4 de Septiembre de 2022.
Ayer había quedado impresionado por todo lo que
la península de Mani puede ofrecer. Es cierto que ya tenía referencias de ello,
pero como suele suceder con los lugares remotos, poco conocidos y sin apenas
turismo, te impactan aún más cuando estás sobre el terreno.
Hoy continuaría mi ruta adentrándome aún más por
esta rocosa y acantilada región, por su litoral tanto hermoso como solitario,
por iglesias en ruinas con fantásticos frescos o por pueblos abandonados que
exhiben los restos de antiguas casonas fortificadas que hablan de antiguos y
sangrientos conflictos medievales.
IGLESIA DE VLACHERNA
Comenzaría por una pequeña iglesia perdida en la
nada llamada Vlacherna, a veinte
kilómetros de Areopoli y a un kilómetro del pueblo de Mezapos, una buena
referencia para encontrarla. Esta es de estilo bizantino y en su interior
sobreviven un par de frescos, ya que fue saqueada en el pasado por
contrabandistas italianos. Un poco escondidos se encuentran alrededor dos aljibes antiguos muy bien
conservados. Así como una torre que se halla justo antes de la iglesia.
Fresco Iglesia de Vlacherna |
Pero tengo que confesar que el principal motivo de llegar hasta este punto era por las espectaculares vistas que hay del cabo Tigani y de esta parte de la costa.
Cabo Tigani desde Iglesia de Vlacherna
IGLESIA DE EPISKOPI
Dada la cercanía, a sólo tres kilómetros, aprovecharía
también para conocer la iglesia de
Episkopi, cerca del pueblo Agios Georgios Kitas. Está considerada como uno
de los monumentos bizantinos más importantes de Mani y estuvo dedicada,
probablemente a Agios Georgios en el pasado, mientras que en la actualidad lo
está a la Virgen María.
Data de finales del siglo XII y parece ser que durante algún tiempo fue la iglesia catedral del obispado de Mani. Se trata de un pequeño edificio de planta cuadrada con cúpula sostenida por dos columnas y un nártex al oeste. Impresiona el cuidado en su construcción y la decoración de las superficies exteriores.
Para su construcción se recurrió a material antiguo como ladrillos de piedra de mármol carmesí de Tainaro. La cúpula octogonal es de “tipo ateniense”, con columnas de mármol en las esquinas y trombas.
En el interior de la iglesia se conserva casi
intacta su decoración escultórica, de gran importancia por la variedad de sus
temáticas. Destaca el arco ecuestre de la Puerta Santa, único en Grecia. De sumo
valor es la decoración de pintura mural de la iglesia, que data de alrededor
del año 1200, siendo un ejemplo excepcional de este arte, el más importante de
la zona porque su estilo está relacionado con el arte de Constantinopla. Las
pinturas murales posteriores en la concha del ábside se pueden fechar en el siglo XVIII.
Fresco Iglesia de Episkopi Frescos Iglesia de Episkopi Frescos Iglesia de Episkopi
Además del valor de la iglesia también son dignas de reseñar las vistas que se obtienen del Cabo Tigani, el siguiente lugar donde llevaría a cabo una parada.
Cabo Tigani desde Iglesia de Episkopi
CABO TIGANI/CAPILLA PANAGIA ODIGITRIA
Efectivamente, ya había tenido oportunidad de
contemplar este lugar desde lo más alto de los dos emplazamientos anteriores y
ahora quería adentrarme hasta el extremo del mismo a pie, entre otras cosas
porque intentar llegar con el coche hasta allí es casi imposible. Lo mejor es
dejar el vehículo en el cementerio de Agia Kyriaki y desde este afrontar la
pequeña senda de dos kilómetros que te lleva hasta la punta y que se tarda en
realizar media hora. (Sólo ida)
Además de las espectaculares vistas de toda la costa a ambos lados, encontraría otra grata sorpresa: las ruinas de un castillo que, como suele ser típico en Mani, no está claro quién, cuándo o porqué fue construido. Se sospecha que pudo ser el lugar donde estaba ubicada la fortaleza de los Villehardouin del siglo XIII. Aunque sólo quedan los cimientos sí que hay restos de almenas que rodean el cabo y desde donde las perspectivas de la zona son aún más evocadoras.
Castillo. Cabo Tigani Cabo Tigani Vistas desde Cabo Tigani
También aquí se hallan los restos de una basílica paleocristiana (siglos VI – VIII). Se cree que este edificio fue la catedral del obispado bizantino de Mani antes de la de Episkopi, registrado por el emperador León el Sabio.
Después de disfrutar de este solitario y
maravilloso lugar volvería sobre mis pasos y sin usar el coche, continuaría
durante sólo un kilómetro, por un camino que sale a la derecha, nada más dejar
a tus espaldas el cementerio, viniendo del cabo Tigani, hasta las inmediaciones
de la capilla Panagia Odigitria, considerada como una de las más hermosas
de Mani. El templo está construido sobre una pendiente empinada en los
acantilados de Mezalimon, la primera bahía al oeste de Tigani, y su situación
es casi inverosímil, a la sombra, invisible, rodeada de arbustos que hacen
complicado reparar en ella si no se conoce explícitamente este lugar.
Capilla Panagia Odigitria Capilla Panagia Odigitria
El camino hasta llegar hasta ella es sencillo, pero al borde del acantilado. Desde aquí la capilla parece un nido de pájaro construido en la roca, situada sobre los escarpados acantilados de Cavo Grosso y junto a una cueva, que tiene restos de actividades humanas.
Entorno Capilla Panagia Odigitria
La iglesia es cruciforme bizantina con una cúpula que data del siglo XII, con hermosos relieves de mármol, columnas y motivos de pájaros tallados. Las dos puertas de la capilla están cerradas, pero a una de ellas se le pueden quitar las cuerdas que la protegen y entrar para así poder admirar los frescos descoloridos, pero de excepcional belleza y alto valor artístico. Luego hay que dejar todo como estaba y las cuerdas igual de tensas para evitar que la puerta de ningún portazo cuando sopla el intenso viento que es frecuente en la zona.
Capilla Panagia Odigitria Fresco Capilla Panagia Odigitria
Desde el interior de la iglesia se oye el rugido del agua y desde su privilegiada situación la vista del cabo Tigani, una vez más, es única.
Cabo Tigani desde Capilla Panagia Odigitria
Me costaría marcharme de aquí, ya que el paisaje es de los mejores que había visto en la zona, por lo que permanecí todo el tiempo que pude, tratando de absorber lo más posible este paraíso terrenal.
KIPOULA
Mi siguiente parada sería en el cercano pueblo de
Kipoula, donde mi interés residía en
su iglesia inacabada de Agios Dimitros. Su peculiaridad estriba en que dentro
de esta se conserva una segunda iglesia llamada Agia Paraskevi. Se dice que el
dueño del lugar quería construir una majestuosa iglesia familiar en el sitio de
esta segunda, la cual pretendía demoler cuando se terminara el techo del
templo. Pero poco antes de que se instalara, este murió.
Iglesia Agios Dimitros. Kipoula Iglesia Agios Dimitros. Kipoula
Destacan los relieves de mármol de ambas iglesias que fueron trasladados desde un castillo cercano.
KOUNOS
Acto seguido afrontaría otros dos kilómetros
hasta Kounos, un pueblo que es una
buena muestra de casas torre que despuntan en el horizonte. Destacarían la de
Papadoggoma, Tragaroulianon y Dikaiopoulon. También son interesantes los
frescos de las iglesias Theotokou y Pente Agion.
A sólo unos metros de Kounos repararía en un restaurante al lado de la carretera con una agradable terraza y un simpático camarero, por lo que no me pensaría elegirlo para comer. Pediría Pastitsio, es decir como una lasaña de macarrones, dos coca colas y helado. Por todo pagaría 16 euros.
Comiendo Pastitsio cerca de Kounos
GEROLIMENAS
Gerolimenas es el nombre de la localidad
en la que repararía a continuación, situada a cinco kilómetros y diez minutos
de Kounos. Este pequeño y pintoresco pueblo costero se encuentra asentado en
una pequeña bahía, cuyo lado norte está protegido por el alto acantilado de
Cavo Grosso. Se cree que su nombre, que significa “Puerto Viejo”, deriva del
antiguo Ieros Limen, que significa “Puerto Sagrado”.
Fue uno de los asentamientos más remotos del Peloponeso, hasta la década de 1970, donde sólo era posible llegar en barco. En el pasado, fue un importante centro de pesca y contó con importantes infraestructuras, como un astillero, suministros de hielo y un mercado de pescado. El pueblo, alguna vez, también fue conocido por su exportación de codornices vivas (más de 7000 al mes se exportaban a Francia en la década de 1870). Hoy esos antiguos almacenes de codornices se han convertido en el hotel “Kyramai”, un lugar magnífico que presta total atención a la historia y a la tradición local, tanto en sus edificios como en la comida.
Gerolimenas |
Gerolimenas |
Durante la época otomana, el puerto fue un importante asentamiento de piratas maniotas. Hoy en día, su playa de guijarros protegida es el lugar perfecto para pegarse un buen baño.
Gerolimenas |
VATHIA
Con el sol apretando no quedaba otra que
continuar si quería llegar a tiempo a mi objetivo final, por lo que recorrí
diez kilómetros hasta Vathia, uno de
los platos fuertes de la península de Mani y seguramente de los más conocidos,
ya que siempre salen fotos suyas cuando se habla de esta región de Grecia.
Vathia se encuentra encaramado en lo alto de una colina con vistas al mar. Mientras que muchas aldeas tienen una o dos casas torre, Vathia hace brotar un bosque de ellas. Parece una fantasía medieval, aunque es probable que no pudieran afirmar lo mismo los clanes de entonces ya que a menudo se sucedían guerras entre los mismo tiñendo sus calles ventosas de sangre.
El pueblo se menciona por primera vez en 1571, por una misión diplomática veneciana. En el siglo XX fue progresivamente abandonado por sus habitantes que emigraron a Atenas y a otros lugares lejanos en busca de una vida mejor.
En los años ochenta, la Oficina de Turismo de Grecia decidió restaurar algunas de esas casas torre y devolverle la vida a la ciudad. Restauraron las casas y sus dueños las convirtieron en casas rurales y hoteles con encanto. Desafortunadamente, la mayoría de esos edificios están nuevamente desiertos y es realmente muy decepcionante ver que todo el dinero que se gastó se desperdició.
Paseando por sus calles empedradas, asomándome entre casas en ruinas cuyas paredes han cedido al paso del tiempo, pude observar muebles, platos y otros utensilios que dan muestra de aquel pasado más glorioso.
PORTO KAGIO
Continuando todavía más hacia el sur, la
península rocosa se estrecha cada vez más, encontrándose casi sus dos costas en
mi siguiente parada: Porto Kagio, el
cual se encuentra frente a una pequeña bahía con vistas al golfo de Laconia.
Los otomanos construyeron un castillo aquí
alrededor de 1568 para proteger el puerto, que se usaba para las galeras que
patrullaban el canal de Citera. Los venecianos atacaron el castillo en 1570 y
los otomanos se rindieron y lo abandonaron. En 1670 estos volverían y volvieron
a construir otra fortaleza, para ser expulsados definitivamente un siglo
después durante la revuelta de Orlov de la que ya he hablado.
Porto Kagio fue la base de la flota pirata de
Lambros Katsonis, un revolucionario griego que desarrolló gran parte de su
carrera junto a la flota rusa. En la Segunda Guerra Mundial sería el lugar
desde donde muchos soldados británicos huirían a Egipto.
Pero más allá de acontecimientos históricos, Porto Kagio es el lugar perfecto para descansar y relajarse. El mar en esta zona es tranquilo y maravilloso y hay varias tabernas para comer que tienen mesas a ras del agua, por lo que esta acaricia tus pies según estás degustando alguna especialidad griega. Lo que lo convierte en algo parecido al paraíso.
La taberna Akrotiri ofrece excelentes platos por lo que si alguien llega hasta aquí con hambre, se recomienda probar los espaguetis con albóndigas y unos pescaditos fritos (“atherina”). Lástima que en mi caso ya hubiera comido hacía escasas horas.
CABO TÉNARO
Era el momento de dirigirme hacia el punto donde
iba a finalizar mi recorrido de la jornada, que no era otro que el emblemático cabo Ténaro, también conocido como
Matapán, el punto más meridional de la Grecia continental y uno de los más
meridionales de Europa, encargado de separar el golfo de Mesenia al oeste del
de Laconia al este.
Según la mitología griega este es el punto de
entrada al Inframundo, donde habita el dios Hades y cuya puerta exacta serían
unas cuevas ubicadas en una pequeña cala de pesca al este de las ruinas del
templo de Poseidón, del que ahora hablaré.
Quién no ha escuchado la historia de cómo los
muertos accedían al Inframundo cruzando en una barca portada por el barquero
Caronte. En la otra orilla esperaba Cerbero, la bestia de tres cabezas de
perros salvajes y cola de dragón que impedía que los muertos escaparan y los
vivos entraran en este mundo. Me parecía mentira estar en un lugar tan mítico.
Pero las historias de los dioses son infinitas y no puedo evitar hacer aquí también mención a que el duodécimo trabajo que le asignó el rey Eurystheus a Heracles (Hércules) consistió en descender al inframundo y traer a Cerbero a la superficie, teniendo que pedir permiso a Hades para capturar a la bestia. Este accedió pero poniéndole como condiciones que no lo lastimara y que no podía utilizar armas, debiendo Heracles dominarlo con sus propias manos.
Orfeo también viajó al Inframundo para resucitar
a su amada esposa, Eurídice, a través de la cueva. El propio Hades le dijo a
Orfeo que podía llevársela con él pero con una condición; no debía mirarla
antes de salir de la cueva, porque la perdería. Desafortunadamente, a sólo unos
metros de la salida, Orfeo perdió la fe ya que no podía escuchar los pasos de
su esposa, y se giró para ver si estaba… Eurídice fue enviada inmediatamente de
vuelta al Inframundo para siempre.
No podía creer que estuviese en el punto en el
que estaban inspiradas todas esas fantásticas historias, así que tras
asimilarlo y dejar el coche aparcado al final de la carretera me dispuse a
conocer mejor la zona y llegar a la punta exacta del cabo Ténaro. Por cierto
que el nombre hace referencia al hijo de Zeus, de quien dicen construyó una
ciudad en este lugar.
Pero antes de empezar a caminar, repararía en las
ruinas de un antiguo templo dedicado al dios del mar Poseidón, el cual bajo el
imperio bizantino acabó convirtiéndose en una iglesia cristiana.
Templo de Poseidón. Cabo Ténaro o Matapán
Ahora sí comenzaría la pequeña ruta de dos kilómetros hasta la punta del cabo Ténaro en la que se encuentra un antiguo faro, construido por ingenieros franceses en 1882 y puesto en funcionamiento por primera vez cinco años después. Frente a él tendría lugar una gran batalla naval en marzo de 1941, entre la Royal Navy y la Regia Marina Italiana, en la que los británicos salieron victoriosos.
En el camino encontraría la pequeña playa Ténaro donde tendría tentación de parar a refrescarme, pero decidí seguir por si el tiempo se me echaba encima ya que estaba atardeciendo. Siguiendo por el camino de color rojo (el suelo contiene hierro, que cuando se oxida se vuelve de este color), lo siguiente que encontraría sería una antigua villa romana, donde todavía se puede ver un suelo de mosaico.
Luego, el camino pasa por otra pequeña playa y continúa ya hasta el faro sin
interrupciones. Tardaría como media hora en llegar y no tiene la mayor
complicación. Solo que al estar expuesto si se hace en las horas centrales del
día conviene llevar gorra, crema y agua para evitar una insolación.
Aquí disfrutaría un buen rato de las vistas en completa soledad y es que es complicado encontrarse con alguien en los dominios de Hades. Ahora, pensándolo con calma, tal vez fui demasiado osado en desafiar de esa manera a un dios, ¿no creéis?
Cabo Ténaro o Matapán Puesta de sol en Cabo Ténaro o Matapán
Sin prisa pero sin pausa, desharía el camino y volvería relajadamente a mi base de operaciones en Areopoli, tardando cincuenta minutas en realizar los cuarenta kilómetros que separaban ambos puntos. Bueno, para ser más preciso, la verdad es que pararía siete kilómetros antes de llegar, pues tenía muy buena referencias de un restaurante familiar llamado Vaggelis y no me quería ir de la zona sin conocerlo.
Optaría por pedir unos espaguetis con queso y
huevo frito, que son especiales en Grecia y que ya había visto en otras cartas
y siempre me había quedado con las ganas de probar. También me animaría con
algo similar a una empanada de queso feta al horno. Acompañado todo por una
cerveza griega. Las cantidades eran ingentes por lo que tuve que pedirles que
me pusieran para llevar lo que me sobró. Lo mejor el precio, ya que me saldría
por 13 euros y todo de una gran calidad.
Tras deshacer los pocos kilómetros que me separaban de Areopoli, me iría directo al hotel a hacer la maleta y dejar todo preparado, pues mañana abandonaba la mística Mani que tan buenos momentos me había hecho pasar.
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