JAPÓN - DIA 16. Kobe y Osaka

6 de Septiembre de 2015.

Para hoy daban malísimo de tiempo y, efectivamente, no se equivocaron. La lluvia no dejaba de caer con fuerza, el viento no permitía abrir ningún paraguas e incluso hacía fresco y los pantalones cortos y ropa de verano hubiesen dejado helado a más de uno. Aún así no desistí de mis planes y decidiría ir hacia la zona que quería visitar y en donde, según las previsiones, parecía que el temporal sería algo más benévolo que en Kyoto.

Así que partiría hacia mi primer destino: Kobe, ciudad famosa por su excelente carne, considerada de las mejores del mundo, y también por el trágico terremoto de 1995, que destruiría totalmente la ciudad y que se cobraría la vida de más de 6000 personas. Aunque no es un destino de los más turísticos y habían pasado ya veinte años, tenía curiosidad por ver como había resurgido de sus cenizas y había vuelto a ser una de las ciudades punteras en Japón, con el sexto puesto en cuanto a población se refiere y el cuarto puerto de mayor actividad del país.

No venía con grandes planes, tan sólo quería pasar parte de la mañana caminando por su paseo marítimo y empezar el día relajado, pero ello no iba a ser casi posible porque tampoco aquí el tiempo iba a tener miramientos conmigo.

Para llegar hasta esta ciudad cogería un tren bala hasta la estación de Shin-Kobe (ni media hora), después haría un transbordo hasta la estación de Sannomiya (180 yenes) y luego otro hasta la estación de Hyogo (160 yenes), donde esperaba comenzar mi jornada turística.

Al salir a la calle me encontré, de nuevo, con mis peores temores, el cielo a punto de caer sobre mi cabeza y una lluvia implacable cayendo son saña. Ante el panorama optaría por meterme en un establecimiento llamado Vie de France y ponerme ciego a croissants y otras delicatesen francesas. (540 yenes).

Mis planes, de momento, habían fallado y no sabía muy bien qué hacer, pues con la que estaba cayendo hubiese acabado empapado y sin cámara y no era plan, por lo que sólo me quedaba esperar.

Llevaba ya una hora y no parecía parar y eran ya las 09.30. Si esto seguía así toda mi planificación se iba a ir al garete. Sobre las 10.00 comenzó a llover menos y decidí aprovechar la pequeña tregua, para llegar al primer lugar que quería conocer.

El motivo por el que me había bajado en esta estación de Hyogo, en vez de en Kobe, la anterior y más cercana al puerto, la torre y todo lo principal para ver, sería que en el plano que había conseguido en la estación se veía dibujado un pequeño buda en esta zona y dado que estaba al lado, me pico la curiosidad por saber cómo era este.

Tras un paseo de unos diez minutos llegaba hasta él, encontrándome que de pequeño no tenía un pelo. Después me enteraría de que está considerado el tercer buda más grande de Japón con once metros de altura, con permiso de los situados en Nara y Kamakura. Así que por pura casualidad me iba a llevar el trío de ases.

Gran Buda del Templo Nofukuji.Kobe

La escultura pertenece al templo Nofukuji y es una réplica del original, pues en la Segunda Guerra Mundial, a consecuencia de la escasez de metal, sería confiscado por el Gobierno.

Me ansié de mirar al Buda y esta vez no por gusto, porque aunque es interesante, no es para estarte allí cuarenta minutos de reloj, pero no me quedó otra porque, de nuevo, no se podían dar dos pasos sin terminar empapado, así que me serví de una repisa para cobijarme.

Aproveché otro pequeño paréntesis que me daba el cielo, para llegar a paso ligero, otra vez, a la estación y tras una parada, ahora sí, bajarme en Kobe.

Me quedaría en un inmenso centro comercial viendo unos bailes de la polinesia francesa realizados por señoras japonesas de avanzada edad, las cuales hacían lo que podían pero estaban un poco lejos de la sensualidad de los originales. Mi cara era un poema, pero es que fuera el tiempo había empeorado más todavía, así que no me quedaba otra.

Eran las 12.30 cuando empezaba a amainar el temporal, por lo, desgraciadamente, ya no me quedaba mucho tiempo para disfrutar de Kobe, así que me ceñiría a subir a la noria, que la acababan de abrir (800 yenes), y me hacía ilusión montar en una, pues ya llevaba vistas unas cuantas y no había tenido todavía oportunidad de acceder a ninguna de ellas. Las vistas de la ciudad y la bahía son increíbles, aunque empobrecidas por el cielo encapotado y amenazante que se había quedado. La sacrificada en este caso sería la torre de Kobe, que tendría que dejar para mejor ocasión si algún día vuelvo a Japón.

Noria de la Bahía.Kobe

A la bajada sólo tendría tiempo ya de dar un paseo por la bahía, hacer unas cuantas fotos del sky line de la ciudad, ver por encima la exposición de coches de lujo que habían montado y a los que se les estaba sacando brillo, después de cómo habían quedado por el chaparrón de toda la mañana y poco más, pues si quería disfrutar algo de Osaka, no podía estar más tiempo aquí.

Bahía,Torre y Acuario de Kobe

Bahía,Torre y Acuario de Kobe

Utilizaría la línea JR para llegar hasta allí por lo que no tendría que pagar nada por el trayecto. A la salida del Shinkansen,  me encontraría con el puesto de información turística, donde me llevaría la grata sorpresa de que en esta ciudad, al igual que en Tokyo, hay una línea circular (Loop Line) que tiene paradas en las principales estaciones donde hay algo interesante para ver y toda ella está cubierta por el Japan Rail Pass. Esta línea es fundamental para moverte por la ciudad y supone un ahorro enorme. Además te das cuenta de lo inmensa que también es Osaka, por lo que rápidamente fui consciente de que era imposible verlo todo en medio día que tenía, por lo que traté de organizarme y por lo menos visitar los lugares más significativos.

Osaka está emplazada sobre la bahía de su nombre en el mar interior de Japòn y es el centro neurálgico de la red de transportes japonesa. Es la tercera ciudad del país por su población, después de Tokyo y Yokohama, pero es la segunda en potencial económico.

Optaría por comenzar visitando su edificio más emblemático y de mayor tradición: su castillo, al que llegaría tras bajarme en la parada Osakajokoen y andando luego unos quince minutos hasta adentrarme en los jardines. Afortunadamente había dejado de llover y eso me iba a permitir recrearme con los exteriores un rato. De lo que no me libraría nadie es de acabar con las playeras de barro hasta arriba ya que la ruta que había elegido hasta llegar a la entrada estaba repleta de charcos y de tierra mojada. Menos mal que hay que descalzarse sino no sé cómo me hubieran mirado.

Foso y Muralla. Castillo de Osaka

Puerta de Acceso a Jardines del Castillo de Osaka

El castillo sería construido por Hideyoshi en 1583, en el antiguo lugar de un templo budista, pero con la guerra de 1615 el castillo fue totalmente destruido por el fuego. En 1629 uno de los shogunes Tokugawa lo volvería a reconstruir, lo que sería una buena idea, pues gracias a ella sería una pieza clave, estratégica, en todo el episodio que llevó a la unificación de Japón. Un nuevo incendio y los bombardeos de la segunda guerra mundial  acabarían por destruirlo completamente. Sin embargo gracias a la generosidad y donaciones de los ciudadanos de Osaka, se lograría reconstruir la torre principal en 1948, que es el edificio que se puede ver actualmente. Tiene cinco plantas exteriores y ocho interiores que descansan sobre una base de piedra. La combinación entre la arquitectura militar y las elegantes líneas estéticas hacen de él un castillo espectacular se observe desde donde se observe.

Castillo de Osaka

No se puede decir lo mismo del interior (600 yenes), al menos para mi gusto, pues me defraudó. Lo mejor, sin duda, es el mirador de su octava planta, que sería por donde comenzaría la visita, y desde donde se divisa toda la ciudad. Hasta aquí llegaría en un moderno ascensor. Después, bajando por las escaleras, me dedicaría a recorrer cada planta e ir fijándome en algunas de sus obras artísticas y antigüedades, destacando las armaduras y katanas de samuráis, pero poco más porque el resto del museo hace referencia a la historia de la fortaleza desde su primera construcción hasta la actual.

Castillo de Osaka

Osaka desde su Castillo

A la salida me dirigí de nuevo en metro hasta la estación de Osaka, a la que había llegado desde Kobe, para desde aquí andar diez minutos y llegar hasta otro símbolo de la ciudad, pero esta vez moderno y futurista. Se trataba del rascacielos Umeda Sky  Building. Mi objetivo principal era subir hasta el observatorio exterior de su parte superior llamado el Jardín flotante del cielo, el cual se puede ver desde cualquier punto de la ciudad. (800 yenes). Se encuentra situado a 173 metros y las vistas de Osaka son brutales, lástima que la lluvia, que había vuelto, y bastantes nubes me volvieran a estropear este gran momento. Con sol debe ser una de las vistas más increíbles del viaje. En su interior podría ver algún interesante video  donde cuentan con imágenes como se construyó el edificio y el observatorio y que te dejan boquiabierto.

Umeda Sky Building

Umeda Sky Building

Osaka desde Umeda Sky Building

De nuevo en la calle y siendo ya noche cerrada me dedicaría a pasear un rato por este barrio que es uno de los más modernos de la ciudad, con grandes almacenes, centros comerciales, negocios adyacentes y los rascacielos más altos.

Para el final del día había dejado los barrios de Shinsekai y Dotonbori, dos de las zonas que más me apetecía conocer de Osaka y por las que quería moverme de noche para verlas en uno de los momentos de mayor ambiente y con las luces de neón, por las que se caracterizan, funcionando al máximo.

Comenzaría dirigiéndome a Shinsekai , para lo que tomaría, de nuevo, la Loop Line y me bajaría en la estación de Shin-Imamiya. Otro paseo de diez minutos sería suficiente para plantarme en el corazón de este curioso barrio con la Tsutentaku tower como icono del mismo. Esta torre sería un símbolo de progreso del país tras la II Guerra Mundial y los alrededores de la misma están plagados de infinidad de carteles luminosos y restaurantes donde poder comer lo que se te antoje. El ambiente es el más informal y macarra que había visto hasta este momento en Japón y me sorprendió bastante por ello, pero como siempre no se respiraba sensación de peligro por ningún lado.

Torre Tsutenkaku. Osaka

Barrio Shinsekai.Osaka

Barrio Shinsekai.Osaka

Aunque no se halla excesivamente lejos, estaba ya algo cansado, por lo que decidí coger el metro en la estación de Ebisucho, la más cercana de donde me encontraba, y bajarme una parada después en Nippombashi, donde está el famoso barrio de Dotonbori, en el que me dedicaría a pasear por la calle principal repleta de neones de colores,  a cada cual más llamativo, y con los que se pretende llamar la atención de los transeúntes para que entres en los restaurantes que los anuncian. La verdad es que todos son espectaculares y compiten entre sí en originalidad e ingenio, habiendo incluso alguno articulado. Su función principal es destacar la especialidad gastronómica de cada casa, haciéndote complicada la elección final.

Barrio Dotonbori. Osaka

Barrio Dotonbori. Osaka

Barrio Dotonbori. Osaka

Además de infinidad de tiendas de souvenirs, también te encuentras, cada dos pasos, puestos callejeros donde se cocinan los famosos Takoyakis, buñuelos fritos rellenos de trozos de pulpo, que ya había probado en Tokyo y que no me harían demasiada gracia porque por mucho que el pulpo esté adornado, no deja de ser pulpo y este no es que me entusiasme.

Pero por si acaso no se tiene suficiente con todo lo anterior, también está la zona paralela a esta calle principal, donde se encuentra el canal por el que navegan pequeños barcos y es atravesado por agradables puentes desde donde obtener unas buenas vistas y sacar alguna que otra fotografía. Aquí también hay varios puntos destacables, con más carteles luminosos, destacando sobre todo aquel en el que se concentran un buen número de marcas y entre ellas el famoso neón luminoso de la marca Glico. Dicho así lo mismo no suena a nada conocido, pero si hablamos de Mikado, el nombre con el que se comercializan en España las barritas de galleta con chocolate, seguro que sí se asocia rápidamente. En él se representa a un atleta, sobre una pista, levantando los brazos en señal de triunfo. Si no estuve aquí media hora no estuve nada y es que esta era otra de esas imágenes que quería inmortalizar tanto en mi retina como en las fotografías.

Barrio Dotonbori. Osaka

Barrio Dotonbori. Osaka

Estaba muerto de hambre y es que sólo había picado algo para salir del paso en la comida y me empezaba a pasar factura, por lo que tenía claro que cenaría la especialidad que más me había gustado en Japón: el okonomiyaki, así que decidiría un restaurante al azar de la infinidad de los que había y disfruté con mucha calma la deliciosa cena. Con la bebida incluida me saldría por 1300 yenes.

Esperando el Okonomiyaki

Cenando Okonomiyaki en Osaka

No saldría del local hasta las 22.40 y es que me había tomado con toda la parsimonia del mundo este momento, pero es cierto que ahora iba algo nervioso por si perdía el último tren a Kyoto. Afortunadamente no sería así y conseguiría deshacer otra vez todo el camino. De Nippombashi a Shin-Imamiya. De Shin-Imamiya a Osaka y de esta última, con un tren bala, directo a Kyoto, por lo que pagaría sólo el primer trayecto de metro (180 yenes) al estar todo lo demás incluido en el Japan Rail Pass.

No sé a qué hora pasaría el último de los trenes pero no me quedaría muy lejos de saberlo pues llegaba a mi alojamiento casi a las 00.00, por lo que después de tanto tute y siendo las horas que eran poco más tenía ya que hacer.

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