN MARINO Y RIMINI. Descubriendo la pequeña República y breve paso por la ciudad italiana

2 de Noviembre de 2019.

San Marino es el estado soberano más antiguo del mundo, fundado en 301 A.D., siendo también uno de los más pequeños, unos 60 kilómetros cuadrados. Tal vez sea ese tamaño lo que le ha ayudado a protegerlo de las guerras e invasiones que han ensangrentado las tierras de su alrededor, probablemente porque nunca se ha visto como una verdadera amenaza o como un área lo suficientemente grande como para molestarse en conquistarla. Encerrado completamente dentro de Italia, también ha sido protegido geográficamente de muchos agresores potenciales al encontrarse en lo alto de la cima de una montaña, rodeada de torres de piedra unidas con puentes y alcanzada a través de caminos estrechos y sinuosos.

Segunda Torre o Cesta desde Torre Guaita

Cuando un país es tan pequeño, es fácil administrar los asuntos y mantener las cosas bajo control, lo que nos lleva a destacar algunas de sus peculiaridades realmente sorprendentes como que no tiene deuda nacional, goza de superávit presupuestario, tiene la quinta esperanza de vida más alta del mundo o no tiene ejército.

Oficialmente se llama República Serenísima de San Marino, lo que me hace suponer que no sea demasiado difícil estar sereno cuando sólo tienes 30.000 habitantes, por lo que seguramente no llevaría demasiado tiempo conocer a sus vecinos.

En cualquier caso dejo ya de irme por las ramas y comienzo a desmenuzar pormenorizadamente como se desarrolló el día y la visita a este peculiar y diminuto país.

Es cierto que ayer me quitaría más de la mitad del camino realizando en tren el trayecto que iba de Bolonia a Rimini, pero esto no me libraría de tener que volver a afrontar otro buen madrugón, sonando el despertador a las 06:45. Y es que tenía que asearme, hacer el check out dejando la maleta en consigna del hotel y caminar unos quince minutos hasta la estación.

Nada más salir a la calle me encontraría con una densa niebla que ocultaba todo lo que hubiese más allá de cien metros, lo que me dejaría preocupado y con cierta cara de circunstancia, pues San Marino se encuentra no demasiado lejos de Rimini y en lo alto de una colina, como ya he mencionado, por lo que no era nada extraño que allí el tiempo fuese exactamente igual y si eso era así suponía no poder ver las famosas perspectivas de las fortalezas, ni las vistas desde las mismas. Todo un varapalo después de haber llegado hasta aquí, pero bueno esperando que la suerte estuviese de mi lado, continuaría con mis planes tal y como los había pensado.

Una vez en la estación, compraría los billetes de ida y vuelta en el estanco que se encuentra justo enfrente de la misma (5 euros por trayecto) y desayunaría en una agradable cafetería que estaba justo al lado.

El autobús saldría con puntualidad suiza, poniéndose en marcha a las 08:08. Este es el primero del día con dirección San Marino. Su capacidad iba por debajo de la mitad, por lo que estaba claro que mucha gente había decidido no jugársela debido a la niebla, veríamos si no me había equivocado con la decisión tomada.

No había nada de tráfico y los apenas 22 kilómetros que separan la ciudad italiana de San Marino serían cubiertos en unos cuarenta minutos. Según nos acercábamos la niebla se iba dispersando y una sensación de alivio inmensa recorrería mi cuerpo, añadiéndose además una alegría desbordante cuando pude ver el primer cartel que indicaba que estaba entrando en el diminuto país, recordándome las mismas sensaciones que había tenido apenas mes y medio atrás cuando pude visitar Liechtenstein, y es que no sé qué tienen estos países que cuando por fin puedes conocerlos te llena de ilusión, tal vez por la complicación o lo inusual de llegar hasta ellos.

Tras ascender una carretera repleta de constantes y sinuosas curvas, por fin el autobús se detendría en el parking habilitado para este tipo de vehículos. Había llegado a San Marino y a las 09:00 en punto ponía el pie en la capital de este nuevo país.

Unos metros más allá de donde estacionamos podría coger un ascensor que me ahorraría hacer los primeros esfuerzos antes de comenzar la visita, dejándome justo al pie de las murallas y ante las primeras vistas que pude contemplar desde la ciudad: los valles circundantes salpicados por algún que otro caserío apenas apreciable y con cierta bruma consecuencia de la densa niebla con la que había amanecido, pero que ahora incluso hacía el paisaje más encantador.

Vistas desde Piazzale Marino Calcigni

Antes de atravesar su muralla decidiría comenzar la visita por los cercanos iglesia y convento de los Padres Capuchinos, erigidos en 1549 sobre los restos de la capilla dedicada a San Quirino, en memoria del intento fallido de invasión perpetrado por Fabiano da Monte. Accedería al edificio por sus amplias escaleras de piedra que conducen al pórtico con cinco arcos de ladrillo nacidos de columnas monolíticas. En el interior podría contemplar el techo de bóveda de cañón y un suntuoso tabernáculo de madera de nogal con un retablo, el cual es un ejemplo perfecto de los retablos capuchinos del siglo XVI al XVII.

Convento de los Padres Capuchinos

Tras esta primera visita para abrir boca, me dirigiría directo a la principal y más importante puerta de acceso de la ciudad de San Marino, la que se conoce como Puerta de San Francisco o Puerta de los Locos, del siglo XIV y claro carácter medieval.

Puerta de San Francisco

En estos primeros momentos estaba disponiendo de la ciudad para mí sólo, pareciendo un lugar fantasma, aunque no duraría mucho esta situación, pero si quieres disfrutar al menos unos instantes de esta tranquilidad, te aconsejo madrugar pues merece la pena de verdad.

Nada más atravesar la puerta y justo enfrente de la misma me daría de bruces con el convento de San Francisco, construido en 1361 por los religiosos franciscanos dentro de los muros de la ciudad, después de que el Papa Clemente VII les permitiera mudarse por razones de seguridad. En su interior destaca el crucifijo de madera sobre el altar mayor, proveniente de la iglesia original; el campanario y las ventanas del siglo XIV, situadas en la pared lateral con vistas a la puerta de San Francisco, donde destacan los símbolos dejados por los maestros albañiles que las construyeron: un hacha, un yunque, dos estrellas, media luna y un perro. También cuenta con una Pinacoteca que decidiría no visitar.

Iglesia de San Francisco y Museo de la Tortura

A partir de este punto hay que olvidarse de las rectas ya que apenas existen y toda la visita del centro histórico se desarrolla en continua subida, por lo que es bueno mentalizarse para ello.

Via Basilicius

Tomaría por tanto via Basilicius que me haría desembocar en la piazza Titano, donde su principal edificio es el palacio Pergami – Belluzzi, una casa señorial que perteneció a dichas familias hasta que en 1932 pasó a ser propiedad del Estado que albergaría aquí la escuela primaria de San Marino. Desde 2001 acoge el Museo Estatal del país que expone el legado arqueológico  y artístico en relación con la leyenda del Santo fundador, la historia de la República y sus instituciones.

Piazza Titano

En la misma plaza sus tres sobresalientes arcos no te dejan indiferente, invitándote los dos laterales a decidir qué dirección tomar, el de la izquierda descendiente hacia el monasterio de Santa Clara (hoy universidad), la Puerta de la Peña y el Museo del Emigrante, mientras que el de la derecha asciende por via Eugippo hacia el resto de monumentos importantes de la ciudad, por lo que no tendría duda en optar por esta segunda opción.

Arco Via Eugippo

En segundos me encontraría con un nuevo cinturón de poderosas y fuertes murallas de la ciudad, a mi derecha, con bonitos jardines con esculturas adosados a las mismas, para poco tiempo después localizar un lugar peculiar llamado Cava dei Balestrieri. Se trata de una cantera real creada en los últimos años del siglo XIX por el arquitecto Gino Zani para extraer rápidamente el material que se utilizaría para la renovación del Palacio Público ubicado a pocas decenas de metros. Una vez se completó la extracción, la idea inicial era construir el palacio degli Uffici a partir de esos cimientos, pero debido al comienzo de la guerra, en 1940, el proyecto fue abandonado y sólo quedo la base. A partir de ese momento el área se limpió y se utilizó para el tiro con ballesta italiano, arraigado en la tradición de San Marino durante siglos.

Muralla desde Via Eugippo

Cantera de los Ballesteros

A pocos metros de allí llegaría a un espectacular mirador conocido como “Il Cantone” situado en una bonita plaza, decorada con flores, donde llega el teleférico proveniente de Borgo Maggiore, uno de los nueve pueblos, llamados aquí castillos, por los que está formada la República de San Marino. Me sentí realmente afortunado y es que las vistas que se pueden contemplar desde este lugar son de las mejores, después de las obtenidas desde las fortalezas, pudiendo ver todo el país y parte de las regiones italianas limítrofes. No olvidemos que al principio del día la niebla tenía intención de fastidiarme la jornada, cosa que al final no sucedería.

Vistas desde Il Cantone

Borgo Maggiore desde San Marino

Borgo Maggiore desde San Marino

Disfrutaría un buen rato de las panorámicas hasta que continué mi camino por la Contrada Omagnano, para en pocos metros hallar a mi izquierda la oficina de turismo a la que decidiría entrar para conseguir un mapa decente y comprar las entradas a los castillos localizados en la parte más alta de la ciudad. Esta visita sería providencial, pues el chico que me atendió, tras comentarme que los pases se compran en la primera construcción a la que quiera acceder, me advertiría que justo hoy se cerraban todos los museos y monumentos a las 12:30 (hay tres días al año en lo que esto sucede), por lo que al ser sólo las 10:30 tenía suficiente tiempo para realizar las visitas sin agobios. También me ofrecería sellar el pasaporte con el visado turístico de San Marino por cinco euros, pero se me olvidaría este en casa y me quedaría sin ello, lo que me hubiera hecho bastante ilusión. Tal vez en otra ocasión.

Nada más salir me dirigí sin prisa pero sin pausa hacia las tres torres que presiden la ciudad de San Marino y se encuentran en su parte más alta, dejando para después los otros lugares importantes que me restaban por conocer, y es que no quería quedarme sin poder entrar al interior de aquellas, pues son, sin lugar a dudas, el símbolo de San Marino, figurando en la bandera y escudo de la República.

La primera de ellas es conocida como Torre Guaita o Rocca. En sus taquillas compraría la tarjeta que me daba derecho a entrar a dos monumentos de la ciudad por 6,5 euros. Luego está la tarjeta multi - museo que por 10,50 euros te permite acceder a la totalidad de los museos y lugares visitables, pero como cerraban a las 12:30 descarté esta opción.

Y por fin estaba dentro de la Primera Torre, la más hermosa y la que aparece continuamente representando a San Marino en guías, libros y diferentes eventos, construida en el siglo XI y restaurada varias veces en épocas sucesivas. Su estructura actual fue diseñada en el siglo XV como consecuencia de la guerra que tuvo lugar entre San Marino y la familia Malatesta de Rimini, siendo edificada con doble pared para proteger a la población cuando había asedios. Todavía conserva piezas de artillería de la II Guerra Mundial, incluyendo cañones.

Primera Torre o Guaita

Primera Torre o Guaita

Los estatutos del siglo XVII preveían un tutor que debía vigilar todo el territorio circundante y, en caso de peligro, tocar la campana de la torre, la misma que todavía hoy anuncia al pueblo las sesiones del Gran Consejo General (parlamento). Hasta la década de 1960 sería utilizada también como prisión.

En el primer patio, además de un tanque de agua, hay una pequeña iglesia dedicada a Santa Bárbara, patrona de los artilleros. Los cañones del patio serían donados por los reyes italianos Víctor Manuel II y Víctor Manuel III, como un signo de amistad fraternal entre los dos países.

Pero está claro que lo mejor son las panorámicas que se consiguen desde lo alto de su torre della Penna, brindándote uno de sus flancos unas vistas inmejorables de la Segunda Torre, donde me dirigiría nada más abandonar la Torre Guaita.

Segunda Torre o Cesta desde Torre Guaita

Segunda Torre o Cesta desde Torre Guaita

Borgo Maggiore desde Torre Guaita

El acceso a la Segunda torre, conocida también como Cesta o Fratta, sería el elegido para gastar la segunda entrada a la que me daba derecho la tarjeta que había comprado en la Primera Torre. Esta segunda fortificación se remonta al siglo XIII y se encuentra situada en el punto más alto del Monte Titano, a más de 700 metros de altura.

En la antigüedad albergaba un guardián y, en caso de emergencia, una guarnición de ballesteros. Dentro de la torre, en cuatro habitaciones utilizadas por dicha guarnición en el pasado, se encuentra el museo de Armas Antiguas, que describe la evolución de estas durante los últimos cinco siglos. Armaduras, espadas, escudos, pistolas y piezas únicas como prototipos que datan del siglo XVIII. También hay una selección que incluye armas de todo el mundo.

Merece la pena recorrer todos sus recovecos, pues hallarás fantásticas perspectivas de San Marino, así como la idílica y famosa imagen, que ya mencionaba párrafos atrás, de la Torre Guaita, justo enfrente.

Segunda Torre o Cesta

Primera Torre o Guaita desde Torre Cesta

Tercera Torre o Montale desde Torre Cesta

Apuraría hasta el último momento y unos minutos antes de las 12:30 uno de los vigilantes nos invitaría amablemente a abandonar las instalaciones.

Sólo me quedaba ya para completar el trío de ases llegar a la Tercera Torre o Montale, lo que haría a través de un agradable paseo de no más de 300 metros. A diferencia de las otras dos no se puede visitar su interior, pero a cambio se consiguen nuevas perspectivas del entorno, bastante diferentes de las conseguidas hasta ahora, al abarcar un sector más lejano.

Senda hacia Torre Montale

Tercera Torre o Montale

De esta manera volvería sobre mis pasos al centro histórico, dejando atrás las tres torres medievales que seguirán siendo por mucho tiempo los ojos que vigilan porque el estado más antiguo del mundo conserve dicho estatus.

No obstante todavía me quedaba un último y pequeño paseo en esta parte alta de la ciudad por el camino conocido como Passo delle Streghe, que brinda nuevas y fabulosas perspectivas de la Torre Guaita o la Torre Cesta dependiendo del sentido en el que se afronte. Además cuenta la leyenda que aquí se reunían las brujas para realizar conjuros, produciéndose fenómenos extraños durante toda la noche y que cuando llegaba la primera luz del día se convertían en gatos negros huyendo en todas direcciones.

Primera Torre o Guaita desde Passo delle Streghe

Sería justo aquí donde me daría cuenta de lo afortunado que había sido en mí escapada a San Marino y es que en apenas diez minutos la niebla empezaría a invadir todo el valle, ocultando las vistas excepcionales de las que había podido disfrutar durante la mañana. Y no sólo eso sino que las propias fortalezas empezaban a ser engullidas por la neblina, desapareciendo como por arte de magia.

Niebla rodeando la Segunda Torre o Cesta

Pero aun así y todo la suerte no dejaría de estar de mi lado pues la niebla no era tan espesa como para impedirme visitar los pocos puntos de interés que tenía todavía pendientes, por lo que me fui directo hacia la plaza Domus Plebis para ver la capilla de San Pedro y la basílica del Santo, construida a comienzos del siglos XIX sobre los cimientos de una iglesia románica. Aunque de estilo neoclásico su pórtico principal es espectacular con ocho columnas y un frontón que la asemejan a un templo romano. En su interior se hallan las reliquias del Santo fundador del país, además de estatuas y cuadros valiosos. Su entrada es gratuita.

Basílica del Santo y Capilla de San Pedro

En este momento comenzaría a llover con fuerza, pero no me importaba pues todavía me quedaba por conocer la plaza más importante de la ciudad. Me estoy refiriendo a la plaza de la Libertad, en la se encuentran algunos de los edificios más importantes del país. Y es que es aquí donde, flanqueando uno de sus lados, se puede ver el Palacio Público, donde tienen lugar las ceremonias oficiales, además de ser la sede de los principales órganos institucionales y administrativos de San Marino. Los Capitanes Regentes (jefes del estado), el Consejo General (Parlamento), el Consejo de los Doce (con funciones judiciales), el Congreso estatal (Gobierno), todos ellos se encuentran aquí. La sala donde se celebran las sesiones del Gran Consejo General puede visitarse en los días en los que no se reúne dicho Consejo, pero aunque hoy era uno de esos días, desgraciadamente estaba cerrada, como consecuencia del cierre de todos los monumentos importantes a partir de las 12:30 como ya se ha podido ver.

Plaza de la Libertad y Palacio Público

Aun así podría observar el hall principal del edificio gracias a que, en un momento dado, un camarero de un restaurante cercano se dirigió hacia allí con un menú para alguno de los mandatarios del país, lo que aprovecharía para, al abrirse las puertas, pedirle al guardia que vigilaba que si me permitía pasar para hacer unas fotos, a lo que accedería amablemente. Así que algo es algo.

Palacio Público

Los otros edificios importantes que flanquean la plaza serían la Domus Parva Comunis y el Palazzo Mercuri. Respecto al primero fue restaurado tal y como lo vemos hoy, convirtiéndose en la sede de la Administración Postal. Al pie de la torre del edificio hay una piedra con las antiguas unidades de medida de peso y longitud. Con la inauguración del Palacio Público en 1894, el mecanismo del reloj de la Parva Domus fue transferido al campanario del palacio. En referencia al segundo hay que decir que pertenecía a la familia noble Mercuri, siendo construido en el siglo XVII sobre los restos de casas y muros anteriores. Fue comprado por el Estado en el siglo XIX, siendo sede de la Corte hasta 1963, celebrándose las sesiones en la planta principal del edificio.

Plaza de la Libertad y Pequeña Casa del Comune

Finalmente hay que hacer mención de la bella estatua de la Libertad que preside el centro de la plaza, realizada en precioso mármol blanco de Carrara, simboliza, como no podía ser de otro modo, la paz y la libertad.

Palacio Público y Estatua de la Libertad

Aunque los soportales de la plaza me permitirían resguardarme, es cierto que ya había empezado a calarme un poco, pero no sería óbice para terminar lo poco que me quedaba de la ruta que tenía prevista, por lo que continué caminando por la calle Santa Croce, repleta de un buen número de tiendas de recuerdos y armas, hasta darme de bruce con la espectacular Puerta de la Fratta, y tras bajar por la via del mismo nombre, volver a introducirme en el centro histórico por la puerta de la Muralla Nueva. Ambas son dos puertas medievales que bien merece la pena no perderse.

Contrada  Santa Croce

Puerta della Fratta

Puerta de la Muralla Nueva

Acto seguido continuaría por via Donna Felicissima hasta llegar a la bonita Piazza Garibaldi, con un busto en honor a tan insigne personaje, que tuvo refugio en la pequeña República durante uno de los capítulos históricos más interesantes de la Reunificación italiana.

Plaza Garibaldi

Terminaría mi visita desplazándome hasta una nueva plaza conocida como Santa Agata, donde apreciaría los detalles de una espectacular estatua de bronce realizada en honor de aquellos que se rebelaron contra la invasión de San Marino por los Estados Pontificios y que consiguieron devolver la independencia al país. También se encuentra en uno de los lados del cuadrilátero el Teatro Titano, con la típica forma italiana.

Monumento a Girolamo Gozi. Plaza Santa Agata

No tenía sentido seguir dando vueltas con la que estaba cayendo, por lo que ahora sí, pasando por la puerta del convento de los Capuchinos donde todo había empezado a primeras horas de la mañana, no tardaría mucho en llegar al parking donde estaba la parada del autobús que me devolvería a Rimini.

Como eran las 14:30 y todavía quedaba una hora para partir, aprovecharía para comer algo en el único restaurante que se encontraba allí, justo en la esquina. Era bastante cutre pero suficiente para echarle algo al estómago y no desfallecer. Tomaría un sándwich mixto y una coca cola por ocho euros.

A las 15:30 en punto partía el autobús hacia Rimini, llegando en los 45 minutos estipulados, bajándome una parada antes de la estación de trenes, ya que tenía interés en ver los monumentos más importantes del centro histórico de la ciudad italiana, pues había leído que estaba repleto de historia y antiguas ruinas romanas.

Lo primero con lo que me encontraría sería con el enorme arco de Augusto, excelentemente bien conservado, sería mandado construir por el Senado para honrar a dicho Emperador. Dicen que es el más antiguo del norte de Italia datado en el año 27 a. C. Era una de las puertas de la muralla que rodeaba la ciudad y tiene una altura de más de diez metros.

Arco de Augusto

Sabía que mi tiempo en Rimini era escaso y en muy poco tiempo se haría de noche, por lo que no dudaría que mi siguiente visita fuese el Templo Malatestiano, un verdadero hito en el centro de la ciudad y catedral de esta. Fue muy dañado durante la II Guerra Mundial, pero aun así cuenta con muchas piezas maravillosas, como el mural de Piero della Francesca que representa a Sigismondo Malatesta arrodillado ante San Segismundo.

Templo Malatestiano

Aunque me pillaba en sentido contrario de mi ruta, no podría evitar acercarme hasta las ruinas del Anfiteatro romano, pues es otro de los grandes monumentos romanos, valga la redundancia, de la ciudad. Era uno de los más grandes de la región de la Emilia Romana, pudiendo albergar más de diez mil espectadores. Sufriría graves daños durante las invasiones bárbaras, aunque lo peor se lo llevaría durante la II Guerra Mundial. Consecuencia de todo ello es que hoy sólo son reconocibles algunas pequeñas partes como algunas entradas principales y balcones.

Anfiteatro Romano

Desde este momento, y sólo pasaban unos minutos de las cinco, el resto de visitas serían ya completamente de noche y, de nuevo, con la lluvia acompañándome.

No obstante continuaría mi paseo hasta la Piazza Tre Martiri (plaza de los Tres Mártires), en la que antiguamente estaba situado el fórum romano. En ella se encuentra el santuario de San Antonio de Padua en el que, según la leyenda, una mula se arrodilló ante la Sagrada Hostia en lugar de comer un cubo de pienso. También aquí destacan la torre dell´ Orologio y la columna de Julio César.

Torre dell´ Orologio. Piazza  Tre Martiri

Templo de San Antonio. Piazza Tre Martiri

Todo recto y un poco más adelante volvería a encontrar otra plaza, pero en esta ocasión una mucho más espectacular y monumental. Era la plaza Cavour, un lugar vibrante que es difícil no te deje impresionado. En ella se ubican varios hermosos monumentos como el Palacio del Gobernador o el palacio del Arengo, ejemplos de la arquitectura civil del Renacimiento; el Teatro Municipal, inaugurado en 1857 por el mismísimo Giuseppe Verdi; el antiguo mercado de Pescado donde las pescaderas vendían almejas; la estatua del Papa Paolo V o la fuente de la Piña que presiden el centro de la preciosa plaza.

Piazza Cavour y Estatua de Paolo V

El siguiente monumento que se cruzaría en mi camino sería el castillo Sismondo o también llamado Malatesta, impactante por su tamaño. Me llamaría la atención que el nombre fuese el mismo que la iglesia que había visitado casi al principio de iniciar el paseo por la ciudad y es que la casa Malatesta eran los gobernantes de esta región y tenían varios castillos por toda esta área. Su reinado duró hasta que sus tierras se incorporaron a los Estados Pontificios en 1528. El hombre que construyó el castillo es Sigismondo Malatesta y, curiosamente, está enterrado en el templo del mismo nombre.

Castillo Sismondo Malatesta

Y tras callejear otro rato encontraría el puente de Tiberio, con el que completaba el trío de ases de los monumentos romanos más importantes de Rimini. Su construcción comenzaría en el año 14 d. C., cuando Augusto era emperador romano, completándose en el 21 d. C, durante el reinado de Tiberio, siendo esta la razón por la que se llamó así.

Puente de Tiberio

Construido en mármol blanco de Istria, todavía lleva las inscripciones originales en honor a Augusto y Tiberio. El puente fue enorme para su día, con columnas de mármol, perforadas por cinco arcos, fueron diseñadas para soportar corrientes severas e inundaciones. Ni siquiera la II Guerra Mundial podría derribarlo, al ser el único puente sobre el río Marecchia que no fue destruido por el ejército alemán en la retirada durante la batalla de Rimini.

No podía irme de la ciudad con mejor imagen, por lo que continué unos minutos por la ribera del río hasta que volví a perderme por las callejuelas de Rimini con dirección, primero a la estación y desde esta al hotel a recoger la maleta, donde llegaría calado hasta los huesos, pues el chubasquero no conseguiría aguantar el chaparrón que estaba cayendo.

Tras esperar un rato a que amainara volvería hacia la estación y muy cerca de ella me fijaría en un restaurante llamado L´Artrov, donde, por fin, podría probar los tagliatelle con ragú, acertando de pleno en todo. Estaban buenísimos, el servicio era amable y el lugar acogedor, por lo que salí de allí encantado y desquitándome de los dos desagradables sitios a los que me referí ayer, completamente saturados y con un servicio que dejaba bastante que desear.

Tagliatelle en L´Artrov. Rímini

A las 20:00 salía el tren hacia Bolonia, estando diez minutos antes de la hora en el andén, pues el restaurante se encuentra casi al lado de la estación. Igual que a la ida el trayecto duraría una hora y media, llegando a la Ciudad Roja a las 21:30, marchándome directamente al mismo hostel (We Bologna) que había reservado la primera noche, por lo que todo me era ya familiar. Tardaría lo justo en dejarlo todo preparado y acostarme, pues estaba realmente cansado.

Era consciente que me quedaba sin poder disfrutar de la noche de Bolonia, algo que traía en mente, pero está claro que los años empiezan a pesar y no soy capaz de compaginar días tan intensos y con tan importantes madrugones con las salidas nocturnas. Otra vez será.

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