ROMÁNICO PALENTINO

El arte románico constituye uno de los capítulos más representativos y sólidos del patrimonio artístico europeo. Surgido en torno al siglo XI, en un contexto de estabilidad política y expansión del cristianismo, este estilo no solo respondió a las necesidades religiosas de la época, sino que supo dar forma a un lenguaje visual coherente, reconocible y duradero. La arquitectura románica, en particular, destaca por su carácter funcional y por la armonía que logra a través de la simplicidad: muros gruesos, bóvedas de cañón, escasa iluminación y una fuerte sensación de solidez definen muchas de sus construcciones.

Lejos de buscar el ornamento por el ornamento, el románico se apoya en una belleza contenida, donde cada elemento tiene un propósito. Las iglesias y monasterios románicos no impresionan por la altura, sino por su proporción, su ritmo y su integración con el paisaje. A través de capiteles historiados, portadas esculpidas y frescos murales, este arte también encontró un modo eficaz de comunicar relatos bíblicos a una población en gran parte analfabeta. De este modo, el románico no solo construyó templos, sino también narraciones, espacios de encuentro y de enseñanza.

Aunque a menudo se le considera austero, el arte románico encierra una riqueza que no salta a la vista de inmediato, pero que se revela con la observación pausada. Esa es, quizá, una de sus mayores virtudes: no busca deslumbrar, sino permanecer.

Y si hay una zona de España donde este estilo dejó una huella especialmente profunda, esa es sin duda la provincia de Palencia. De hecho, se considera la región de Europa con mayor concentración de arte románico, un dato que da idea de la magnitud y el valor de su legado. El románico se extiende por su territorio de forma constante y visible, salpicando campos, valles y pequeños pueblos con infinidad de iglesias, ermitas y monasterios que parecen detenidos en el tiempo. Cada edificio, por humilde que sea, aporta algo único: una talla en un capitel, una figura escondida en la piedra, una proporción especialmente cuidada. Palencia no solo conserva románico, lo respira. Y recorrerla, más allá de cualquier ruta turística, es también una forma de entender cómo el arte puede arraigarse en la tierra y formar parte de la vida cotidiana.

He tenido la suerte de visitar en numerosas ocasiones la provincia de Palencia, recorriendo tanto sus rincones más conocidos como aquellos pequeños pueblos que apenas suenan a nadie. A lo largo de esos viajes he podido ver de cerca una buena parte de ese extenso patrimonio románico, entrando en iglesias sencillas pero llenas de significado, observando detalles tallados hace siglos y dejándome sorprender por la sobriedad y fuerza de este estilo. Ahora, a través de estas líneas, me gustaría compartir parte de esa experiencia con quienes, como yo, sienten curiosidad e interés por conocer mejor el arte románico. Porque más allá de los libros o las fotografías, hay algo especial en descubrir estas construcciones in situ, en entender cómo se integran en el paisaje y cómo han perdurado, discretas pero firmes, hasta nuestros días.

Llega el momento, entonces, de poner orden a todo lo visto y revivido en estas visitas. Lo que sigue no es solo una enumeración de monumentos, sino un recorrido personal por aquellos lugares que, por su historia, su belleza o simplemente por la impresión que me dejaron, merecen ser recordados.

ROMÁNICO DEL NORTE

1. SAN SALVADOR DE CANTAMUDA

La iglesia de San Salvador de Cantamuda es una de las joyas del románico palentino, no solo por su conservación sino por la armonía y belleza de sus formas. Construida en el siglo XII, lo primero que llama la atención es su espectacular espadaña de tres cuerpos, probablemente una de las más elegantes de todo el románico en la provincia. Este elemento, visible desde lejos, no solo marca el perfil del templo, sino que dota al conjunto de una verticalidad que equilibra perfectamente con la horizontalidad del cuerpo de la nave.

San Salvador de Cantamuda

La iglesia presenta una sola nave con cubierta de madera, y un ábside semicircular que conserva arquillos ciegos y columnas adosadas con capiteles esculpidos de forma sencilla pero efectiva. La portada meridional, algo más sobria, permite el acceso a un interior muy austero, donde lo que impresiona es la solidez y la proporción del espacio.

San Salvador de Cantamuda

San Salvador de Cantamuda

Un detalle poco conocido es que este templo está construido sobre restos de un monasterio anterior, probablemente vinculado a la condesa doña María Elvira, lo que añade una dimensión histórica al lugar. En conjunto, es un ejemplo excelente de cómo el románico palentino sabe conjugar la fuerza de la piedra con una belleza sin artificios.

2. ABADÍA DE LEBANZA

La abadía de Santa María de Lebanza, ubicada en un paraje solitario del valle del Naranco, es uno de esos lugares donde la historia se mezcla con la piedra y el silencio. Aunque el conjunto actual ha sufrido muchas reformas y pérdidas, aún pueden apreciarse elementos románicos originales, especialmente en la cabecera y algunos tramos del muro sur, donde se conservan vestigios de su pasado medieval.

Abadía de Lebanza

Fundada en el siglo X, fue un importante centro benedictino que llegó a tener gran influencia en la zona. Del periodo románico, lo más significativo es el absidiolo lateral, con arcos ciegos y columnas de fuste corto, además de restos de capiteles decorados con motivos vegetales, aunque bastante erosionados.

El entorno hace que la visita tenga un valor añadido: no es solo lo que se ve, sino lo que se intuye. La soledad del lugar ayuda a imaginar lo que fue, y aún en su estado fragmentario, conserva una dignidad callada. De esas visitas que no impactan por lo evidente, sino por lo que dejan resonando después.

Vistas desde Abadía de Lebanza

3. AGUILAR DE CAMPOO

Aguilar de Campoo no es solo una de las localidades más emblemáticas de la Montaña Palentina, sino también una auténtica referencia del románico en España. Es por ello que este no se resume en un solo edificio; es un conjunto más amplio y diverso que la convierte en uno de los epicentros de este arte en Castilla y León.

Entre sus monumentos, destaca con fuerza el monasterio de Santa María la Real, una de las joyas indiscutibles del románico peninsular. Fundado en el siglo IX, aunque la fábrica actual corresponde al siglo XII, fue una poderosa abadía que llegó a tener un papel clave en el desarrollo cultural y espiritual de la región. Su iglesia, de tres naves y cabecera triple, impresiona por su sobriedad monumental. La portada principal, con sus arquivoltas ricamente decoradas y sus capiteles historiados, es un ejemplo perfecto del equilibrio entre fuerza estructural y delicadeza escultórica.

Santa María la Real. Aguilar de Campoo

Santa María la Real. Aguilar de Campoo

El claustro, aunque más tardío, todavía conserva varios capiteles románicos que merecen una observación detenida: escenas bíblicas, motivos vegetales, luchas entre animales fantásticos… todo ese universo simbólico que el románico sabía representar tan bien con tan poco.

Claustro Santa María la Real. Aguilar de Campoo

Claustro Santa María la Real. Aguilar de Campoo

Capitel Santa María la Real. Aguilar de Campoo

Pero Aguilar no se agota en Santa María la Real. A las afueras del núcleo urbano, se alza la ermita de Santa Cecilia, sobre un promontorio rocoso que domina el paisaje y ofrece una de las postales más memorables de toda la comarca. Esta iglesia, más modesta en tamaño, posee sin embargo una belleza contundente. Su ábside semicircular está ricamente decorado con columnas adosadas, ventanales de arco de medio punto y una sucesión de canecillos tallados con figuras humanas y animales. La torre, cuadrada y robusta, se alza con sencillez pero con fuerza, como si quisiera recordar el papel protector que estos templos desempeñaban.

Santa Cecilia. Aguilar de Campoo

Además, el propio casco urbano de Aguilar guarda otros pequeños tesoros románicos, como la iglesia de San Andrés, hoy más transformada, pero que aún conserva detalles de su fábrica medieval. Y en los alrededores, dispersos por pedanías como Valoria, Valdegama o Corvio (ya fuera del casco urbano), aparecen otras muestras del románico rural que orbitan en torno a esta villa como satélites de una capital artística.

Por cierto, aunque no tiene que ver directamente con el románico, también recomiendo visitar el Castillo de Aguilar, situado en lo alto de una colina. Desde su emplazamiento, se obtiene una panorámica espectacular del valle y de la villa misma. La fortaleza, de origen medieval, fue construida para proteger este estratégico paso entre los valles del río Pisuerga y el río Valdavia. Aunque hoy se conserva en ruinas, sus murallas y torreones ofrecen una visión tangible de la importancia militar que tuvo en su época. Durante siglos, el castillo fue un punto clave en la defensa de la región, jugando un papel en las disputas entre reinos durante la Edad Media. Recorrer sus muros permite comprender mejor la ubicación estratégica de Aguilar, que no solo fue un centro de poder religioso y cultural, sino también un baluarte defensivo fundamental.

Castillo. Aguilar de Campoo

Aguilar de Campoo desde su Castillo

4. CORVIO

La iglesia de Santa Juliana, en Corvio, es uno de esos pequeños templos que, sin grandes alardes, sabe ganarse el respeto del visitante atento. Aislada al suroeste del núcleo urbano, esta iglesia muestra una curiosa mezcla de estilos que cuenta su historia a través de la piedra. Su cabecera, poligonal, corresponde a un románico ya tardío, del siglo XIII, mientras que otros elementos como la nave o la torre fueron añadidos más adelante, aunque aún reutilizan sillares románicos marcados por los antiguos canteros.

Santa Juliana. Corvio

El templo está formado por una sola nave cubierta con bóveda apuntada reforzada por arcos fajones, y en su lado sur se abre una portada realmente interesante. Ésta consta de varias arquivoltas que descansan sobre columnas con capiteles decorados con motivos vegetales y máscaras monstruosas que parecen devorar los fustes. Es un juego visual muy expresivo que te introduce en ese universo simbólico tan propio del románico.

Sobre la fachada se alza una torre esbelta, de planta cuadrada, accesible por una escalera de caracol que se integra en un husillo adosado.

5. MATALBANIEGA

En la pequeña localidad de Matalbaniega se encuentra la iglesia de San Martín, una construcción románica del siglo XII que sorprende por su elegancia sobria y su excelente estado de conservación. Situada a las afueras del pueblo, en un alto, su silueta domina suavemente el paisaje, como si llevara siglos observando el discurrir tranquilo del tiempo.

San Martín Obispo. Matalbaniega

El templo presenta una sola nave de gran altura, con un ábside semicircular precedido por un tramo recto. A los pies se conserva la base de una torre, lo que añade un carácter algo fortificado al conjunto. Pero si hay algo que llama especialmente la atención es su magnífica colección de canecillos: pequeñas esculturas cargadas de humor, simbolismo y expresividad, donde aparecen figuras humanas, animales fantásticos, músicos y escenas de contenido erótico, tan típicas del imaginario medieval.

San Martín Obispo. Matalbaniega

San Martín Obispo. Matalbaniega

Además, los capiteles de la iglesia están esculpidos con notable destreza, mostrando motivos vegetales, escenas figuradas y un lenguaje plástico que revela la mano de canteros experimentados. San Martín de Matalbaniega es, sin duda, una muestra de románico rural que, pese a su sencillez, guarda una riqueza iconográfica difícil de olvidar.

6. GAMA

En Gama, la iglesia de San Andrés conserva aún el carácter recio y sereno del románico rural, aunque con algunas transformaciones posteriores que le han sumado volumen y presencia. El templo, originalmente de una sola nave, fue ampliado siglos más tarde, lo que le da una silueta más compleja, pero aún se percibe con claridad la esencia románica en su estructura.

San Andrés. Gama

Una de las joyas del conjunto es la portada románica, trasladada con cuidado tras la ampliación, compuesta por varias arquivoltas lisas que descansan sobre columnas con capiteles decorados. Estas esculturas, aunque sencillas, respiran un encanto austero que encaja perfectamente con el entorno del norte palentino. También destacan los canecillos en la cornisa, algunos con figuras humanas y animales, otros puramente geométricos, como un pequeño catálogo del imaginario medieval.

La iglesia está coronada por una espadaña que, aunque posterior, mantiene un buen diálogo visual con el cuerpo del templo, y al verla al atardecer desde el camino, se entiende por qué este tipo de construcciones siguen cautivando tanto tiempo después.

Páramos de Gama

7. VILLALLANO

La iglesia de Santa María la Mayor, en Villallano, es un caso especial: un templo que ha evolucionado mucho con el paso de los siglos, pero que aún conserva una espléndida portada románica en uno de sus muros. Es una de esas portadas que parecen haber sido cuidadosamente protegidas a través del tiempo, como si el resto del edificio hubiera crecido alrededor de ella.

Santa María la Mayor. Villallano

Tiene un arco apuntado con decoración sobria pero efectiva, en la que se puede apreciar el trabajo minucioso de los canteros. A pesar de su sencillez, transmite fuerza y equilibrio, dos cualidades muy propias del románico más tardío. El contraste con el resto de la iglesia, más modernizada, permite apreciar aún mejor la riqueza de ese fragmento original.

En el interior, una pila bautismal también de época románica añade otro elemento de interés. Es una de esas piezas que, aunque discretas, tienen una presencia especial: maciza, decorada con arquerías, con ese desgaste noble que solo da el tiempo y el uso. En conjunto, Villallano guarda uno de esos rincones que sorprenden por su autenticidad, más allá de la fama o del tamaño del monumento.

8. OLLEROS DE PISUERGA

Lo que uno encuentra en Olleros de Pisuerga no es simplemente una iglesia románica más; es una de esas joyas insólitas que parecen sacadas de otro tiempo, casi de otro mundo. Se trata de la iglesia rupestre de los Santos Justo y Pastor, y verla por primera vez es una experiencia que deja huella. No porque sea grandiosa o repleta de ornamentación, sino precisamente por lo contrario: por su sencillez desarmante y por la asombrosa idea de haber sido literalmente excavada en la roca.

Parroquia Santos Justo y Pastor. Olleros de Pisuerga

Este templo, labrado directamente en un gran bloque de arenisca, constituye uno de los mejores ejemplos de arquitectura rupestre conservados en la Península Ibérica. En su interior, la iglesia mantiene planta basilical con tres naves separadas por pilares toscos, todos ellos tallados directamente en la piedra madre, sin que haya habido nunca muros añadidos ni materiales constructivos externos. Es la propia roca la que hace de cimiento, de columna, de bóveda y de altar.

Parroquia Santos Justo y Pastor. Olleros de Pisuerga

A diferencia del románico más canónico, aquí no hay canecillos ni capiteles escultóricos, pero sí una atmósfera única, primitiva, que conecta directamente con los orígenes más humildes del arte cristiano. La luz se cuela suavemente por unos vanos sencillos, generando un ambiente casi monástico, de recogimiento total. No es difícil imaginar aquí a los primeros monjes eremitas, refugiados del bullicio del mundo, dedicados al silencio y a la oración.

Parroquia Santos Justo y Pastor. Olleros de Pisuerga

En el exterior, se levantó con el tiempo una sencilla espadaña, de aire rústico, que completa la silueta del conjunto y lo integra con la pequeña plaza donde se ubica. Alrededor, el paisaje es sereno: robles, praderas, el rumor lejano del Pisuerga, y una tranquilidad que parece resistirse al paso del tiempo.

Olleros no solo ofrece una iglesia distinta, sino que plantea una experiencia diferente: más íntima, más esencial. Es un lugar que invita al silencio, a bajar el ritmo, y a apreciar el románico desde una mirada menos monumental, pero igual de poderosa.

9. SANTA MARÍA DE MAVE

A las afueras del pueblo de Mave, ligeramente separada del núcleo urbano pero formando parte de su identidad histórica, se alza el antiguo monasterio de Santa María de Mave, sin duda el gran protagonista del entorno. Fundado en el siglo XII, este cenobio benedictino es uno de los conjuntos monásticos románicos más destacados de toda la comarca, tanto por su arquitectura como por su emplazamiento, rodeado de naturaleza y silencio.

Monasterio de Santa María. Santa María de Mave

La iglesia monástica es de una sola nave, con planta de cruz latina y cabecera semicircular. Uno de sus rasgos más sobresalientes es la elegancia de su portada, con varias arquivoltas que juegan con la luz, resaltando los detalles del tallado. La escultura es sobria pero precisa, con capiteles decorados que alternan motivos vegetales y figuras simbólicas. Dentro, el templo ofrece una sensación de verticalidad y pureza que remite directamente a la espiritualidad sobria del románico benedictino.

Monasterio de Santa María. Santa María de Mave

El claustro, hoy en parte desaparecido, aún conserva algunos restos que permiten imaginar su trazado original. Aunque el monasterio fue desamortizado y reconvertido con el tiempo —actualmente funciona como alojamiento—, la iglesia sigue abierta al visitante y ha sido restaurada con bastante respeto, lo que permite apreciar con claridad su estructura original.

Santa María de Mave no es solo una visita arquitectónica: es una inmersión en la espiritualidad medieval, en un entorno que invita al sosiego, al paseo tranquilo, y a detenerse a observar lo que las piedras han sabido conservar durante siglos.

10. SANTIBÁÑEZ DE ECLA

Muy cerca de Santibáñez de Ecla, escondido entre suaves colinas y vegetación abundante, se encuentra uno de los conjuntos monásticos más imponentes del románico en la provincia de Palencia: el Monasterio de San Andrés de Arroyo. Fundado en el siglo XII y habitado por una comunidad cisterciense femenina, este lugar respira serenidad, equilibrio y belleza en cada rincón. Es, sin duda, una de esas visitas que dejan huella.

Monasterio de San Andrés de Arroyo

La iglesia, construida en piedra clara, responde al estilo románico cisterciense, sobrio pero de una elegancia casi perfecta. Su planta de cruz latina, la cabecera tripartita con ábsides semicirculares, y la armonía de sus proporciones hablan de una arquitectura pensada para el recogimiento y la espiritualidad. El interior, limpio y sin estridencias decorativas, está bañado por una luz suave que se cuela a través de sus estrechas ventanas, reforzando esa atmósfera de recogimiento que el Císter supo transmitir con tanta eficacia.

Monasterio de San Andrés de Arroyo

Monasterio de San Andrés de Arroyo

Pero si hay un rincón que hace que esta visita sea inolvidable, ese es su claustro románico, uno de los más bellos de toda Castilla y León. Sus capiteles, finamente tallados, combinan escenas bíblicas, motivos vegetales y figuras animales con una delicadeza sorprendente. Aquí, la piedra parece tener vida, y el silencio que lo envuelve invita a detenerse y observar cada detalle con calma. No es difícil imaginar a las monjas recorriéndolo en sus paseos diarios, en una rutina tranquila que se ha mantenido durante siglos.

Claustro Monasterio de San Andrés de Arroyo

Claustro Monasterio de San Andrés de Arroyo

Claustro Monasterio de San Andrés de Arroyo

A todo esto se suma su entorno: un paraje natural aislado y apacible, que potencia aún más el carácter espiritual y contemplativo del lugar.

11. OLMOS DE OJEDA

En las inmediaciones de Olmos de Ojeda, apartado del núcleo urbano y rodeado de una calma casi monástica, como viene siendo habitual, se alza el antiguo monasterio de Santa Eufemia de Cozuelos, una de las joyas menos conocidas, pero más refinadas del románico palentino. Fundado en el siglo XII y vinculado desde sus orígenes a la nobleza castellana, este conjunto, que en su día albergó una comunidad de monjas cistercienses, sigue conservando un aura de solemnidad que se impone desde el primer momento.

Santa Eufemia de Cozuelos. Olmos de Ojeda

Santa Eufemia de Cozuelos. Olmos de Ojeda

La iglesia, de una sola nave y cabecera tripartita, sorprende por la limpieza de sus líneas y por la calidad de su sillería, especialmente en los ábsides, donde se combinan columnas adosadas, arcos de medio punto y ventanales estrechos que permiten la entrada de una luz tamizada y serena. El interior es recogido y elegante, con una armonía de proporciones que responde a la pureza del estilo cisterciense, aunque con ciertos detalles ornamentales que delatan una sensibilidad artística que va más allá de la mera austeridad.

Santa Eufemia de Cozuelos. Olmos de Ojeda

Detalles Santa Eufemia de Cozuelos. Olmos de Ojeda

Detalles Santa Eufemia de Cozuelos. Olmos de Ojeda

El claustro y otras dependencias del antiguo monasterio han sido restaurados, lo que permite apreciar la estructura del conjunto y su disposición original.

12. MOARVES DE OJEDA

Hay lugares que justifican por sí solos todo un viaje, y Moarves de Ojeda es uno de ellos. Su pequeña iglesia de San Pedro, en apariencia modesta desde el exterior, guarda en su fachada occidental uno de los mayores tesoros escultóricos del románico español. Basta con detenerse ante su soberbia portada para comprender que aquí hay algo extraordinario.

Iglesia de San Pedro. Moarves de Ojeda

El friso esculpido que la corona representa a Cristo en Majestad rodeado por los Apóstoles, una iconografía habitual en el arte románico, pero ejecutada aquí con una maestría que sorprende por la expresividad de los rostros, la fluidez de las formas y el detallismo de cada figura. Cristo aparece en el centro, inscrito en una mandorla sostenida por ángeles, en actitud de bendecir, mientras con la otra mano sujeta el libro de la ley. Su rostro, sereno pero imponente, domina la escena. A ambos lados, los doce Apóstoles se distribuyen en grupos de seis, cada uno bajo un arco trilobulado, separados por columnas esbeltas. La composición logra un equilibrio perfecto entre ritmo y solemnidad, con figuras que, pese a su frontalidad, transmiten movimiento y personalidad.

Iglesia de San Pedro. Moarves de Ojeda

Bajo este conjunto, las arquivoltas de la portada, con motivos geométricos y vegetales, refuerzan la monumentalidad de este punto de acceso que parece querer contar la totalidad del mensaje cristiano antes de poner un pie dentro del templo.

Más allá de esta fachada magistral, la iglesia conserva otros elementos que merecen atención. El ábside, de planta semicircular, está decorado con semicolumnas adosadas y tres ventanas abocinadas que permiten el paso de la luz, generando una atmósfera tranquila y recogida en el interior. Sobre el alero, una notable colección de canecillos completa el repertorio escultórico del templo: rostros humanos, figuras animales y motivos fantásticos que parecen querer dialogar con los ciclos iconográficos de la portada.

La nave es única y se cubre con una techumbre de madera, como era habitual en muchos templos rurales. El conjunto, a pesar de su tamaño reducido, transmite una sensación de equilibrio entre fuerza y sobriedad. La sencillez del espacio interior no es un defecto, sino todo lo contrario: permite que la mirada se concentre en lo esencial, que el gesto escultórico del exterior resuene con más fuerza cuando se ha dejado atrás el bullicio del mundo.

13. PERAZANCAS DE OJEDA

En el centro del pequeño pueblo de Perazancas de Ojeda, la iglesia de San Pelayo se alza con la serenidad de los templos que han sabido resistir al tiempo sin grandes estridencias. Aunque reformada en algunas partes, todavía conserva rasgos muy reconocibles del románico rural, sobre todo en su ábside semicircular, donde se aprecian canecillos originales y ventanales de medio punto que respetan los esquemas compositivos del siglo XII.

Ermita de San Pelayo. Perazancas de Ojeda

La construcción es sencilla, como corresponde a un templo parroquial de aldea, pero tiene un encanto especial, potenciado por su integración con el entorno y por la sensación de autenticidad que transmite. Aquí no hay grandes alardes escultóricos ni estructuras complejas, pero sí una espiritualidad reposada, casi íntima, que se percibe tanto en su exterior como en el silencio del interior.

No muy lejos de la anterior, también en Perazancas, encontramos otra iglesia con advocación a Nuestra Señora de la Asunción, aunque esta responde ya a un estilo posterior. Sin embargo, aún conserva algunos elementos del románico original, especialmente en su cabecera y en algunas partes del muro sur, donde pueden observarse restos de canecillos y pequeñas ventanas románicas reutilizadas.

La Asunción. Perazancas de Ojeda

La Asunción. Perazancas de Ojeda

Esta coexistencia de estilos, que puede parecer confusa en un primer vistazo, en realidad habla de la continuidad del culto y de cómo estos templos evolucionaban con el tiempo, adaptándose a nuevas necesidades sin borrar completamente sus orígenes.

La Asunción. Perazancas de Ojeda

14. COZUELOS DE OJEDA

En Cozuelos de Ojeda, otra iglesia de Nuestra Señora de la Asunción se suma al inventario románico de la zona, esta vez con mayor presencia y coherencia estilística. De origen claramente románico, esta iglesia mantiene su estructura original casi intacta: una nave única, cabecera semicircular y una portada decorada con arquivoltas de medio punto que dan acceso a un interior recogido y sereno.

La Asunción. Cozuelos de Ojeda

Lo más destacable son sus capiteles exteriores, con motivos vegetales y figuras humanas de trazo sencillo pero expresivo, y los canecillos que recorren el ábside, donde se pueden ver desde rostros hasta escenas de la vida cotidiana. Esta iglesia, aunque más discreta que otras grandes piezas del románico palentino, representa con fidelidad ese equilibrio entre funcionalidad, simbolismo y belleza que caracteriza a este arte.

15. VALLESPINOSO DE AGUILAR

Hay templos que impresionan tanto por su arquitectura como por su ubicación, y el de Santa Cecilia en Vallespinoso de Aguilar es uno de esos casos. Encajada en la ladera rocosa de una colina, esta pequeña iglesia parece emerger directamente de la piedra, como si formara parte del paisaje desde siempre. El contraste entre la solidez de sus muros y la verticalidad abrupta del entorno la convierte en una estampa inolvidable.

Santa Cecilia. Valleespinoso de Aguilar

La iglesia, que conserva una única nave con ábside semicircular, se remonta al siglo XII y es un ejemplo casi perfecto del románico rural de montaña. Su portada, aunque modesta en tamaño, presenta arquivoltas decoradas y un crismón trinitario muy bien conservado. En los canecillos del alero se encuentran tallas que representan cabezas humanas, figuras animales y motivos vegetales, y aunque muchas están desgastadas, todavía transmiten el lenguaje simbólico característico del momento. El interior, austero, invita al recogimiento, con una luz tenue que entra a través de pequeños vanos. No hace falta más para sentir que uno está en un lugar con historia.

Santa Cecilia. Valleespinoso de Aguilar

Santa Cecilia. Valleespinoso de Aguilar

Santa Cecilia. Valleespinoso de Aguilar

16. VILLANUEVA DE LA TORRE

Situada en un pequeño altozano desde el que se domina el entorno, la iglesia de Santa Marina guarda el encanto de los templos humildes pero auténticos. Su estructura, de una sola nave y ábside semicircular, responde a los esquemas típicos del románico del siglo XII, aunque lo que realmente destaca es la portada sur, ricamente decorada con arquivoltas talladas que han resistido con dignidad el paso del tiempo.

Santa Marina. Villanueva de la Torre

En uno de los capiteles se aprecian escenas de lucha entre hombres y fieras, mientras que en otros aparecen motivos vegetales y formas geométricas. El ábside exterior está articulado por columnas y ventanales de medio punto, que contribuyen a dar ritmo a un edificio que, aunque sencillo, tiene una elegancia natural muy lograda. El entorno rural que la rodea potencia aún más la sensación de autenticidad, como si el paso de los siglos se hubiera detenido aquí con suavidad.

Santa Marina. Villanueva de la Torre

Villanueva de la Torre desde Sta Marina

17. REVILLA DE SANTULLÁN

La iglesia de San Cornelio y San Cipriano de Revilla de Santullán es, sin lugar a dudas, otra de las grandes joyas del románico palentino. Su portada sur es de las que dejan huella: una verdadera lección de escultura medieval, con arquivoltas profusamente decoradas y capiteles que aún conservan una sorprendente vitalidad expresiva. Aquí desfilan animales fantásticos, escenas bíblicas, y motivos vegetales con un nivel de talla excepcional.

San Cornelio y San Cipriano. Revilla de Santullán

El templo, levantado a finales del siglo XII, se remata con un ábside de proporciones exquisitas, articulado por columnas adosadas y ventanales que equilibran masa y luz. Y coronando el conjunto, una elegante espadaña se alza con fuerza sobre el paisaje, como queriendo ejercer todavía ese papel simbólico y protector que estas construcciones tenían para las comunidades rurales. El interior, sobrio y recogido, mantiene su estructura románica casi intacta, con un arco triunfal que conserva restos de policromía y una nave que respira la serenidad de los siglos. Un templo que se impone tanto por su arquitectura como por su entorno.

San Cornelio y San Cipriano. Revilla de Santullán

18. SAN CEBRIÁN DE MUDA

En el pequeño núcleo de San Cebrián de Muda se alza también una iglesia dedicada a San Cornelio y San Cipriano, más modesta que la de Revilla, pero con el encanto intacto del románico rural. El templo conserva su ábside original, de forma semicircular, donde aún se pueden ver los vanos de medio punto y algunos canecillos lisos o geométricos que hablan de su pasado medieval.

San Cornelio y San Cipriano. San Cebrián de Muda

La portada, aunque de ejecución más simple, mantiene el lenguaje arquitectónico románico, con arquivoltas limpias y un par de capiteles que sugieren una talla más esquemática. El interior del templo es austero, sin grandes alardes decorativos, pero precisamente ahí reside parte de su autenticidad: en esa sobriedad que transmite honestidad constructiva y una conexión directa con las raíces del románico más popular. La iglesia, integrada en el entorno natural, suma valor a este rincón del norte palentino que, sin grandes pretensiones, conserva retazos del arte medieval con silenciosa dignidad.

San Cornelio y San Cipriano. San Cebrián de Muda

19. BARRIO DE SANTA MARÍA

En esta localidad encontramos dos templos que ofrecen una visión complementaria del románico rural. La iglesia de Santa Eulalia, aunque transformada, conserva un ábside románico bien definido, con sus típicos canecillos decorados y alguna ventana de medio punto que aún mantiene su estructura original. Se trata de una iglesia que ha pasado por diversas reformas, pero que sigue mostrando con orgullo su origen medieval.

Santa Eulalia. Barrio de Santa María

Detalle Santa Eulalia. Barrio de Santa María

Por su parte, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, también de origen románico, destaca por su portada con arquivoltas talladas, donde todavía se pueden apreciar algunos detalles decorativos. Aunque parte del edificio fue alterado en épocas posteriores, el ábside y ciertos elementos del alzado permiten reconocer el estilo con claridad. Ambas iglesias, aunque no tan conocidas, contribuyen a reforzar la riqueza patrimonial de esta zona, que guarda entre sus pueblos pequeñas sorpresas para quienes saben mirar con atención.

La Asunción. Barrio de Santa María

La Asunción. Barrio de Santa María

ROMÁNICO DEL CAMINO DE SANTIAGO

20. CARRIÓN DE LOS CONDES

Carrión de los Condes no solo está cargada de historia, sino que respira arte en cada una de sus calles. Ubicada estratégicamente en pleno Camino de Santiago, esta villa fue durante siglos un enclave esencial tanto para los peregrinos como para el desarrollo del románico palentino. Lo que uno encuentra aquí no son solo iglesias, sino auténticas lecciones de piedra tallada, vestigios de un pasado que ha perdurado con claridad y fuerza.

El primer alto obligado es la iglesia de Santiago, cuya fachada occidental es, sencillamente, una de las grandes maravillas del románico español. Lo que la hace inolvidable es ese majestuoso friso con la figura de Cristo en Majestad rodeado por los veinticuatro ancianos del Apocalipsis, todos ellos sentados y afinando sus instrumentos musicales, como si esperaran a que el visitante afinase también su mirada. La talla, con su aire expresivo y su ritmo casi musical, tiene una fuerza que sobrecoge. Este es uno de esos lugares donde conviene detenerse largo rato: mirar los detalles, leer las posturas, las manos, los gestos. Una auténtica sinfonía pétrea del siglo XII.

Iglesia de Santiago. Carrión de los Condes

Iglesia de Santiago. Carrión de los Condes

A muy poca distancia se encuentra la iglesia de Santa María del Camino, un templo que ha acogido a generaciones de peregrinos y que aún conserva ese aire acogedor y severo a partes iguales. Su portada meridional, adornada con arquivoltas y capiteles historiados, recuerda lo que fue este lugar: un cruce de caminos y culturas. Su ábside y la decoración de los canecillos —algunos figurativos, otros simplemente geométricos— resumen bien esa sobriedad románica que no necesita alardes para imponerse con carácter.

Santa María del Camino. Carrión de los Condes

Santa María del Camino. Carrión de los Condes

Pero si hay un lugar que resume la importancia histórica y espiritual de Carrión, ese es el Monasterio de San Zoilo. Fundado en época altomedieval y profundamente reformado en el siglo XI por impulso de la orden benedictina, fue uno de los grandes centros monásticos del reino de León. Aunque su fachada actual pertenece al Renacimiento, el visitante atento sabrá leer en sus muros restos y evocaciones del pasado románico. De hecho, la primitiva iglesia románica dejó huellas visibles, especialmente en algunos de los capiteles conservados y en la estructura general del conjunto. Durante siglos, San Zoilo funcionó como hospedaje y punto de apoyo para los peregrinos jacobeos, además de acoger una importante comunidad monástica con fuerte influencia en la región.

Monasterio de San Zoilo.Carrión de los Condes

El claustro, ya plenamente renacentista, es una obra maestra por sí mismo, pero lo verdaderamente relevante es cómo este espacio refleja la evolución armónica del monasterio a lo largo de los siglos: desde sus raíces románicas hasta su desarrollo posterior. En este monasterio descansaron durante siglos los restos de los condes de Carrión, lo que refuerza su papel como centro espiritual y político de la zona. Pasear por sus dependencias, algunas rehabilitadas hoy como hospedería, permite aún intuir la magnitud de su influencia histórica.

Por último, aunque no pertenece al periodo románico, la iglesia de San Andrés también forma parte del patrimonio monumental de la villa. De estilo gótico, completa el recorrido por un núcleo urbano que conserva un conjunto arquitectónico de gran interés.

Iglesia de San Andrés. Carrión de los Condes

21. FRÓMISTA

Hablar de Frómista es hablar de una de las piezas clave del románico europeo. Su fama no es gratuita ni fruto de la repetición: es merecida. Aquí se alza la iglesia de San Martín de Tours, uno de los templos más icónicos de todo el arte románico español por su perfección formal, su equilibrio y su estado de conservación.

San Martín de Tours. Frómista

San Martín de Tours. Frómista

San Martín de Tours. Frómista

Construida en la segunda mitad del siglo XI, responde con total claridad a los ideales cluniacenses. Su planta basilical, con tres naves y tres ábsides, se cubre con bóvedas de cañón reforzadas por arcos fajones. En el exterior, sus dos torres cilíndricas flanqueando la fachada occidental crean una silueta inconfundible. Pero si algo destaca por encima del conjunto es la calidad escultórica de sus capiteles: figuras animales, monstruos, escenas bíblicas y motivos vegetales se reparten por columnas y ventanas con un nivel de ejecución extraordinario. Los canecillos, muy variados, completan este repertorio de imágenes que enriquecen un edificio que, por su pureza y sobriedad, parece salido de un tratado de arquitectura románica.

San Martín de Tours. Frómista

Pese a algunas restauraciones discutidas del siglo XIX, San Martín de Tours ha mantenido su carácter y su presencia con claridad. Su aislamiento actual, sin construcciones inmediatas, permite apreciarla como una escultura total, sin interferencias, en diálogo directo con la llanura castellana.

Muy cerca de San Martín, en el mismo núcleo urbano, se encuentra también la iglesia de San Pedro. Aunque ya presenta características propias del gótico, en su estructura y especialmente en algunos elementos interiores se conservan vestigios del pasado románico. Algunos capiteles reutilizados, así como ciertos restos de la primitiva fábrica, permiten establecer un vínculo con ese mismo lenguaje artístico que dio forma a San Martín. No se trata de un templo románico en sentido estricto, pero su inclusión en este recorrido tiene sentido como parte del mismo contexto monumental y espiritual que hizo de Frómista un punto clave en la ruta jacobea.

Iglesia de San Pedro. Frómista

Iglesia de San Pedro. Frómista

22. SANTOYO

Muy cerca de Frómista, en la localidad de Santoyo, se encuentra la iglesia de San Juan Bautista, un templo que aunque posteriormente fue ampliado en estilo gótico, conserva una portada románica que merece ser destacada. Es una portada lateral, situada en el muro sur, que muestra arquivoltas lisas y capiteles con decoración vegetal esquemática. No alcanza la monumentalidad de otras obras mayores, pero representa bien el románico rural de transición y da testimonio de una primera fase constructiva más antigua. Aunque el resto del edificio se aleje del estilo, esta pieza conserva el sabor del siglo XII y el valor de haber sobrevivido como testimonio de una etapa inicial.

Iglesia de San Juan Bautista. Santoyo

Iglesia de San Juan Bautista. Santoyo

23. ASTUDILLO

En Astudillo, aunque el conjunto monumental es más tardío, se conserva un elemento relevante del románico: la cripta de la iglesia de Santa María, fechada en torno al siglo XI o comienzos del XII. Esta cripta es una de las más antiguas y enigmáticas de la provincia. De pequeñas proporciones, con columnas de fuste liso y capiteles toscos, respira ese aire primitivo, casi fundacional, del primer románico. Su valor no está tanto en el ornamento como en el hecho de ser uno de los pocos ejemplos palentinos de arquitectura subterránea del periodo.

El resto de la iglesia pertenece al gótico y otras reformas posteriores, pero esta cripta, con su penumbra, sus bóvedas de cañón y su estructura simple, permite imaginar cómo eran los templos anteriores a las grandes obras del siglo XII.

24. TÁMARA DE CAMPOS

La gran protagonista aquí es la iglesia de San Hipólito el Real, un templo que impresiona por sus proporciones catedralicias. Aunque en su conjunto responde al gótico, sí conserva elementos románicos que permiten incluirla en esta ruta. En particular, se han conservado restos escultóricos y muros que formaron parte de un edificio anterior, del siglo XII, probablemente una iglesia románica absorbida por la actual construcción. Algunos capiteles reutilizados y parte de la fábrica más baja así lo atestiguan. Aunque no es un templo puramente románico, sí forma parte de ese legado por continuidad histórica y por la huella aún visible del estilo en sus cimientos.

San Hipólito El Real. Támara de Campos

San Hipólito El Real. Támara de Campos

San Hipólito El Real. Támara de Campos

25. VILLALCAZAR DE SIRGA

El último alto en esta sección lo ponemos en Villalcázar de Sirga, un lugar que tuvo una gran importancia en el Camino de Santiago. Su templo principal, Santa María la Blanca, es uno de los más imponentes de la zona. Aunque en gran parte es gótico, conserva una portada románica de transición de notable riqueza decorativa, así como algunos capiteles y estructuras que remiten a una fase románica anterior.

Santa María la Blanca. Villalcázar de Sirga

Sta María la Blanca. Villalcázar de Sirga

La portada sur, en particular, es uno de sus elementos más llamativos: figuras esculpidas, escenas de la vida de Cristo, apóstoles y una clara intención narrativa la hacen destacar como testimonio del paso entre el románico pleno y los primeros impulsos góticos. Este templo es también relevante por su relación con la Orden del Temple y por la importancia que tuvo como centro funerario de nobles y caballeros del entorno.

Sta María la Blanca. Villalcázar de Sirga

Sta María la Blanca. Villalcázar de Sirga

Sta María la Blanca. Villalcázar de Sirga

Y hasta aquí este recorrido por muchas de las obras más destacadas del románico palentino que he tenido la suerte de visitar. Es evidente que no están todas: sería prácticamente imposible abarcar, incluso en varios recorridos, la enorme cantidad de templos y detalles que salpican esta tierra. Pero sí están, creo, los ejemplos más representativos, aquellos que mejor condensan la riqueza, la variedad y el carácter de este arte en la provincia.

Cada iglesia, cada ábside, cada capitel observado con detenimiento ha sido una forma de entender mejor no solo un estilo artístico, sino también la historia y el paisaje que lo hicieron posible. Espero que estas líneas sirvan como una guía útil o, al menos, como una invitación a descubrir por cuenta propia este patrimonio tan singular. Y, sobre todo, que quien emprenda este viaje disfrute tanto como yo de la contemplación serena y del asombro que todavía hoy despiertan estas joyas silenciosas de la arquitectura medieval.


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