LAGO LEMAN - DIA 3. Friburgo y Gruyéres: diamantes suizos

2 de Mayo de 2014.

Las previsiones de tiempo para hoy en todas las localidades que se encuentran en la ribera del lago Leman y sus inmediaciones eran nefastas, desastrosas, malísimas y todos los calificativos más que se le puedan ocurrir a uno. Cuando me levanté y comprobé que no sólo no se habían equivocado con la lluvia, pues esta caía incesantemente, sino que además una intensa niebla cubría todas las inmediaciones del Hostal, y eso que estábamos en la parte alta de la ciudad, comprendí que era una locura y una estupidez intentar, si quiera, acercarme al lago. Así que me puse a pensar que hacer y hacia donde podía ir. 

Una cosa tenía clara y es que tenía que alejarme lo suficiente de la masa de agua para por lo menos intentar que el día mejorase en algo, por lo que tras investigar un poco y constatar que la localidad de Friburgo se encontraba a tan sólo 45 minutos en tren de Lausanne, no tuve la más mínima duda y decidí ir para allá la primera parte del día. Había oído maravillas de este pueblecito suizo que se ubica en un promontorio rocoso, el cual es bañado por el curso del río Sarine, por lo que hoy iba a poder constatar en persona todos los piropos que se lleva constantemente esta pequeña urbe.

Como la estación de tren la tenía al lado, me encaminé a esta y después de comprarme el desayuno en el supermercado COOP me iría a uno de los bancos del andén desde el que salía mi tren, a tomármelo tranquilamente.

Comentar que Friburgo no se encontraba dentro del límite establecido para poder utilizar el pase que había adquirido para moverme de forma gratuita en los medios de transporte. Aun así, decidí jugármela y probar suerte con el revisor que me lo pidiera, a ver si tocaba la flauta. 

El tren llegaría en breve y tras 15 minutos de trayecto, el cara a cara con el revisor había llegado. Saqué mi pase del abrigo, se lo mostré y tras un rato mirándolo se dirigió a mí para decirme que no había puesto el día en que había comenzado a utilizarlo, por lo que me preguntó que si era hoy, a lo que le respondí que sí. El mismo me lo escribiría, me dio las gracias y continuó pidiendo billetes al resto de viajeros. No me lo podía creer, ¡había colado! No sé si hizo la vista gorda, no sé si no comprendía el pase, pero el caso es que el trayecto de ida y vuelta que suponía casi 40 francos, me los había ahorrado, así que tan contento.

A las 09.00 llegaba a la estación central de Friburgo y a la salida me encontré con una noticia buena y otra mala. La buena era que la niebla y la lluvia torrencial con la que me encontré en Lausanne habían desaparecido. La mala, que seguía lloviendo aunque de forma menos insistente. Así que lo primero que hice, dado que no había traído ningún mapa de esta localidad, fue irme a la oficina de turismo para que me dieran uno y me explicaran que era lo mejor para visitar. Aquí me encontraría con una guía argentina que llevaba asentada bastante tiempo en Friburgo y viendo que no me enteraba demasiado bien de lo que me estaban contando en el mostrador, intervino y se puso a contármelo ella, por lo que yo encantado.

Después de darle las gracias llegó el momento de empezar a explorar la ciudad y, haciéndola caso, por lo primero que comencé mi ruta turística sería por una fuente que se encuentra tan sólo a unos metros de la oficina de turismo y que fue realizada por Jean Tinguely, un pintor y escultor suizo, famoso por sus máquinas escultura, de las que no existen demasiadas en el mundo. Por lo que era una oportunidad poder observar una de ellas.


Fuente Jean Tinguely.Friburgo
Tras quedarme sorprendido por la peculiaridad de la fuente, continuaría mis pasos hacia la céntrica Rue de Lausanne, arteria principal de la zona comercial y la vía que te lleva a algunos de los lugares más destacados de la ciudad. El primero que descubriría sería también gracias a mi efímera anfitriona argentina, la cual me dijo que no podía perderme las vistas que se obtienen de Friburgo desde el Colegio Saint Michel por lo que llegué hasta este por unas escaleras de madera cubiertas, llamadas Escaliers du College, que te sacan directamente al mirador desde el que se consigue la perspectiva. Realmente magníficas las vistas y si encima justo en este momento paraba de llover, como era el caso, pues ya no se podía pedir más, dado que la jugada me había vuelto a salir perfecta.

Escaliers du Collège.Friburgo

Friburgo desde Colegio Saint-Michel

Tras retroceder sobre mis pasos y volver a la Rue de Lausanne, pocos metros después llegaría hasta dos plazas, Nova-Friburgo y Notre Dame, que se encuentran pegadas pero a diferentes alturas, por los caprichos del terreno. Ambas ofrecen una imagen realmente bella del conjunto del centro, con edificios de siglos pasados, siempre dominados desde cualquier rincón por la esbelta torre de la Catedral de San Nicolás. En este gran espacio pude admirar desde el Hotel de Ville a la basílica de Notre Dame, sin olvidar otra de las esculturas de Tinguely presidiendo la entrada de su museo o una bonita fuente que me recordó muchísimo a muchas de las que pude ver en Berna. A lo largo de la mañana tendría la oportunidad de encontrarme con muchas más.

Hotel de Ville y Plaza Nova-Friburgo

Plaza Notre Dame y Catedral de San Nicolás.Friburgo

Y sin casi darme cuenta me encontraba contemplando el portal principal de la Catedral gótica con un retrato del Juicio Final esculpido, para, posteriormente y ya en su interior, perderme por las inmensas naves y sus vidrieras. Tras ello llegaría el momento de subir hasta la torre (3,5 euros), lo que me supondría el esfuerzo de afrontar sus 365 escalones. Eso sí, la recompensa serían unas excepcionales vistas sobre los cuatro puntos cardinales de la ciudad de Friburgo, además de encontrarte rodeado por los 12 imponentes pináculos con los que se culminan los 74 metros de la construcción.

Portada Catedral de San Nicolás.Friburgo

Friburgo desde Torre Catedral de San Nicolás

Si el paseo hasta este momento había sido agradable a la vista, lo que venía a partir de este momento iba a ser excepcional y es que a través de las escaleras de Court-Chemin me internaba por un laberinto de callejuelas, de escaleras de piedra, de plazas ancladas en siglos pasados, de puentes y fuentes adornando cada rincón. En definitiva me introducía en el mundo medieval de Friburgo a través del barrio de Planche, para continuar después por el barrio de Auge, donde nuevos torreones, puertas abiertas en murallas y la siempre compañía del río Sarine, harían que me sintiera transportado a los tiempos de esplendor de esta villa y que no quisiera ser consciente de encontrarme en el siglo XXI.

Escaleras de Court- Chemin y Hotel de Ville.Friburgo

Casco Antiguo de Friburgo

Si a todo lo descrito le añadimos las maravillosas vistas que se obtienen de la ciudad desde los puentes de Saint Jean y Milieu, la preciosidad del puente de Berna, cubierto y construido en madera, y la paz y tranquilidad que se respiraba en la soledad de cada calle y la ribera del río, acrecentarían aún más ese sentimiento de lucha contra el tener que salir de este escenario idílico que probablemente no hubiera descubierto si no hubiera sido gracias al mal tiempo del lago Leman.


Friburgo desde Puente de Saint Jean

Friburgo desde el Puente Milieu

No obstante todavía podría observar, en mis idas y venidas desordenadas por el laberinto de calles la iglesia de Saint Jean, el convento de los Agustinos, nuevas fuentes con los rasgos tan característicos berneses, casas de estilo gótico con fachadas pintadas y ya en mi retirada, una última y grata sorpresa como las excepcionales vistas que se obtienen desde el puente de Zaehringen de todo el conjunto histórico por el que acababa de estar. Sin duda la mejor manera de dejar esta joya suiza que me había encandilado.


Barrio Medieval de Auge desde Puente de Zaehringen.Friburgo

Eran ya las 14.30 de la tarde y en mi camino hacia la estación me daría de bruces con mi amigo Mc Donalds, por lo que no pude evitar entrar a saciar el incesante apetito que desde hacía ya una hora me venía avisando.

El día seguía mejorando y al salir me encontré, que del cielo gris, empezábamos a pasar a algún que otro claro, situación perfecta para afrontar con garantías la visita de la tarde: el pequeño pueblo de Gruyéres. Para llegar hasta él, tomaría en la estación, primero un tren hasta Bulle y tras un transbordo, otro hasta la cuna del afamado queso. Tras una hora de camino, incluyendo el cambio, la pequeña locomotora hacía su entrada en la minúscula estación. Lo primero que me encontraría, justo en frente de esta, sería una enorme tienda y restaurante donde vendían el producto lácteo y, varias veces al día, hacían demostraciones de su elaboración. Lástima que la última ya había pasado. Así que me conformé con echar un vistazo en la tienda, donde pude comprobar el grave error en el que tantas veces había incurrido, creyendo que el queso estaba repleto de agujeros cuando apenas los tiene, aprendiendo que esta característica es más propia del emmental. Así que después de esta pequeña curiosidad y de comprarme un imán para mi colección me iría a recorrer el paseo de diez minutos que progresivamente asciende por una pequeña colina y te deja en la puerta de entrada de la muralla de Gruyéres. Todo está perfectamente señalizado por lo que no tiene pérdida.


Gruyéres

Muralla de Gruyéres

Su situación es idílica en medio de un inmenso valle de prados verdes, al igual que tampoco se queda corto el pueblo en sí, pues aunque no tiene muchas más calles a parte de la principal, que más bien parece una plaza, en ella no falta de nada: el suelo empedrado, la fuente adornada con flores, casas blancas con la representación de la grulla que da origen al nombre del pueblo en alguna de ellas, etc. También te encuentras con comercios donde venden la tradicional cerámica del lugar de colores azul-blanco-granate o madera tallada.


Gruyéres

Y así y tras ir disfrutando de todos estos detalles llegaba hasta las puertas del museo H.R.Giger, que de esta manera no dice nada, pero si ya comentas que en este se encuentra la fantástica obra del creador del alienígena Alien, pues ya la cosa cambia y más cuando ves en la puerta una escultura de este gracioso bichito. Como te permiten pasar a la sala de la planta baja sin pagar, pues lo que hice fue darme una vuelta por esta para ver alguna escultura más y algunos de sus grabados y bocetos y, tras esto, como me apetecía más visitar tranquilamente el castillo, pues para este que me fui, pasando en el trayecto al lado de la iglesia. 

La entrada a la fortaleza cuesta 10 francos, precio que me resultó caro para lo que ofrece y más si ya has visitado Chillón, por lo que creo que es prescindible el interior, aunque es verdad que los jardines son bastante chulos y las vistas desde alguna de sus terrazas también. Se trata de uno de los mayores de Suiza y data del siglo XIII, aunque se reconstruyó en el XV. Destaca sobre todo su estructura medieval de estilo saboyano.


Castillo de Gruyéres

A la salida, tomaría una pequeña senda que te permite rodear el castillo y ver diferentes perspectivas tanto de él como de su entorno. Y hecho esto y como ya me habían dado las 18.30, pues con toda la calma del mundo empecé a marchar hacia la estación para tomar el tren que me volviese a llevar hasta Bulle y desde esta localidad hasta Lausanne. Pero a pesar de la simplicidad y la facilidad para tomar el tren, pues era tan sencillo como que si querías ir hacia Bulle tomabas el tren que viniera de la derecha y si querías ir hacia la localidad de Montbovon el de la izquierda, yo no sé qué leche pasó que haciendo lo correcto de repente cambiaron el sentido de las vías y al no venir ningún letrero en el tren, tomé el de esta última localidad. Así que un poco cabreado porque esto me suponía dar más vuelta, ya que tenía que hacer dos transbordos, uno en el mencionado pueblo y otro en Montreux, pues para Montbovon que iba. Aquí me bajaría y cuál sería mi sorpresa que a los cinco minutos de una nueva espera aparecería un tren azul flamante y distinguido en el que se leía en muchos de sus vagones “Golden Pass”, así que pregunté a unos de los revisores que si podía tomarlo con mi pase y me dijo que sí, que sin problema.

Lo siguiente que vendría sería un espectacular trayecto por  el parque natural regional Gruyére Pays-d´Enhaut, donde a través de los inmensas cristaleras, tanto laterales como del techo, pude ir presenciando el espectáculo de la naturaleza suiza con inmensos bosques, algún que otro lago y como telón de fondo el inconmensurable lago Leman acompañándonos en los últimos kilómetros del recorrido desde diferentes perspectivas y según íbamos descendiendo de la montaña hasta llegar a la estación de Montreux. La equivocación en el sentido de la marcha del tren me había llevado de forma totalmente improvisada a un escenario de naturaleza desbordante con el que había quedado sorprendido y una vez más podía comprobar que a veces lo menos preparado y desconocido es de lo mejor de un viaje.


Lago Leman desde P.Natural Gruyére Pays-d´Enhaut

Ya en Montreux tomaría el tren que me llevaría hasta Lausanne, donde llegaría casi a las 21.00, por lo que compraría algo en el supermercado COOP de la estación (9 francos un bocata, bebida y yogurt) y me iría a relajarme lo que quedaba de jornada al hostal.

A TENER EN CUENTA:
  • En la zona moderna de Friburgo es interesante ver la fuente de Jean Tinguely, pues se sale de lo normal y hay pocos lugares en el mundo donde presenciar su arte.
  • La torre de la Catedral cierra a las doce de la mañana, por lo que si no te quieres perder las espectaculares vistas conviene tenerlo en cuenta.
  • Existe un funicular que conecta la parte alta de la ciudad con la parte baja y viceversa, por lo que puede ser una opción si no quieres sufrir con las subidas. Esta relativamente cerca del Ayuntamiento u Hotel de Ville.
  • Si quieres presenciar el proceso de elaboración del queso Gruyére, en la tienda que está en frente de la estación las hacen pero conviene consultar horarios para no quedarte sin verlo.

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