EDIMBURGO - DIA 02. De Victoria Street a Arthur´s Seat

2 de Mayo de 2025.

El día anterior había sido tan completo que me preguntaba cómo iba a superar todo lo que había vivido. Edimburgo, con su historia y su encanto, me estaba cautivando de tal manera que, al despertar, no dejaba de pensar en lo que había visto. Con cada paso, la ciudad me sorprendía más, y aunque el día apenas comenzaba, sabía que aún quedaba mucho por explorar.

VICTORIA STREET

Así que, con energías renovadas, me sentía listo para seguir descubriendo todo lo que Edimburgo aún tenía por ofrecerme. La primera parada del día sería Victoria Street, una de las calles más icónicas de la ciudad.

Con su elegante curva descendente, fachadas de colores y mezcla de tiendas independientes, es difícil imaginar que, en su día, no existiera tal cual la conocemos. Antes del siglo XIX, la zona estaba formada por pasajes más estrechos y menos accesibles, lo que llevó a su rediseño como parte de una modernización de la Old Town.

Victoria Street

Diseñada por el arquitecto Thomas Hamilton, la calle se construyó entre 1829 y 1834 como parte del desarrollo urbanístico que conectaba el Grassmarket con George IV Bridge. Su estilo es una mezcla de georgiano y neogótico, con una disposición en dos niveles: la calle principal y una terraza superior con accesos a edificios elevados. Esta configuración no solo facilitaba la movilidad en una ciudad de topografía compleja, sino que también añadía un dinamismo visual que aún hoy la hace destacar.

Victoria Street

A lo largo de Victoria Street, las tiendas juegan un papel clave en su personalidad. Hay librerías, boutiques y, cómo no, la inevitable tienda de artículos mágicos que recuerda a Harry Potter (aunque más por marketing que por otra cosa). Con su mezcla de locales tradicionales y propuestas más modernas, la calle ha sabido mantener su carácter sin convertirse en un mero decorado turístico. A pesar del trasiego de gente, sigue teniendo ese encanto propio de la Old Town, donde el pasado y el presente parecen convivir de forma natural.

GRASSMARKET

Si Victoria Street es la vía de acceso, Grassmarket es el destino. Situada en un valle bajo la imponente presencia del castillo de Edimburgo, esta plaza ha sido, desde la Edad Media, un centro de comercio, reunión y, en tiempos más oscuros, ejecuciones públicas.

Durante siglos, Grassmarket fue el epicentro de los mercados de ganado y grano, de ahí su nombre. Pero su historia está teñida de sangre: hasta el siglo XVIII, era el principal lugar de ajusticiamientos de la ciudad. La horca se situaba cerca de lo que hoy es el pub The Last Drop, llamado así en referencia al último sorbo de los condenados antes de ser colgados. Entre las ejecuciones más recordadas están las de los Covenanters, un grupo de presbiterianos perseguidos por su oposición al gobierno anglicano de los Estuardo.

Grassmarket

Grassmarket

Más allá de su historia turbulenta, Grassmarket es hoy un punto vibrante de la ciudad, lleno de bares y restaurantes y desde donde se puede acceder a varios rincones de lo más interesantes de la Old Town.

De hecho, subiendo por un estrecho callejón de piedra, llegaría a The Vennel, uno de los accesos más auténticos a las vistas del castillo. Este pasaje, con su escalera empinada y aspecto medieval, es menos transitado que otros puntos turísticos, lo que lo convierte en un lugar ideal para apreciar la esencia histórica de la ciudad sin multitudes.

Vistas desde Callejón The Vennel

Vistas desde Callejón The Vennel

Es aquí donde también se encuentra una sección  del llamado Flodden Wall, una muralla defensiva que se construyó en el siglo XVI tras la desastrosa batalla de Flodden (1513), donde el ejército escocés sufrió una derrota catastrófica contra los ingleses. La pérdida del rey Jacobo IV y miles de soldados dejó a Escocia vulnerable, lo que llevó a la construcción de esta muralla para proteger Edimburgo de futuras incursiones.

Aunque gran parte de Flodden Wall ha desaparecido con el crecimiento urbano, algunos fragmentos siguen en pie, recordando un periodo en el que la defensa de la ciudad era una cuestión de supervivencia. Hoy, The Vennel y su tramo de muralla ofrecen una conexión directa con ese pasado, enmarcado por una de las vistas más fotogénicas del castillo.

CEMENTERIO GREYFRIARS

Tras explorar Victoria Street y el Grassmarket, me dirigí al Cementerio de Greyfriars, un lugar que combina historia, misterio y una atmósfera única en Edimburgo. Fundado en el siglo XVI sobre los terrenos de un antiguo monasterio franciscano, Greyfriars Kirkyard es uno de los cementerios más antiguos y célebres de la ciudad. Sus lápidas desgastadas por el tiempo, sus mausoleos imponentes y la niebla ocasional que lo cubre en los días húmedos han alimentado su reputación como uno de los rincones más inquietantes de Escocia.

Cementerio Greyfriars

Desde su inauguración en 1561, Greyfriars ha sido el lugar de descanso de algunas de las figuras más notables de Edimburgo, incluyendo jueces, académicos y mercaderes prominentes de la época. Pero más allá de su importancia histórica, el cementerio es conocido por su conexión con episodios oscuros de la historia escocesa.

Uno de los capítulos más infames ocurrió en el siglo XVII con la represión de los Covenanters, un grupo de presbiterianos que se resistieron a la imposición del anglicanismo por parte de los reyes Estuardo. En 1679, después de la Batalla de Bothwell Bridge, más de mil Covenanters fueron encarcelados en un sector del cementerio conocido hoy como el Covenanters’ Prison. Allí, en condiciones extremas de frío, hambre y maltrato, muchos murieron antes de que los supervivientes fueran ejecutados o deportados. Este sitio es ahora uno de los lugares con más actividad paranormal reportada en Escocia, en gran parte debido a la leyenda del Fantasma de George Mackenzie, un abogado responsable de la persecución de los Covenanters.

Cementerio Greyfriars

Al acercarme a la entrada del cementerio, me encontré con la estatua de Greyfriars Bobby, un pequeño Skye Terrier cuya historia de lealtad se ha convertido en parte de la identidad de la ciudad. Según la leyenda, Bobby pertenecía a John Gray, un vigilante nocturno que falleció en 1858. Durante los siguientes catorce años, el perro permaneció junto a la tumba de su amo, negándose a abandonarla. Los habitantes de Edimburgo, conmovidos por su fidelidad, lo cuidaron hasta su muerte en 1872.

Tumba Perrito Bobby. Cementerio Greyfriars

Escultura Perrito Bobby

En honor a su devoción, se erigió una estatua frente al cementerio, y su tumba, cubierta de flores y juguetes dejados por los visitantes, sigue siendo una de las más visitadas de Greyfriars.

Siguiendo el camino entre lápidas y mausoleos, llegué a una de las tumbas más fotografiadas del cementerio: la de Thomas Riddell. Para los fanáticos de Harry Potter, este nombre resulta inquietantemente familiar, ya que Tom Riddle es el nombre real de Lord Voldemort en la saga de J.K. Rowling.

Tumba de Thomas Riddell. Cementerio Greyfriars

Thomas Riddell fue un militar escocés que falleció en 1806 a los 72 años. Aunque no hay confirmación oficial de que Rowling se inspirara en esta tumba, la coincidencia ha convertido el sitio en una atracción para los seguidores de la saga. La autora escribió buena parte de los primeros libros en la cercana The Elephant House, una cafetería con vistas a Greyfriars, lo que hace plausible que tomara ideas de los nombres de las lápidas del cementerio.

Ya sea por su atmósfera, sus leyendas o las historias que esconde, este cementerio es uno de esos rincones donde Edimburgo muestra su lado más auténtico. Entre lo histórico y lo sobrenatural, Greyfriars sigue siendo un lugar donde el pasado nunca está del todo en reposo.

MUSEO DE ESCOCIA

Mi siguiente visita estaría dedicada al Museo Nacional de Escocia, una joya cultural situada en el corazón de Edimburgo. Este museo gratuito ofrece una fascinante mezcla de historia, ciencia, arte y cultura, distribuidos en siete plantas repletas de exhibiciones interactivas y objetos únicos.

Centro de Edimburgo

Museo Nacional de Escocia

Uno de los tesoros más emblemáticos del museo es la oveja Dolly, el primer mamífero clonado a partir de una célula adulta. Dolly nació en 1996 en el Instituto Roslin y su clonación supuso un hito científico a nivel mundial. Hoy en día, su cuerpo disecado se exhibe en el museo, permitiendo a los visitantes conocer de cerca este avance científico que marcó un antes y un después en la biotecnología.

Museo Nacional de Escocia

Oveja Dolly. Museo Nacional de Escocia

Además de Dolly, el museo alberga una impresionante colección de artefactos que narran la rica historia de Escocia. Desde antiguas reliquias celtas y pictas hasta vestigios de la época vikinga, pasando por la peculiar Torre del Reloj del Milenio, cada sala ofrece una ventana al pasado del país. Destacan también las exhibiciones dedicadas a la Revolución Industrial, donde se pueden apreciar máquinas y herramientas que transformaron la economía y la sociedad escocesa.

Reloj del Milenio. Museo Nacional de Escocia

Museo Nacional de Escocia

En la sexta planta, titulada "Una nación en proceso de cambio", se explora la vida en Escocia desde el final de la Primera Guerra Mundial hasta la actualidad. A través de historias personales, películas y objetos simbólicos, esta exposición ofrece una visión profunda de los cambios sociales, políticos y culturales que han moldeado la nación en el último siglo.

Antes de concluir la visita, es también imprescindible subir a la terraza panorámica en la séptima planta. Desde este mirador, se disfrutan de vistas espectaculares de 360 grados de la ciudad, incluyendo la Old Town y el majestuoso Castillo de Edimburgo. Es el lugar perfecto para relajarse y capturar fotografías memorables de la capital escocesa.

Edimburgo desde Museo Nacional de Escocia

UNIVERSIDAD DE EDIMBURGO

La Universidad de Edimburgo, situada a unos pasos del Museo Nacional de Escocia, es otro de los grandes pilares culturales e intelectuales de la ciudad. Fundada en 1582, ha sido el hogar de mentes brillantes como Charles Darwin y Sir Arthur Conan Doyle. Su Old College, con su majestuosa arquitectura neoclásica, refleja la tradición académica de la institución, mientras que el campus moderno alberga algunas de las facultades más innovadoras de la actualidad.

Old College. Universidad

Old College. Universidad

El Old College, uno de los edificios más representativos, data del siglo XIX y fue diseñado por el arquitecto William Playfair. Con su impresionante fachada de columnas y detalles neoclásicos, se convierte en un claro reflejo del enfoque académico de la universidad. En su interior, se encuentran algunos de los espacios más emblemáticos de la institución, como el Auditorio de Anatomía, que tiene una rica historia ligada al estudio de la medicina.

Old College. Universidad

Además de su arquitectura histórica, el campus ofrece un entorno lleno de vida, donde estudiantes de todo el mundo se mezclan en sus espacios verdes y modernos. Un lugar perfecto para darme un respiro antes de continuar con la siguiente visita.

SOUTH BRIDGE STREET

Al salir del imponente Old College de la Universidad de Edimburgo, dejando atrás su solemne pórtico neoclásico y el bullicio constante de estudiantes, me encaminaría hacia South Bridge, una de esas calles que, a primera vista, parece solo una más en el laberinto urbano de Edimburgo. Sin embargo, en sus piedras y en sus curvas se ocultan capas de historia tan profundas como las propias estructuras que la conforman.

South Bridge fue concebido en el siglo XVIII como un proyecto de modernización destinado a conectar el casco antiguo con el pujante sur de la ciudad. Su construcción, no obstante, comenzó bajo un incierto presagio: la primera persona en cruzarlo fue el cadáver de una dama de la alta sociedad, lo que infundió al puente una atmósfera de maldición desde sus primeros días. Hoy, no obstante, esta calle es un hervidero de tiendas, cafeterías y librerías de segunda mano, donde se pueden encontrar desde tomos académicos hasta peculiares tesoros literarios.

South Bridge Street

A medida que avanzaría, cruzaría el puente sin apenas percibir que caminaba sobre un enjambre de bóvedas subterráneas. Estas criptas, construidas para servir de almacenes y talleres, pronto se convirtieron en refugio de los más desfavorecidos y en escenario de oscuros relatos sobre crimen y miseria. En la actualidad, algunas se han abierto al público y ofrecen visitas que exploran su historia, entre lo documentado y lo legendario.

MUSEO GLADSTONE LAND

Al continuar mi camino, llegaría a Gladstone's Land, una de las casas más representativas de la Royal Mile. Este edificio, construido en 1550, es un claro ejemplo de la arquitectura de la época, cuando Edimburgo experimentaba una transformación de ciudad medieval a moderna. Originalmente una residencia de un próspero mercader, el lugar refleja la vida de los comerciantes que, durante los siglos XVI y XVII, se establecieron en el corazón de la ciudad.

Museo Gladstone Land

Al entrar en el museo, recorrería sus habitaciones, que se conservan tal como eran en su época. Los pisos superiores, con sus elegantes techos de madera y chimeneas, muestran cómo vivían las clases altas, mientras que los pisos inferiores revelan la crudeza de la vida de las clases más bajas, con espacios reducidos y sin luz natural. La exhibición también incluye mobiliario original y objetos cotidianos que permiten entender mejor la estructura social de la época, desde los ricos comerciantes hasta los sirvientes y artesanos que vivían en condiciones mucho más humildes. Además, la vista desde el último piso, sobre la Royal Mile, ofrece una perspectiva única sobre cómo era el corazón de Edimburgo en los siglos pasados.

Museo Gladstone Land

La entrada cuesta 10£ y su horario es de 10:00 a 17:00.

MUSEO ESCRITORES ESCOCESES

Siguiendo mi recorrido, llegaría al Museo de los Escritores Escoceses, ubicado en una de las casas más antiguas de la ciudad, en la famosa calle de la Royal Mile. Este museo es un homenaje a los grandes literatos que nacieron o vivieron en Escocia, y ofrece una visión profunda de su vida y obra. Al entrar, se pueden explorar las habitaciones que albergan una impresionante colección de manuscritos originales, cartas y objetos personales de escritores como Robert Burns, Sir Walter Scott, y Stevenson, entre otros. Las exposiciones están organizadas cronológicamente, permitiendo entender cómo la historia social y política de Escocia influyó en su literatura. En sus estancias, llenas de muebles originales y un ambiente que rememora épocas pasadas, se puede percibir el legado literario de una nación cuyo talento ha dejado una huella indeleble en la literatura mundial. Cada sala tiene un carácter único, reflejando las diferentes épocas y estilos literarios, desde la poesía popular de Burns hasta las novelas históricas de Scott, mientras el museo presenta cómo estos autores ayudaron a definir la identidad escocesa.

Museo Escritores Escoceses

Museo Escritores Escoceses

Museo Escritores Escoceses

La entrada es gratuita y su horario es de 10:00 a 17:00.

PUB THE ROYAL MILE

A mediodía, sintiendo la necesidad de una pausa, decidí dirigirme al pub The Royal Mile, un rincón acogedor que destaca por su ambiente cálido y su decoración tradicional. Situado en pleno corazón de la histórica calle, el pub tiene un aire auténtico, con paneles de madera oscura, lámparas de hierro forjado y detalles vintage que te transportan a otra época. Las paredes, adornadas con fotos antiguas y recuerdos de Edimburgo, crean una atmósfera de familiaridad que invita a quedarse durante horas.

Pub The Royal Mile

El servicio fue excepcional, con un personal amable y atento que hizo que me sintiera como en casa desde el primer momento. Me recomendó probar una de sus especialidades, y no dudé en pedir salchichas con puré de patatas, un plato que no decepcionó en absoluto. Las salchichas estaban perfectamente doradas y acompañadas de un puré cremoso y suave que contrastaba de manera deliciosa con el sabor de la carne. Para acompañar esta comida reconfortante, me decidí por una cerveza de trigo, fresca y ligera, que complementó perfectamente el sabor del plato.

Pub The Royal Mile

El ambiente relajado y el servicio cordial hicieron que esta parada fuera aún más agradable, un verdadero respiro en medio del día.

NATIONAL GALLERY OF SCOTLAND

Al abandonar Lady Stair’s Close y regresar a la luz de la Royal Mile, la ciudad volvería a cobrar vida con su ajetreo constante. Sin embargo, el eco de las palabras de Burns, Scott y Stevenson seguirían acompañándome mientras decidía descender por The Mound, el camino que me llevaría hasta la National Gallery of Scotland. Entre el vaivén de turistas y el rumor del viento que arrastra consigo siglos de historia, la silueta neoclásica de la galería comenzaría a perfilarse frente a mí, como un templo consagrado al arte y la belleza.

Galería Nacional de Escocia

Sus columnas neoclásicas, inspiradas en la grandeza de la arquitectura griega, custodian una de las colecciones más notables de Europa, un recorrido por siglos de maestría pictórica que me apetecía pasar a admirar.

El primer impacto vendría de la escuela italiana, con obras como La Virgen y el Niño con San Juan Bautista de Rafael, donde la armonía y la suavidad de las formas reflejarían la madurez del Renacimiento. Muy cerca, el dramatismo de algunos cuadros de Tiziano ofrecerían un contraste marcado, con su intensidad cromática y su composición de fuerte carga emocional.

Virgen de la Devanadera de Leonardo da Vinci. Galería Nacional

Sagrada Familia con San Juan Bautista de Rafael. Galería Nacional

Avanzando entre las salas, la pintura holandesa del Siglo de Oro destacaría con la fuerza introspectiva de los retratos de Rembrandt, en los que la luz y la textura jugarían un papel esencial para dotar de profundidad psicológica a sus personajes. Luego, un cambio de ritmo llevaría hasta la pincelada vibrante y la estructura inquieta de Campo de trigo con cipreses de Van Gogh, una imagen en la que el paisaje parece latir con una energía propia.

Autoretrato de Rembrandt. Galería Nacional de Escocia

Olivos de Van Gogh. Galería Nacional de Escocia

Pero la galería no sería solo un viaje por las grandes escuelas europeas. Escocia, con su identidad pictórica bien definida, se haría presente en algunas obras como el Monarca de Glen de Edwin Landseer o, The Skating Minister de Henry Raeburn, condensando la elegancia y sobriedad de la sociedad ilustrada. A su lado, los paisajes de Horatio McCulloch capturarían la inmensidad y el carácter melancólico de las Tierras Altas, evocando una conexión inquebrantable entre la pintura y la tierra escocesa.

Monarca del Valle de Landseer. Galería Nacional de Escocia

Castillo Inverlochy de Mc Culloch. Galería Nacional de Escocia

El Reverendo Patinando de Henry Raeburn. Galería Nacional de Escocia

El recorrido terminaría ante La visión después del sermón de Gauguin, y otros cuadros impresionistas, un recordatorio de cómo el arte, lejos de limitarse a la representación fiel de la realidad, puede transformarla a través del color y la composición simbólica.

Visión del Sermón de Gauguin. Galería Nacional de Escocia

Su entrada es gratuita y el horario es de 10:00 a 17:00.

PRINCESS STREET

Con esta última imagen en mi mente, mis pasos me llevarían de nuevo al exterior, donde Princes Street se desplegaría ante mí como la arteria que separa la ciudad vieja de la nueva. A diferencia del trazado medieval de la Royal Mile, con sus closes y pasajes angostos, aquí la amplitud y la simetría hablarían del Edimburgo de la Ilustración, de una planificación urbana que buscaba el equilibrio entre funcionalidad y estética.

Princess Street y Scott Monument

A medida que avanzara por la acera, mi mirada se elevaría inevitablemente hacia la silueta imponente del Hotel Balmoral, cuya torre del reloj domina la vista de la calle. Inaugurado en 1902 como el North British Hotel, este majestuoso edificio ha sido, durante más de un siglo, el refugio de viajeros ilustres, celebridades y miembros de la realeza. Entre sus huéspedes más notables se contarían figuras como Sophia Loren, Elizabeth Taylor, Paul McCartney o los duques de Cambridge, quienes han encontrado en su elegancia eduardiana y en sus vistas al castillo un escenario digno de su renombre.

Hotel Balmoral. Princess Street

Sin embargo, si hay un nombre que ha dejado una huella imborrable en la historia moderna del Balmoral, es el de J.K. Rowling. Fue aquí, en la habitación 552, donde la autora finalizó Harry Potter y las Reliquias de la Muerte en 2007. En un momento de intimidad literaria, lejos del bullicio de la fama, Rowling marcó el escritorio con un mensaje que aún se conserva: “J.K. Rowling terminó de escribir Harry Potter y las Reliquias de la Muerte en esta habitación el 11 de enero de 2007”. Hoy, la estancia es conocida como la "Suite J.K. Rowling", un santuario para los seguidores de la saga, que acuden a imaginar el instante en que el destino de Hogwarts quedó sellado en estas paredes.

MONUMENTO A SCOTT

Mi siguiente visita estaría dedicada al imponente Monumento a Scott, que se alza en pleno centro de Princes Street, justo enfrente de los Jardines de Princes Street. Inaugurado en 1846, este monumento está dedicado al escritor sir Walter Scott y destaca por su altura de 61 metros y su arquitectura neogótica. La estructura está decorada con más de 60 estatuas de personajes de sus novelas, como Ivanhoe y Rob Roy, lo que lo convierte en un homenaje visual a su legado literario. Diseñado por el arquitecto George Meikle Kemp, su intrincada fachada gótica, con agujas y nichos, le da una majestuosidad única en el paisaje urbano de Edimburgo.

Scott Monument

Scott Monument

Por supuesto, decidí subir a la plataforma de observación del monumento, que me ofreció una vista panorámica espectacular de la ciudad. Desde allí, pude admirar el castillo de Edimburgo, el casco antiguo y los Jardines de Princes Street, entre otros lugares. Una experiencia inolvidable que añadió una capa más de magia a mí recorrido por Edimburgo.

Galería Nacional y Castillo desde Scott Monument

Edimburgo desde Scott Monument

Por cierto, sólo se puede acceder mediante visitas guiadas. El precio de la entrada es de 9£.

ST ANDREW SQUARE

Tras recorrer la imponente fachada de Jenners y sumergirme en su historia de esplendor y tragedia, mi paseo por el corazón de Edimburgo me llevó a otro enclave emblemático: St Andrew Square. A tan solo unos minutos a pie de Princes Street, esta plaza, una de las más elegantes de la ciudad, representa la transición entre la Edimburgo comercial y la financiera, ofreciendo un espacio de respiro entre majestuosos edificios de piedra y el bullicio urbano.

Diseñada en el siglo XVIII como parte del ambicioso plan de la New Town, St Andrew Square ha sido, desde su creación, un símbolo del refinamiento arquitectónico y del poder económico de la capital escocesa. En su centro se alza la columna de Henry Dundas, una estructura de más de 40 metros erigida en 1823 en honor al influyente político británico. Aunque su legado ha sido objeto de debate en tiempos recientes, su presencia sigue dominando la plaza, testigo de la historia cambiante de Edimburgo.

St Andrew Square

Justo al lado de la plaza se encuentra Dundas House, un elegante edificio neoclásico de 1774 que, con su imponente pórtico y columnas corintias, fue originalmente una residencia privada antes de convertirse en la sede del Royal Bank of Scotland. Su interior, con una impresionante cúpula decorada, refleja el esplendor de la época en que Edimburgo consolidaba su prestigio como centro financiero.

Dundas House. St Andrew Square

Desde allí, decidí continuar mi recorrido por George Street, la avenida principal de la New Town y una de las calles más distinguidas de la ciudad. Flanqueada por edificios georgianos y con una disposición más amplia y ordenada que su vecina Princes Street, George Street ha evolucionado de ser un centro financiero a convertirse en un vibrante destino de compras y gastronomía. Entre boutiques, galerías y elegantes cafés, la calle ofrece una experiencia más pausada, donde la historia y la modernidad conviven en armonía.

ARTHUR´S SEAT

Después de dejar atrás St Andrew Square, me dirigí hacia Holyrood Park bordeando la Royal Mile, una calle ya familiar pero que, como siempre, ofrecía su peculiar mezcla de historia y vida cotidiana. A medida que me alejaba del bullicio del centro, la ciudad comenzaba a perder altura y forma, abriéndose paso a la amplitud del paisaje natural. Frente a mí se desplegaba el acceso a uno de los rincones más sorprendentes de Edimburgo: Arthur’s Seat.

Dominando el horizonte con sus 251 metros de altura, Arthur’s Seat es el pico más alto de un antiguo volcán extinto y una de las mejores atalayas naturales para contemplar la ciudad. Su nombre ha sido objeto de debate durante siglos; algunos lo relacionan con las leyendas del Rey Arturo, sugiriendo que este pudo haber sido uno de los posibles emplazamientos de la mítica Camelot. Otros, con una visión más pragmática, creen que proviene de una corrupción del gaélico antiguo. Sea cual sea su origen, el lugar tiene algo innegablemente majestuoso, una presencia que parece ajena al tiempo.

Arthur´s Seat

Arthur´s Seat

Actualmente, parte de las rutas habituales de ascenso están cerradas, por lo que hay un único sendero bien definido que parte desde la base del parque y asciende de forma progresiva hasta la cumbre. A pesar de su desnivel, no requiere experiencia previa en senderismo y permite disfrutar del paisaje con calma mientras se gana altura entre tramos de vegetación, roca y viento fresco.

Durante el ascenso, en uno de los tramos más abiertos del recorrido, se puede apreciar el perfil rocoso de los Salisbury Crags, una serie de acantilados basálticos que flanquean el parque por el oeste. Aunque no me desvié hacia ellos en esta ocasión, su presencia imponente añade una dosis de dramatismo al paisaje y subraya la riqueza geológica del lugar.

Arthur´s Seat

El tramo final de la subida es más abrupto, pero la recompensa es inmediata. Una vez en la cima, Edimburgo se extiende en todas direcciones: al norte, las aguas del estuario Firth of Forth se funden con el horizonte; al oeste, el castillo y la silueta de la ciudad antigua emergen con su inconfundible silueta; al sur, las colinas de Pentland se pierden en la lejanía. El viento sopla con fuerza aquí arriba, como si quisiera recordarte que este lugar ha permanecido inmutable durante miles de años, observando en silencio el devenir de la ciudad a sus pies.

Edimburgo desde Arthur´s Seat

Edimburgo desde Arthur´s Seat

Sentado en la roca volcánica, con la ciudad extendiéndose bajo mis pies, comprendí por qué Arthur’s Seat ha sido, durante siglos, un lugar de inspiración, leyenda y contemplación. Edimburgo es una ciudad de historia, de arte, de arquitectura imponente, pero también es esto: naturaleza en estado puro, donde el pasado geológico y el presente urbano se funden en un paisaje sobrecogedor.

Edimburgo desde Arthur´s Seat

Descendí dejando atrás la roca volcánica y adentrándome de nuevo en los senderos de hierba que recorren Holyrood Park. A medio camino, los Salisbury Crags volvían a ofrecerme una última vista espectacular de la ciudad, ahora con el cielo en constante cambio, entre nubes y claros que alternaban momentos de luz y sombra. El sol, a través de los claros, iluminaba partes del paisaje, mientras que las nubes ocultaban otras, creando un juego de luces que daba una atmósfera impredecible y fascinante sobre el parque y la ciudad.

HOWIES RESTAURANT

Al caer la noche, decidí cenar en Howies Victoria, un restaurante que ofrece una atmósfera acogedora y cálida, con una decoración que resalta lo mejor de la tradición escocesa. El local, con sus paredes de piedra, suelos de madera y una iluminación suave, crea un ambiente perfecto para disfrutar de una buena cena en un entorno que se siente tanto rústico como elegante. El servicio fue excelente, con un equipo amable y atento que hizo todo lo posible por hacer que mi experiencia fuera aún más placentera.

Comencé con una deliciosa crema de verduras, un primer plato reconfortante que preparó perfectamente mi paladar para lo que seguiría. Como plato principal, opté por un arroz cremoso con espárragos y pechuga de pollo a la brasa, un plato que estaba perfectamente equilibrado. Para acompañarlo, pedí una cerveza típica escocesa, que me pareció la opción ideal.

Restaurante Howies

Para terminar, no pude resistirme a probar el banoffee pie, el postre de la casa. Con una base crujiente de galleta, capas de toffee, rodajas de plátano y nata montada, fue el final perfecto para una cena deliciosa, dejándome un sabor dulce y satisfactorio.

Restaurante Howies

La experiencia en Howies Victoria fue memorable, destacando no solo la calidad de los platos, sino también la cálida atmósfera del lugar y el servicio excepcional, haciendo de esta cena una velada perfecta para cerrar el día.


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