JAPÓN - DIA 14. Shirakawa-go: Tradición entre montañas

4 de Septiembre de 2015.

Era un hombre nuevo, después de haber dormido casi diez horas como un lirón. No me podía haber venido mejor el tomarme el día de ayer con calma, terminándolo con la experiencia relajante del onsen, porque gracias a todo ello me levanté como nuevo y con todas las fuerzas recuperadas y como si empezara el viaje en este punto, por lo que estaba pletórico y con muchas ganas de llevar a cabo los planes de hoy.

Con esta ilusión, recogería todo y me encaminaría hacia la estación pues a las 08.50 salía el autobús hacia Shirakawa-go.

Unos bollos y un zumo (300 yenes) serían suficientes para coger fuerzas antes de afrontar la hora de viaje que tenía por delante hasta llegar al espectacular valle de Shokawa, donde se encuentra la hermosa aldea de Ogimachi, perteneciente al distrito de Shirakawa-go.

Recordar que tanto este billete como el del autobús que tomaba por la tarde, los había adquirido el día anterior para evitar quedarme sin ellos y creo que hice bien, porque no iba ni un solo hueco libre, lo que me extrañaría al esperarme que ya en estas fechas no fuera tanta gente.  Por cierto que como ya dije, el pase del Japan Rail no es válido para realizar estos trayectos por lo que hay que sacar la cartera y dejarse la pasta.

Otra de las cosas que me sorprenderían es el escaso tiempo que tardamos en realizar el recorrido y es que como no, también las carreteras las tienen impolutas, independientemente del tipo de vía que sea.

Así que me plantaba en la misma estación de Ogimachi a las 09.45, dirigiéndome, nada más bajar, a las taquillas que allí se encuentran, para dejar la mochila que llevaba e ir casi con lo puesto y la cámara, pues todo parecía indicar que el día iba a acompañar y los pequeños claros que se iban viendo, se convertirían después en un cielo, más o menos despejado.

Una vez que me hice con un mapa en castellano, pues aquí sí que hay en un montón de idiomas, abandonaría la consigna y cruzaría justo en frente para llevar a cabo la primera visita de la mañana al museo al aire libre Gassho-Zukuri Minka-en (600 yenes), donde se conservan en perfectos estado casas tradicionales traídas de diferentes lugares del país en las que destacan, como característica fundamental, sus tejados de paja. Estas construcciones con sus singulares techos escarpados se desarrollaron en zonas de copiosas nevadas y son un tipo de vivienda que sólo puede verse en esta región. Los tejados tienen forma de gassho que significa manos en oración, motivado porque el clima exige protecciones robustas y en pendiente que soporten las pesadas nevadas del duro invierno.

Museo al Aire Libre Gassho Zukuri Minkaen

Otra característica importante es que tenían que ser lo suficientemente grandes, generalmente de tres o cuatro plantas, para poder acomodar a familias de 20 o 30 miembros de diferentes generaciones. Solían ser artesanos o agricultores.

Museo al Aire Libre Gassho Zukuri Minkaen

El recorrido me fascinaría, pues era como retroceder en el tiempo siglos atrás y poder ver el Japón más feudal y más cerrado. Gran parte de las viviendas pueden visitarse al completo, permitiéndote subir hasta el último de los pisos y apreciar, en sus diferentes niveles, un gran conjunto de herramientas agrarias y de curiosos objetos de esa apasionante época histórica.

Museo al Aire Libre Gassho Zukuri Minkaen

Interior Casa Tradicional. Museo al Aire Libre Gassho Zukuri Minkaen

También se puede apreciar cómo era el típico hogar rural japonés, en el que se cocinaba y se realizaba la vida cotidiana, sin faltar un viejo molino, un pequeño arroyo que te acompaña en la práctica totalidad del circuito y hasta una pequeña cascada en la parte final de la visita.

Museo al Aire Libre Gassho Zukuri Minkaen

Museo al Aire Libre Gassho Zukuri Minkaen

Museo al Aire Libre Gassho Zukuri Minkaen

El recinto es enorme y en mi recorrido apenas me encontraría a nadie, pues la gran mayoría de personas que van llegando a la aldea se marchan directas a cruzar el puente que te lleva al centro de la población, donde están las casas auténticas del lugar. Como mi intención era pasarme aquí todo el día y no tenía ninguna prisa, prefería ir con calma y llevarme esta otra perspectiva que me hacía bastante ilusión.

Ese puente al que me refería en el párrafo anterior es el llamado Deai y atraviesa el río Shogawa, permitiéndote, nada más cruzarlo, entrar de lleno en el corazón de la población y encontrarte rodeado por gran cantidad de viviendas con las mismas características que las que había visto en el museo, pero esta vez emplazadas en sus lugares originales en las que fueron construidas.

Puente Deai y Río Shogawa

Casas Tradicionales al estilo Gassho

El lugar es soberbio y una de las primeras cosas que no pude evitar pensar es en cómo sería esta imagen en pleno invierno, con todo el valle cubierto de nieve.

Estaría un buen rato paseando y deteniéndome a observar los viejos caserones y sus inmensas estructuras, antes de dirigirme a visitar el templo budista Myozenji, pues no podía faltar el lugar destinado al culto en la aldea. Desde uno de los laterales de este, una vereda de tierra se internaba por un bosquecillo de lo más agradable, la cual seguiría y tras un sencillo paseo, en ligero ascenso, de unos 20 minutos, llegaba hasta el fabuloso observatorio Shiroyama que te permite ver la aldea  y las montañas que la rodean, casi a vista de pájaro.

Casas Tradicionales al estilo Gassho

Mirador de Shiroyama

Tampoco podría evitar aquí, sentarme a contemplar el panorama y es que me encanta recrearme con lugares tan increíbles todo lo que puedo, lástima que muchas veces no pueda hacerlo tanto como me gustaría, por no disponer del suficiente tiempo y es que ya se sabe que este es el gran enemigo del viajero.

Pero hoy no era el caso y tenía todo el tiempo del mundo y un sol espléndido que cada vez brillaba con más fuerza, así que cuando me di por satisfecho en la contemplación del paisaje, empecé la bajada por el lado contrario de donde había subido, acompañado por una flauta rellena de algo parecido a arroz triturado y un refresco  (350 yenes).

Saciando el imprevisto apetito que me había entrado, llegaba hasta un estanque de nenúfares y muy cerca de este me encontraba con la casa de la familia Wada (300 yenes), una vivienda de estilo Gassho-Zukuri, cuyo interior sería el primero que visitaría de las construcciones originales de la población. Este era uno de los clanes más ricos del pueblo y por tanto su casa era una de las más grandes y mejor conservadas. Además sus miembros se dedicaban al comercio de la seda, por lo que en su azotea se pueden ver utensilios y herramientas que se utilizaban para este fin a través de la cría del gusano de seda. Por cierto que desde los enormes ventanales de esta última planta se tienen también unas estupendas vistas de las granjas de los alrededores.

Estanque con Nenúfares

Casa de la Familia Wada

Casa de la Familia Wada

Acabada la curiosa e interesante visita, aprovecharía para comer algo sobre la marcha, para ser más exactos, sería una empanada de carne, que ofrecían en un puestecillo, acompañada de un zumo de Kiwi (400 yenes).

Se notaba que tenía las pilas cargadas y un claro ejemplo de ello es que me seguía apeteciendo visitar más lugares, por lo que aunque era probable que se pareciera bastante a la casa que acababa de visitar, decidiría entrar en una nueva vivienda, en esta ocasión la de la familia Kanda (300 yenes). En el centro de su vestíbulo pude encontrarme con una hoguera encendida, sobre una superficie de arena, que la hacían de lo más acogedora, además de tener la función de evitar un posible incendio, pues los materiales de este tipo de viviendas son bastante inflamables. En la sala contigua, hallaría una mesa con una tetera, donde no dudaría en servirme en una taza un poco de la misma, pues era gratis. Allí estaría un rato antes de continuar con la visita por las plantas superiores donde se vuelven a mostrar nuevos utensilios del quehacer diario en estas tierras.

Casa de la Familia Kanda

Casa de la Familia Kanda

Y ya que estaba casi al lado, no podría evitar entrar en la tercera casa importante de la aldea, la del clan médico Nagase (300 yenes), donde la principal diferencia, con respecto a las otras construcciones, son la cantidad de utensilios médicos que hay en su interior, dado que sus miembros eran doctores de importantes familias de los alrededores. Por lo demás todo era casi idéntico a lo que ya llevaba visto.

Eran las 16.00 cuando salía de la última visita que realizaba, por lo que todavía tendría más de una hora por delante para perderme por las diferentes calles de la aldea y seguir deleitándome con estas increíbles viviendas y su entorno. Todo ello mientras entraba y salía de muchos de sus comercios y tiendas, donde no podría evitar comprar algún que otro recuerdo.

Casas Tradicionales al estilo Gassho

Aunque yo me tomaría con mucha calma tanto este como el día anterior, es cierto que siendo un poco selectivo y si se va falto de días, es factible poder visitar en una sola jornada Takayama y Ogimachi. Pero como acabo de comentar, ciñéndose a los lugares más principales y sin recrearse demasiado. No obstante mi consejo sería dedicar un día para cada lugar y así disfrutar más de todo lo que ofrece cada uno de ellos.

A las 17.30 tomaba el autobús que me llevaría en una hora a Kanazawa, donde pasaría la noche y ciudad a cuya visita dedicaría la jornada de mañana.

Llegaría a la estación principal bajo un enorme aguacero que me haría no poder moverme de allí hasta pasada otra hora más, por lo que aprovecharía para comprarme la cena en un supermercado que había en el interior, optando, como ya casi era una tradición, por los bollitos de arroz y una bandeja de makis, unos zumos y algo de dulce (1050 yenes).

Afortunadamente escamparía y podría marcharme para mi alojamiento de esta noche, el hotel Castle Inn Kanazawa (3800 yenes). Se encontraba a no más de diez minutos andando de la estación central. El personal de la recepción, como siempre, sería de lo más amable y me facilitaría un mapa en castellano de la ciudad. La habitación que me correspondería estaba situada en el edificio viejo y es cierto que se la veía antigua, pero para pasar una noche, si no eres muy pijotero, es más que suficiente.

A las 22.30 estaba apagando la luz, pues no quería que el cansancio me volviera a pasar factura como en Takayama.

No hay comentarios :

Publicar un comentario