SUECIA - DIA 07. Del aeropuerto de Arlanda a Vadstena

29 de Agosto de 2019.

Había llegado el momento de despedirse de Estocolmo y su archipiélago, después de cinco intensos días conociéndolos, con un tiempo que ni en mis mejores sueños hubiese imaginado, por lo que me marchaba con cierta nostalgia, sabiendo que ya no volvería por esta zona en este viaje y tal vez en bastante tiempo.

Pero bueno comenzaba una nueva fase en mi recorrido y también estaba ilusionado por ello, no así por el madrugón infernal que había tenido que asumir y que me hacía levantarme a las 05:30 de la mañana. Ayer sería previsor y compraba varios bollos y un brick de leche para salir desayunado del hostel y no ir con el estómago vacío, pues era evidente que a esas horas intempestivas no iba a haber nada abierto.

Tenía que dirigirme hacia el aeropuerto, por lo que una vez más haría el camino hasta Marsta Station y allí cogería el autobús 583 hasta el mismo. Todo seguía estando incluido en la tarjeta de siete días SL-Acess, siendo hoy el último día para utilizarla, por lo que la había amortizado más que de sobra.

Me bajaría en la terminal 5, la primera parada del bus dentro del aeropuerto, pudiéndote bajar en cualquier otra si tú intención es, como la mía, pasar a recoger un coche de alquiler. Porque, efectivamente el centro de recogida de vehículos está apartado unos kilómetros de las terminales y es necesario tomar  un autobús amarillo que va pasando por todas ellas y te lleva hasta dicho lugar. Es el número 2. En el interior un panel luminoso te va indicando las paradas, por lo que sólo hay que esperar a que aparezca la de rental cars. No hay que pagar nada por él.

El autobús te deja en la misma puerta, dirigiéndome a la oficina de Europcar, el proveedor que me había asignado www.rentalcars.com al hacer la reserva. Allí haría el correspondiente papeleo y el encargado oportuno me comunicaría que sólo disponían de vehículos automáticos, a lo que no pondría la mayor objeción, de hecho sería una gran noticia, pues para mi gusto es más cómodo y menos molesto el conducir con ellos.

Me correspondería un Seat Arona, con kilometraje ilimitado y al que le había añadido el seguro de cobertura total para evitar disgustos en caso de robo o daños imprevistos, suponiéndome por los once días que lo iba a utilizar 400 euros. (295 del seguro parcial más 105 por incluir el seguro total). Un precio muy económico que si lo divides por el número de días se ve que supone sólo 36 euros diarios.

Quedaban todavía quince minutos para las nueve, cuando ya estaba arrancando el coche para dirigirme a mi primer destino del día: Trosa, el cual se encuentra a 110 kilómetros, tardando en llegar, aproximadamente, una hora y veinte, pues el límite de velocidad en las autovías suecas es en su mayor parte de 110 km/ hora.

Mis primeras sensaciones al conducir por Suecia fueron muy positivas pues el asfalto y el trazado de la autovía eran inmejorables, lo que unido a la prudencia y la distancia de seguridad que mantenían todos los conductores, hacía que fuera una gozada circular.

Aparcaría en un pequeño parking situado como a quince minutos caminando del centro de la población y donde no había que pagar nada, algo atípico, como se irá viendo, pues en muchos lugares es casi imposible conseguir este objetivo, por lo que empezaba con buen pie en este sentido.

Trosa recibió su estatus de municipio del rey Karl IX en 1610, pero como otras ciudades costeras suecas, fue reducida a cenizas por los rusos en 1719, además de sufrir el ataque en la Gran Guerra del Norte, pero afortunadamente habría algunos edificios que se salvarían y otros de interés que se fueron construyendo posteriormente.

Nada más llegar a la zona histórica me encontraría con una escultura conocida como Skärborgaren, la cual muestra a un pescador llevando a su familia y ganado al archipiélago durante la época veraniega.

Skärborgaren. Trosa

Casi adosado a la anterior se encuentra el antiguo Ayuntamiento (Radstugan), el cual es una réplica de la segunda versión de 1725, albergando la oficina de turismo y la biblioteca. Es de muy reciente edificación, pues se construyó en 1985, por lo que lo más importante es que ocupa el mismo lugar que lo hizo el primero de todos (1711), que sería incendiado por los rusos en 1719.

Antiguo Ayuntamiento  o Radstugan.Trosa

A sólo unos pasos se encuentra el pequeño canal de la población, que la parte en dos y le da el toque característico. Son tres los puentes que lo cruzan:

Torgbron (puente cuadrado): el más antiguo de Trosa y anteriormente conocido como puente de la ciudad.

Torgbron. Trosa

Canal de Trosa

Bryggarebron (puente de la cervecería): pertenecía, originalmente, a una cervecería situada en el lado este del arroyo, teniendo el almacén en la orilla contraria y utilizando, por tanto, el puente para trasladar los barriles. Se produciría cerveza y refrescos hasta 1902, conservándose hoy el equipo de elaboración de la cerveza en un museo situado en la localidad de Arboga.

Villabron (puente de la villa): se piensa que el puente fue construido para que los veraneantes que se bañaban y alquilaban alojamiento en el lado este del río, pudieran cruzar más fácilmente hacia el lado oeste.

Canal de Trosa

Aunque esta es la parte más destacable visualmente de Trosa, no hay que perderse tampoco la correspondiente a la calle Västra Langgatan, dado que en ella están situados importantes edificios como la iglesia (Stadskyrka), uno de los más antiguos de la ciudad, pues los rusos la salvarían del fuego al usarla como establo para sus caballos; la vieja escuela (Skolhuset), del siglo XVIII y una de las más antiguas de Suecia, teniendo lugar la enseñanza en el piso superior y utilizando el inferior como casa de beneficencia; o la curtiduría (Garvaregarden), en la que se trabajaban las pieles de los animales, siendo hoy un importante centro de artesanía, aunque sólo abre durante los meses de verano.

Västra Langgatan

Iglesia o Stadskyrka. Trosa

Siguiendo la misma calle y en pocos metros, todo esta cerquísima, se llega a otro grupo de puntos destacables como la llamada plaza verde (Gröna Torget) que en un principio se conocía como la del mercado, pero luego se plantaron árboles y flores y pasó a llamarse de esta manera. O, por ejemplo, el callejón del licor (Punschgränd) donde la compañía “Trosa Spirituosa” produjo una bebida alcohólica con un sabor especial. O el hotel de la Ciudad (Trosa Stadhotell) cuyo parque era un lugar de encuentro para las personas de la ciudad, incluyendo importantes poetas y escritores.

Stadshotell. Trosa

A una manzana del recién mencionado hotel se encuentra, en lo alto de una pequeña colina, la Casa de la Sociedad (Societetshuset), un recordatorio de los días de gloria de la población, cuando se construyo un balneario y tuvieron lugar en él grandes bailes, veladas y otros eventos. Hoy es una propiedad privada.

Societetshuset Trosa

Continuaría recorriendo el canal por su ribera, encontrándome a ambos lados nuevos e interesantes edificios como la antigua estación de policía y bomberos que todavía conserva la torre original del antiguo Ayuntamiento; la vieja enfermería que también hacía las veces de maternidad, las oficinas del Ayuntamiento nuevo o la casona que albergaba el viejo ahumadero de arenque.

Y quien me iba a decir a mí que finalizando mi visita llegaría a uno de los lugares más bonitos de Trosa, justo al final del canal, donde este se funde con mar Báltico. Aquí hallaría el puente de los Suspiros (Suckarnas Bro), que dicen debe su nombre al suspiro de los amantes al separarse y tener que tomar el barco de vapor al final del verano. De hecho el camino que lleva al muelle tiene el nombre de sendero del amor. Sin duda una historia triste pero mucho más llevadera que la de Venecia en la que el nombre del puente era debido a la última exhalación de los presos antes de morir.

Canal de Trosa

Canal de Trosa

Atravesado el puente se accede a un círculo rodeado por agua que se conoce como “cubo de mantequilla” (Smörbyttan). Cuando uno llega aquí, se supone que llega al fin del mundo y es que en el pasado sólo había un camino hacia Trosa y terminaba en este lugar.

Smörbyttan. Trosa

Tras disfrutar un rato de las vistas, retrocedería sobre mis pasos y me dirigiría al coche para seguir mi ruta hacia Söderköping situada a 130 kilómetros, tardando en llegar como una hora y media. En el camino aprovecharía para comer en un Mc Donald al lado de la carretera y así comenzar la visita nada más llegar a dicha localidad.

Volvería a tener suerte y conseguiría dejar el coche en un parking situado como a diez minutos caminando del centro histórico. En estas pequeñas localidades y fuera del periodo vacacional sueco creo que es sencillo, relativamente, encontrar aparcamiento sin tener que pagar, aunque según fueron pasando los días la cosa se complicaría y nada me libraría de echar mano a la tarjeta para el uso de los parquímetros.

Los días de gloria de Söderköping fueron en la Edad Media. Por aquel entonces era uno de los principales puertos de Suecia, además de producirse en ella coronaciones e importantes eventos políticos. En el siglo XVII, el puerto dejó de poder utilizarse y la ciudad perdió importancia. Pero la construcción del canal Göta y un balneario durante la primera mitad del siglo XIX le volverían a dar cierta relevancia, aunque nunca recuperó su posición del pasado.

Söderköping

Algunas de sus calles han conservado su estructura medieval, conservándose hermosas casas y viviendas de principios del siglo XX que bien merecen la pena ser contempladas con tranquilidad.

Casas tradicionales. Söderköping

Casas tradicionales. Söderköping

Casas tradicionales. Söderköping

La plaza del Ayuntamiento siempre ha sido el centro de la población y por tanto uno de sus lugares más característicos. La casa Consistorial (Radhustorget) actual data de 1777 y se encuentra en la misma ubicación que las bodegas medievales, aún intactas. El hall principal y la antecámara hoy se usan para bodas.

Plaza del Ayuntamiento. Söderköping

Flanqueando otro de sus laterales está la casa Blomquist, siendo la mejor casa privada de la ciudad allá por 1860. Cuenta con una bodega con doce bóvedas cruzadas, la cual fue utilizada para almacenamiento de licores.

Siguiendo por Munkbrogatan (calle del Puente de los Frailes) encuentras interesantes edificios de los siglos XVIII y XIX, desembocando en las cercanías del área conocida como Drothem, la cual tiene una historia larga e interesante, caracterizada por ser la zona en la que residían frailes, obispos y artesanos.

Casas tradicionales. Söderköping

Casas tradicionales. Söderköping

Casas tradicionales. Söderköping

En las inmediaciones destaca la impresionante iglesia de St. Laurentii y su peculiar campanario. Lleva el nombre del mártir St. Lars o Laurentius, que se representa en un fresco en el frontón de la sacristía. Entre sus accesorios medievales únicos está el mencionado campanario de madera de cincuenta metros de altura que fue construido en 1583. Cuatro toneladas de campanas cuelgan aquí.

Iglesia de St. Laurentii. Söderköping

Iglesia de St. Laurentii.Söderköping

Cerca se encuentra también la iglesia de Drothem, también con su respectivo campanario. En esta zona se han encontrado restos de piedras rúnicas, cubiertas de tumbas y un crucifijo en la tumba de una joven.

Iglesia de Drothem. Söderköping

Toda esta área es atravesada por un pequeño canal construido en el siglo XIX  que la hace si cabe más agradable.

Pequeño Canal en Söderköping

Tras seguir observando otro buen número de bonitas casas a las que se les dieron todo tipo de usos, desde enfermerías a escuelas, llegaría hasta el famoso Canal Göta, el cual se abrió en 1832, constituyendo en su época una vía de comunicación vital para el transporte de madera y hierro entre Estocolmo y Gotemburgo. Las embarcaciones de recreo no empezaron a surcar sus aguas hasta cien años después. Es probablemente la zona más agradable de la ciudad, pues además sobre el canal se eleva la montaña Ramunder, hacia un lado, y hacia el otro se pueden ver villas que se construyeron durante la primera década del siglo XX.

Canal Göta. Söderköping

Canal Göta. Söderköping

Aprovechando que la temperatura era buena y aunque estaba nublado, no podría evitar sentarme en una de las terrazas de la ribera a degustar una doble tarrina de helado que estaba espectacular, antes de proseguir hacia mi siguiente destino.

Tomando un helado en el Canal Göta. Söderköping

Llegaría a Linköping después de cincuenta kilómetros. Esta ciudad catedralicia está situada en medio de una gran llanura y sus primeros poblados se instalaron aquí hace 3000 años, siendo en la actualidad la quinta mayor ciudad de Suecia, célebre por la universidad y su industria de alta tecnología.

Dado que ya no me quedaba mucho tiempo de luz, omitiría conocer la catedral, pues en mi viaje tendría oportunidad de conocer otras de gran importancia y me ceñiría a un lugar del que había oído hablar maravillas por su originalidad. Me estoy refiriendo al museo al aire libre del casco antiguo, Gamla Linköping, el cual comprende un conjunto de más de 80 edificios, con viviendas de madera, calles empedradas y hermosos jardines, que forman una bonita estampa.

La historia de este hermoso espacio es cuanto menos curiosa, pues cuando el municipio decidió que los edificios antiguos necesitaban dejar espacio para construcciones más modernas y nuevas, las casas tradicionales no se destruyeron, sino que simplemente, se trasladaron cuidadosamente a esta nueva ubicación, formando este hermoso museo al aire libre.

Museo al Aire Libre Gamla Linköping

Museo al Aire Libre Gamla Linköping

Lo mejor es que puedes pasear por él a la hora del día que quieras, pues no se encuentra cercado como el de Estocolmo, ni tampoco hay que pagar ninguna entrada.

Caminar por el recinto te devuelve más de cien años atrás en el tiempo y te muestra cómo era la vida en Suecia en el pasado. Aunque hay todavía viviendas que están habitadas, dándole un aspecto más realista si cabe, otras hacen las veces de museos y se puede visitar su interior en el horario correspondiente, aunque ahora estaban ya cerradas. También hay muchas tiendas pequeñas que venden artesanías y antigüedades, una cafetería tradicional, un restaurante e incluso un bed and breakfast que te permite alojarte en este lugar privilegiado.

Museo al Aire Libre Gamla Linköping

Museo al Aire Libre Gamla Linköping

Museo al Aire Libre Gamla Linköping

Museo al Aire Libre Gamla Linköping

Me hubiera gustado realizar un pequeño paseo por el limítrofe bosque de Vallaskogen hasta llegar a una antigua granja con más museos que muestran la historia del campo y los animales tradicionales de esta, pero tendría que desistir, ya que ello me hubiera supuesto demasiado tiempo, optando por hacer breves paradas antes de llegar hasta mi alojamiento de hoy.

Sólo tendría que afrontar diez kilómetros más hasta llegar a Kaga Kyrka, una de las iglesias medievales que mejor se conservan de la región. Data del siglo XII y sus paredes están decoradas con frescos.

Kaga Kyrka

Y a menos de siete kilómetros de la anterior, me encontraría con el monasterio más antiguo de Suecia: Vreta Kloster. Aunque ya estaba cerrado, lo que más me apetecía conocer era su misterioso claustro, que se encuentra al aire libre y en estos momentos se hallaba en completa soledad, lo que unido a que la luz empezara a escasear, le daban un aire tétrico y espeluznante que me ocasionaba algún que otro improvisado escalofrío y cierta inexplicable intranquilidad.

Monasterio Vreta Kloster

Monasterio Vreta Kloster

Monasterio Vreta Kloster

Duraría lo justo en el lugar, pues quería llegar antes de que la oscuridad me envolviera por completo a las esclusas de Berg, localizadas sólo a un kilómetro del monasterio. Estas son, probablemente, las más vistosas del Canal Göta al estar formadas por siete esclusas escalonadas que elevan los barcos un total de 18 metros.

Esclusas de Berg

Esclusas de Berg

El canal cuenta con 58 esclusas entre el mar Báltico y el lago Vänern, siendo uno de los mayores problemas en su construcción salvar una diferencia de altura de aproximadamente 92 metros, teniendo que recurrir a la tecnología más moderna del momento: dragas, elevadores, grúas, hormigoneras, que en su mayoría fueron importados de Inglaterra. Además para esta gran obra de ingeniería se necesitaron 58000 hombres, en su mayoría soldados, y 22 años.

Había podido admirar dos tramos diferentes de dicho canal durante la jornada de hoy, por lo que no podía pedir más. Tal vez algún día me plantee navegarlo en uno de los cruceros que lo surcan en verano.

Era ya totalmente de noche y todavía me quedaban por delante 45 kilómetros hasta Vadstena, donde tenía mi alojamiento, tardando casi una hora en llegar.

El lugar elegido se llamaba Vadstena Folkhögskola Vandrarhem, a orillas del lago Vättern. Hoy había decidido darme un capricho tras dormir seis noches en habitación compartida en Estocolmo y tenía reservada una habitación individual con baño por 50 euros, lo que sería todo un acierto, pues era amplia, limpia y más parecía un pequeño apartamento que un cuarto de hotel, pues el nexo de unión con otras habitaciones era una amplia sala de estar con cocina de uso común. Además tenía un área de parking de tierra para poder dejar el vehículo sin coste adicional, por lo que no podía pedir más. El único pero sería encontrar justamente la entrada a mi edificio pues el hotel se compone de diferentes módulos esparcidos por un área amplia y poco iluminada que según donde te toque te puede volver un poco loco. Además en mi caso al llegar tan tarde me tuvieron que dejar las claves de acceso en un buzón que tampoco encontraría a la primera, por lo que fue como jugar a la gymkana pero a las 22:00 de la noche, así que tampoco es que diera saltos de alegría. Pero bueno al final con un poco de paciencia, conseguía acomodarme, para acto seguido disfrutar de un bocadillo y algunos antojos más que había comprado en un supermercado en el último trayecto en coche del día.

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