HUELVA - DIA 05. Niebla y Lugares Colombinos

10 de Diciembre de 2006.

Aunque estábamos alojados en Huelva y le ofrecí a mi padre la posibilidad de conocerla, como yo ya lo había hecho en una ocasión anterior, al final me animó para que fuéramos a otros lugares que no hubiéramos visitado ninguno, por lo que dicho y hecho, comenzamos el día decantándonos por Niebla, una localidad situada a treinta kilómetros al noreste de la capital onubense.

Decidimos elegirla por ser una ciudad con un fuerte peso histórico, por su carácter monumental y por un sello propio que la diferencia de otras localidades de la comarca y que le ha valido la declaración de Conjunto Histórico Artístico en 1982.

Sus fuertes murallas que rodean el casco antiguo de la ciudad te llaman enseguida la atención, así como numerosas ruinas en piedra y otros edificios muy bien conservados, dándole un aire casi medieval en algunos puntos.

Pero desmenucemos detalladamente cuál fue nuestra visita y todo lo que pudimos conocer.

Como comentaba hace nada, son sus murallas el más potente imán para que los visitantes se animen a entrar en la ciudad, rodeando Niebla y encontrándose parte de las cuales al borde de la carretera. Se supone que es uno de los más importantes y completos de los que se conservan en España, con un perímetro de dos kilómetros de longitud.

Fueron levantadas en la época de dominio almorávide, aproximadamente por el año 1130, y se hicieron con tierra colorada que se encuentra a las orillas del río Tinto, dándole así el sobrenombre de “La Roja”. Cuenta alrededor de cincuenta torres desde las que se organizaban las defensas de la plaza fuerte, acogiendo cinco de ellas el mismo número de puertas que han sido denominadas la “del Socorro”, la “del Buey”, la “del Agua”, la “del Embarcadero” y la de “Sevilla”.

Sería por una de esas puertas, no me atrevería decir cuál de ellas, por la que nos adentraríamos en el interior del recinto, para pocos pasos después llegar hasta la entrada del magnífico castillo de los Guzmanes. Este se concedería a los Guzmanes, valga la redundancia, en el año 1474, decidiendo estos habitarlo y proceder a diferentes reformas realizadas por parte de artistas mudéjares.

Castillo de los Guzmanes. Niebla

Su interior posee un sinfín de estancias en las que se puede apreciar cómo era la vida y las costumbres en Niebla en la baja Edad Media. Se exponen objetos y se dan explicaciones de muy diversos campos tales como armas, pólvora, justicia, cetrería, ciencia, a lo largos de sus diferencias estancias como el patio de las caballerías, el patio de armas, las cocinas, las habitaciones de los nobles, etc.

Cocinas. Castillo de Niebla

Pero si hubiese que destacar algo, yo lo haría con la estancia dedicada a Ellen Mary Williams, una mujer adelantada a su tiempo, conocida popularmente como Elena, la inglesa. Fue un curioso personaje de la comunidad extranjera de Huelva. Tras establecerse en Niebla en 1915, mostró interés por el carácter histórico de la villa y la actividad en la zona de grandes arqueólogos que la animaron para estudiar la arqueología, los mitos, la historia, las tradiciones y la cultura de Andalucía occidental. Dejó un libro sobre la Atlántida y un relato de sus viajes por estas tierras y el norte de África.

Y sin duda lo más interesante, a la par que macabro, son sus lúgubres mazmorras, con dos pisos bajo tierra repletos de máquinas y utensilios utilizados en la época de la Inquisición para practicar las más atroces y desagradables torturas que se puedan imaginar, tales como la sierra que partía el cuerpo por la mitad, la rueda para despedazar, la silla de interrogatorios, la jaula colgante o el potro. Todo ello aderezado con efectos sonoros tales como lamentos, gritos, movimiento de cadenas que generan un ambiente de terror y crean una atmósfera tétrica y sombría, haciendo que varios escalofríos recorran tu cuerpo y se te ponga la piel de gallina.

Antes de marcharnos tampoco dejaríamos pasar la oportunidad de subir a la torre del Homenaje y pasear por las almenas, contemplando así unas fantásticas vistas de toda la ciudad y del río Tinto con su precioso puente romano.

Una vez fuera de la fortaleza, aprovecharíamos para conocer la cercana plaza de Feria, con un bonito monumento en el centro de la misma, así como la plaza de Santa María, donde se encuentran el Ayuntamiento, el hospital medieval de Nuestra Señora de los Ángeles y la iglesia de Santa María de la Granada que fue anteriormente mezquita, dejando el conjunto bien patente la mezcla de estilos. Está precedida de un recoleto patio de naranjos que se conserva en muy buen estado.

Plaza de Feria. Niebla

Iglesia Santa María de la Granada. Niebla

Sólo nos quedaban ya contemplar los vestigios de la iglesia de San Martín, muy cerca de la puerta de Socorro. Cuenta con una peculiar historia ya que en el año 1922 se acordó el derribo del cuerpo de la iglesia. Esta decisión se tomó porque se pretendía facilitar el tráfico rodado. A un lado quedó un trozo de fachada y al otro, la capilla y el ábside. Verlo para creerlo.

Iglesia de San Martín

Había llegado el momento de empezar a conocer los lugares más íntimamente relacionados con la gestación de la aventura colombina y la preparación de aquella travesía que se inició la madrugada del día 3 de agosto de 1492 y que finalizó con el descubrimiento de América.  Un apasionante recorrido que nos llevaría, en primer lugar a Moguer.

De Moguer procedía una parte de los marineros que navegaron en las carabelas del Descubrimiento. En Moguer residía Inés Enríquez, abadesa del convento de Santa Clara, que apoyó el proyecto de viaje e hizo gestiones en instancias influyentes de la Corte. En los astilleros de Moguer fue construida la Niña. En el convento de Clarisas cumplió el almirante un voto hecho durante la travesía.

Pero Moguer es una población que no solo tiene vínculos con la gesta de Colón. Otros elementos poseen entidad suficiente como para atraerte: su riqueza monumental, la belleza de sus calles y el poso de poesía dejado por el Nobel Juan Ramón Jiménez.

Nuestro recorrido comenzaría en el castillo. De la fortaleza levantada en el siglo XIV, ya sólo quedan unas cuantas fachadas corroídas por la lluvia y el aire, y dos únicas torres. En estos momentos podríamos ser testigos de una exposición fotográfica en la que destacaba especialmente una toma de Juan Ramón Jiménez con Sorolla.

A tiro de piedra encontraríamos la plaza del Cabildo con el edificio del Ayuntamiento en unos de sus lados, el cual se ordena alrededor de un patio central y muestra una fachada engalanada con dos galerías de arcos.

Desde la plaza y siguiendo la calle Andalucía se llega al convento de Santa Clara. Pero antes conviene detenerse ante la capilla del hospital del Corpus Christi, que formó parte de un recinto monástico fundado en el siglo XIV y convertido más tarde en hospital de pobres. Tras el terremoto de Lisboa, sólo quedo la iglesia, cuyo interior fue destrozado en la Guerra Civil. Respecto a la joya monumental de Moguer, el mencionado monasterio de monjas clarisas, no tendríamos suerte al estar cerrado, por lo que nos perderíamos su soberbio claustro y su iglesia gótica entre otras muchas cosas. Una lástima, la verdad.

Monasterio de Santa Clara. Moguer

Junto a Santa Clara se levanta el convento de San Francisco, pintado con tonos ocres, amarillos y rojos, donde lo más destacado es su claustro manierista que concentra la belleza de lo imperecedero, con una doble galería de arcos y una escalera señorial. Los azulejos de la iglesia y el retablo también llaman la atención. En la actualidad alberga el Archivo Municipal y la Biblioteca Iberoamericana.

Era el momento de dejarnos llevar y perdernos por esta ciudad blanca de luz y de cal, de patios y zaguanes, de rejas y balcones, en un escenario perfecto para deambular y sumergirse en las esencias de una Andalucía elegante y señorial. Fue este uno de los mejores momentos en Moguer, desembocando, tras nuestro paseo improvisado, en la plaza de Nuestra Señora de Montemayor. Allí se encuentra la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Granada, una de las obras más iluminadas de la arquitectura religiosa del siglo XVIII en la provincia de Huelva. Sobresalen sus espaciosas naves, la puerta del Sol y el campanario. En la misma plaza, se puede ver la fachada de la casa del almirante Hernández Pinzón, que se pone como ejemplo de vivienda nobiliaria. En ella murió el almirante que rindió la flota española a los americanos.

Calle de Moguer

Santa María de la Granada. Moguer

Santa María de la Granada. Moguer

Casa del Almirante Pinzón. Moguer

Otro detalle característico de Moguer es la atmósfera poética que envuelve el caserío. El aliento de Juan Ramón Jiménez está presente en plazas y callejas, reviviendo la página vital que él resumió en su Platero y yo. Escritas en azulejos, en muchas fachadas se exponen frases evocadoras del Moguer que el poeta conoció. Porque el Nobel de literatura nació y vivió un tiempo en la localidad. Como no podía ser de otra manera hay un museo dedicado a su obra que reúne la biblioteca, los muebles y los objetos personales del poeta, pero la suerte hoy no estaría de nuestro lado, porque justo en estos días se encontraban trasladando todo a una nueva ubicación, lo que haría quedarnos con cara de circunstancia.

Versos de Juan Ramón Jiménez. Moguer

Casa Natal Juan Ramón Jiménez. Moguer

Completaríamos la visita de Moguer acercándonos hasta la ermita de San Sebastián, que alberga objetos e imágenes de diversas cofradías.

La mañana se nos había ido de las manos entre estas dos magníficas localidades onubenses, por lo que para comer tendríamos que conformarnos con unos sándwiches si queríamos tener opciones de poder visitar los importantes lugares colombinos que nos faltaban.

La localidad de Palos de la Frontera nos esperaba para comenzar la tarde. Esta se ha hecho famosa por ser el punto de partida donde en 1492 Cristóbal Colón inició su épico viaje hacia el Nuevo Mundo. La intención del célebre navegante era descubrir una nueva ruta a “las Indias” (sudeste de Asia), pero en su lugar llegó a América. Colón estaba tan convencido de que había llegado a las Indias que llamó a los nativos indios.

Palos de la frontera está llena de recuerdos del Descubrimiento. En la plaza de la iglesia de San Jorge Mártir se levanta un hito que honra la memoria de los marineros  que participaron en la gesta y en dicha iglesia Colón y su tripulación asistieron a una misa antes de emprender el viaje que cambiaría el curso de la historia. En sus naves además se leyó la Pragmática emitida por los Reyes Católicos en la que se convocaba a la población y marinería a colaborar con el proyecto del navegante genovés.

Iglesia de San Jorge. Palos de la Frontera

Era Martín Alonso Pinzón el más afamado marino de la comarca en su tiempo. Su casa – museo rememora el importante papel de este linaje en el descubrimiento, pues aportaron hombres, dinero y dos carabelas. Nosotros no pudimos visitar su interior, pero sólo la fachada ya merece la pena con una portada de ladrillo y columnas y paneles de azulejos de Triana.

Otro importante monumento, que no pasa desapercibido, es el esbelto monolito dedicado a “Los Descubridores”. Desde él se divisan el muelle de la Reina y el de las Carabelas. El obelisco domina el lugar desde donde las naves de Colón salieron al océano en busca del desconocido continente.

Nos dábamos por satisfechos con lo que habíamos conocido en la ciudad de Palos de la Frontera, por lo que nos desplazaríamos, sin prisa pero sin pausa, al emblemático Monasterio de la Rábida. A este cenobio franciscano llegó Colón a finales de 1484 encontrando la hospitalidad y el decisivo apoyo ante Isabel la Católica de los frailes Antonio de Marchena y Juan Pérez. Gracias a ellos, el almirante consiguió llevar a buen puerto su alocado plan de navegar hacia poniente.

Monasterio Santa.María de la Rábida

Monasterio Santa.María de la Rábida

Hay que decir que el monasterio destaca más por su significado histórico que por su belleza artística. Se ordena alrededor de dos patios, el de la Portería trazado en el siglo XVIII y el claustro mudéjar del siglo XV, con dos alzados y galerías de arcos sobre columnas, siendo el más hermoso del convento y decorado con pinturas murales. En torno a este claustro se encuentran el refectorio, la sala de conferencias y la sala capitular, donde Colón se reunía con los frailes que le dieron su apoyo. Muy destacable es la sala Vázquez Díaz, revestida por este pintor de Nerva en 1930, con frescos de escenas evocadoras del viaje.

Monasterio Santa.María de la Rábida

La iglesia, por su parte, consta de una nave con capilla mayor de estilo gótico con reminiscencias románicas, donde se contempla la talla de un Cristo crucificado, pinturas murales y un altar de azulejos. También merece la pena fijarse en la capilla que guarda la Virgen de la Rábida o de los Milagros, patrona de Palos.

El monasterio de la Rábida abre de martes a domingo de 10:00 a 17:00 y tiene un precio de 3,50 euros cada entrada.

Desde el anterior, un agradable paseo de no más de diez minutos, nos llevaría hasta nuestra última visita del día: el conocido como Muelle de las Carabelas.

Allí, en la orilla del río Tinto, están fondeadas las réplicas de las naves colombinas que surcaron los mares rumbo a lo desconocido y que, felizmente, permitieron a Colón alcanzar América por vez primera. Allí pudimos ver las reproducciones a tamaño real de la Santa María, la Pinta y la Niña.

Muelle de las Carabelas

Muelle de las Carabelas

La visita permite un paseo por los puentes de mando y las cubiertas, así como una zambullida en el interior de las bodegas, permitiendo visualizar la configuración de las embarcaciones y las condiciones de navegación de la época. Junto a las naves se ha levantado un barrio medieval que recrea el puerto de Palos tal como se encontraba en el momento de partida. Todo ello unido a una sala de exposiciones con instrumentos de navegación, armas y atuendos permiten acercarte a la realidad existente en las postrimerías de aquel siglo.

Muelle de las Carabelas

Y hasta aquí llegaría esta intensa jornada que nos permitiría conocer un poco mejor la gesta que conllevó el Descubrimiento de América, así como Niebla, otra población rebosante de historia.

Mañana, antes de regresar a Madrid, nos desplazaríamos a un lugar completamente distinto de lo visitado hasta ahora, por lo que la expectación iba a estar asegurada hasta el último momento.

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