BVI - DIA 07. Sandy Cay y Jost Van Dyke Island

21 de Noviembre de 2019.

Por segunda vez en el viaje, comenzaba la jornada con el mar algo revuelto y el consiguiente malestar que ello me provoca, aunque afortunadamente sería mucho menos intenso que el que sufriría hacía unos días, por lo que me animaría a desayunar y poco después estaba ya casi recuperado.

Nuestra travesía esta vez sería con dirección hacia la isla de Jost Van Dyke, situada a una hora aproximadamente de Guana Island, por lo que, dada la cercanía decidiríamos hacer una pequeña parada, antes de llegar a la misma, en la pequeña Sandy Cay, una joya asentada en el agua azulada que más parece una cucharada de arena flotando en el inmenso mar con algunas palmera ondulantes.

Sandy Cay

Sandy Cay

Una boya bastante cercana a la isla nos permitiría asegurar el barco y poder ir nadando hasta tierra firma, donde, mientras mis amigos se quedaban bañándose en la playa, yo me animaría a realizar una pequeña incursión al centro de la isla, por lo que localicé los caminos interiores y me adentré a través del denso follaje, contemplando hermosas especies de plantas, así como los famosos cangrejos ermitaños que utilizan conchas y corales para introducir su cuerpo en los mismos y trasladarse con ellos, protegiéndose así de sus numerosos depredadores.

Sandy Cay

Sandy Cay

Sandy Cay

Tras llegar a la parte más alta, la maleza cubriría lo que quedaba de camino, por lo que fui abriéndome paso como pude hasta llegar a la otra parte de la isla, más agreste y salvaje, y desde la playa rodear lo que me faltaba de isla hasta llegar donde se encontraba el barco.

Sandy Cay

Catamarán desde Sandy Cay

Disfrutaría muchísimo de esta pequeña excursión y es que necesitaba desentumecer las piernas y caminar un rato tras tanto tiempo de barco y agua. No obstante acabada la caminata me sumergiría en el mar junto con mis amigos.

Sandy Cay

Después de esta pausa, casi no tardaríamos nada en llegar hasta la cuarta isla en tamaño del archipiélago de las BVI: la popular Jost Van Dyke, cuyo nombre es probable que provenga del pirata holandés que se refugió en la misma, además de saquearla después. Hoy es el hogar de unos pocos cientos de residentes que disfrutan de algo más de tranquilidad que en las otras islas principales, aunque tampoco se libran de alguna fiesta que se sucede en algunos de sus bares más famosos durante todo el año. No obstante la isla permanece relativamente virgen.

Jost Van Dyke Island

Esta primera parada la utilizaríamos para comer, pues hoy no nos apetecía complicarnos en el barco con el menú, así que tras hacernos con la boya respectiva, utilizaríamos la dinghy para llegar hasta Diamond Cay, donde se encuentra ubicado un restaurante llamado Foxy´s Taboo, ojo no confundirlo con el famoso Foxy´s que se encuentra en el otro lado de la isla. Cuando llegamos no había nadie, por lo que elegiríamos mesa y nos dispusimos a pedir. Todos nos decantamos por Kebabs, creyendo que era la típica comida turca que se encuentra en todos los países europeos, pero cuando nos sirvieron nos dimos cuenta que no tenía nada que ver con lo que esperábamos, pues para ellos son pinchos morunos con pan de pita acompañándolos. Lo importante es que estaban bastante buenos y nos quedamos satisfechos. De postre optaríamos por tartas de chocolate y mango que también estaban espectaculares, por lo que el sitio es bastante recomendable.

Diamont Cay. Jost Van Dyke Island

Restaurante Foxy´s Taboo. Diamont Cay.Jost Van Dyke Island

Para hacer la sobremesa que mejor que volver a coger la embarcación y desplazarnos hasta la cercana Great Harbour, una bonita bahía con casitas de colores colgadas de las montañas y bares hippies de lo más auténticos en la orilla del mar. No nos olvidaríamos de estos últimos pero antes optaríamos por relajarnos con varios chapuzones en alta mar y en mi caso para llevar a cabo una actividad que todavía tenía pendiente desde que comenzó el viaje. Estoy hablando del paddel surf.

Great Harbour.Jost Van Dyke Island

Para quien no lo sepa se trata de una modalidad de surf en la que se utiliza una tabla más grande que en ese deporte y un remo con el que diriges la misma para desplazarte donde quieras. Aunque parece fácil, necesitas habilidad y fuerza, pues la clave está en conseguir mantenerte de pie y en equilibrio sobre la tabla, sin caerte.

Afortunadamente tendría a Ana, una estupenda profesora bastante ducha en este deporte y en otros muchos, que me explicaría los pasos necesarios para que la actividad terminase con éxito. Así, poco a poco, me iría animando a subirme a la tabla de un impulso, a ponerme de rodillas, a ir levantándome con cuidado manteniendo los abdominales duros, a flexionar lo justo las rodillas, a coger el remo de la manera correcta y a empezar a remar en las tranquilas y cristalinas aguas del Caribe. Evidentemente no sería al primer ni al segundo intento, pero tras una hora de dedicación estaba haciendo paddle surf alrededor del barco, algo que no me hubiese imaginado ni en mis mejores sueños. Disfrutaría mucho con este logro pero también es cierto que me dejaría agotado.

Paddle Surf en Great Harbour. Jost Van Dyke Island

Eso sí, no lo suficiente para, junto con mis amigos, probar a utilizar el techo del catamarán como plataforma para lanzarnos al agua, un trampolín inmejorable casi exento de riesgo y con lo que también disfrutaríamos una barbaridad.

Pero por si todo lo anterior no había sido suficiente, sin duda, que hoy era nuestra tarde de suerte, porque tendríamos oportunidad de ver, sin necesidad de snorkel, a varias mantas rayas saltar por encima del agua y hasta un delfín. Un auténtico espectáculo con el que nos quedaríamos atónitos.

Después de tantas emociones teníamos claro que había que celebrarlo y que mejor que desembarcar, utilizando nuestra dinghy, en el puerto de Great Harbour, donde daríamos un paseo por su única calle principal, viendo los estragos que dejaron los dos terribles huracanes, Irma y María, que afectaron a toda esta zona hace dos años, sufriendo nosotros las consecuencias del primero de ellos al estar en Miami en esas fechas, lo cual te animo a leer en el diario correspondiente si te apetece.

Great Harbour. Jost Van Dyke Island

Great Harbour. Jost Van Dyke Island

Great Harbour. Jost Van Dyke Island

Great Harbour. Jost Van Dyke Island

La zona está relativamente recuperada, pero el estado en el que quedaron ciertos barcos y edificios era desolador.

El bar que elegiríamos para calmar la sed sería uno llamado Corsairs y aunque el interior era peculiar y auténtico, decorado cual barco pirata y con las paredes repletas de comentarios y autógrafos de todos los que pasan por aquí, más lo era su dueño.

Corsairs Bar. Great Harbour. Jost Van Dyke Island

Corsairs Bar. Great Harbour. Jost Van Dyke Island

Entre cervezas caribeñas y piñas coladas veríamos atardecer, llegando al catamarán con la noche como acompañante. Unos perritos calientes nos bastarían para cenar, para terminar la velada con los juegos y la charleta tradicionales.

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