25 de Agosto de 2014.
A partir de hoy había decidido moverme en coche por la isla,
pues aunque las distancias no son nada del otro mundo, es evidente que
caminando o en bicicleta hubiese necesitado el doble de tiempo de estancia. Así
que necesitaba un coche que me permitiera acercarme a todos los lugares
significativos que están dispersos por Rapa Nui.
El día y medio anterior me había ido dedicando en momentos
varios a entrar en tiendas de alquiler de coches para preguntar cuál era el
precio de uno de lo más normalito para cuatro días. Salvo en una de ellas que
me lo dejaba en 25000 pesos por día con la condición de no sobrepasar los 40
km/h, lo cual no me daba buena espina y acabé rechazando, en el resto los
precios oscilaban desde los 30000 a los 40000 pesos por día, ofreciéndote cada
una coches de diferentes categorías y estados. Visto lo visto al final decidí
contratarlo con los encargados de las cabañas donde estaba hospedado que me
daban más confianza y que me lo dejaban por 30000 pesos al día (40 euros) y me
daban un Toyota nuevecito y en perfecto estado.
A las 08.30 se encontraban un hombre y una mujer en el salón
del desayuno, que como estaba incluido, hoy sí que decidí tomarlo aquí, aunque
no era gran cosa. Me pidieron el Carnet de conducir español, el pasaporte y una
tarjeta de crédito por si ocurría cualquier desperfecto cargarlo en ella, pues
no existe seguro en la Isla de Pascua. La verdad que fueron bastante claros y
sin mentiras. Luego la chica rellenaría con mis datos un contrato y me
explicaron entre los dos las zonas por donde podía y no podía conducir, pues
hay zonas de la islas en las que si te metes, sea cual sea el coche,
directamente te lo cargas. Tras todo esto me acompañarían para que viera el
flamante Toyota blanco y se despidieron. Más formales, imposible.
Tras terminar de desayunar me pondría en marcha y me dirigí
hacia las afueras de Hanga Roa para tomar la carretera sur que es la que te
lleva a algunos de los lugares más significativos de Rapa Nui.
La primera parada que haría sería en un lugar conocido como
Hanga Poukura, según un guía que allí se encontraba con dos turistas. Siendo
sincero no tenía ni idea de donde estaba, pero me resultó curioso desde la
carretera y paré el coche. Me llamó la atención la gran manada de caballos
salvajes que allí había y como las olas rompían con fuerza contra las rocas
volcánicas, así que paseé hasta el borde del mar y encima me encontré con los
restos de un ahu sin moais pero con muy buena conservación de la base, que
estaba compuesta, al igual que Vinapu, por la famosa estructura inca. También
había esparcidos por el suelo varios Pukao que son los tocados que van sobre
los moai. Estuve un rato disfrutando de las vistas y seguí mi camino.
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Caballos Salvajes en la Costa de Rapa Nui |
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Hanga Poukura |
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Costa Sur de Rapa Nui desde Hanga Poukura |
Mucho más conocida que la anterior iba a ser mi siguiente
visita, el espectacular ahu de Hanga Te´e, que se encuentra en un lugar llamado
Vaihu. Aquí se pueden ver ocho moais alineados que miran al suelo y que están
muy cerca del antiguo pueblo, del que hoy sólo quedan vestigios. También me
acercaría paseando, un poco más arriba de esta estructura, en dirección
contraria al mar, para observar una pequeña estatua solitaria erigida en octubre de 2002, la cual
fue descubierta gracias a que, antes de morir, un anciano reveló el gran
secreto a la gente del lugar para que no quedara en el olvido.
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Ahu Hanga Te´e |
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Moái de Vaihu |
Akahanga es otros de esos lugares de visita casi inexcusable
y que se encuentra unos kilómetros más allá del anterior. En él me encontré con
dos ahu. Uno del mismo nombre que el complejo y otro llamado Ahu Ura Uranga Te
Mahina. El primero se compone por hasta 16 moais caídos y desperdigados por la
zona. Y el segundo lo forman cinco grandes estatuas, también a ras del suelo.
Hay que rodear bien los altares para no perderse ningún detalle y sobre todo
una de las grandes esculturas que está en perfecto estado y es de la época de
la cantera del volcán Rano Raraku. También se pueden ver cavernas naturales que
antiguamente funcionaban como viviendas del pueblo pascuense. De hecho se puede
acceder a una de ellas.
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Ahu Akahanga |
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Ahu Akahanga |
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Ahu Akahanga |
De nuevo en el coche y tras unos kilómetros más allá
encontraría el comienzo de la ruta de senderismo Ara O Te Moai o camino del
Moai, que te recibe con una inmensa escultura tirada boca abajo. Aunque me
entraron ganas de hacer la ruta, el hecho de que supusiera siete kilómetros me
hizo desistir, pues había cosas mucho más importantes que visitar. Pero esta es
una prueba más de la gran cantidad de cosas que se pueden hacer en la Isla de
Pascua.
Y un nuevo Ahu me esperaba antes de llegar a uno de los
platos fuertes del día. El llamado One Makihi. En principio y mientras me
acercaba a él, no esperaba encontrarme gran cosa, pero cuando comencé a
rodearlo me encontraría con dos gratas sorpresas: dos inmensos moáis tumbados
boca arriba y uno de ellos en perfecto estado de conservación. Estaba casi
intacto y con una nariz puntiaguda digna de reseñar.
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Moái al inicio del Sendero Ara O Te Moai |
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Ahu One Makihi |
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Con el coche de alquiler cerca del Ahu One Makihi, en la costa sur |
Era casi la una de la tarde y decidí tomarme un respiro con
unos aperitivos que llevaba y una fanta, antes de afrontar la segunda visita
más esperada de la isla: la del volcán Rano Raraku, el mayor centro de
producción de moáis y de donde salieron la mayoría de los 900 moais que pueden
verse desperdigados por toda Rapa Nui. Aquí se realizaba todo el proceso de
elaboración de las estatuas a excepción del pukao.
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Desvío hacia el Volcán Rano Raraku |
Este es el otro lugar junto con Orongo, donde te exigen que
muestres el pase del parque Nacional o, si no lo tienes, que lo compres en la
entrada. Y sólo te da derecho a realizar una única visita, lo que es una
verdadera lástima al ser una auténtica pasada. Yo creo que es lo mejor de toda
la isla.
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Volcán Rano Raraku |
Tras pasar la entrada y andar unos metros me iría
aproximando al plato fuerte, subiría por una pequeña senda y al finalizar la
pendiente me encontraría con la ladera del Rano Raraku salpicada de moáis por
todas partes. Cientos de moáis se distribuían por los alrededores en diferentes
posiciones: de pie, tumbados, enterrados. Estaba extasiado al tener delante de
mí tantas y tan bien conservadas esculturas: el famoso Piropiro de 4 metros y
eso que los otros siete están enterrados por debajo del volcán; el Hinariru o
moai de cuello torcido, también de cuatro metros; el Ku Kona He Roa, otro
imponente y serio moai, etc. La maquina estaba que echaba humo y yo estaba
entre incrédulo, emocionado y alucinado.
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Moái Piro-Piro.Volcán Rano Raraku |
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Moái Piro-Piro.Volcán Rano Raraku |
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Moái Hinariru.Volcán Rano Raraku |
El pequeño y único camino por el que se te permite transitar
te va llevando sin pérdida a todos los lugares y secretos interesantes de la
gran cantera y así una escalera natural de piedra y cesped me permitiría
encontrarme con los moais más grandes e inmensos que no llegaron a separarse nunca
de la roca madre. El más gigante es de 21,5 metros y es soberbio.
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Cantera.Volcán Rano Raraku |
El final del camino te conduce hasta la última de las
sorpresas en la otra cara de la ladera: el moái Tukuturi, que se encuentra
arrodillado y podría ser la última escultura que se labró y tener conexiones
con el culto del hombre pájaro. Desde aquí se puede ver, al lado de la costa,
el ahu Tongariki, otra de las joyas de la isla.
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Moái Tukuturi.Volcán Rano Raraku |
Tras acabar el camino seguí dando paseos de un lado a otro,
disfrutando de estas enigmáticas figuras de piedra, deteniéndome delante suya,
observando con detalle sus rasgos y tratando de dejar muy bien fijados en mi
mente estos momentos irrepetibles, que serán muy complicados de igualar.
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Moáis del Volcán Rano Raraku |
Antes de marcharme del lugar, todavía me quedaba por
descubrir el vasto cráter del volcán Rano Raraku, al que se llega por un
sendero que parte en dirección contraria de donde se encuentra la cantera. En
apenas diez minutos llegas hasta él y la visión es de un lago con las orillas
cubiertas de totoras. Un entorno bastante bonito que sería el elegido para
comerme el sanwich de rigor.
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Cráter del Volcán Rano Raraku |
Había permanecido en este entorno incomparable tres horas y
media, pero a eso había venido a Rapa Nui, a disfrutar y a recrearme hasta la
saciedad de sus maravillas.
Hoy cerraría el día con el mayor monumento megalítico de
toda Polinesia, el conocido como los 15 moais o Ahu Tongariki, a tan sólo 2 km
del Rano Raraku.
Estos moái serían derribados en el siglo XVII, durante un
periodo de luchas entre las distintas tribus que habitaban Isla de Pascua.
Además los moái sufrirían más aún con el gran maremoto de 1960, lo que les
dejaría en un estado ruinoso. Afortunadamente en 1992 y gracias a un acuerdo
firmado con Japón comenzaría el proceso de restauración, terminando los
trabajos en 1996 y siendo lo que son ahora, otra gran joya de la Isla de
Pascua.
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Ahu Tongariki |
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Ahu Tongariki |
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Parte de los moáis del Ahu Tongariki |
Aquí, nuevamente, decidiría relajarme y tirarme en el césped
hasta que la luz empezara a desaparecer. Tras algo más de una hora y dado que
empezaba a refrescar pondría rumbo hacia Hanga roa, llegando justo a escasos
minutos de la puesta de sol en el complejo Tahai, lo que aprovecharía para
disfrutarla, mejor aún, de la que pude ver ayer, pues las pequeñas nubes que
había no permitirían que fuese tan espectacular como la de hoy, con un cielo
completamente despejado.
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Puesta de Sol en Ahu Vai Uri |
Después de los dos días completos que llevaba en Rapa Nui,
estaba ya completamente hipnotizado por su embrujo y su magia y corría el
riesgo de quedarme aquí para siempre.
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