16 de Septiembre de 2022.
No podía estar más contento de la decisión que
tomé en su día de permanecer casi tres días en esta zona, ya que gracias a ello
estaba pudiendo disfrutar al máximo de uno de los lugares más representativos e
icónicos de Grecia. Por eso mismo recomiendo que si se puede se vengan al menos
dos días a la zona, ya que menos tiempo supondrá ir con prisas y se tendrá que
renunciar a ver más de una cosa.
GRAN SANTO
A las 08:30 había quedado en el punto de
encuentro llamado “Mesechori Kastraki”, tal y como me había indicado la oficina
de turismo de Kalambaka, con los responsables de la actividad que iba a llevar
a cabo a continuación. Se trataba de realizar una de las muchas vías ferratas
que hay por la zona que te permiten ver perspectivas únicas que no se pueden
conseguir de otra manera, además de la emoción, adrenalina y aventura que te
proporciona dicha actividad. Esta la había contratado un mes y medio antes a
través de su página https://visitmeteora.travel/, costándome la
actividad 65 euros.
Entorno Vía Ferrata Gran Santo
La agencia te proporciona todo el material necesario para realizar la vía actividad: arnés, casco, guantes, mosquetones y te da las instrucciones necesarias para realizarla con seguridad. Efectivamente, estas son en inglés, pero son explicaciones prácticas por lo que si no controlas el idioma más o menos te enteras. Yo ya había hecho varias en España por lo que sabía de qué iba la cosa y no me haría falta esforzarme con la comprensión.
Pero tengo que decir que aunque se anuncia como
“vía ferrata”, de ahí a la realidad dista mucho de lo que realmente se conoce
como tal, pues la actividad consiste en subir una fuerte pendiente bastante
expuesta en la que vas encordado, atravesar una chimenea en la que sigues yendo
encordado y que no supone ningún riesgo y hacer un rapel mínimo de dos o tres
metros hasta llegar a los pies de una cruz, donde se da por finalizada la
actividad, sin ni siquiera subir a la cima propiamente dicha que está por encima
de esta última.
Es aconsejable tener buena forma física ya que se
afrontan pendientes importantes tanto a la subida como a la bajada.
La supuesta vía ferrata que realizaría se la
conoce como “Gran Santo” y supone poder acceder a las inmediaciones de la roca
más alta de la zona, a unos 400 metros sobre el suelo. La ruta tiene algo de rappel,
travesía y mucho senderismo. Forma parte del antiguo y sinuoso sendero que
durante la Edad Media servía a los monjes para acceder al pequeño monasterio de
los Doce Apóstoles, actualmente en ruinas. La roca también solía formar parte
de las antiguas fortificaciones del pueblo de Kalambaka hace miles de años.
Entorno Vía Ferrata Gran Santo
Pasados unos minutos de las 08:30, los tres integrantes del grupo, una pareja de Singapur y quien escribe estas líneas, comenzaríamos a subir por unas estrechas escaleras talladas en la roca, que tras unos minutos nos permitirían acceder a espacios más abiertos que nos brindarían las primeras perspectivas de la zona.
Vía Ferrata Gran Santo Kastraki desde Vía Ferrata Gran Santo
Continuaríamos por un camino muy antiguo, tallado por los monjes en la superficie pétrea, el cual es bastante expuesto en algunas zonas pero que gracias a la protección y seguridad del arnés se disfruta enormemente. Poco después habría que afrontar un pequeño rapel para continuar acto seguido con una nueva vía cordata, la cual monta el propio guía con una cuerda larga a la que se amarran los mosquetones.
Y por fin, la parada final debajo de la cima con la santa cruz de Hagia en primer plano y una terraza de roca espectacular para disfrutar a vista de pájaro de la gran meseta de Tesalia, las montañas de Pindos, los pináculos y moles gigantes de Meteora y los fabulosos monasterios. Un espectáculo único más propio de un entorno mágico que real.
Kastraki desde Vía Ferrata Gran Santo
Después de deshacer el camino y despedirme de los guías y mis compañeros de cordada, eran ya las 11:30, lo que suponía que la vía ferrata me había llevado algo más de tres horas en total.
ROUSSANOU
Afortunadamente, tendría tiempo suficiente para
coger el coche y dirigirme al último monasterio que me faltaba por visitar: el
de Roussanou.
Este monasterio se erigió por primera vez en el siglo XIV y probablemente lleva el nombre del primer monje ermitaño que estableció allí, aunque no se sabe a ciencia cierta. También recibe el nombre de Santa Bárbara a quien está dedicado. La iglesia principal o Katholicón fue edificada en el siglo XVI y treinta años después se le añadieron las pinturas de sus paredes.
Monasterio de Roussanou Monasterio de Roussanou
El cenobio está ubicado en una zona inferior a la de otros monasterios y es más pequeño que los demás, no teniéndose que utilizar apenas escaleras para acceder al mismo y visitándose de manera más rápida. Durante la Segunda Guerra Mundial sufriría graves daños y sería reconstruido por los propios monjes. En 1988 se convirtió en un convento de monjas, viviendo en la actualidad una docena de ellas en él.
Monasterio de Roussanou Vistas desde Monasterio de Roussanou Vistas desde Monasterio de Roussanou
Tras la visita me pareció buena idea hacer un alto en el camino y bajar a Kalambaka a comer y reponer fuerzas, pues la verdad que estaba fundido del tute que llevaba. Decidiría comer en el restaurante Panellenion, donde pediría queso frito y ensalada griega más una cerveza. Tras la deliciosa comida que me supondría 18 euros, la tarde la dedicaría a conocer el centro urbano de las dos localidades que estaban siendo punto de referencia para todas las actividades de la zona y a las que todavía no les había dedicado apenas tiempo. Hablo, evidentemente, de Kalambaka y Kastraki.
Queso Frito en Restaurante Panellenion
KALAMBAKA
Ya que estaba en Kalambaka comenzaría por
dirigirme a un mirador situado en
las afueras que ofrecía una vista soberbia tanto de la localidad como del
anfiteatro de rocas natural que la protege y se encuentra justo a sus espaldas,
una perspectiva única y diferente que brinda otro enfoque único de la zona.
El centro histórico está plagado de iglesias y ermitas donde destaca la iglesia de San Vissarion, de estilo bizantino y una de las más nuevas de la región, lo que no es óbice para poder contemplar en su interior sus techos y paredes hagiografiados, es decir pintados para contar la historia de la vida de los santos.
Iglesia de San Vissarion. Kalambaka
Otra iglesia interesante es la de la Asunción de la Virgen María, ubicada en el mismo lugar donde se construyó en el pasado un templo griego dedicado a Apolo. Los frescos del interior datan de los siglos XI o XVI. Es más antigua que los propios monasterios por lo que es de gran importancia. Es preciosa y me sorprendió bastante. La entrada cuesta dos euros.
Iglesia Asunción de la Virgen María. Kalambaka Iglesia Asunción de la Virgen María. Kalambaka Iglesia Asunción de la Virgen María. Kalambaka
Aunque Kalambaka también cuenta con varios museos como el de Historia Natural, el de las Setas o el Cultura Helénica no entraría a ninguno de ellos, ya que preferí seguir caminando por sus calles antes de dirigirme a Kastraki, ya con el coche, para dar otra vuelta por el mismo.
KASTRAKI
En Kastraki destaca su arquitectura tradicional
con casas antiguas y solariegas abandonadas, protegidas por las torres de roca
y alguna iglesia que no dice gran cosa después de todo lo contemplado, aunque sí
que habría que destacar un cenobio esculpido en el interior de la roca de
nombre Agios Nikolaos Badovas, a las
afueras del pueblo y muy poco conocido en comparación con los otros
monasterios. La cueva en la que se
encuentra construido era utilizada en el pasado por ermitaños y ascetas y fue
fundado a mediados del siglo XIV. Su interior suele estar cerrado pero sólo por
las vistas del mismo ya merece la pena el paseo hasta aquí.
Kastraki Monasterio Agios Nikolaos Badovas. Kastraki Centro de Kastraki
Sin embargo, a menos de un kilómetros caminado se halla la roca Adrachti, una roca de gran peculiaridad por su forma inusual. El camino comienza cerca de los apartamentos Archontiko Mesohori y transcurre por un bosque flanqueado por grandes rocas. La primera parte del sendero se realizar por una escalera de amplios escalones de madera, mientras que la segunda es un camino de tierra.
Sólo se requieren quince minutos para llegar a la gran roca y es un lugar diferente y poco frecuentado por el turismo de masas, que parece esconderse del mundo.
Era el momento de ir a buscar la última puesta de sol en Meteora, de emocionarme por última vez con este maravilloso lugar creado por la naturaleza. Para ello elegiría el mismo mirador que ayer, cercano al monasterio de Roussanou.
Mientras veía como se iban sucediendo los
espectaculares colores del atardecer en el horizonte, la sucesión de imágenes
de todo lo vivido en estos días también iban pasando por mi mente. Meteora es
más que un destino, es un viaje fascinante en el que se combinan maravillas
naturales únicas y una forma de vida que es simple y humilde enriquecida por
una fe profunda y verdadera que inspira a casi cualquier visitante. Cada
ubicación brilla por si sola, en un mundo de belleza que se eleva con gracia
sobre el majestuoso paisaje y en el que se entremezclan la naturaleza, la
arquitectura, la fe y la vida.
Puesta de Sol en el Mirador de Roussanou
Con los monasterios resplandeciendo de oro y fuego cuando el sol comienza a asomarse en el horizonte, todo lo que uno puede pensar es como algo así puede ser real y no quieres que termine, pues pocos lugares te inspiran tanto. Al menos el consuelo que te queda es que semejante experiencia se quedará contigo para siempre.
En esta ocasión no habría última cena en Meteora ya que me apetecía mas disfrutar de un helado y una cerveza bien fría sentado en una terraza. Me pareció esta la manera perfecta de terminar mi estancia en la zona.
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