OESTE EEUU - DIA 15. Death valley

18 de Septiembre de 2010.

Se puede calificar de auténtico infierno el despertar del día de hoy, después de haber dormido tan sólo cuatro horas, pero no nos quedaba otra al tener que afrontar la etapa más dura y larga de carretera de todo el viaje, pues teníamos unas siete u ocho horas hasta nuestro alojamiento en Bishop, atravesando y conociendo los puntos de interés del Death Valley.

A decir verdad, no estaríamos muy inteligentes quedándonos hasta horas tan intempestivas pero lo estábamos pasando tan bien que creo que eso era lo importante, no pensando en cómo nos íbamos a levantar.

Éramos zombis, almas en pena vagando por el hall del hotel con las maletas a cuestas hasta alcanzar el coche que ya nos tenían preparado los encargados del parking. En este momento, Sergio me diría muy efusivamente que si no me importaba que condujera él, pues le hacía mucha ilusión al no haberlo probado todavía. La verdad que accedí encantado a la bendita propuesta, pues estaba muerto y no tenía ninguna gana de conducir. Así que todos contentos. En cuanto nos metimos en el vehículo, Sergio se vendría arriba de la emoción de conducir en USA y el resto nos quedaríamos fritos durante las algo menos de dos horas y los casi 150 kilómetros hasta la pequeña localidad de Shoshone, punto de acceso al Valle de la Muerte y donde llenaríamos hasta más no poder el depósito de gasolina, pues a partir de aquí es complicado encontrar alguna gasolinera en muchos kilómetros a la redonda.

Entraríamos por la carretera 178, que se encuentra a muy pocos kilómetros del pueblo de Shoshone, girando a la izquierda. Ojo con continuar recto, por la 127, ya que por esta no verías la mayor parte de los puntos de interés de este Parque Nacional.

Pronto atravesaríamos el cartel que nos daba la bienvenida al Death Valley y en unos cuantos kilómetros más podríamos hacer la primera parada en el llamado Ashford Mill Ruins, las ruinas de un viejo molino, construido para procesar el oro de la mina de Ashford y con el que irían haciendo negocio sus diferentes propietarios en la venta del mismo de unos a otros.

La bofetada de calor sería importante al pasar del frescor del interior del coche al calor seco exterior. Se avecinaba el día más duro de todos los que llevábamos en cuanto a calor se refiere y es que el Parque Nacional del Valle de la Muerte, ubicado en el desierto de Mojave, tiene el dudoso honor de ser el lugar más profundo, seco y cálido de América del Norte. En el infernal verano la temperatura puede alcanzar los 49 grados, de hecho, en 1913 llegó hasta los 57 grados. Nosotros, gracias a Dios, no estábamos en esos niveles pero los 41 grados, sí que podía hacer perfectamente.

Mormon Point sería nuestra siguiente y breve parada para divisar la cordillera negra formada por camas de ceniza. Su nombre viene, seguramente, de los exploradores mormones que pasaron por este punto, pero no se sabe a ciencia cierta.

Mormon Point. Death Valley

Nuestro camino seguía avanzando por parajes desolados y estériles, sin rastro de alguna forma de vida, hasta llegar al lugar más bajo de América del Norte, el Badwater, encontrándose a 85 metros por debajo del nivel del mar. Pensaba que el paisaje desértico no me diría nada, pero estaba totalmente equivocado, pues la deslumbrante gama de colores lo convierten en un escenario de una belleza sobrecogedora. Las brillantes placas salinas que ocupan la superficie de un antiguo lago, nos acompañarían en el pequeño paseo que se puede dar por esta zona. Eso sí, la temperatura era ya de unos 47 grados y se hacía ciertamente insoportable permanecer aquí, por lo que tras las fotos de rigor nos marcharíamos rápidamente a la protección del aire acondicionado del coche.

Badwater Basin. Death Valley

Badwater Basin. Death Valley

Dos nuevos puntos de interés seguirían en nuestro recorrido:

  • Artists Palette: en el que los depósitos minerales han creado franjas rojas, verdes, anaranjadas, moradas, rosas, etc. que colorean las colinas.
Artists Palette. Death Valley

  • Zabriskie Point: con unas bonitas vistas sobre las colinas arrugadas y 35 kilómetros cuadrados de dunas de arenas perfectamente esculpidas.
Zabriskie Point. Death Valley

Las altas temperaturas nos estaban poniendo a prueba y el cansancio hacia mella en nosotros, aún así no iba a ser óbice para culminar nuestra visita al parque con el famoso Dantes View, un mirador de 1609 metros de altura desde donde la vista alcanza 160 kilómetros en un ángulo de 360 grados, incluyendo los puntos más alto y más bajo de Estados Unidos (sin incluir Alaska y Hawái): el monte Whitney de 4417 metros y el Batwater de 86 metros bajo el nivel del mar.

Si a esas vistas excepcionales le sumas que corría una ligera brisa fresca, pues haría que no nos moviéramos de aquí en más de media hora.

Es verdad que este mirador se encuentra al final de una carretera sin salida y pilla un poco a desmano de todo lo demás, pero merece muchísimo la pena y es una buena idea reservar tiempo para visitarlo.

Death Valley desde Dantes View

Tras volver a la carretera 190, seguiríamos por el interior del Death Valley sin apenas hacer ya paradas, para llegar casi a las nueve de la noche a nuestro alojamiento en la localidad de Bishop.

El hotel que teníamos reservado se llamaba Ramada Limited Bishop (79,74 dólares la habitación). Era muy céntrico y desde él podías ir paseando a cualquier restaurante del centro. Sin tener grandes lujos estaba limpio y correcto por lo que no se podía pedir más.

Bishop es el típico pueblo americano con sus casas de madera tradicionales y en el que se respira tranquilidad y sosiego. Esta sería la sensación que tendríamos de él en el pequeño paseo que nos llevó hasta una hamburguesería que nos habían recomendado en el hotel para degustar unos buenos solomillos de ternera. Buena manera esta de dar por finalizada, probablemente la jornada más dura del viaje.

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