PATAGONIA SUR - DIA 04. El Chaltén: Senda a Laguna Torre

25 de Diciembre de 2017.

Ayer me comentaba Pablo, el chico de la recepción de la hospedería, que había gente que tras una semana en El Chaltén, no había conseguido ver ninguna de las dos cumbres míticas, así que es cierto que aunque lo ideal es verlas con el cielo azul y despejado, me insistiría en que no podía quejarme, pues de una manera o de otra ya tenía la mitad en el bolsillo.

Digo lo anterior porque las previsiones del tiempo para hoy no eran nada halagüeñas y eso suponía que, probablemente, no podría ver el también famoso Cerro Torre.

Cuando me levanté, el día tampoco parecía tan malo, el cielo estaba nuboso pero con algún que otro claro que permitía entrar algo de luz, por lo que cabía lugar para tener algo de esperanza y pensar en poder admirarlo, aunque sólo fuese por unos instantes.

La ruta hacia la Laguna Torre parte justo del lado contrario del pueblo desde donde sale la senda a la Laguna de los Tres, en dirección suroeste, habiendo un gran cartel en la avenida San Martín que así lo indica.

Por delante me esperaban nueve kilómetros de ida hasta la mencionada laguna y dos más hasta el mirador Maestri, más la vuelta, por lo que en total suponían 22 kilómetros de ruta en total. A ellos hay que añadirle como otro kilómetro más hasta que empieza la senda desde El Chaltén, pues su inicio está en las afueras, en lo alto de una loma y desde donde se consiguen unas estupendas vistas de la población. Al igual que sucede con la que te lleva al Fitz Roy, está muy bien señalizada, indicándote los tiempos y las distancias hasta cada punto importante del recorrido.

El Chaltén desde inicio de la Senda a Laguna Torre

Senda a Laguna Torre

Senda a Laguna Torre

El inicio comenzaba fuerte, teniendo que superar una gran pendiente hasta conseguir tomar altura, siendo, eso sí, lo más duro de la ruta hasta la laguna y, por lo menos, pasado ese primer esfuerzo, eres recompensado con unas bonitas vistas de la cascada Margarita, justo en frente de ti, cayendo en varios tramos desde lo alto de una pared vertical.

Cascada Margarita

Entorno de la Cascada Margarita

A diferencia de ayer, hoy no corría nada de viento, por lo que la temperatura era perfecta y se caminaba la mar de a gusto, sobrándote por momentos el abrigo.

Sin haber llegado todavía al punto kilométrico número tres, me encontraría el mirador de Cerro Torre, pero al igual que ayer con el del Fitz Roy, no se veía absolutamente nada de la montaña, aunque a cambio te podías consolar  con unas bonitas vistas del valle del río Fitz Roy, que lo precede.

Mirador del Cerro Torre

Valle del Río Fitz Roy

La senda continuaría ya en todo momento con el río a la izquierda, mezclando zonas abiertas con bosques de lengas que parecían engullirte por momentos. Y sin previo aviso, como ocurre siempre en áreas de montaña, de repente, el caprichoso Cerro Torre, decidiría mostrarse, al igual que sus compañeros, pues es raro que no vayan todos de la mano: Torre Egger y Aguja Standhart. Sería sólo por cinco escasos minutos, pero suficiente para conseguir captarlas y llevarme esa imagen tan esperada.

Cerro Torre desde Valle del Río Fitz Roy

Cerro Torre desde Valle del Río Fitz Roy

No sé si por ser Navidad, pero el caso es que iba completamente sólo, no hallando a nadie en el camino, lo que en algunos momentos imponía un poco.

En el kilómetro cinco pasaría el desvío hacia La Laguna de los Tres y las lagunas Madre e Hija, que para quien tenga la fuerza y la preparación física suficiente podría intentar hacerlo todo en la misma jornada, aunque me parece excesivo. Otra opción es enlazar ambos lugares utilizando los campamentos que se encuentran a muy poca distancia de la base de las montañas, consiguiendo estar así en los amaneceres o atardeceres y lograr imágenes únicas que de otro modo es mucho más complicado por lo pronto que sale el sol o lo tarde que anochece.

Senda a Laguna Torre

Senda a Laguna Torre

La verdad que la senda es muy agradable y casi sin darme cuenta accedía al último kilómetro que me llevaría directo hasta la vista de la Laguna Torre, tras afrontar una última y asequible subida. Su color es verde aceituna y lo mejor es su entorno con el glaciar Torre y el frente del glaciar Grande, así como, las ahora ocultas, Cerro Torre, Egger y las agujas Standhart.

Laguna Torre

Estaría descansando como media hora, pero dada la ausencia de viento, no pensaba quedarme aquí quieto, sino que me animaría a realizar el sendero que te conduce al mirador Maestri, caminando por el vértice derecho del lateral que limita la laguna. Ojo con este sendero porque con viento puede ser muy peligroso.

Cuando apenas había llegado a la arista por donde tenía que seguir caminando y al levantar la cabeza, pues llevaba la vista fijada en el suelo para no resbalar, casi me da un infarto de la sorpresa que me encontraría y es que a menos de tres metros tenía delante de mí a dos huemules, es decir los ciervos característicos de la región patagónica que están en peligro de extinción y a los que es complicadísimo ver. De hecho el primer día en el centro de visitantes nos insistieron varias veces en que si veíamos alguno lo notificáramos a la vuelta de la excursión respectiva para así poder hacer un seguimientos de los mismos. En estos momentos me consideraba un privilegiado y no desaproveché la oportunidad de estar observándoles durante más de diez minutos, mientras ellos hacían lo propio conmigo. Todo acabaría cuando llegó una familia y al aproximarse cerca de donde yo me encontraba, los animales se asustaron y se perdieron en la lejanía.

Huemules en la senda al mirador Maestri

Huemul en la senda al mirador Maestri

Huemules en la senda al mirador Maestri

Después de este regalo comenzaría a afrontar la senda pedregosa y poco marcada que me conduciría en frente y a bastante altura del glaciar Grande y su espectacular lengua de hielo. Era precioso y parecía que podía tocarse. Desde aquí y durante todo el trayecto que había ido realizando también merecerían mucho la pena las diferentes panorámicas que pude ir obteniendo  de la Laguna Torre, haciendo que en algunos momentos pareciese otra laguna distinta.

Laguna Torre y Glaciar Grande desde senda al mirador Maestri

Laguna Torre y Glaciar Grande desde senda al mirador Maestri

Glaciar Grande desde Mirador Maestri

Glaciar Grande desde Mirador Maestri

El cielo estaba amenazante y en cualquier momento este podía empezar a descargar con fuerza todo el agua que acumulaban sus nubes, así que antes de que ello sucediera y el terreno se humedeciera y se hiciera más complicado transitar por él, desandaría el camino y volvería hasta el mismo punto en el que había hecho aparición a primera hora de la mañana.

Glaciar Grande desde Mirador Maestri

Laguna Torre volviendo del mirador Maestri

Estaba agotado y cómo la lluvia seguía sin aparecer, no me lo pensé dos veces y bajé hasta la orilla de la masa de agua para tumbarme allí a descansar, a disfrutar de la paz que transmitía el lugar, así como a comer los bocadillos que ya traía preparados.

Laguna Torre

Después de algo más de una hora, decidiría ponerme en marcha y comenzar el regreso y justo cuando estaba a punto de alejarme del lugar y ya daba la espalda a la laguna Torre, varias exclamaciones de asombro me harían ponerme en alerta  y retroceder sobre mis pasos, los pocos metros que había recorrido, para comprobar que sucedía, aunque ya intuía lo que podía ser. Tal y como pensaba el motivo no era otro que tanto Cerro Torre como sus otros dos compañeros principales quedaban expuestos a la visión de todos los allí presentes, accedían a mostrarnos durante unos instantes sus temibles paredes verticales que tantas vidas han dejado entre escaladores de todo el mundo. Parecían frágiles puñales de hielo envueltos por la nieve y el frío, siendo una imagen de ensueño y de esas que se quedan en la retina para siempre. Sólo podríamos disfrutarlos quince escasos minutos, pasados los cuales las nubes serían implacables y volverían a ocultar completamente la fantástica imagen.

Laguna y Cerro Torre

Laguna y Cerro Torre

Ahora sí que no tenía sentido seguir allí, entre otras cosas porque el cielo estaba a punto de caer sobre mi cabeza, así que a paso ligero me iría alejando sintiendo pocos minutos después  las primeras gotas. Afortunadamente serían llevaderas y no calaban, lo que me permitiría deshacer el camino sin apenas mojarme con el chubasquero.

Llegaba a la hospedería a las 16:30, es decir después de casi nueve horas desde que salía de ella a primera hora de la mañana y es que el entornos y los paisajes con los que te encuentras  invitan a explayarte y recrearte con ellos una y mil veces.

Después de un buen descanso y una ducha confortable, saldría al hall de la hospedería, encontrándome que Pablo, el chico de recepción, me ofrecía tomar mate con él. Como no podía ser de otra manera, no dudaría en aceptar la invitación, pues era una espinita que se me había quedado clavada de mi anterior viaje a Argentina y Uruguay y es que no conseguiría encontrar ningún establecimiento donde lo sirvieran. Además más allá de la infusión en sí, lo realmente interesante es la propia ceremonia que conlleva la misma, su preparación, el hecho de disfrutar de una agradable charla y unas risas con otras personas, así como compartir recipiente y bombilla. Quien me iba a decir a mí que tendría oportunidad de todo ello en la Patagonia. Así que allí estaría más de una hora platicando mientras degustaba mi primer mate, cuyo sabor amargo era totalmente diferente a todo lo que había probado hasta ahora.

Las obligaciones labores de Pablo en la recepción de la hospedería le obligaba a dejar la charla, lo que yo aprovecharía para marcharme a degustar un clásico en El Chaltén: los famosos submarinos, es decir un vaso de leche bien caliente donde se sumerge una barrita de chocolate que se va deshaciendo en pocos segundos. Estaba buenísimo. Además lo acompañaría con un zumo de naranja natural. Todo me saldría por 170 pesos en la heladería Domo Blanco, toda una institución en la localidad.

Tomando un Submarino en Domo Blanco

A las 21:30 volvía al alojamiento para cenar una pizza artesana que me preparaba con mucho gusto y esmero la cocinera del establecimiento. Mientras empezaba a degustarla, de repente aparecería por la puerta mi amigo Roberto que se había animado a acompañarme en la cena, así que siempre es agradable un poco de conversación mientras uno degusta buena comida. La cena con la bebida incluida me saldría por 300 pesos.

La jornada había vuelto a ser de lo más intensa, por lo que a la misma hora que ayer, las 23:00, estaba apagando la luz de la habitación, y es que tantos kilómetros andando te dejaban baldado.


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