EGIPTO - DIA 05. Asuán y popurrí de actividades

13 de Noviembre de 2008.
Hay que decir que, de nuevo, los temores que te infunden los medios de comunicación no tienen nada que ver con la realidad de un país, una vez que te encuentras en él y compruebas, sobre el terreno, que la inseguridad no es tanta y que el manejarte y moverte por ti mismo no supone mayor problema que el que se pueda dar en cualquier otro lugar del mundo. Esa fue mi sensación tras varios días visitando Egipto y observar que muchas actividades las puedes hacer, perfectamente, por tu cuenta.
Amanecíamos en Asuán, el último puerto y, a la vez, la puerta de Egipto. Desde el Imperio Antiguo – más de 4500 años atrás -, aquí se encuentran dos mundos y todos los colores de piel. Beduinos, nubios y sudaneses se mezclan en sus mercados. En ellos se regatea y se compran dátiles, ropa, guindillas o azafrán, pero no podría comprobarlo in situ porque no estaba dentro del programa de la agencia. De ello sabría gracias a Pere, un agradable señor gerundense que en sus tiempos mozos ya se había dejado caer por aquí y ahora después de treinta años regresaba con su mujer en este viaje organizado.
Lo que sí tendría oportunidad de visitar, junto con el resto de mis compañeros, sería la impresionante presa de unas dimensiones desproporcionadas, considerada como una de las obras de ingeniería más importantes que se han realizado.
Presa de Asuán
Antes de bajar del autobús, Ali nos daría algunas pautas acerca de las fotografías y es que al ser un punto estratégico fundamental  para el país no podías apuntar con la cámara hacia cualquier sitio que te apeteciera, sino sólo hacia determinadas direcciones y nunca a los militares que custodiaban el lugar.
Presa de Asuán

Presa de Asuán
Haciendo caso a lo anterior no tendríamos problemas en movernos a nuestro antojo por el espacio desde el que se contempla la misma.
Es complicado abarcarla con la mirada ya que no es fácil determinar dónde acaba la tierra y donde comienza la presa, de hecho se puede estar en ella y no saberlo, lo que da una idea de cómo es de grande la presa de Asuán. Tras ella se almacena el agua de tres años, lo que supone que si se soltara de una vez barrería el valle del Nilo, llevándose por delante el país en un día.
Río Nilo desde Presa de Asuán
Con esos datos no es de extrañar la fuerte presencia militar que hay en la zona y las medidas extremas de seguridad que se dan en este área de Egipto.
La siguiente parada sería para visitar el obelisco inacabado de Asuán, uno de los lugares más enigmáticos del país. Es curioso observar que la cantera está casi en pleno centro de la ciudad.
Se comenzaría a elaborar durante el reinado de la reina Hatshepsut con la finalidad de ser pareja de otro que hoy en día se encuentra en Roma, pero que en aquella época se hallaba en Karnak.
Obelisco Inacabado de Asuán
Lo más curioso de este obelisco inacabado es que mide 41 metros y pesa 1267 toneladas, es decir lo que equivaldría a 1200 coches uno encima de otro. El gran problema fue que cuando los canteros estaban trabajándolo se les partió, lo que hizo que tuvieran que abandonar la obra. Sin embargo, es aquí donde aparece el primer enigma, ya que en Egipto muchas obras de granito y otros materiales eran reutilizadas mientras que aquí no se hizo, ¿por qué?
Obelisco Inacabado de Asuán
Otro gran dilema que se plantea es el cómo pensaban moverlo con el peso tan brutal que tenía e incluso el cómo cortar la parte interior del obelisco que hoy en día está enclavada en la roca.
Muchas preguntas sin respuestas y que parece seguirán así durante muchos siglos.
Terminada esta visita, sería el turno de la segunda y, menos mal, última decepción del viaje. Es cierto que cuando vienes a este tipo de escapadas organizadas tienes que venir con la mentalidad de que lo que prima en las agencias turísticas y en los guías es lo económico y los intereses y acuerdos monetarios, pero lo que clama al cielo es que no tengan una coordinación y pretendan y consigan someter al viajero varias veces al mismo tipo de actividades lucrativas donde sólo salen ganando ellos y perdiendo nosotros.
Lo próximo que tenían preparado era una visita, para todo el grupo, a una fábrica de papiros y a dos tiendas, una de cerámicas y otra de esencias, que iba a durar la friolera de tres largas horas, es decir todo lo que restaba de mañana.
Mi cara sería un poema y en cuanto Ali dejó de hablar me acerqué a él y le expliqué que nosotros ya lo habíamos hecho en El Cairo y que, por tanto, no deseábamos repetir otra vez esta actividad y a cambio queríamos sustituirla por la visita al templo de Philae que sabíamos que estaba muy cerca, prescindiendo así del coñazo que suponía vivir de nuevo toda esa parafernalia.
La cara del guía también sería de circunstancia y se notaba que le había pillado, empezó a poner excusas absurdas tipo de que si no tenían nada que ver con lo que ya habíamos visto, que si encontraríamos nuevos géneros que en nada se parecerían a los de la otra vez, etc.
Yo me mantendría firme y le diría que me daba igual y que aunque fuese por nuestra cuenta queríamos ir a visitar el dichoso templo mientras ellos hacían lo otro, a lo que me respondería que no tenía permitido, por seguridad, dejarnos a nuestro aire en esta zona y que debíamos hacer lo que decidiera la mayoría, que para mi sorpresa sería el ir a ver las demostraciones y de compras alegando que estaban ya cansados de templos. Verlo para creerlo. Así que tras alguna discusión más, varias malas caras y algunos comentarios desagradables entre unos y otros, al final me tocó joderme y aguantar toda la puñetera mañana el fantástico plan.
Cuando todo terminó y volvimos al autobús, este pararía en un punto panorámico desde donde se veía a lo lejos el templo, como intentando con esta tontería dejarme contento, lo cual, evidentemente, no consiguieron.
Después de comer en el barco, evidentemente con nuestros adeptos, pues la tensión de la mañana todavía seguía presente por ambos lados, había llegado la hora de una de las actividades que más me apetecía realizar: el paseo en faluca por el Nilo.
Paseo en Falúa por el Nilo

Paseo en Falúa por el Nilo
Nada tuvo que ver esta experiencia con la que tuvimos oportunidad de vivir de forma fugaz cuando nos dirigimos al Valle de los Reyes. En esta ocasión la embarcación era grande, espaciosa y repleta de cojines donde poder tumbarte e ir la mar de a gusto. Si a ello le sumabas un refresco como fue el caso, pues no se podía pedir más.
Pero más allá de las comodidades lo mejor serían, sin duda, las vistas de las riberas del río desde el velero y las diferentes panorámicas del mausoleo del Agha Khan, la isla Elefantina o el jardín botánico. Navegar por el mayor curso de agua de África en este tipo de embarcación estaba siendo regenerador y me estaba sirviendo para olvidarme de los malos rollos de la mañana y cargar las pilas.
Paseo en Falúa por el Nilo

Paseo en Falúa por el Nilo

Paseo en Falúa por el Nilo

Paseo en Falúa por el Nilo
Cuando llevábamos como media hora de camino, de repente, seríamos sorprendidos por varios niños que salieron del agua y nos deleitaron con varias canciones populares españolas. Nuestra reacción sería entre la sorpresa y la carcajada y tras el improvisado concierto no dudaríamos en darles algunas propinas, hecho lo cual desaparecieron en cuestión de segundos.
Tras una hora de travesía desembarcábamos en un pequeño muelle perdido en la nada, donde íbamos a llevar a cabo una nueva actividad: montar en camello por el desierto. Para mí era algo totalmente nuevo y la verdad que me hacía ilusión. Cuando llegamos los animales estaban tumbados en el suelo, por lo que nos indicaron que nos subiéramos a ellos y esperáramos. Una vez que estuvimos todos preparados, los diferentes dueños les darían la señal en árabe y un pequeño toque con una vara  y todos se pusieron en pie y en fila india. Tengo que reconocer que el primer impacto que tuve fue de impresión pues la altura que había hasta el suelo no me pareció ninguna tontería, añadiendo a esto que me pillaría de sorpresa la incorporación tan rápida del animal, pensando que me tiraría.
Paseo en Camello hacia Pueblo Nubio

Paseo en Camello hacia Pueblo Nubio
Una vez que nos hicimos a los primeros momentos en nuestro nuevo transporte, los camellos comenzaron a caminar. Aquello parecía una montaña rusa de los botes que pegaban y para ser sincero no le cogí el truco a mantenerme erguido, porque a cada dos por tres el dueño del camello me tenía que estar diciendo que me pusiera recto y no me ladeara. Así que la experiencia no fue del todo satisfactoria, porque tenía la sensación de que en cualquier momento me caería por el pequeño precipicio que había a nuestra izquierda. Por lo menos serviría para que más de uno se lo pasara bien a mi costa.
Paseo en Camello hacia Pueblo Nubio

Paseo en Camello hacia Pueblo Nubio

Paseo en Camello hacia Pueblo Nubio
Después de unos treinta minutos los animalitos nos dejaban, otra vez, en el suelo, el cual casi me faltó besar. Habíamos llegado a un poblado Nubio, el lugar con el que íbamos a terminar las visitas de hoy.
Paseo en Camello hacia Pueblo Nubio
El pueblo Nubio es uno de los que más han sufrido en la historia de Egipto, especialmente cuando se vieron obligados a marcharse de casi la totalidad de los terrenos que ocupaban y desplazarse varios cientos de kilómetros Sudán adentro, tras la inundación provocada por la construcción de la gran presa de Asuán a mediados de los sesenta del siglo pasado. Sus rasgos difieren totalmente de los de otras zonas del país, siendo de piel más oscura y adoptando una fisionomía más propia del África central y del sur.
La aldea estaba formada por casitas encaladas de un blanco inmaculado, decoradas muchas de ellas con preciosos dibujos en sus fachadas. Nada más acceder a la aldea varios grupos de niños nos rodearon esperando recibir algún tipo de regalo. A mí esto ya me lo habían contado unos amigos que estuvieron por aquí, por lo que nosotros habíamos traído unos lápices de colores que los repartiríamos entre los chavales, los cuales quedaron tan contentos.
Tras esto nos separarían en dos grupos y seríamos invitados a entrar en alguna de sus viviendas donde seríamos obsequiados con postres típicos y con un té a la menta. Sería aquí donde nos darían a elegir entre hacerte un tatuaje con henna o una fotografía con un pequeño cocodrilo. Yo optaría por lo segundo, pues no todos los días se tiene a uno de estos animalitos tan cerca.
Anfitrionas en el Pueblo Nubio
Por último seríamos conducidos a la humilde escuela donde nos invitarían a sentarnos en los pupitres de los muchachos y, en una breve clase de gramática, un profesor nos enseñaría a escribir nuestros nombres en árabe, haciéndonos un pequeño examen final en la pizarra a cada uno de nosotros, el cual pasaríamos todos con éxito.
Anfitrionas en el Pueblo Nubio
Aunque las actividades de esta tarde es cierto que pudieran parecer demasiado turísticas, creo que son un buen contraste a la visita de los templos y a la navegación por el Nilo con el crucero, por lo que lo recomiendo. Yo disfrutaría mucho y volvería encantado al barco, el cual nos esperaba no muy lejos de la aldea y casi con la noche echada encima.
Estaba cansado, por lo que nada más cenar me retiraría al camarote, dejando para mejor ocasión las amenas charlas que se formaban en el salón principal de la motonave.

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