CHILE - DIA 12. Costa norte: Volcán Poike y playas de ensueño

26 de Agosto de 2014.

Si ayer casi que despedía el día con los quince de Tongariki, hoy quería darles los buenos días y empezar el día junto a ellos y es que en este lugar parece que se da uno de los mejores amaneceres de la isla. Por este motivo no quedaba otra que levantarme a las 06.00 para salir de mi habitación media hora después y estar allí a las 07.00, hora en que empezaba a clarear, aunque el sol en cuestión no salía hasta media hora más tarde, pero bueno no era cuestión de ir con prisas. Mientras esto sucedía me entretuve tomándome el desayuno, hecho lo cual, las oscuras figuras de los moáis pasaban de ser sólo una silueta negra a ir dejándose ver poco a poco y aunque las tonalidades del cielo iban cambiando y los moais iban adquiriendo diferentes colores, el sol no aparecía por ningún lado, lo que sobrevino en cierta decepción por parte de los que allí nos encontrábamos.

Amaneciendo  en Ahu Tongariki

Pronto entenderíamos que era lo que sucedía y es que en esta época del año el sol salía un poco más hacia la izquierda del conjunto escultórico, justo por detrás de la península de Poike, por lo que había que esperar algo más de la hora prevista y ponerse en diagonal con respecto a los moái. Y una vez hecho esto la recompensa llegó. La bola de fuego iluminó a las figuras y todos los madrugadores nos quedamos embobados. Sólo duraría unos minutos, ya que luego una nube volvería a cubrir al astro rey, pero suficiente para hacernos una idea de lo que debe ser aquello cuando el sol esté en su mejor posición.

Amanecer en Ahu Tongariki

Cuando el espectáculo terminó todavía seguiría un rato más por la zona y es que tengo que reconocer que me resultaba difícil dejar de mirar aquellas colosales estatuas, pues desprendían una magia y un magnetismo especial. Ya me sucedió ayer y hoy volvía a repetirse la misma historia. Pero la ruta debía continuar, por lo que volví al coche y conduje hasta la siguiente parada.

Volcán Rano Raraku desde Ahu Tongariki

Nada más dejar Tongariki y tras un par de curvas, se afronta una recta donde a la izquierda se puede ver el Rano Raraku y a la derecha la península Poike con su volcán erosionado de 370 metros. Pues mi idea no era otra que tratar de conquistar su cima, pues me atraía especialmente esta zona un tanto olvidada y denostada por la mayoría de visitantes que vienen a conocer Rapa Nui. Además había leído que las vistas de casi toda la isla, por un lado, eran espectaculares y, por el otro, se podía ver la inmensidad del océano Pacífico.

Volcán Rano Raraku desde Volcán Poike

Así que cuando estaba firmando el contrato de alquiler del auto, aproveché para preguntar a la persona con la que estaba, que era pascuense, y me dio las claves. Haciéndole caso, fui fijándome en los laterales de la recta, por la que comentaba que iba conduciendo, hasta que pude ver a ambos lados del camino unas pequeñas casas que casi no se distinguen. Es aquí donde hay que dejar el coche aparcado en el arcén. Después hay que buscar a la persona que vive en una de ellas y pedirla permiso para saltar la cerca que existe y luego ya sólo resta caminar y caminar hasta la cima. No tendría dificultad en encontrar al dueño, pues se encontraba haciendo los trabajos del campo y muy amablemente me dijo que podía pasar sin problema y que ánimo. La pendiente no es excesivamente dura y lo peor son algunos tramos de maleza existente que hacen que la subida se hiciera un poco más pesada, pero en una hora conseguía llegar arriba a un ritmo normal y haciendo alguna que otra parada para descansar.

Océano Pacífico desde Cráter del Volcán Poike

Rapa Nui desde Volcán Poike

Cráter del Volcán Poike

La panorámica que tenía delante de mí era sobrecogedora: el volcán Rano Kau en la lejanía, el Rano Raraku visto por sus dos costados, tanto el de la cantera como el del cráter, las costas norte y sur de la isla. El pequeño esfuerzo había merecido la pena con creces. Además te encuentras con que el cráter está cubierto de vegetación con muchos árboles retorcidos por la fuerza del viento.

Rapa Nui desde Volcán Poike

Rapa Nui desde Volcán Poike

Cuando hube disfrutado lo suficiente de la primera panorámica, me puse a rodear el perímetro del cono  y me encontré con la calma del Pacífico. Aquí me sentaría en una roca durante un largo rato y me sentí como si estuviera sólo en el mundo y con una sensación de inmensa paz que creo que nunca había tenido antes. Fueron momentos muy emotivos los que pude vivir aquí, pero era el momento de guardarlos para siempre en mi corazón y bajar, de nuevo, al vehículo.

Océano Pacífico desde Cráter del Volcán Poike

Mi ruta continuaría con la visita de tres nuevos lugares que te encuentras sin esfuerzo en la carretera que va dirección hacia la playa de Anakena:

  • Pu O Hiro: Su traducción es “La trompeta de Hiro” y es una piedra grabada que era considerada en tiempos pasados un talismán de pesca. Decián que cuando se soplaba en uno de sus orificios el sonido producido atraía a los peces hacia la costa. También sería un trofeo de guerra, llevado de un lado a otro en la isla en diversos momentos.

Pu O Hiro

  • Papa Vaka: Es una zona de petroglifos que se encuentran en un excelente estado de conservación y todos ellos relacionados con la pesca y el mar. De hecho, el nombre hace referencia al gran panel rupestre (Papa) con la gran figura central de una canoa doble (Vaka). También se pueden ver en otro de ellos un atún (kahi) y un tiburón (mangó). Y además uno otro donde se aprecia perfectamente un calamar gigante.

Papa Vaka

Petroglifos de Papa Vaka

Petroglifos de Papa Vaka

  • Ahu Te Pito Kura: Aquí podría ver el moái más grande de toda la isla de 11 metros y 80 toneladas, derrumbado sobre el suelo y con el cuello roto. Y muy cerca de él, tan sólo a unos metros, el famosísimo Te Pito O Te Henua u ombligo del mundo, un lugar con una piedra ovalada rodeada de otras cuatro, con connotaciones llenas de misticismo y algo mágico, pues se considera el centro magnético de la tierra y, supuestamente, si llevas una brújula esta se vuelve loca.

Costa Norte desde Te Pito Kura

Te Pito Kura

Es por esa última razón que no es raro encontrar por aquí a grupos religiosos provenientes de cualquier parte del mundo realizando cánticos y oraciones. Yo me encontraría con un grupo de brasileños que no paraban de rezar y cantar con un entusiasmo y una fuerza digna de admirar, por lo que me dediqué a observarles durante un buen rato. 

Brasileños cantando en Te Pito Kura

Tras aprender tantas cosas era el momento de relajarse un poco y para ello me dirigiría a la pequeña playa de Ovahe por la que me dediqué a pasear, con los pies descalzos, por su arena blanca. Aquí había un cartel donde no se aconsejaba bañarse, además dicen que es peligrosa por desprendimientos.

Playa de Ovahe

Playa de Ovahe

Y tras abrir boca con esta, culminaría la ruta de hoy, llegando sobre la una, a la paradisiaca playa de Anakena, de arena blanca y fina, con aguas turquesas y rodeada de palmeras. Para los Rapa Nui esta playa es de suma importancia pues en ella desembarcó, entre el año 400 y 600 de nuestra era, el primer rey de la Isla de Pascua, Hotu Matu´a y su séquito y en las inmediaciones de la playa se estableció el centro de organización de la cultura Rapa Nui.

Playa de Anakena

Además aquí se encuentran otros dos de los Ahu más importantes y famosos de la isla: el Ahu Nau Nau con siete moáis, algunos de ellos con moño, y un poco más arriba, el Ahu Ature Huki y su solitario moái.

Ahu Nau Nau.Playa de Anakena

Ahu Ature Huki. Playa de Anakena

Tras visitarlos, me dirigí a la playa, me cambié y me desplomé sobre la arena blanca y no me incorporé más que para comerme los sandwiches de rigor e ir a mojar los pies en el agua. No me bañaría porque un viento fresco se había asentado en el lugar desde casi el inicio de mi llegada y tampoco me apetecía mucho pasar frío. Mi intención era eternizarme aquí hasta que se hiciera de noche, pero desgraciadamente sobre las 16.30, el tiempo empezaría a cambiar, los cielos se tornarían grises y empezó a hacer frío, por lo que no me quedó más remedio que coger los bártulos e irme con ellos al coche. Aún así me encontraba cansado y por hoy ya no haría nada más, sólo irme a la cabaña a descansar y dar un pequeño paseo por la tarde antes de dar por finalizado el día definitivamente.

Playa de Anakena

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