CHILE - DIA 13. Sector oeste: Del Ahu Akivi a cuevas y acantilados de vértigo

27 de Agosto de 2014.

Rapa Nui no me recibió de la mejor manera, pero después de aquel gran temporal, el tiempo se estaba portando bastante bien conmigo y quitando momentos puntuales de algún día y alguna que otra tormenta nocturna  de lo más intensa, la verdad, que no podía quejarme. Hoy amanecía, después de tres días bastaste buenos, chispeando y con el cielo muy nuboso, pero fue sólo una falsa alarma porque pronto aparecería el sol y ya se pasaría todo el día jugando al escondite entre unas nubes y otras.

En la jornada que comenzaba  quería empezar por conocer un Ahu que me llevaría un rato encontrarlo, pues se encontraba algo escondido. Hablo del Ahu Uri A Urenga, el cual es algo especial debido a que se encuentra situado frente al sol de levante, lo que hace suponer que tuvo una función importante en el calendario astronómico polinesio. Casi al lado también existe una piscina redonda, donde parece ser se reflectaba el astro y daba información de bastante valor a los expertos de la época. Su único moai vigila solitario el entorno y es un lugar un tanto místico. No hay ninguna indicación para llegar hasta él, por lo que tienes que seguir la carretera que se encuentra paralela al aeropuerto y tras pasar este, como si fueras hacia Anakena, hay un desvío a la izquierda. Una vez que tomas este y unos 200 o 300 metros más adelante, se encuentra este Ahu a la izquierda.

Ahu Uri A Urenga

Había podido disfrutar durante dos tardes de la puesta de sol en el complejo Tahai, siendo la segunda bastante mejor que la primera al no haber nubes, pero lo que no había podido hacer era fijar mi mirada en los ojos enigmáticos de estas esculturas como consecuencia de los rayos cegadores del astro rey, por lo aprovecharía que, de momento, el día ya estaba despejado para hacer esto y ver como Dios manda los moái. Por tanto hay que acordarse de que por las mañanas es el mejor momento para admirar las estatuas y hacer fotografías de las mismas, al tener el sol a tú espalda.

Ahu Vai Uri y Ahu Tahai

Ahu Ko te Riku

Ahu Vai Uri

Tras esto me dirigiría a conocer una nueva zona de la isla, el sector oeste, el cual ya no abandonaría en todo el día y es que es otra zona que tampoco tiene desperdicio. La primera parada sería en lugar llamado Puna Pau. En este pequeño cráter de escoria roja es donde se tallaron los pukao, conocidos también como los “sombreros” de los moai. Aquí podría ver hasta 20 pukao de grandes dimensiones que quedaron dispersos en este sector, listos para su transporte. Además varios de estos tienen petroglifos con representación de canoas y signos tribales.

Puna Pau

Puna Pau

Y es aquí donde surge otra de las muchas incógnitas de la isla de Pascua. Desde este lugar se trasladaron pukao de más de diez toneladas hasta sitios tan alejados como Ahu Tongariki y Ahu Te Pito Kura y aunque la forma cilíndrica de estas moles de piedra rojiza podría hacer pensar que los movieron haciéndolos rodar, esto no ha sido comprobado. Dos hipótesis son las que se barajan. Una propone que los pukao se levantaron a través de rampas de piedra y la otra sostiene que cada moai era levantado en su ahu con el pukao ya amarrado mediante cuerdas y troncos. Pero a ciencia cierta no se sabe. Así que otro misterio más por resolver.

El mismo recorrido que te muestra los moños también te lleva hasta un bonito mirador desde donde pude contemplar todo Hanga Roa a mis pies y donde tomaría el primer snack del día, acompañado en esta ocasión por un grupo de valencianos y catalanes con los que coincidí. Todos teníamos ganas de charla y yo más que ninguno, ja, ja, por lo que con la tontería se nos fueron casi cuarenta minutos hablando de mil historias.

Hanga Roa desde Puna Pau

Hanga Roa desde Puna Pau

Después de despedirme de todos ellos, volvería a conducir el Toyota para volvera a parar en otro de los lugares imperdibles, el Ahu Akivi, uno de los pocos que se encuentran en el interior de la isla y donde se puede observar siete estatuas que miran hacia la dirección de la puesta de sol. La leyenda dice que estos moai corresponden a las siete primeras personas que llegaron a Rapa Nui en la primera expedición que mandó el rey Hotu Matu´a desde la Polinesia. Es por ello que miran hacia el mar, pues de allí provenían.

Ahu a Kivi

Ahu a Kivi

Moáis de Ahu a Kivi

Y muy cerca de este lugar se encuentra el inicio de la ruta a la cima del Maunga Terevaka, el punto más alto de la isla con 514 metros de altura y como no, no me podía ir de aquí sin conquistarlo y más si tenemos en cuenta que con ella culminaba los 4 ases de la baraja de Rapa Nui. Eran las 11.45 cuando comenzaba la aventura y la empecé equivocándome de sendero, pues me fui hacia la izquierda, haciendo caso a unos carteles en los que viene el nombre del volcán. Pues no, estos te llevan hacia una finca privada por la que no puedes pasar y hay que darse la vuelta. Afortunadamente, esto tampoco me supuso mucha demora y sólo perdí  quince minutos. La senda correcta es la que está a la derecha de esos carteles y que sale recta hacia arriba. Es un camino de tierra que sube en no demasiada pendiente y que va atravesando prados y prados donde hay caballos y vacas pastando. A mitad del camino me encontraría con una chica neoyorquina, que chapurreaba algo de castellano y entre esto y mi chapurreo del inglés, pues nos hicimos amiguetes y ya fuimos todo el trayecto juntos, lo que supondría que la ruta fuera bastante más amena que las otras realizadas.

Ruta Volcán Maunga Terevaka

Ruta Volcán Maunga Terevaka

El gran problema del Terevaka, fuera de cualquier dificultad técnica, pues se trata de andar y andar y ya está, no es otro que, cuando estás llegando a lo más alto, te encuentras con un montón de pequeñas colinas que te confunden bastante. Nosotros llegaríamos a dos cráteres, uno cubierto de vegetación y arboleda y otro con un manto verde de césped. Sería aquí donde en cuestión de cinco minutos, las nubes bajarían y una gran niebla se echaría sobre nosotros. Las increíbles vistas que nos habían estado acompañando de la península Poike y el resto de la isla se estropeaban en unos segundos y también el llegar realmente a la cima como tal, pero nos conformábamos con las panorámicas que habíamos estado teniendo. Además con esa niebla era hacer el tonto y no queríamos jugárnosla, por lo que decidimos empezar la bajada. Lo que en principio era una tontería al final se nos complicó algo más de la cuenta, pues tomamos un sendero, diferente del de la subida y bastante más largo, que nos sacaría más allá de la zona de Puna Pau, los Pukao de los moái, lo que hizo que nos desanimáramos bastante, ya que el camino hasta Ahu Akivi suponía un nuevo palizón.

Uno de los cráteres del Volcán Maunga Terevaka

Afortunadamente la suerte iba a estar de nuestro lado, pues justo cuando llegábamos a la carretera y en una casa cercana a esta, estaba montando en su vehículo un joven al que le contamos lo que nos había sucedido y le preguntamos que como podíamos volver hasta donde teníamos nuestros coches. Este chico era un escocés afincado en la isla desde hacía ya unos años y que, sin pensarlo dos veces, nos diría que mejor que darnos las indicaciones, nos acercaba hasta Ahu Akivi. Nos quedaríamos con la boca abierta de su amabilidad y les dimos mil gracias cuando llegamos. Nos había ahorrado una caminata de más de ocho kilómetros.

La conclusión es que para este volcán puede ser buena idea contratar los servicios de un guía ya sea para subir a pie o a caballo, que es la otra opción posible. No se admite ninguna otra más, pues es una zona especial de protección.

Tras esta intensa aventura, me despediría de mi amiga estadounidense y me pondría a comerme los ya tradicionales sándwiches para reponer fuerzas y descansar un rato.

La tarde la iba a dedicar a conocer varios lugares interesantes, también de esta zona, que suponían nuevas y emocionantes vivencias. Se trataba de internarme en tres cuevas y visitar un nuevo complejo arqueológico, casi nada.

El camino que te lleva a todas esas atracciones es un camino que parte desde un poco más allá del Ahu Akivi, el cual está en pésimas condiciones incluso para vehículos todo terreno. Cuando firmé el contrato de alquiler del Toyota, los que me arrendaban el auto, me repitieron una y mil veces que bajo ningún concepto lo metiese por esa zona, salvo que quisiera romperlo y pagar yo los daños ocasionados. Hay que recordar que no hay seguro. Me dijeron que muchos había sido los turistas e incluso locales, que se habían quedado allí tirados y que aún así la gente no aprendía. Evidentemente les haría caso y dejaría estacionado mi coche en un pequeño prado que existe antes de la puerta abierta que se interna por el nefasto camino que te lleva a las cavernas y al Ahu que quería visitar. Nada más comenzar la caminata pude darme cuenta de que no mentían y de que el camino estaba intransitable.

Tras quince primeros minutos de paseo llegaría al llamado sector Ana Te Pahu, un largo túnel de lava donde la población podía refugiarse durante las redadas esclavistas que casi mermaron a la población en el S.XIX. Su acceso no tiene la mayor complicación y con una linterna o un frontal puedes guiarte por su interior. De esta manera llegas hasta dos aperturas naturales en el techo. Mientras que el paseo a la primera se podría realizar incluso siguiendo la luz natural que entra por el hueco superior, en la segunda ya sí que necesitas obligatoriamente luz artificial si no quieres abrirte la cabeza.

Galería de Cuevas Ana Te Pahu

Galería de Cuevas Ana Te Pahu

Cuando volví al exterior y mis ojos se adaptaron, de nuevo, a la luz del sol, anduve otro rato para llegar hasta el Ahu Te Peu, un lugar en el que yacen los restos de un antiguo pueblo  con interesantes peculiaridades como son lo cimientos de casas elípticas y las paredes de varias casas redondas, además de los restos de varios moáis caídos por los alrededores. Desde aquí pude presenciar los agrestes acantilados que son característicos de la desconocida zona norte de Rapa Nui y, la verdad, que sorprendían bastante.

Ahu Tepeu

Cabeza de moai en Ahu Tepeu

Acantilados desde Ahu Tepeu

Una nueva caminata de otros diez minutos más me acercarían a la llamada Ana Te Pora, un tubo de lava caracterizado por una bóveda de superficie muy lisa, que en tiempos antiguos sirvió como refugio y espacio ceremonial. La estrecha apertura del techo se bifurca hacia dos caminos según entras. Si vas hacia la izquierda encuentras un túnel que parece no tener fin y que me aseguraron los entendidos del lugar que llega hasta Hanga Roa y por el que te puedes perder, necesitando de varios días para conseguir llegar al pueblo. A la derecha y con la ayuda de luz artificial, sales por una zona diferente en pocos minutos.

Acceso a Caverna Ana Te Pora

Y ahora sí que tras los últimos metros de andar, llegaba hasta la cueva más famosa de todas, la ineludible caverna de las dos ventanas frente a los Motu Tautara. El acceso se realiza por una estrecha apertura en la roca, por donde tienes que tener bastante cuidado y hacer algo de contorsionismo, para luego ya, con ayuda de linterna o frontal, abrirte camino por las profundidades de la cavidad, siempre con mucho cuidado de no golpearte la cabeza, hasta llegar a dos salidas en medio del acantilado.

Acceso Ana Kakenga o Cueva de las Dos Ventanas

Ana Kakenga o Cueva de las Dos Ventanas

Ana Kakenga o Cueva de las Dos Ventanas

Ana Kakenga o Cueva de las Dos Ventanas

Las vistas son espectaculares y la sensación de asomarte, lo imprescindible, al vacío te pone los pelos de punta. Aquí me entretendría un largo rato y es que entre el espectáculo y que me puse a conversar, en este inhóspito lugar, con una familia chilena, pues nos dieron las tantas. 

Cuando salimos me ofrecerían llevarme hasta el mismo coche ya que ellos sí que se habían metido hasta bastante adentro del camino, jugándosela en toda regla. Me lo pasaría en grande con ellos pues más allá de ir con miedo por lo que pudiera pasarle al vehículo, iban poniéndolo a prueba constantemente, cogiendo cualquier bache, socavón o charco que estuviese en nuestro camino, por lo que los botes hacían que tuviéramos que protegernos la cabeza en todo momento. Si a esto le sumamos cantos, olas como las que se hacen en los estadios al animar al equipo correspondiente y gritos exagerados, no es de extrañar que llegara hasta donde tenía el coche, muerto de la risa y casi sin lágrimas en los ojos de las carcajadas que solté. Les daría mil gracias a Christian y su familia por el trato recibido y esos momentos inolvidables y me dirigí hacia Hanga Roa.

Acantilados desde Ana Kakenga o Cueva de las Dos Ventanas

A mi llegada, sobre las 18.40, haría unas cuantas averiguaciones y reservas para los dos próximos días y me marché a mi humilde morada a relajarme y recobrar fuerzas para el día siguiente.

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