TURÍN - DIA 01. Llegada y primeros pasos por la capital del Piamonte

4 de Septiembre de 2023.

Turín, al pie de los Alpes y atravesada por el lánguido discurrir del río Po, que serpentea plácidamente entre verdes colinas y edificios históricos, es la gran olvidada del Renacimiento italiano, y eso que fue la primera capital italiana tras la unificación de 1861. Turín transmite una sensación de elegancia aristocrática, no en vano fue sede de la real dinastía de los Saboya, mezclada con sobriedad y rigor, que contrasta fuertemente con otras capitales italianas, siendo así una ciudad que seduce y sorprende a todo aquel que decide pasar a conocerla.

Sus edificios de estilo barroco y modernista conviven con calles largas y rectilíneas jalonadas de árboles y pórticos, además de contar con importantes museos y galerías que permiten permanecer en la ciudad todo el tiempo que uno quiera.

Plaza Vittorio Veneto en Turín

Por todo ello, cuando buscaba un destino para completar mi última semana de vacaciones de verano y vi que el vuelo a la capital de la región del Piamonte costaba tan sólo 120 euros, ida y vuelta con la compañía Iberia, no me lo pensé dos veces y lo compré. Y es que, tras mucho buscar, era el único destino europeo que no rondaba los casi 200 euros o más que solicitaban por otras ciudades del viejo continente también muy apetecibles.

En cualquier caso, me pareció toda una oportunidad, no ya por la ciudad en sí, sino porque muy cerca se encontraba el maravilloso valle de Aosta, el corazón de los Alpes italianos, una región fronteriza con Francia y Suiza, en la que se encuentran las montañas más altas de Europa, como el Mont – Blanc, el Cervino, el Monte Rosa o el Gran Paradiso. Imaginaréis que para un entusiasta de los paisajes de montaña como es mi caso, era toda una oportunidad poder conocer esa región. Si a ello se le suman también sus antiguos glaciares, restos romanos, acogedores pueblos y más de un centenar de castillos medievales y residencias renacentistas que muestran el rico pasado de la comarca, pues estaba claro que era imposible pedir más, sino todo lo contrario, el tiempo del que disponía era a todas luces insuficiente para conocer tantos lugares increíbles.

Los Alpes. Valle de Aosta

Este viaje además no lo iba a realizar en solitario, sino que iba a contar con la compañía de mi padre, el cual se apuntaría en el último momento, ya que siendo otro entusiasta de la montaña, le pareció un destino de lo más apetecible y toda una oportunidad el poder venirse conmigo. Así que dicho y hecho.

Es así como un lunes del casi recién comenzado mes de septiembre, despegaba, con un retraso de casi dos horas, consecuencia de las lluvias torrenciales que se estaban produciendo en la capital de España, nuestro vuelo de Iberia, para alrededor de de dos horas después aterrizar en Turín sobre las 12:30.

Turín desde el Avión

Tras desembarcar, lo primero que haríamos sería dirigirnos a retirar nuestro coche de alquiler que habíamos contratado en la web: www.rentalcars.es, donde nos habían asignado un Lancia Ypsilon con el proveedor Italy  Car Rent. Tenía kilometraje ilimitado, cinco puertas y decidimos incluir la cobertura Premium, para estar tranquilos si le sucedía cualquier imprevisto al vehículo. El coste por todo ello durante siete días sería de 326 euros.

Con todo listo, no pondríamos rumbo hacia Turín, situada a tan sólo veinte kilómetros del aeropuerto, por lo que si no hay tráfico se puede llegar al centro de la ciudad en menos de media hora.

Antes de entrar de lleno en las primeras visitas de la capital piamontesa, tengo que comentar que quien se haya animado a leer este diario no va a encontrar en estas líneas tres de las que se consideran visitas esenciales en la ciudad italiana. Estas serían: el prestigioso museo Egipcio, el museo Nacional del Automóvil, con relucientes bólidos y formidables prototipos, y el museo de la Juventus, el exitoso y vitoreado equipo de fútbol italiano.

Las razones son sencillas y es que con tan sólo un día y medio en Turín había que elegir entre su enorme patrimonio cultural y optamos por otros lugares que nos apetecía más conocer, teniendo en cuenta que no somos entusiastas del fútbol, no nos apasionan los vehículos y que ya habíamos tenido la suerte de visitar museos con arte egipcio tan importantes como el de El Cairo, el Louvre, el British Museum o los Museos Vaticanos, con una cantidad ingente de este tipo de arte, prefiriendo, por tanto, dejar aquellos para mejor ocasión, si la hay, y así dar preferencia a ciertos destinos que no queríamos dejar pasar en nuestra primera estancia en la ciudad.

Dicho esto, ahora sí, empiezo a relatar en lo que consistió nuestra visita del primer día a la capital del Piamonte.

Y tengo que decir que antes de dirigirnos a la propia ciudad en sí, de camino a la misma, comenzaríamos realizando algunas importantes e interesantes paradas.

SANTA MARÍA DEL MONTE DEI CAPPUCCINI

Desde el aeropuerto tardaríamos menos de media hora en recorrer los apenas veinte kilómetros que nos separaban de esta iglesia situada en una pequeña colina y que debe su origen, como tantos otros edificios históricos de Turín, a la familia Saboya. Sería el duque Carlo Emanuele I el que donara este terreno a la orden de los monjes capuchinos a finales del siglo XVI. Un siglo después, se construiría esta iglesia de rasgos típicamente barrocos.

Ningún sitio religioso en Turín está exento de su parte de leyenda y este no iba a ser menos y es que cuando las tropas francesas sitiaron la ciudad en 1640, las llamas que brotaron repentinamente del tabernáculo de la construcción les impidieron saquear el templo. Los soldados, atemorizados por este inexplicable prodigio, se retiraron y dejaron en paz el convento.

Pero el motivo principal por el que nos desplazaríamos hasta aquí no era la iglesia en cuestión sino uno de los secretos mejor guardados de la ciudad: el mirador que se encuentra justo enfrente, el cual brinda unas impresionantes vistas de Turín en su conjunto, destacando la Mole Antonelliana y el discurrir del río Po en primer plano, de las montañas de los Alpes, así como de la basílica de Superga. Un lugar único que nos hacía de antesala a todo lo que estaba por venir.

Turín desde Santa María del Monte dei Cappuccini

VILLA DELLA REGINA

Aunque era totalmente factible realizar caminando el paseo hasta nuestro siguiente destino, dado que disponíamos del vehículo, al final utilizaríamos este para ahorrar tiempo. Así en tan sólo tres minutos nos habíamos plantado en Villa della Regina o Villa de la Reina.

Esta magnífica residencia real de las casa de los Saboya, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se convirtió en la favorita de Ana María d´Orleans, esposa de Víctor Amadeo II. Es a ella a quien le debemos su nombre.

Sería en 1865 cuando la Villa perdió sus funciones, tras pasar por ella otras reinas y realizar numerosos cambios en el edificio y el terreno circundante.

La belleza de los jardines también es digna de ser mencionada. Justo después de la entrada hay un patio en dos niveles: el edificio está ubicado en el nivel superior y hay una terraza elíptica con una espléndida fuente en el centro. Esta se encuentra adornada en los bordes por once estatuas de dioses fluviales y en el centro una escultura de mármol del dios Neptuno.

Villa della Regina

Para conectar los dos niveles hay dos escaleras laterales que parecen enmarcar la villa.

Desgraciadamente no podríamos pasear por el recinto ni visitar su interior, ya que siendo un lugar tan importante tiene bastantes limitaciones pues cierra los lunes y martes. Algo que deberían revisar.

Por todo ello deberíamos conformarnos con observar desde una de las rejas del recinto lo poco que esta nos permitiría ver.

BASÍLICA DE SUPERGA

Era el momento de coger de nuevo el coche para, tras nueve kilómetros y veinte minutos, llegar hasta esta importante e inmensa basílica que fue mandada construir por Víctor Amadeo II de Saboya como agradecimiento a su victoria sobre el ejército francés en la batalla de Turín en el contexto de la guerra de Sucesión española. Las obras duraron catorce años, de 1717 a 1731, y fueron dirigidas por el arquitecto Filippo Juvarra, considerándose su obra cumbre.

Basílica de Superga

Basílica de Superga

Nada más entrar en su interior nos daríamos cuenta que era más que probable que se llevara el título de una de las más hermosas de Turín y es que una vez que uno mira hacia arriba y observa sus maravillosas cúpulas y techos, a la par que contempla su estilo barroco y el abundante mármol de carrara con el que está construida, comprende que es difícil hacerle sombra.

Basílica de Superga

En la Cripta, bajo la iglesia, se encuentran las Tumbas Reales, que acogen los cuerpos de casi setenta miembros de la casa Saboya, con reyes, príncipes y duques de esta poderosa dinastía, distribuidos a lo largo de varias salas suntuosamente decoradas. De esta manera se pueden ver los lugares donde descansan personajes tan insignes como Vittorio Amadeo II de Saboya, Fernando de Saboya o Irene de Grecia, entre otros muchos.

Tumbas Reales Casa de Saboya. Cripta Basílica de Superga

Tumbas Reales Casa de Saboya. Cripta Basílica de Superga

También destaca especialmente por su belleza el monumento fúnebre a Carlos Manuel III de Cerdeña, en el que dos ángeles sujetan el manto real que protege a las alegorías de la prudencia y el valor. A la izquierda se pueden ver los sepulcros de las que fueron sus tres esposas.

Para terminar llegaríamos hasta la sala de las Reinas, donde descansan los restos de las que fueron soberanas de la célebre Casa Real.

Tumbas Reales Casa de Saboya. Cripta Basílica de Superga

Tumbas Reales Casa de Saboya. Cripta Basílica de Superga

He de decir que la visita a la cripta es rigurosamente guiada y no está permitido hacer fotografías, aunque con cierto disimulo es posible conseguir llevarte alguna toma de este lugar tan espectacular.

El horario de la cripta es de 10:00 a 13:30 y de 14:30 a 19:00 (última admisión a las 18:15). Cierra los miércoles. El precio de la entrada es de cinco euros.

En la primera planta de la basílica también podríamos visitar los Aposentos Reales, una serie de dependencias que el rey Amadeo II reservó para cuando se retirase, además de pasar algunos momentos de su reinado en los mismos. La visita también es guiada.

Finalmente, una escalera de 131 peldaños nos conduciría a la balaustrada de la cúpula, desde donde podríamos contemplar una soberbia vista de la ciudad y los maravillosos Alpes de fondo. El precio de esta es de tres euros y el horario es el mismo que el resto de estancias.

Turín desde Cúpula Basílica de Superga

Sería este el lugar elegido para comernos el bocadillo que traíamos desde Madrid, ahorrando así tiempo y dinero.

PUENTE VITTORIO EMANUELE I E IGLESIA GRAN MADRE DI DIO

Aunque el alojamiento que habíamos elegido estaba cerca de la basílica de Superga, el hecho de haber salido con retraso de Barajas haría que no tuviéramos un minuto que perder por lo dejaríamos la entrada al hotel para por la noche y nos dirigimos hacia el centro de Turín, dejando el coche en la zona hora, ya que todas las calles son de pago, para así ahorrar tiempo.

Y qué mejor que comenzar la visita al centro histórico con la que dicen es una de las más bellas imágenes  de la ciudad. Estoy hablando de la que es toda una perspectiva de postal en la que el puente de Vittorio Emanuele I, el discurrir del río Po y la peculiar iglesia Gran Madre di dio, se entremezclan para crear esta preciosa y bucólica estampa.

Puente Vittorio Emanuele I e Iglesia Gran Madre di Dio

El templo, separado del resto, tampoco te deja indiferente ya que su peculiar estilo arquitectónico, a modo de templo griego, resalta sobre otras iglesias de la ciudad. Se construiría para celebrar el retorno de Víctor Manuel I de Cerdeña al trono, tras la derrota de Napoleón.

Iglesia Gran Madre di Dio

Iglesia Gran Madre di Dio

Dice la leyenda que en el sótano de la misma se encuentra guardado el Santo Grial, aunque en principio es sólo eso, una leyenda.

MOLE ANTONELLIANA / MUSEO DEL CINE

El último lugar, sujeto a horarios, que habíamos elegido para visitar hoy era el edificio que está considerado símbolo de Turín: la Mole Antonelliana, construido a partir de 1863 y considerado durante mucho tiempo el edificio de ladrillo más alto de Europa con casi 170 metros. Hoy sus 3200 metros cuadrados están dedicados enteramente al séptimo arte, lo que lo convierten en el museo más grande de Europa consagrado al cine.

Mole Antonelliana

Para gustos los colores, y es que aunque habíamos decidido renunciar al museo egipcio, el del automóvil y el de la Juventus, como ya comenté, sin embargo no queríamos perdernos bajo ningún concepto el dedicado a esta temática, pues al contrario que aquellos somos bastantes entusiastas de la misma.

Turín vio el nacimiento del cine italiano a principios del siglo XX, por lo que es lógico que la ciudad le rindiera homenaje. A lo largo de su multitud de salas podríamos disfrutar de una magna colección de alrededor de 140.000 fotografías, 150.000 carteles y 7.200 películas, exponiendo además una interesante y muy original escenografía. La técnica y los efectos especiales y otros muchos secretos se explican de manera amena, interactiva y divertida.

Museo del Cine. Mole Antonelliana

Museo del Cine. Mole Antonelliana

La verdad que quedaríamos maravillados viendo el cine desde otra perspectiva muy diferente a la que teníamos.

Pero por si fuera poco, el edificio esconde otra atracción que no hay que perderse. Se trata de un ascensor de cristal transparente que nos llevaría hasta el templete que está bajo la aguja metálica del edificio y desde donde se obtiene, probablemente, el mejor panorama de la ciudad en el interior de la misma, así como de las colinas próximas y hasta los Alpes. Aquí estaríamos un buen rato disfrutando de dichas vistas.

Turín desde Cupula Mole Antonelliana

Turín desde Cupula Mole Antonelliana

Cupula Mole Antonelliana

El horario del museo y del ascensor es de 09:00 a 20:00 todos los días, excepto los martes que cierra y el sábado o días festivos que se amplía hasta las 23:00. La entrada conjunta de ambos lugares es de 17 euros. Es muy importante reservar ya que las entradas se agotan con facilidad y también que a las  18:00 no permiten ya el acceso al museo ya que estiman que se necesita de dos horas para su visita, por lo que es necesario tenerlo en cuenta.

QUADRILATERO ROMANO

El Quadrilátero Romano es donde comenzó Torino; donde se encontraba la ciudad romana. Se extiende al norte y al oeste desde el Palazzo Madama. Hoy es un barrio característico y vibrante, eligiéndolo para, prácticamente, terminar nuestra jornada.

Aunque las huellas romanas casi han desaparecido, sin embargo, todavía quedan algunos restos que bien merece la pena buscar. El más característico es, sin duda, la Puerta Palatina, la única de las puertas romanas a la ciudad que queda. Se levanta en el extremo norte del Quadrilátero, donde se encuentra desde el siglo I a.C. La parte central tiene un tramo de arcos, más grandes para vehículos y peatones a nivel del suelo con dos niveles de ventanas arriba. Los arcos están flanqueados en ambos extremos por un par de torres poligonales. Es fácil imaginar carros romanos pasando bajo el gran arco principal. Cerca hay un tramo de muralla romana, en el mismo ladrillo. El teatro romano también estuvo ubicado en esta área y otras ruinas romanas se pueden encontrar cerca.

 Puerta Palatina

Más allá de sus raíces romanas, el Quadrilatero es un área única con un ambiente de pueblo pequeño, bastante diferente de las otras áreas del centro de Turín. Las calles son estrechas y adornadas con bonitas farolas y pequeños balcones. Interesantes tiendas, cafeterías y restaurantes salpican las calles. Es un lugar que te hace querer quedarte.

Turín no tiene rival en cuanto a galerías comerciales se refiere, por lo que dada la corta distancia que nos separaba, respecto al anterior punto, de la Galería Umberto I, nos animaríamos a llegar hasta ella. Menos elegante y más popular que el resto de galerías de la ciudad, esta posee el encanto irresistible de los lugares de paso; une las callecillas adosadas a la misma de los alrededores y sus espléndidos edificios con la vorágine de Porta Palazzo y el ajetreo multiétnico de Piazza della República, y conserva ambas atmósferas en los bares, las tiendas y, sobre todo, la propia estructura que todavía corresponde a la de los pasillos de un antiguo hospital, emplazado aquí hasta 1884 antes de que se transformara la galería en un espacio comercial.

Casi pegada a la Galería se encuentra la plaza de la República, un enorme espacio que es la sede de del mercado de Porta Palazzo y que tiene su punto máximo de apogeo por las mañanas. Aquí se concentran un sinfín de colores y sabores de tierras lejanas que aguardan entre mostradores y dependientes. Desde 1825, el ciclo cotidiano de este gran mercado al aire libre se repite ininterrumpidamente como referente imprescindible de la vida comercial y cultural de la ciudad. Detrás de Porta Palazzo, cada sábado es posible perderse entre los incontables puestos habituales e improvisados del Balón, un importante mercadillo que el segundo domingo del mes se extiende hasta convertirse en el Gran Balón y ofrece de todo: rarezas, curiosidades, objetos de valor, obras de arte, grabados de lo más infrecuentes, chatarra, etc. Dicen que es algo único, por lo que podría ser una buena excusa para volver algún día a Turín a comprobarlo.

Plaza de la República

A continuación, abordaríamos la piazza Emanuele Filiberto, con locales amenos con terrazas a la sombra de los árboles, restaurantes, hermosos edificios e incluso el antiguo núcleo subterráneo de los neveros públicos. Meollo de la vida nocturna a comienzos del siglo XXI, esta plaza mantiene su encanto mundano y su importancia histórica como encrucijada de las calles más bonitas del barrio.

Piazza Emanuele Filiberto

Otra de las plazas más grandes e importantes del Quadrilatero, en su extremo occidental, es la Piazza della Consolata. Esta es una plaza encantadora, donde un paseo a través de la misma conduce al Santuario della Consolata (Iglesia de la Virgen de la Consolación). El exterior, un tanto sencillo, de esta iglesia no hizo nada para prepararnos para el interior, ornamentado y colorido, incluida una cripta muy interesante. A diferencia de la mayoría de las criptas, que tienden a ser oscuras y sin decoración, esta era espectacular, con una decoración muy elaborada. Una joya dentro de una pequeña iglesia.

Santuario della Consolata

Aunque no tomaríamos nada, sí que nos animaríamos a contemplar el interior del Café Al Bicerin, una joya que refleja la atmósfera íntima de la plaza en la que se halla. Abierto en 1763 por el confitero Giuseppe Dentis, aún hoy invita a tomar asiento ante las mesitas redondas de mármol entre espejos, tarros de dulce o boiseries o en la coqueta terraza veraniega para catar el bicerin, auténtica exquisitez turinesa preparada con café, chocolate y crema de leche. Evidentemente para los que son cafeteros, algo que no es mi caso.

Café Al Bicerín

Dos nuevas plazas se sucederían en nuestro camino: Savora y Palazzo di Cittá. La primera es una bella placita típicamente  piamontesa que interrumpe con dulzura Via della Consolata. Se llama así por la región que hoy pertenece a Francia, no por la casa reinante. Destacan las cuatro secciones arboladas, las terrazas, el magnífico perfil de los palacios Saluzzo Paesana y Martini di Cigala de Juvarra y, por encima de todo, el obelisco central, levantado en 1853 en conmemoración de las leyes Siccardi que abolieron el foro eclesiástico.

Piazza Savora

La segunda de ellas, piazza Palazzo di Cittá, es una plaza rectangular y simétrica, reconocible por los elegantes pórticos proyectados en 1756, siendo siempre el centro del poder y del comercio. En la época romana acogió el foro y, desde 1472, el Palazzo Civico, sede de la administración municipal que se yergue imponente ante Via Milano y presume de un maravilloso patio de honor. Hasta el siglo XVIII se usaba como mercado; hoy, una vez al mes se llena de puestos de productores agrícolas. Su delicada sobriedad sólo se ve interrumpida por la estatua del Conde Verde, que inmortaliza a Amadeo VI de Saboya matando a un infiel durante las cruzadas, y por la instalación lumínica. Los días lluviosos, el juego de luces que se reflejan sobre el suelo mojado crea una sugerente ilusión óptica.

Piazza Palazzo di Cittá

Y había llegado el momento de dejar las visitas culturales de lado y disponernos a disfrutar, también en el Quadrilatero, de lo que aquí en Turín se conoce como “Apericena”, es decir disfrutar por el precio de una bebida (un poco más alto de lo habitual, sin duda) de un buen número de aperitivos típicos italianos: salchichas, carpaccio, aceitunas, anchoas marinadas, mortadela, queso, etc. Este peculiar aperitivo comienza a las 19:00 y suele durar hasta las 21:00 o 22:00 dependiendo del local. Nosotros optaríamos por acudir al local Km 5, donde pediríamos dos cócteles que nos darían derecho a disfrutar de todo el buffet libre que acabo de comentar. El coste por persona sería de 18 euros.

Apericena en Km 5

De esta manera daríamos por concluido el día, con la percepción de que Turín nos había seducido ya, y ello sin la necesidad de mostrarnos todo el patrimonio que todavía nos faltaba por descubrir mañana.

ASTON HOTEL

El alojamiento que habíamos elegido para pasar la noche y realizar el check in, como ya comenté, no estaba en el centro de Turín, sino más cerca de una localidad llamada Pino Torinese. El motivo no fue otro que me parecieron abusivos los precios que ofertaban en la ciudad. Por lo que teniendo coche, la solución era bien sencilla: alejarse un poco.

Su nombre era Aston Hotel situado a ocho kilómetros del centro. Este era limpio y acogedor, con habitaciones grandes, bien amuebladas y equipadas. El baño era amplio y el desayuno estaba incluido, siendo razonable, con cereales, huevos, yogures, fruta, etc. Su personal fue amable y dispuesto. El precio de la noche sería de 67 euros.


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