No cabe duda de que regresar a Portugal cada año en los últimos tiempos se ha convertido en toda una tradición. Este hábito me ha permitido apreciar y valorar más aún la riqueza cultural de nuestro país vecino, dejándome siempre con ganas de volver para seguir descubriendo sus múltiples destinos, cada uno más cautivador que el anterior. En las últimas incursiones, he tenido la suerte de explorar lugares tan emblemáticos como Aveiro, con sus canales que recuerdan a una pequeña Venecia, y Coímbra, cuna de conocimiento y hogar de una de las universidades más antiguas de Europa. Pero también me he aventurado a rincones menos transitados, como los encantadores pueblos y ciudades del Alentejo, donde el tiempo parece detenerse entre colinas doradas y casas encaladas.
A pesar de todo lo vivido y explorado, aún quedaba una región del país luso que tenía muchas ganas de descubrir, una zona que llevaba años en mi lista de deseos y que, en esta Semana Santa de 2025, por fin, había decidido no posponer más: me refiero a la región de Leiría y sus alrededores. Este rincón del país encierra un sinfín de tesoros que, en mi opinión, deberían estar en la agenda de cualquier viajero.
Entre sus joyas se encuentran lugares como Óbidos, un pueblo amurallado que parece sacado de un cuento medieval, y Peniche, conocido por sus impresionantes acantilados y playas que atraen a surfistas de todo el mundo. También está Nazaré, un lugar que combina el encanto de un tradicional pueblo pesquero con la adrenalina de las olas gigantes que han dado la vuelta al mundo. Pero la región de Leiria no solo brilla por su costa; en su interior alberga monumentos históricos de renombre internacional.
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Muralla de Peniche |
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Rua Direita. Obidos |
Destacan los majestuosos monasterios de Batalha y Alcobaça, ambos Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que son verdaderas obras maestras de la arquitectura gótica y manuelina. Batalha, con sus intrincados detalles y su historia ligada a la independencia de Portugal, deja sin palabras. Alcobaça, por su parte, impresiona con la sobriedad de sus líneas y el romanticismo de la trágica historia de amor entre Pedro e Inés que se respira en cada rincón.
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Monasterio de Alcobaça |
Y no puedo olvidar mencionar Fátima, uno de los destinos de peregrinación más importantes del mundo, cuyo santuario es un lugar de recogimiento que trasciende creencias. Finalmente, está Tomar, una ciudad cargada de misticismo que guarda el impresionante Convento de Cristo, un lugar que cuenta siglos de historia de los Caballeros Templarios.
Es evidente que la ruta que tenía por delante por esta región no iba a tener desperdicio. Confirmándome que cada visita a Portugal, aun creyendo conocerlo, no hace más que corroborar que siempre hay algo más por descubrir, por lo que estaba seguro de que esta aventura por tierras de Leiría iba a ser de esas que dejan una marca especial, no solo por la belleza de sus paisajes y monumentos, sino también por la riqueza cultural e histórica que envuelve cada rincón.
En esta ocasión, ante las seis horas que suponía llegar a esta zona de Portugal en coche, había optado por utilizar el avión y llegar con este medio hasta Lisboa. Una vez en la capital portuguesa, mi primera intención era alquilar un vehículo y moverme con él por la región, pero una agradable sorpresa de última hora iba a hacer que estos planes se diluyesen, sustituyéndose por ser recogido en el aeropuerto por Sergio, Cristina y Guille, una parte del grupo con el que he podido hacer algunos de los grandes viajes de los últimos años. Y es que, en el último momento, ellos también tenían la motivación de profundizar algo más en esta histórica zona portuguesa.
El avión aterrizó en hora y a las 20:30, hora portuguesa, salía fuera de la terminal, donde ya me esperaban mis amigos para dirigirnos a la casa rural que nos iba a acoger durante nuestra estancia en la región de Leiría. Se encontraba en la población de Serra d´El - Rei y se llamaba Casa do Coração, haciendo la reserva por la aplicación Airbnb.
Desde el aeropuerto de Lisboa sólo nos separaban 85 km de distancia por lo que en una hora conseguíamos realizar el trayecto.
Al final entre unas cosas y otras no llegaríamos al alojamiento hasta las 22:00, por lo que cenaríamos algo rápido, charlaríamos un rato y nos fuimos a descansar, pues mañana madrugaríamos para empezar a conocer la región.
ISLAS BERLENGAS
Todas las jornadas comenzarían temprano, como era de esperar en este viaje. Nuestra idea inicial era visitar las islas Berlengas el segundo día, pero, debido a la previsión meteorológica que anunciaba olas de tres metros, decidimos adelantar la excursión. Así que, con los billetes en mano, nos dirigimos al puerto de Peniche para embarcar hacia las islas. Habíamos reservado con antelación, ya que las plazas son limitadas. El personal de Berlenga Tur nos proporcionó toda la información necesaria sobre la travesía y las actividades disponibles en las islas, y nos aseguramos de estar listos para disfrutar de esta experiencia tan esperada.
Llegamos al mostrador de la compañía, donde nos dieron más detalles sobre la travesía y las características del pack que había reservado como un mes antes. Nos aseguramos de tener toda la información antes de embarcar, y nos sentimos tranquilos sabiendo que todo estaba bajo control. En su página web https://berlengatur.com/pt/reservas-e-packs viene toda la información acerca de las diferentes excursiones y los precios de las mismas.
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Catamarán de las Islas Berlengas |
A las 09:45 de la mañana, embarcamos en una de las embarcaciones de Berlenga Tur, equipada con todas las medidas de seguridad necesarias. El trayecto hasta las Berlengas dura aproximadamente 45 minutos, durante los cuales disfrutamos de vistas panorámicas del Atlántico y de la costa portuguesa. La mar estaba revuelta, y, aunque mis amigos no tuvieron problemas, yo me mareé durante el trayecto. Sin embargo, una vez en tierra, pronto me recuperé. Es aconsejable llevar ropa cómoda, protección solar y algo de abrigo, ya que el clima puede ser variable en alta mar.
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Fuerte y Puerto de Peniche |
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Península de Peniche desde Catamarán a Islas Berlengas |
Al aproximarnos al archipiélago, declarado Reserva Natural en 1981, nos impresionó la abrupta geografía de la isla principal, Berlenga Grande, con sus acantilados escarpados y aguas cristalinas. Este paraje único, formado por roca granítica, destaca por sus formas dramáticas y su aislamiento, que le han conferido un carácter casi mítico. La isla cuenta con playas escondidas de arenas doradas, calas protegidas que invitan al baño y senderos que serpentean entre paisajes agrestes. Desde cualquier punto de Berlenga Grande, el horizonte se extiende en un espectáculo continuo, ofreciendo postales inolvidables de la interacción entre el mar y la tierra. Además, la historia de la isla, desde su ocupación por monjes ermitaños hasta su papel estratégico en la defensa de la costa portuguesa, añade un atractivo cultural a su extraordinaria belleza natural.
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Isla Berlenga Grande |
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Isla Berlenga Grande |
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Isla Berlenga Grande |
La primera actividad que realizamos fue una caminata que nos haría pasar en primer lugar por el Faro Duque de Bragança, situado en uno de los puntos más altos de Berlenga Grande. Este faro, construido en 1841, desempeña un papel crucial como guía para los navegantes que cruzan el Atlántico. El camino, aunque ligeramente empinado en algunos tramos, es accesible y ofrece vistas espectaculares a lo largo del recorrido.
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Faro Duque de Bragança. Isla Berlenga Grande |
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Isla Berlenga Grande |
Durante la ascensión, el paisaje cambió gradualmente, permitiéndonos descubrir rincones más tranquilos de la isla. A lo lejos, el faro se erigía como un solitario vigilante, mientras el horizonte parecía extenderse sin fin. Al llegar, la estructura del faro nos impresionó tanto por su sobriedad como por su ubicación estratégica, que lo convierte en un punto de referencia para quienes navegan cerca de la costa portuguesa. Desde allí, disfrutamos de una de las vistas más inolvidables del día, con el océano desplegándose en toda su inmensidad y las olas rompiendo con fuerza contra las rocas más lejanas.
Posteriormente, continuamos paseando hacia el Fuerte de São João Baptista, una joya histórica construida en el siglo XVII sobre los restos de un antiguo monasterio. Este fuerte, que parece emerger del mar al estar conectado a la isla por un puente de piedra, fue un baluarte defensivo frente a las incursiones de piratas y corsarios. Una de las historias más fascinantes que aprendimos es la del ataque de una flota anglo-holandesa en 1666. Con solo 28 soldados portugueses, la fortaleza resistió un asedio de cientos de hombres gracias a su diseño estratégico y la tenacidad de su guarnición. Desde lo alto de sus murallas, las vistas son impresionantes, permitiendo imaginar cómo se defendía este puesto clave en la costa portuguesa.
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Fuerte de São João Baptista. Isla Berlenga Grande |
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Fuerte de São João Baptista. Isla Berlenga Grande |
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Fuerte de São João Baptista. Isla Berlenga Grande |
Tras la visita al fuerte, sólo tendríamos que esperar a que una barca pequeña nos recogiese para llevarnos a explorar las cuevas marinas. Berlenga Tur ofrece estos recorridos alrededor de la isla, permitiendo el acceso a estas fascinantes formaciones naturales. Entre las más destacadas se encuentran la Cueva Azul, conocida por el impresionante color de sus aguas, y la Cueva de los Mosquitos. Estas cuevas son testigos de la acción milenaria del mar sobre la roca granítica de la isla. La visita depende de las condiciones del mar, por lo que es recomendable consultar con la empresa antes de planificar esta actividad. Mientras navegábamos por las tranquilas aguas, pudimos admirar de cerca la biodiversidad submarina, con peces que parecían danzar bajo nuestro bote.
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Cuevas Marinas. Isla Berlenga Grande |
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Fuerte de São João Baptista desde Navegación hacia Cuevas Marinas |
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Cuevas Marinas. Isla Berlenga Grande |
La biodiversidad de las Berlengas es notable. Durante nuestro recorrido, observamos diversas especies de aves marinas, como la gaviota argéntea y el paíño europeo, que encuentran en estas islas un refugio ideal para anidar. Además, la flora autóctona, adaptada a las condiciones extremas del entorno, incluye plantas como la siempreviva y la armeria berlengensis, endémica de la región. Es fundamental respetar las normas de conservación, evitando perturbar la fauna y no recolectando plantas ni piedras.
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Cuevas Marinas. Isla Berlenga Grande |
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Cuevas Marinas.Isla Berlenga Grande |
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Cuevas Marinas. Isla Berlenga Grande |
Tras una media jornada llena de exploración y aprendizaje, regresamos al puerto para abordar el barco de vuelta a Peniche. Las salidas de regreso suelen programarse alrededor de las 13:30 horas, pero es importante confirmar los horarios con Berlenga Tur, ya que pueden variar según las condiciones meteorológicas y la época del año. La puntualidad es crucial para asegurar el retorno sin contratiempos. El trayecto de vuelta fue tranquilo, sin sobresaltos, y pudimos disfrutar del mar en calma.
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Isla Berlenga Grande |
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Fuerte de São João Baptista al regreso de las Islas Berlengas |
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Península de Peniche al regreso de las Islas Berlengas |
La experiencia en las Islas Berlengas fue enriquecedora, combinando historia, naturaleza y aventura. La organización de Berlenga Tur y la belleza del entorno hicieron de esta excursión una experiencia memorable y altamente recomendable para quienes buscan descubrir uno de los tesoros naturales de Portugal.
PENICHE
Cuando desembarcamos, aún seguíamos fascinados por la experiencia vivida en ese pequeño paraíso natural. El aire fresco del Atlántico y el vaivén de las olas seguían muy presentes mientras retomábamos nuestra ruta, ahora de vuelta en la península de Peniche, con ganas de seguir explorando algunos de sus rincones más emblemáticos.
Antes de continuar con las visitas, haríamos una parada técnica para comer en el restaurante O Sebastião, donde pudimos disfrutar de un excelente bacalao y una paella caldosa de arroz con bogavante. Tanto el servicio como la comida fueron de primera. Tras ello y con energías renovadas, nos dispusimos a seguir descubriendo este sorprendente enclave atlántico.
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Restaurante O Sebastião. Peniche |
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Restaurante O Sebastião. Peniche |
Iniciaríamos la ruta de la tarde acercándonos al Santuario de Nuestra Señora de Ajuda. Aunque de dimensiones modestas, este lugar tiene un fuerte significado para los habitantes de Peniche. Tradicionalmente, ha sido un espacio de recogimiento espiritual, y su presencia, tan cerca del mar, parece proteger tanto a los marineros como a quienes habitan esta costa.
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Santuario de Ntra Señora de Ajuda. Peniche |
Desde allí, nos dirigiríamos hacia la Playa de Baleal Norte. Esta no es solo una de las playas más conocidas de la región, sino también una de las más espectaculares. Se extiende como una lengua de arena que une la tierra firme con la isla de Baleal, formando un istmo natural. A la derecha se abre la Playa de Baleal Norte, abierta al océano y de fuerte oleaje, mientras que a la izquierda queda Baleal Sul, más protegida.
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Playa de Baleal Norte. Peniche |
En el extremo norte de esta playa, se alza una pequeña fortaleza, enclavada en un saliente rocoso que domina la costa. Aunque su nombre concreto no nos quedó claro, se trata de una antigua construcción defensiva, seguramente vinculada a la red de protección costera que vigilaba la llegada de piratas en siglos pasados.
Bordeando ese estrecho istmo, pasaríamos entonces a caminar por la Playa de Baleal Sul. Esta parte del litoral se muestra más amable, con aguas algo más tranquilas y rincones menos frecuentados. Aquí se pueden encontrar los restos de una estructura defensiva que, aunque no identificamos por nombre, aportaba una atmósfera de misterio entre los acantilados y las dunas.
Nuestro paseo continuaría hacia el singular islote de Papôa. Para llegar a este lugar, atravesamos dos pasarelas de madera que conducen a un paisaje que parece sacado de otro mundo. Las olas golpean con fuerza contra las formaciones rocosas, el viento sopla con intensidad y uno tiene la sensación de estar en el fin del continente. Este pequeño promontorio ha sido testigo de naufragios y leyendas marineras, y aún hoy conserva esa mezcla de belleza salvaje y cierto dramatismo natural.
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Islote de Papoa. Peniche |
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Islote de Papoa. Peniche |
Desde Papôa, seguiríamos hacia la Ponta do Trovão. Aquí, los acantilados desafían al océano en una lucha eterna. Este punto de la costa ofrece una de las vistas más sobrecogedoras del litoral portugués, con capas geológicas que se remontan al Jurásico y que han convertido a este lugar en un referente para estudiosos y geólogos. Las formaciones rocosas, erosionadas por el tiempo y el mar, revelan la historia milenaria de este territorio.
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Ponta do Trovão. Peniche |
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Acantilados Península de Peniche |
Avanzando por la costa, llegamos a la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios. Esta iglesia, aunque sencilla por fuera, guarda en su interior una imagen muy venerada por los fieles, especialmente durante el mes de septiembre, cuando se celebra la romería en su honor. El verdadero tesoro, sin embargo, está en el exterior: desde el mirador que se encuentra justo enfrente, se despliega una vista impresionante del Atlántico, con matices que cambian constantemente según la luz del día.
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Iglesia Nuestra Señora de los Remedios. Peniche |
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Iglesia Nuestra Señora de los Remedios. Peniche |
La siguiente parada sería en el imponente Cabo Carvoeiro, con su faro vigilando los escarpados acantilados. Este lugar no solo sirve como guía para los navegantes, sino también como uno de los balcones naturales más espectaculares del país. Bajando por una escalera anclada a la roca llegaríamos hasta la Varanda de Pilatos, un pequeño rincón abierto al mar por una grieta, que crea la sensación de estar suspendido sobre el agua. Desde allí, se contempla la Nau dos Corvos, una peculiar formación rocosa en medio del océano, y más allá, si el día está despejado, se vislumbra el perfil del archipiélago de las Berlengas.
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Varanda de Pilatos. Peniche |
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Cabo de Carvoeiro desde Varanda de Pilatos. Peniche |
El recorrido nos llevaría finalmente al corazón del centro histórico de Peniche, comenzando por la Fortaleza, construida en el siglo XVI como defensa ante los continuos ataques de corsarios. A lo largo de los siglos, este complejo ha sido escenario de diversos usos, siendo el más impactante su función como prisión política durante la dictadura de Salazar. Aquí estuvieron detenidos muchos opositores al régimen. Hoy, su museo recuerda esta dolorosa etapa, rindiendo homenaje a quienes lucharon por la libertad.
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Fuerte de Peniche |
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Fuerte de Peniche |
Desde allí, nos adentramos en las callejuelas del casco histórico, hasta llegar a la iglesia de San Pedro, patrón de los pescadores. Su fachada blanca y sobria contrasta con el interior, decorado con azulejos azules y dorados que narran episodios de la vida del santo.
A escasa distancia, la iglesia de la Misericordia se presenta más sencilla, pero no por ello menos relevante. Fundada en el siglo XVI, su historia está ligada a la atención de los más necesitados. En su interior, un pequeño altar dorado guarda siglos de tradición y caridad.
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Centro Histórico. Peniche |
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Iglesia da Misericordia. Peniche |
Seguimos callejeando y llegamos a la Torre del Reloj, una estructura modesta pero simbólica, que antaño marcaba el ritmo cotidiano de la vida en la ciudad.
Ya en los últimos compases del día, pasamos frente al edificio del Ayuntamiento, un ejemplo sobrio de la arquitectura administrativa del siglo XVIII. No muy lejos, encontramos la antigua Aduana, cuyo papel fue clave en el control del comercio marítimo y nos recordaba la histórica relación de Peniche con el océano.
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Ayuntamiento de Peniche |
En total, la caminata desde el Santuario de Nuestra Señora de Ajuda, atravesando las playas, acantilados, miradores y el centro histórico hasta el edificio de la antigua Aduana, supuso un recorrido de aproximadamente ocho kilómetros, que completamos en unas tres horas y media, contando paradas y visitas.
Nuestro día terminaría con la satisfacción de haber explorado a fondo los tesoros de Peniche, combinando historia, naturaleza y cultura en un recorrido que nos dejaría recuerdos imborrables.
Para cenar optaríamos por hacerlo en nuestra casa, pues estábamos cansados y nos apetecía disfrutar un poco de la tranquilidad del alojamiento.
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