PORTUGAL CENTRAL - DIA 03. Tomar, Fátima y Batalha

19 de Abril de 2025.

Hoy teníamos un trayecto relativamente largo en coche hasta poder empezar nuestra jornada turística y es que desde nuestra casa nos separaban 115 kilómetros de la localidad de Tomar, lo que nos iba a llevar una hora y cuarto de trayecto.

TOMAR

Fundada en 1157 por Gualdim Pais, el primer gran maestre de la Orden del Temple en Portugal, esta ciudad es un lugar donde la historia y la espiritualidad se entrelazan. Este caballero templario, bajo las órdenes de la poderosa orden militar y religiosa, eligió este sitio estratégico en el corazón de Portugal para establecer una base que pudiera servir tanto como fortaleza defensiva como centro de espiritualidad. El castillo del siglo XII, que domina la ciudad desde lo alto de una colina, fue una de las primeras estructuras levantadas y no solo ofrecía protección contra las amenazas externas, sino que también simbolizaba el poder y la influencia de los templarios.

Tras la disolución de la Orden del Temple en el siglo XIV, los bienes de la orden fueron transferidos a una nueva organización: la Orden de Cristo, fundada en 1319 con la aprobación del Papa Juan XXII. La Orden de Cristo, bajo el patrocinio del rey portugués, asumió el legado templario, continuando su misión religiosa y militar, pero también desempeñando un papel clave en la Era de los Descubrimientos. Fue gracias a esta orden que figuras como Enrique el Navegante impulsaron las exploraciones marítimas que cambiarían el curso de la historia.

CASTILLO – CONVENTO DE CRISTO

El Convento de Cristo, situado en el interior del castillo templario que domina la ciudad de Tomar, es el monumento más emblemático de la región. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1983, este conjunto monumental refleja siglos de historia y una fusión excepcional de estilos arquitectónicos que van desde el románico hasta el manuelino. Construido en el siglo XII como bastión defensivo y centro espiritual de los caballeros templarios, conserva aún la huella de un pasado marcado por rituales, batallas y poder simbólico. Desde sus murallas, elevadas sobre la ciudad y rodeadas de una densa vegetación, se percibe no solo su carácter estratégico, sino también el halo espiritual que ha envuelto siempre a este lugar. Sería aquí donde centraríamos nuestra visita a Tomar.

Convento de Cristo. Tomar

Convento de Cristo. Tomar

Convento de Cristo.Tomar

En el corazón del complejo se encuentra la Charola, la iglesia original de los templarios, concebida como espacio de culto privado. Su planta circular, inspirada en el Santo Sepulcro de Jerusalén, evoca inmediatamente la solemnidad y el misticismo del siglo XII. Las columnas interiores, profusamente talladas, sustentan frescos de inspiración bizantina y gótica que narran pasajes bíblicos. La atmósfera que se respira en su interior transporta a otra época, donde la simbología y el arte se fundían con la devoción. En el siglo XVI, bajo el reinado de Manuel I, este espacio fue transformado: se abrió al conjunto conventual y se embelleció con elementos manuelinos, convirtiéndolo en una joya del arte portugués. Este diálogo entre estilos medievales y renacentistas da a la Charola una identidad única, a medio camino entre la fortaleza espiritual y la obra maestra artística.

Charola. Convento de Cristo. Tomar

Charola. Convento de Cristo. Tomar

No menos espectacular es la célebre ventana manuelina, emblema del convento y del arte portugués del siglo XVI. Diseñada por Diogo de Arruda y esculpida con una profusión de detalles, esta ventana no es simplemente un elemento arquitectónico, sino un auténtico manifiesto simbólico. Cuerdas retorcidas, algas, corales, motivos náuticos y elementos vegetales emergen de la piedra como si brotaran del Atlántico. Representa no solo el poderío marítimo de Portugal en la Era de los Descubrimientos, sino también la fusión entre naturaleza, fe y conquista. Al contemplarla, uno se detiene inevitablemente, fascinado por su dinamismo y la habilidad técnica que encierra.

Ventana del Capítulo. Convento de Cristo. Tomar

Ventana del Capítulo. Convento de Cristo. Tomar

En torno a estos elementos centrales se articulan numerosos espacios que revelan la riqueza funcional y simbólica del convento. El claustro de D. João III, con su equilibrio renacentista y sus líneas depuradas, conecta las principales estancias monásticas. Su arquitectura, obra de Diogo de Torralva y completada por Filippo Terzi, representa la transición armónica entre espiritualidad y racionalidad clásica. Muy cerca se encuentran los claustros más utilitarios, como el de la Lavandería y el de las Migas, donde se llevaban a cabo tareas domésticas y acciones caritativas, respectivamente. En estos espacios, la vida cotidiana del convento se desarrollaba con un orden casi ritual.

Claustro Principal. Tomar

Pared Ventana del Capítulo. Tomar

Claustro del Lavatorio. Tomar

También forman parte del conjunto otros claustros de menor tamaño, pero no menos significativos, como el claustro de Santa Bárbara, el claustro de los Reis, el de la Micha, el de los Corvos o el de la Hospedería, cada uno con su propia función dentro de la organización conventual. Estos espacios permiten entender mejor la complejidad y autosuficiencia de la vida monástica, con áreas dedicadas a la oración, el descanso, el estudio o la atención a los visitantes.

Claustro de Santa Bárbara. Tomar

Aljibe Claustro dos Corvos. Tomar

El claustro del Cementerio, de arquitectura gótica más sobria, añadía una dimensión contemplativa y solemne al conjunto. En él, los monjes reflexionaban sobre la muerte y la eternidad, en un entorno que invitaba al recogimiento. Mientras tanto, espacios como el refectorio, con sus largas mesas y su acústica diseñada para las lecturas durante las comidas, completaban este universo de silencio, orden y espiritualidad.

Claustro del Cementerio. Tomar

Refectorio. Convento de Cristo. Tomar

Otro de los elementos más singulares del convento es la escalera helicoidal, una estructura ingeniosa que une distintos niveles sin romper la armonía visual del conjunto. Este tipo de recurso arquitectónico revela el grado de sofisticación técnica alcanzado en el diseño del monasterio, y sorprende tanto por su funcionalidad como por su elegancia.

El recorrido por el Convento de Cristo no solo permite admirar una arquitectura excepcional, sino también comprender el modo de vida de una comunidad que marcó profundamente la historia de Portugal. Desde el simbolismo templario de la Charola hasta la exuberancia de la ventana manuelina, pasando por los silenciosos claustros y la belleza funcional de sus estancias, todo en este lugar transmite una sensación de equilibrio entre poder, fe y arte. Una experiencia que trasciende lo visual y deja una profunda huella en la memoria de todo aquel que lo visita.

Su horario es de 09:00 a 17:30. El precio dependerá de la opción elegida de las muchas existentes.

Nuestra visita al convento comenzaría en torno a las 10:30 de la mañana, y dedicaríamos algo más de dos horas a recorrer sus numerosas estancias. Aunque no nos detendríamos en exceso en cada rincón, el recorrido nos permitiría apreciar con calma los principales espacios y comprender la magnitud histórica y artística del conjunto. Este tiempo implicaría, no obstante, renunciar a conocer otros lugares de interés en Tomar, una decisión justificada por el deseo de priorizar las dos visitas que nos esperaban a continuación.

FÁTIMA

Nuestra visita al Convento de Cristo concluiría pasadas las doce y media, momento en el que nos dirigiríamos hacia uno de los lugares más emblemáticos del país. El Santuario de Fátima es un importante lugar de peregrinación, comparable a Lourdes en Francia, por lo que, aunque no somos especialmente devotos, no queríamos dejar de visitarlo para observar el sentimiento y la espiritualidad de la gran cantidad de fieles que acuden hasta aquí. Además, desde Tomar sólo tardaríamos media hora en recorrer los 27 km que nos separaban del mismo.

Santuario de Nuestra Señora de Fátima

La basílica neobarroca, flanqueada por estatuas de santos, tiene una torre de 65 metros y una explanada dos veces mayor que la plaza de San Pedro de Roma.

El 12 y 13 de mayo y octubre, miles de peregrinos acuden para conmemorar la aparición de la Virgen a tres pequeños pastores. El 13 de mayo de 1917, la niña de diez años Lucía Santos y sus primos, Jacinta, Marta y Francisco, vieron una figura brillante en una encina.

Según los relatos, la Virgen pidió a los niños que volvieran al mismo lugar el día 13 de cada mes durante seis meses. En la última aparición, el 13 de octubre, cerca de 70,000 personas se reunieron con los pequeños y presenciaron el llamado "Milagro del Sol", un fenómeno que muchos describieron como el sol danzando en el cielo.

Santuario de Nuestra Señora de Fátima

Sólo Lucía oyó el secreto de Fátima en esta última aparición. La primera parte del secreto era una visión del infierno, la segunda hablaba de una guerra peor que la Primera Guerra Mundial y la tercera, que permaneció en secreto hasta el año 2000, describía el intento de asesinato de un Papa. Juan Pablo II vinculó esta última parte con el atentado que sufrió en 1981 y, en un acto de profunda devoción, incorporó la bala que le hirió en la corona de la Virgen de Fátima.

Santuario de Nuestra Señora de Fátima

La basílica, construida en 1928, alberga las tumbas de Francisco y Jacinta, beatificados por Juan Pablo II en mayo del 2000, así como la de Lucía, quien dedicó su vida a la fe como monja carmelita. Las vidrieras del templo narran escenas de las apariciones, añadiendo un toque luminoso y solemne al interior.

Santuario de Nuestra Señora de Fátima

Santuario de Nuestra Señora de Fátima

En la explanada, la Capilla de las Apariciones marca el lugar exacto de los encuentros de los niños con la Virgen. A poca distancia, al este del santuario, se encuentra la Casa dos Pastorinhos, el hogar humilde donde vivían los pequeños. Allí, una exposición con proyecciones y figuras de cera permite a los visitantes sumergirse aún más en la historia.

Pero más allá de los datos históricos y arquitectónicos, lo más impactante es la devoción de los peregrinos. Es conmovedor ver a los penitentes acercarse al templo de rodillas, en un gesto de sacrificio y gratitud. En la explanada, miles de velas se encienden, creando un mar de luz que refleja la fe de los asistentes. Exvotos de cera arden como ofrendas en agradecimiento por los milagros atribuidos a la Virgen, mientras el ambiente se llena de emoción, esperanza y solemnidad.

Santuario de Nuestra Señora de Fátima

Los días de las grandes conmemoraciones, el santuario se transforma en un lugar de profunda espiritualidad. Las procesiones con velas iluminan la noche y el canto de los fieles se eleva al cielo, creando una atmósfera única. Aunque no seamos especialmente devotos, es imposible no sentirse conmovido por la intensidad del sentimiento colectivo que se respira en este lugar.

El Santuario de Fátima está abierto las 24 horas del día, todos los días del año, y la entrada es gratuita. Esto permite a los visitantes recorrer sus espacios con total libertad, adaptando la visita a su propio ritmo. Además, se celebran misas y rosarios en diferentes horarios a lo largo del día, lo que brinda la oportunidad de participar en alguna de estas ceremonias si se desea.

RESTAURANTE MOSTEIRO DO LEITAO

Tras nuestra visita a Fátima, decidimos dirigirnos al Restaurante Mosteiro do Leitão, en Batalha, a tan solo media hora de distancia y unos pocos kilómetros fuera del centro de la población. Este restaurante es famoso por su leitão (cochinillo asado), un manjar que no puedes dejar de probar en la región. El ambiente cálido y tradicional del lugar hace de esta una parada perfecta para disfrutar de un delicioso almuerzo. El leitão, crujiente por fuera y tierno por dentro, acompañado de patatas y ensalada, nos dejó una grata impresión de la gastronomía local.

Restaurante Mosteiro do Leitao

MONASTERIO DE BATALHA

Después del almuerzo en el restaurante, nos dirigiríamos directamente al Monasterio de Batalha, cuyo nombre proviene de la célebre victoria de Aljubarrota (a dos kilómetros de allí), durante la cual en 1385 se enfrentaron las tropas portuguesas apoyadas por los ingleses contra la coalición franco – castellana. No cabe duda que hoy, esta población vive a la sombra de su monasterio, ya que sin este monumento, máximo exponente de la arquitectura gótico portuguesa, la localidad pasaría bastante desapercibida.

Batalha

La existencia del monasterio se debe a la promesa que Juan I de Portugal hizo a la Virgen María antes de la decisiva batalla de Aljubarrota, mencionada en el párrafo anterior. Si salía victorioso y lograba consolidar su reinado frente a las pretensiones castellanas, levantaría un monasterio en su honor. Así nació el Monasterio de Santa María da Vitória, más conocido como el Monasterio de Batalha, cuya construcción comenzó en 1386 y se prolongó durante más de un siglo.

Ya en la distancia, impresiona la exuberancia de encajes flamígeros, pináculos, arbotantes dentados, balaustradas, que destacan aún más según te vas acercando, no pudiendo evitar tomarse un poco de tiempo para apreciar y observar la fachada y fijarse más aún en la delicadeza de los detalles, especialmente en los del pórtico, con sus muros abocinados adornados con doce apóstoles y 72 reyes y reinas. A la derecha, destaca especialmente la armonía de las tres ventanas del gótico flamígero de la capilla del Fundador.

Monasterio de Batalha

Monasterio de Batalha

Monasterio de Batalha

El interior lo comenzaríamos a recorrer por la iglesia que es gratis. Con 32 metros de altura y más de 80 metros de largo, el conjunto está sostenido por una serie de pilares cruciformes de una elegancia incomparable. Las proporciones de la nave central son muy impactantes.

Desde el centro de la nave, se aprecia la perfecta simetría de los arcos apuntados que se elevan hacia el cielo. Las bóvedas de crucería, decoradas con sencillez y precisión, refuerzan la sensación de altura y grandiosidad. A pesar de la sobriedad general del espacio, cada detalle ha sido cuidadosamente pensado para dirigir la mirada hacia lo alto, invitando al recogimiento y la contemplación.

Monasterio de Batalha

La visita, ya de pago, proseguiría con la Capilla del Fundador, donde descansan las figuras de Juan I de Portugal e Isabel de Lancaster, acompañados por varios de sus hijos. Las tumbas están adornadas con gran delicadeza, y las estatuas de los reyes, tomadas de la mano, son un símbolo eterno de su unión y legado. Entre estas sepulturas destaca la de Enrique el Navegante, el infante que, con su visión y determinación, abrió el camino hacia la Era de los Descubrimientos, llevando a Portugal a explorar mares desconocidos y consolidar su lugar en la historia del mundo. Este sepulcro, aunque discreto en comparación con la grandeza del lugar, es un recordatorio del espíritu aventurero que definió una era.

Capilla del Fundador. Monasterio de Batalha

Capilla del Fundador. Monasterio de Batalha

El Claustro Real del Monasterio de Batalha es uno de los espacios más impresionantes del conjunto, un ejemplo magistral de la transición entre el gótico tardío y las formas decorativas más exuberantes del arte portugués del siglo XVI. La sobriedad de sus bóvedas de crucería contrasta con la riqueza ornamental de las arcadas, cuyas tracerías caladas y columnas helicoidales exhiben una delicadeza casi escultórica. Motivos vegetales, elementos náuticos y símbolos de la Era de los Descubrimientos se entrelazan en una decoración que transforma la piedra en encaje. Esta fusión entre equilibrio estructural y detalle decorativo convierte el claustro en una obra que asombra tanto por su armonía como por su virtuosismo técnico.

Claustro Real. Monasterio de Batalha

Claustro Real. Monasterio de Batalha

La sala capitular, a la derecha del claustro, acoge en la actualidad la tumba del soldado desconocido. Su bóveda es la más ambiciosa que se haya realizado en el mundo. El arquitecto, consciente de la temeridad de su proyecto, la mandó ejecutar por condenados a muerte. No obstante, para demostrar la solidez de la construcción, durmió sólo bajo la bóveda la primera noche. A uno de los lados, el claustro está flanqueado por los dormitorios (en la actualidad sede de exposiciones temporales) y, frente al refectorio, por el lavabo de los monjes, una fuente con dos pilas. La riqueza de su decoración y la luz dorada que se filtra entre los motivos vegetales de las ventanas prueban que la influencia árabe estaba aún presente en el arte portugués.

Sala Capitular. Monasterio de Batalha

Tras pasar el gran claustro de Dom Alfonso V, que no aporta nada en comparación con el claustro Real, se accede por el exterior a las famosas Capillas Imperfectas. Tienen la forma de un edificio octogonal, del cual el rey Duarte había iniciado su construcción para convertirlo en su sepultura. A su muerte, las obras se detuvieron y fueron reanudadas, de manera provisional, por Dom Manuel, aunque no tardaron en volver a ser abandonadas, cuando el rey expresó su deseo de ser inhumando en los Jerónimos de Belém. Sin embargo, tuvo tiempo de encargar la realización del extraordinario pórtico monumental que lleva a las capillas, obra maestra absoluta del arte manuelino. Toda una orgía de festones y de alvéolos de una fineza sin igual. Asimismo, el rey Dom Manuel mandó terminar las bóvedas de las capillas y que se iniciara el levantamiento de los enormes pilares. Y todo ello aún se halla allí. Son estos, tal vez, uno de los mayores encantos de Batalha, intentando llevar el arte a los límites de lo imposible, dejados para siempre inacabados.

Capillas Imperfectas. Monasterio de Batalha

Capillas Imperfectas. Monasterio de Batalha

Capillas Imperfectas. Monasterio de Batalha

El horario del monasterio es de 09:00 a 18:00 y los precios de la entrada dependen de la opción que cada uno elija.

Después de la visita al monasterio, nos tomaríamos algo en un lugar tranquilo antes de regresar a casa a descansar. Ya por la noche, saldríamos hacia Peniche para cenar en el Burger King, un pequeño antojo con el que finalizaríamos la jornada antes de irnos a descansar.


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